Llevaba días preguntándome qué me pasaba.
Fue como si, de golpe, toda esa necesidad de escapar fluyera dentro de mi más que la sangre. Fue como si viera todo aquello que formaba parte de mí y no me gustaba ver: no me soportaba a mí misma. No se puede estar siempre arriba, ni siempre abajo, pero esos días, lo que me ocurría era algo diferente a la tristeza. Era como si yo misma no fuera capaz de aceptar mis defectos, que se me habían aparecido todos de golpe, uno tras otro. Estaba luchando por justificarme, hasta que probé de mejorarlos. Cuando lo intenté, me di cuenta del gran fallo que había cometido, y era centrar mis fuerzas en el exterior, en el círculo que me rodeaba desde fuera y no desde dentro de mí. Fui consciente, entonces, de que la persona más importante para mí, necesitaba algo de mí, que…
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