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El silencio de los corderos, o un escándalo de la inteligencia. Por Carlos Luque Zayas Bazán

15 de Agosto de 2018, 9:46 , por La pupila insomne - | No one following this article yet.
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Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado. Consecuentemente, ocultar por espurios motivos, y no atreverse a decir lo que se piensa de lo que otro hombre propone o piensa, tampoco puede ser honrado.

Muy conocido es también el apotegma martiano según el cual el mejor modo de decir es hacer. Y menos conocido, o citado, es que también afirmara, parafraseando yo de memoria ahora, que decir, cuando es necesario y útil, es una forma de hacer. Una modalidad, necesaria, de la acción.

Es por ello que no puede quedarse sin respuesta aquello que, ejerciendo su libertad de expresión, otra persona opine, y con lo cual no estemos de acuerdo. Expresar nuestro desacuerdo no es coartar la libertad de expresión. Tan honrado es una cosa, como la otra.

Pero resulta curioso que en ciertos intercambios de criterios de los últimos tiempos entre personas, o círculos de personas que tienen distintos enfoques, a veces de fondo político, o de cosmovisión, o filosófico, unos califiquen a otros, – meramente por expresar un criterio contrario o cuestionador de otras ideas o juicios, – de dogmáticos u oficialistas, cuando no con más duros epítetos. Los autores que frecuentan este blog conocen muy bien esa experiencia. Ha sucedido que aquellos paladines más ardorosos de la libertad de expresión exijan respeto para sus criterios, negándoselo al prójimo que no coincide con ellos. Desde algunas de esas plataformas, donde exponen sus juicios, libre y honradamente, le llaman CVP ideológicos a quienes exponen criterios que no coinciden con los suyos.

Si hay alguna manera de reprimir el derecho de libre expresión ajeno, ninguna vía mejor que tildarlo de deshonesto, al suponerlo “oficialista”. Es decir, al servicio de una causa en la que quien dice que cree, no cree, o simula creer, por conveniencia. Cometiendo una traición de conciencia, siendo deshonesto, que es lo que al cabo significa, en su sentido peyorativo, oficialista. Es decir, el oficialista no es honesto al decir lo que piensa, tautológicamente, por “oficialista”.

Es un escándalo de la inteligencia: yo soy un hombre honesto, pues digo lo que pienso. Tú, al decir que dices lo que piensas, no lo eres, pues coincides con lo que yo considero “oficial” y por lo tanto, no eres honesto. Quizás el fondo de la cuestión radica en que no están, secretamente, de acuerdo con lo que consideran “lo oficial”. Pero en vez de decirlo clara y honestamente, desacreditan al “oficialista”.

Hasta que creen que les ha llegado la oportunidad. Algo que acaba de ocurrir muy recientemente. Fidel expuso de mil maneras aquel principio rector de toda revolución con razón histórica suficiente e indiscutida: dentro de ella, todo, contra ella, nada. Porque la revolución, razón histórica de una nación como la cubana, tiene, primero que todo, derecho a defenderse. Pero en vida física de Fidel, nunca se escuchó o leyó, de pretendidos revolucionarios de otrora y agora, tanta algazara y alharaca como cuando se afirmó una verdad de Perogrullo: ante determinadas convicciones, ante específicas determinaciones, ante la opción del socialismo, del comunismo, o del pro imperialismo, se es o no se es. Lo honesto radica en aceptar que se es, tanto como aceptar que no se es. Por supuesto que eso exige, además de valentía, hasta claridad lógica, definiciones y opción.

Porque ello pasa por la lucidez, por la introspección profunda, por la honestidad consigo mismo, que es el tribunal más terrible, porque difícilmente se le puede engañar. ¿Es fácil aceptar que, simplemente desde el sentido lógico más elemental hemos cometido un craso error? No digo opción ideológica errónea. El que desea, por ejemplo, ser un rico capitalista no comete un “error ideológico”. Hace una opción de vida al que le corresponde una ideología. Y actuará según ella, y sus intereses.

Pero la primera condición para aceptar un error lógico elemental sería que comprendiéramos el error lógico mismo. Algo que no parece muy probable, si no es el resultado de un esfuerzo cognoscitivo, honesto y lúcido, posterior. Mucho más arduo sería aceptar el error metodológico, relacionado con el anterior. Y mucho más difícil aún que aceptáramos que nuestros juicios y opciones obedecen a presupuestos profundamente filosóficos y, por lo tanto, políticos e ideológicos. Incluso el que cree no tenerlos, los tiene. ¿Por qué la estrategia de la mentira y la deformación de lo que verdaderamente ocurre en el mundo a que nos somete  el bombardeo desinformativo mundial? Porque saben muy bien que al final, y en última instancia, todo se decide, – cuando permiten que se decida, es decir, mientras su democracia no ponga en peligro sus intereses -, en la conciencia de cada hombre y mujer.

Si me disculpan los párrafos anteriores, acabo con la ilustración de una de esas contradicciones o escándalos de la inteligencia. Que no puedo decidir si se originan de no comprender un error de razonamiento, o de una concepción política asentada en una cosmovisión filosófica, o de una animadversión ideológica, o simplemente de un escándalo de la inteligencia, o de todo ello entreverado, junto y revuelto. Todo, respetando la honestidad del emisor. Es decir, ha dicho lo que piensa. Pero ciertamente, también siendo honesto se puede hasta ofender, y no sólo a la inteligencia, sino a toda una nación. Veamos: si yo afirmo que todo un pueblo, nada menos que todo un pueblo!, ha sido o es inmaduro…¿qué creen? ¿Me considero yo el único bien madurito, o no? (ya que he sido capaz de captar la inmadurez de toda una comunidad, debo serlo…) Pero si me incluyo, en un arrebato de modestia, entre los inmaduros también, ¿de dónde sale mi facultad para detectar esa falta de juicio de los demás? Un intríngulis bien dificilito de resolver. Pues bien. Ha ocurrido. Veamos. Alguien habla de, claro que sin considerar la variante modesta, “la manera inmadura en que las masas rodearon a Fidel con una veneración excesiva y acrítica, poniendo su destino en sus manos como si se tratase de un salvador mítico.”

Es decir, si de negar la democracia cubana se trata, pues el reproche sería que: no se facilita la amplia participación del pueblo en las decisiones políticas, ergo, el pueblo es bien maduro para eso. Porque  para apoyar ese argumento el pueblo NO ES inmaduro, sino todo lo capaz que deseen otorgarle. Eso por una parte. Pero por la otra, esta inmensa falta de respeto, a la lógica, y a todo un pueblo: utilizar como argumento la inmadurez de toda una comunidad, (la masa, dice), algo que incluso resulta hasta estadísticamente imposible. Sí, existe y se respeta la libertad de expresión. Pero tal libertad también puede ser usada, y este es un máximo nefando ejemplo, para decir tamaño despropósito e insólita contradicción… Aunque estoy seguro de que en determinados medios, recibiría hasta aplausos prolongados…cómo no.

 


Fonte: https://lapupilainsomne.wordpress.com/2018/08/15/el-silencio-de-los-corderos-o-un-escandalo-de-la-inteligencia-por-carlos-luque-zayas-bazan/