Hace poco, un artículo de Cubanet empleaba (sin mi autorización claro está) una foto robada de mi perfil de Facebook para ilustrar un artículo sobre el supuesto adoctrinamiento que reciben los niños en las escuelas cubanas.
Les confieso que me molestó muchísimo que usaran una foto de uno de los momentos más hermosos que he vivido como madre para criticar precisamente lo que tan orgullosa me hizo sentir. Pero bueno, el robo de la información, las imágenes y demás es algo con lo que estamos obligados a convivir en la era digital, más aún cuando no puedo siquiera ponerles una demanda por no tener la decencia de solicitar autorización para usar la foto de un menor de edad (¡De mi hijo!) en un artículo político. ¿Con qué moral pueden hablar entonces ellos de derechos si violan los más elementales?
Más allá de esa cuestión, me gustaría expresar lo que pienso respecto a ese controvertido y polémico tema sobre si se adoctrina o no a los niños en Cuba. Y lo haré desde la experiencia personal.
Alejandrito tiene ya casi 8 años, y aún recuerdo el momento en que, emocionada hasta las lágrimas, aquel 8 de octubre del 2013 le anudé al cuello su pañoleta azul de Pionero Moncadista. Y, que conste, él estaba tan feliz como yo.
Para saber qué significa ser un Pionero Moncadista, o un Pionero José Martí basta solamente preguntarse ¿Qué fue el Moncada para la Historia de este país? ¿Quién fue José Martí?
Preguntas harto sencillas de responder: el Moncada fue ese instante en el que la Generación del Centenario dijo “basta” a los atropellos de una dictadura sangrienta y opresiva, el instante en que la dignidad tomó las armas y se rebeló siguiendo las ideas de José Martí, el hombre más grande que parió esta Isla.
¿Acaso educar a los niños en el conocimiento de la Historia de su país, inculcarle valores humanos y enseñarles a amar a su Patria es adoctrinar?
A los niños cubanos se les enseña eso en las escuelas, sí. Allí se les explican las razones para hacer una Revolución Socialista, se les educa en los principios éticos y revolucionarios, que no son otros que el amor al ser humano, la solidaridad, la justicia, la responsabilidad social y el compromiso con el futuro de un país que les será legado, un país que costó sangre, sudor y sacrificio a sus abuelos y padres.
Así me “adoctrinaron” a mi, así mis profesores y padres me enseñaron a amar a mi país por encima de todo, incluso de mis proyectos personales, y lo aprendí cuando me enseñaron a saludar la bandera, con los dedos de la mano bien uniditos, simbolizando aquello de que “los intereses colectivos están por encima de los intereses personales”, pues una sociedad justa y equitativa no se construye de otro modo.
¿Y cómo obviar la importancia vital del conocimiento de la Historia? ¿Cómo saber hacia donde vamos si no tenemos idea de dónde venimos?
Aquellos que se dan el lujo de permitirse la amnesia histórica son más propensos a dejarse confundir por los “cantos de sirena” que nos llegan desde otras costas, tratando de regresarnos a un pasado que bien conocieron nuestros antecesores y sobre el que es válido advertir a las nuevas las generaciones.
Hace poco alguien me contaba que en cierto país latinoamericano, que sufrió una de las más sangrientas dictaduras del hemisferio, hoy sus sistemas de enseñanza no tienen la Historia como asignatura. A mí aquello me resultó inconcebible y doloroso… ¿una sociedad donde los jóvenes no conocen a sus próceres, donde no tienen ni idea de los convulsos procesos que formaron su sociedad?
No tengo inconvenientes en que Alejandrito aprenda en la escuela la importancia de la Historia, que aprenda a ser un buen cubano, un patriota, que aprenda a ser generoso, valiente, justo, leal, solidario, que aprenda a defender sus criterios, a su país, a la Revolución. No quiero que me lo eduquen en la doctrina capitalista de “sálvate tú y olvídate de los demás”, no quiero que, ni por asomo, me lo enseñen a anteponer sus proyectos personales por encima de todo y de todos, al costo de esa propia sociedad a la que se supone debe tributar y ayudar a construir.
Y, si de adoctrinamiento ideológico se trata ¿se puede pensar en un mayor adoctrinamiento que el que impone la industria cultural norteamericana? No faltan películas, libros y series de televisión donde los “americanos” son los “buenos-requetebuenos-siempre-victoriosos que se enfrentan a la “amenaza comunista”, donde los malos siempre son “los otros”, ya sean rusos, chinos, árabes, colombianos, mexicanos (en fin, todo el que sea diferente, o defienda una ideología que no es la que promueve los intereses imperialistas).
Y claro, los buenos americanos siempre salvan al mundo civilizado, y siempre tienen la razón, y son los defensores de la Humanidad, y hacen suya la noble tarea de enfrentar el terrorismo mundial, y encabezan la lucha contra el narcotráfico, y se erigen en jueces del mundo bajo una autoridad moral otorgada no sé por quien. Y todo siempre con su bandera de fondo, en planos muy patrióticos y nacionalistas, al punto de que, si no supieras nada de Historia Universal terminarías por creerles el cuento, y aplaudir emocionado al terminar la escena.
Valdría preguntarse entonces ¿Qué opinan los padres norteamericanos ante el “adoctrinamiento” que reciben sus hijos en los cines y hasta en la sala de su casa a través de la televisión?
Cada sociedad educa a sus hijos en los principios que considera valiosos e imprescindibles, una educación que comienza desde la propia familia, reconocida en nuestra Constitución como la célula fundamental de la sociedad. Y ese es un derecho que nadie puede criticar ni negar.
En lo personal (y es un criterio compartido por la mayoría), quiero que mi hijo se parezca más a ese hombre nuevo con el que soñara el Che, que a los cientos de analfabetos políticos que rondan por el mundo y que viven -los pobres-, más preocupados por lo que tienen y lo que consumen, que por lo que aportan a la sociedad que los formó.
A fin de cuentas, no debemos estar tan mal cuando incluso personas que dicen estar diametralmente opuestos al sistema político y social cubano, han preferido que sus hijos se eduquen aquí cuando bien pudieron hacerlo en otro lugar…Suiza, por ejemplo.