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Carolina Villegas
“Los jefes se van, las instituciones quedan”, es el sencillo resumen de un profundo proceso formativo de más de doscientos años de vida republicana; una especie de sincretismo de nuestra naturaleza caribe, autónoma y libertaria, con el ejercicio social dentro de las instituciones heredadas del siglo de la Ilustración europea en nuestras tierras. Como producto, tenemos una delicada moral colectiva que nos lleva a valorar permanentemente las lealtades.
Las instituciones, sin embargo, trascienden los muros, el tiempo y las personas; su acción acupa el quehacer del país. Cuando a este nivel no hay un ejercicio de poder adecuado a las circunstancias, entonces no sólo se desprestigia, sino que pierde la lealtad colectiva o de fondo. Para los venezolanos y venezolanas, la lealtad es un premio al ejercicio correcto del poder, no una actitud servil o ciega. Eso no está en nuestros genes. La lealtad es producto e incentivo…
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