atame. Tú, el miedo en el fibroso y intangible instante en que comienzas a beber de la piel, correte las vértebras mojando estas escaleras al oxígeno con tu ser.
Arde por los nervios. Quema, no dudes en hacer de esto cenizas, que tus jadeantes manos acaricien mis últimos restos.
Muerde. Desgarra la carne como puedas y arranca el alma incesante, zarandeando las hojas de este libro, páginas en blanco leídas con desorbitados ojos.