El objetivo de la cultura hegemónica es convertir cada hecho y cada espacio mínimo en mercancía. Todo puede comprarse, pregonan. El concepto se ha naturalizado y es ya “sentido común”. Sus productos estrella se especializan en denigrar la voluntad y cualquier posibilidad de transformación humana. Cada producto es una bomba contra la historia, contra el derecho mismo a reflexionar, relacionar e imaginar. Y sobre todo es un producto cultural que siempre alimenta el YO y niega el NOSOTROS.
El Yo solitario y desesperado es un cliente perfecto. Cómo no recordar a Mersault, el alienado hasta de si mismo, pero que al final antes de morir dice que sólo desearía volver a vivir. El personaje de Camus es un retrato del sujeto que el fascismo necesita, un retrato que advierte de la falta de empatía y de las carencias del Yo. El Yo, esa costra vital ya obesa, que deforma el…
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