Las grandes historias siempre tienen un origen extraño pero, por sobre todas las cosas, una posibilidad demasiado ínfima como para predecir la gloria. De chico, Clark Gable no tenía demasiada gracia, era rechoncho, muy tímido y con pocas chances de cumplir su sueño: ser el mejor actor de Hollywood. Tenía talento, eso sí: memorizaba como nadie sonetos de Shakespeare y tocaba la trompeta en la banda de su pueblo. Pero en su familia no opinaban lo mismo.
Cuando decidió dejar la escuela para dedicarse a la actuación, su padre -técnico de extracción petrolera- se lo llevó a los campos de Oklahoma…
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