Go to the content

La pupila insomne

Full screen Suggest an article

La pupila insomne

Aprile 3, 2011 21:00 , by Unknown - | No one following this article yet.
Licensed under CC (by)

La historia de las negociaciones secretas entre Cuba y EE.UU. en dos libros

Ottobre 7, 2014 5:23, by Unknown - 0no comments yet

backchannel-final-jacket-3-18-14Este lunes 13 de octubre a las 4 pm, en la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC será la presentación en Cuba del recién publicado libro  Back Channel to Cuba. The Hidden History of Negotiations Between Washington and Havana (The University of North Carolina Press, 2014), de los investigadores estadounidenses William. M. Leogrande y Peter Kornbluh, y de la segunda edición ampliada del título, De la confrontación a los intentos de “normalización”. La política de los Estados Unidos hacia Cuba (Editorial de Ciencias Sociales, 2014), de los autores cubanos Elier Ramírez Cañedo y Esteban Morales Domínguez, quienes han colaborado en nuestro blog en varias ocasiones. 

Ambos textos abordan, desde la visión de los autores, una arista muy poco explorada en estudios anteriores sobre el conflicto Estados Unidos-Cuba: los momentos de negociación, acercamientos o diálogos entre las autoridades de ambos países, o lo que pudiera denominarse la historia de la diplomacia secreta, que ha pervivido por más de 50 años junto a la conocida conflictividad bilateral. Lecciones imprescindibles para el presente y el futuro de las relaciones entre ambos países.

A propósito publicamos el prólogo del destacado diplomático cubano Ramon Sánchez Parodi a la segunda edición ampliada del libro de Elier y Esteban

Prólogo a una obra singular

Ramón Sánchez Parodi

De la confrontacion 2 Edic JPGDe la confrontación a los intentos de ’normalización’ escrita por los doctores en Ciencias Históricas Elier Ramírez Cañedo y en Ciencias Esteban Morales Domínguez y presentado ahora por la Editorial de Ciencias Sociales de La Habana, Cuba, en una nueva edición ampliada y perfeccionada, tiene características propias que la convierten en una obra singular sustancialmente diferente a otras, especialmente de factura estadounidense, que han abordado el tema de los enfrentamientos de los Estados Unidos con la Revolución Cubana.

Elier y Esteban constituyen un binomio cubano donde se articula la visión del primero, un dinámico y acucioso joven, nacido, criado y formado en los años cuando la Revolución Cubana se enrumbaba hacia el establecimiento de una sociedad socialista y él mismo protagonista en la pléyade de jóvenes cubanos que transitaron con heroísmo por los difíciles años de la época que Fidel calificó como el “Período Especial en Tiempos de Paz”, quien aporta las vivencias y las experiencias formativas acumuladas en lo que constituye el período más difícil que desde el ejercicio del poder ha enfrentado la Revolución Cubana. Elier ha estado activamente involucrado en esas batallas y bebido de manera directa en las fuentes primigenias las razones históricas más recientes de la lucha popular que constituye uno de los hitos más relevantes de la historia mundial desde el comienzo de la segunda mitad del pasado siglo.

Por su parte, Esteban, quien ya en el medio de la lucha popular contra la tiranía militar entronizada en Cuba desde comienzos del año 1952, se había formado y ejercido como maestro cuando la Revolución toma el poder el 1ro de Enero de 1959, ha ido entretejiendo su actuar ciudadano revolucionario con una sólida formación profesional y el conocimiento práctico del desarrollo del conflicto entre los Estados Unidos y Cuba en lo cual ha tenido muchas experiencias personales que constituyen un valioso aporte a este libro.

Con la singular acumulación y articulación, como diría Ortega y Gasset, de estas vivencias y experiencias conjugadas, la obra sobresale al ofrecer de manera única entre todo lo que sobre el tema se ha publicado dentro y fuera de Cuba —incluyendo en los Estados Unidos—, con inéditos documentos oficiales y testimonios personales de la parte cubana,
una visión integral que permite la valoración de lo acontecido en el terreno de las relaciones entre ambos países desde el triunfo de la Revolución hasta este comienzo del segundo milenio, que todo indica está ya marcando un cambio de época para el mundo en que vivimos.

Este acervo añade otro elemento a la singularidad del libro: la objetividad al abordar la historia de este proceso reciente. Dejando a un lado el manido recurso de lo anecdótico —sin por ello excluir las experiencias personales de muchos de los protagonistas— los autores evitan la “cosificación” de la historia sobre la base del “toma y daca” o del “regateo mercantil” a que tantas veces se reduce la exposición de los hechos que conforman hitos relevantes de la humanidad como sin exageración se puede calificar el principal tema del libro. Esta es una obra que expone los elementos esenciales del proceso.

En tal sentido, y al partir del punto de vista y la experiencia cubanos, resaltan las diferencias entre las motivaciones de ambos Gobiernos, oponiendo al pragmatismo estadounidense la actitud cubana basada en los principios y fundamentos que deben caracterizar las relaciones internacionales.

Desde las primeras páginas, en el capítulo 1, se establece la causa fundamental de la confrontación: “La voluntad soberana de Cuba y las ansias hegemónicas de los Estados Unidos continúa siendo la esencia del conflicto bilateral”. Y abunda en una valoración del desarrollo de la pugna que en esta última etapa se prolonga por cincuenta y cinco años, resaltando las diferencias entre las posiciones de negociación de cada una de las partes: “Cuba no iba a ceder ante las presiones de los Estados Unidos en ningún aspecto que tuviera que ver con su derecho a la libre determinación”. Las palabras finales de este capítulo hacen una apretada síntesis de las razones de la confrontación: “—el objetivo de la política de los Estados Unidos hacia la Cuba revolucionaria siempre ha sido el mismo: ‘el cambio de régimen’, el derrocamiento de un sistema que en sus propias narices ha practicado y aún hoy practica una política interna y externa absolutamente soberana”.

En el siguiente capítulo se valora cuáles fueron las circunstancias de las tres variables fundamentales que condicionaron en la década de los ’70 los intentos de encontrar una “normalización” de las relaciones durante los mandatos presidenciales de Nixon, Ford y Carter: el entorno internacional, la dinámica interna de los Estados Unidos y la realidad interna de Cuba, mientras que en el capítulo 3 se narra la sucesión de pasos que condujeron a los primeros contactos confidenciales directos entre representantes de ambos Gobiernos y las consideraciones acerca de las causas que impidieron su continuidad ya desde 1975.

Un elemento debe resaltarse de esta etapa, la voluntad cubana, y particularmente del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, de no rechazar la posibilidad de una negociación bilateral entre ambos Gobiernos para dar solución al conflicto, con la única condición de que se respetara la igualdad de derechos entre ambas partes y la soberanía, la independencia, la autodeterminación y la integridad territorial de Cuba.

Por eso, cuando Cuba recibió la propuesta del Gobierno de los Estados Unidos de abordar las diferencias entre ambos países, reconociendo que las diferencias políticas y sociales entre los sistemas imperantes en cada uno de los países no constituían una razón para la hostilidad perpetua entre ambos, la voluntad cubana dio el paso de aceptar la propuesta aun cuando el Gobierno de los Estados Unidos mantenía contra Cuba la genocida política de bloqueo económico, comercial y financiero, calificada por el propio Fidel como “una daga” que los Estados Unidos tenían presionada contra el cuello de Cuba.

Es uno de los tantos ejemplos que a lo largo de estas décadas de confrontación ponen en evidencia la posición de principios de Cuba a favor de lograr la existencia de una relación oficial bilateral normal entre Cuba y los Estados Unidos, tal como la mantiene con todos las naciones (excepto Israel) integrantes de la comunidad internacional, incluyendo aquellos países que son los principales aliados políticos, económicos y militares de los Estados Unidos. A pesar de ello, predomina en las obras y en la cobertura informativa de origen estadounidense y de sus aliados, la falacia de que Cuba se opone a “normalizar” las
relaciones con los Estados Unidos y que de la parte cubana —sobre todo Fidel— se prefiere que Washington mantenga el bloqueo y la hostilidad contra Cuba para justificar los supuestos fracasos y falta de “libertades” impuestas por la Revolución. Otra de las enormes patrañas propaladas por los medios de difusión bajo control del Gobierno de los Estados Unidos y que la propia realidad cubana desmiente fehacientemente cada año cuando la casi absoluta mayoría de las naciones de este planeta aprueban una y otra vez en el período anual de sesiones de la Asamblea de las Naciones Unidas la resolución sobre la necesidad de poner fin al bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba. Este es un aspecto que se expone con mucho acierto en el libro.

Como no es el objetivo de este prólogo relatar o resumir el contenido de esta obra, abordaremos ahora otros aspectos de interés alrededor de ella, dejando a los lectores que descubran en su lectura todo el interesante caudal de consideraciones formuladas por los autores, fundamentados en hechos y documentos de por sí, muy reveladores.

Las ambiciones inglesas (y luego estadounidenses) por dominar a Cuba surgen desde que las potencias europeas implantaron el sistema de dominación colonial en el mundo y con ello las guerras de rapiña por el dominio de los territorios a los que arribaban sus ambiciosos exploradores. Guantánamo, An American History, del escritor e historiador
en la Universidad de Harvard, John M. Hansen, publicado en 2011, nos ofrece un interesante antecedente sobre las acciones y posiciones de los “Padres Fundadores” de la nación norteamericana con relación al interés de dominar Cuba, desde antes de que las Trece Colonias arribaran a la condición de nación independiente.

El 18 de julio de 1741, el almirante británico Edward Vernon, al frente de una poderosa escuadra de 62 buques y un contingente de tres mil soldados, varios cientos de los cuales provenían de las trece colonias ingleses en la América del Norte, así como unos mil esclavos jamaicanos, se apoderó de la bahía de Guantánamo, sin encontrar ninguna resistencia, sino más bien curiosidad, de los escasos súbditos españoles e indios radicados en la zona.

El objetivo de Vernon, quien tres meses atrás había fracasado en sus intentos de apoderarse de Cartagena de Indias, era avanzar por tierra para conquistar Santiago de Cuba y con ello toda la porción oriental de la isla de Cuba. Fue una operación similar a la que acometió la corona inglesa veinte años después para tomar La Habana. Uno de los tantos episodios en las constantes guerras entre los territorios coloniales. A pesar del fácil éxito inicial, Vernon no pudo alcanzar sus propósitos por la negativa del general Wentworth de emplear sus tropas en el ataque a Santiago de Cuba y tuvo que reembarcarse de vuelta a Jamaica, sin gloria alguna, el 16 de noviembre de ese mismo año.
Un destacado tripulante del navío de Vernon, quien había tenido una actuación relevante en la campaña de Cartagena, era un joven veinteañero proveniente de Virginia, de nombre Lawrence, a quien su padre, Agustine (un agrimensor y propietario de haciendas y concesiones mineras), le había trasladado días antes de zarpar, una propiedad de 1 250 acres junto al rio Potomac, llamada Epsewasson.

Lawrence contrajo tuberculosis en su estancia en las Antillas y murió en Virginia el 26 de julio de 1752. La plantación (rebautizada Mount Vernon en honor al Almirante) pasó a ser administrada por su medio hermano, también agrimensor, nombrado George, quien finalmente la heredó en 1761 al morir la viuda de Lawrence, y que pasaría a la historia como el primer presidente de los Estados Unidos.

En esa época en Virginia predominaba la economía esclavista, principalmente dedicada al cultivo del tabaco para su exportación a Inglaterra. Sin embargo, los dueños de plantaciones tenían puestos sus ojos en expandirse hacia el territorio del Valle de Ohio (el término comprende el actual estado de West Virginia, la mayor parte del de Ohio, el occidente del de Pennsylvania y partes del de Maryland), donde existían abundantes y fértiles tierras y serviría como vía para exportar los productos navegando por los ríos Ohio y Mississippi hasta llegar al Golfo de México y de ahí por el Atlántico hasta los mercados europeos.

Para expandirse hacia esa zona, un grupo de propietarios crearon en 1748 la Ohio Valley Company. Entre los fundadores estaban Lawrence Washington y el gobernador de la colonia, Robert Dinwiddie. Cuatro años después se fundó una organización rival: Loyal Company of Virginia, que contaba entre sus propietarios a Peter Jefferson, padre de Thomas, en aquel momento un niño de nueve años de edad que con el tiempo llegaría a ser el principal redactor de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América que se dio a conocer el 4 de Julio de 1776 y el tercer presidente de ese país de 1801 a 1809.

El Valle del Ohio (parte de la Nueva Francia, territorio colonial galo de América del Norte que abarcaba desde el actual Canadá hasta el Golfo de México) era también el país que ocupaban numerosas tribus de pueblos originarios. Entre 1754 y 1756 se produjeron incursiones militares inglesas contra los franceses, la primera de las cuales dio lugar el 28 de mayo de 1754 a una emboscada dirigida por George Washington contra una partida de exploración franco-india que los historiadores estadounidenses consideran el inicio de la llamada Guerra Franco-India. Mientras estos acontecimientos enfrentaban a franceses e ingleses en la América del Norte, se arreciaban los conflictos entre las potencias europeas. Francia, Austria y Rusia se aliaron contra Prusia, la cual a su vez concertó una alianza con Inglaterra. El 16 de mayo de 1756 Inglaterra declaró formalmente la guerra a Francia marcando con ello lo que muchos historiadores califican como el inicio de lo que posteriormente se conoce como la Guerra de los Siete Años (1756-1763).

El fin de las hostilidades se logró mediante diferentes tratados entre las partes en conflicto que implicaron sobre todo un nuevo reparto de las posesiones coloniales. En lo que se refiere a las hostilidades en la región americana, hubo tres tratados fundamentales. El primero suscrito en secreto entre España y Francia en Fontainebleau en noviembre de 1762 y estipulaba la cesión por Francia a España del territorio de Louisiana que formaba parte de la Nueva Francia. El 10 de febrero de 1763 se firmó en París otro tratado mediante el cual Francia cedía a Inglaterra los territorios canadienses de la Nueva Francia así como aquellas regiones al este y norte del Mississippi reclamadas por Inglaterra, al tiempo que Inglaterra devolvía a España la región de La Habana y las Filipinas, así como la Florida.

Las experiencias militares de George Washington en esa contienda contribuyeron a su nombramiento en 1776 por el Segundo Congreso Continental como Comandante en Jefe del Ejército Continental.

Queda por resaltar otro elemento clave que muy raramente es manejado por los historiadores: el papel determinante que desempeñaron en el proceso de independencia de los Estados Unidos las contradicciones entre las potencias coloniales europeas, particularmente entre los protagonistas de la Guerra de los Siete Años. Aunque Inglaterra ganó territorialmente la guerra, desde el punto de vista financiero la Corona estaba endeudada. Una solución fue imponer tributos a las colonias para pagar por su protección y seguridad y por el costo de las acciones contra la potencia rival: Francia. Es bien conocido que esta situación provocó descontento entre los colonos y eventualmente desembocó en el movimiento de independencia de las Trece Colonias, cuyos representantes proclamaron el 4 de Julio de 1776 su decisión de separase de Inglaterra.

El curso de las acciones militares posteriores se hubiese tornado desfavorable para las armas independentistas de no haber contado desde un inicio con el apoyo de Francia, lo cual se hizo notar en la derrota de las tropas inglesas en la batalla de Saratoga, Nueva York entre el 19 de septiembre y el 7 de octubre de 1777 en la cual las fuerzas americanas recibieron piezas y municiones de artillería de Francia, dándole superioridad en armamento frente a las tropas inglesas.

Con posterioridad a esta batalla, Luis XVI firmó un tratado secreto de alianza con los nacientes Estados Unidos, representados en este acto por Benjamin Franklin, a lo que siguió la declaración de guerra  a Inglaterra, (a la cual se sumaron el reino de España y las Repúblicas de los Países Bajos). A partir de ese momento Francia intervino abiertamente con todo su poderío en las operaciones militares junto con el Ejército Continental y también desarrollando acciones de este tipo en coordinación con sus otros aliados europeos en otras regiones, incluyendo las Antillas, Centroamérica, la región del Golfo de México, el Mediterráneo, África e India. Adicionalmente Francia y sus aliados entregaron suministros militares y ayuda financiera al llamado Ejército Continental. Estos fueron elementos decisivos y principales para la derrota de Inglaterra en la contienda que tuvo su epílogo militar cuando en octubre de 1781 el teniente general Lord Charles Cornwallis se rindió al ser cercado por superiores fuerzas navales y terrestres francesas comandadas, respectivamente, por el conde de Rochembau y el conde de Grasse que contaron con el apoyo de fuerzas terrestres del Ejército Continental al frente de las cuales se encontraba George Washington, poniendo virtual fin a las acciones militares en las Trece Colonias.

El 3 de septiembre de 1783 se firmó entre representantes de Inglaterra y de los Estados Unidos lo que se conoce como el Tratado de París, reconociendo la independencia de los Estados Unidos, así como sendos Tratados de Versalles entre Inglaterra y Francia, España y los Países Bajos (este último no formalizado hasta el 20 de mayo de 1874).

Lo irónico de esta circunstancia es que, aunque Francia ganó la guerra, —y al igual que sucedió con Inglaterra al concluir la Guerra de los Siete Años— la monarquía francesa quedó fuertemente endeudada y la imposición de onerosos tributos a la población fue una de las causas del movimiento popular que culminó el 14 de Julio de 1789 con la Toma de la Bastilla. Es decir, en Francia las ideas republicanas derrocaron a la monarquía cuyo apoyo fue fundamental para el triunfo de las ideas republicanas en las Trece Colonias inglesas de Norteamérica.

El contexto en que se produce la independencia de los Estados Unidos situaba en un primer plano la lucha por la adquisición de nuevos territorios como parte de reforzar el poder y el status de cada entidad nacional. Los dirigentes de la nueva nación americana asumieron la conquista de nuevos territorios como el principal componente de su proyección futura, junto con la defensa del carácter esclavista de la sociedad, particularmente en Virginia, donde la mano de obra esclava constituyó el elemento fundamental para la producción de tabaco.

Los Estados Unidos de América surgieron respondiendo a los intereses, la filosofía y las costumbres y cultura de esa sociedad colonial, y muy particularmente la voluntad de expandir el país para cubrir todo el territorio hasta el Océano Pacífico, el Golfo de México y empujar hacia el norte las fronteras terrestres con los territorios ingleses de Canadá.

Los cinco primeros presidentes de los Estados Unidos entre 1789 a 1825 fueron todos destacados líderes del proceso de independencia y catalogan entre los llamados “Padres Fundadores” de la nación. Cuatro de ellos nacieron y vivieron en Virginia y eran propietarios de extensas plantaciones y numerosos esclavos (ejercieron la presidencia en los años que se señalan entre paréntesis): George Washington (1789-1797), Thomas Jefferson (1801-1809), James Madison (1809-1817) y James Monroe (1817-1825). Mantuvieron siempre una estrecha amistad, se visitaban e intercambiaban correspondencia, influyeron sustancialmente en la forma en la cual se fue articulando la nación durante el casi medio siglo (1776-1825) y su huella ha quedado impresa en todos los principales documentos constitutivos del país y de las instituciones que conforman la nación, particularmente la Declaración de Independencia y la Constitución.

George Washington, presidió las sesiones del Segundo Congreso Continental, fue el Comandante en Jefe del Ejército Continental y en las dos ocasiones fue elegido presidente por el voto unánime del Colegio Electoral. Thomas Jefferson, fue encargado de redactar el proyecto de la Declaración de Independencia, pero a pesar del conocido precepto proclamado en ella de que “todos los hombres son creados iguales y han sido dotados por el Creador con ciertos Derechos inalienables, que entre ellos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad”, era un convencido defensor de la esclavitud como pilar de la economía sureña, a pesar de rechazarla desde el punto de vista ético. Se expresaba con un marcado pensamiento racista de que los negros y los “indios” constituían seres inferiores a los blancos. James Madison es considerado como el padre de la Constitución de los Estados Unidos y de las enmiendas constitucionales de la primera a la décima conocidas como la Carta de los Derechos. James Monroe fue quien enunció la doctrina que lleva su nombre y que en esencia veta cualquier acción de las potencias europeas para restaurar su presencia en el continente, con el evidente propósito de garantizar el predomino y la hegemonía de los Estados Unidos en América.

John Adams, presidente de 1797 a 1801, nacido en Massachusetts en el seno de una familia de religión puritana, fue el único de los cinco opuesto verticalmente a la esclavitud y nunca compró ni tuvo un esclavo.

Su hijo, John Quincy Adams, fue el sexto en ocupar la presidencia de la nación y el primero no catalogado entre los “padres fundadores”: Ocupó la presidencia de 1825 a 1829 y fue el autor intelectual de la seudo-tesis de la “fruta (manzana) madura”.

Las ansias expansionistas de los colonos de la América inglesa heredadas del pensamiento imperial de la Corona británica colocaron a Cuba en el punto de mira del apetito estadounidense. Este interés fue claramente reflejado por Jefferson, desde su retiro en la hacienda Monticello en carta que dirigió a su amigo el entonces presidente James Monroe el 24 de octubre de 1823 (menos de dos meses antes de que se proclamase la “doctrina Monroe”): “Yo confieso cándidamente que siempre he mirado hacia Cuba como la más interesante adición que pueda hacerse a nuestro sistema de Estados. El control que, con Florida, esta isla nos daría sobre el GOLFO DE MÉXICO, y los países e istmos que lo bordean, así como todas las aguas que fluyen hacia él, colmarían la medida de nuestro bienestar político”.

Cuando en 1825 concluyó la etapa donde los “padres fundadores” ejercieron el poder presidencial había prácticamente concluido la primera gesta de la independencia de la América española y en los Estados Unidos se había elaborado una tríade conceptual que fundamentaba la proyección expansionista y de dominación de sus líderes, integrada por la creencia en el Destino Manifiesto (un viejo concepto que estaba en la mente de los “padres fundadores” pero que alcanzó notoriedad años después con la conquista de las tierras situadas hacia el oeste) otorgado por voluntad divina a los Estados Unidos para extender el
carácter excepcional de su sistema por el mundo, especialmente por las tierras de América, unido a la Doctrina Monroe, reservando el continente americano para la dominación de los Estados Unidos y, en el caso particular de Cuba, la seudo-teoría de la “fruta madura”.

Estos elementos conformaron la base para una política de Estado con relación a Cuba: la de “la espera vigilante” para impedir que cualquier otra nación o potencia que no fueran los Estados Unidos reemplazara la dominación de España o que Cuba accediera a la independencia. En los años en que España ejerció su dominio colonial sobre Cuba, la principal opción de los Estados Unidos fue comprar a España el territorio cubano, lo que propusieron reiteradamente, siendo la última oferta presentada unos días antes de que los Estados Unidos declararan la guerra a España e interviniesen en la contienda en Cuba para frustrar su independencia.

La “esplendida guerrita” como la calificara John M. Hay, el entonces embajador de los Estados Unidos en Londres en carta del 27 de julio de 1898 dirigida a Theodore Rossevelt, marcó el inicio de una nueva etapa de funestas relaciones entre los Estados Unidos y Cuba. El gobierno de Washington se valió de esas circunstancias para ocupar militarmente la Isla caribeña a partir del 1ro de enero de 1899; impuso la Enmienda Platt a la Constitución de Cuba de 1901, y forzó la firma de un Tratado Permanente de Reciprocidad el 22 de mayo de 1904 que contenía las propias estipulaciones de dicha enmienda; estableció una base naval en la bahía de Guantánamo que aún retiene bajo el amparo de un espurio tratado violatorio de las normas del Derecho Internacional. De hecho, por sesenta años, hasta el 1ro de Enero de 1959, los Estados Unidos ejercieron sobre Cuba el control de la vida política, económica y social sin miramiento alguno para los intereses de Cuba, de los cubanos y del derecho de estos a la independencia, la soberanía, la autodeterminación y la integridad de su territorio.

La realidad es que desde que los Estados Unidos surgieron como nación independiente con la firma el miércoles 3 de septiembre de 1783 en París del tratado entre Inglaterra y los Estados Unidos que, como ya se ha señalado, puso fin a las hostilidades entre ambos y reconocía la independencia del segundo, y mientras duró la dominación colonial de España sobre Cuba, los Estados Unidos se opusieron a la existencia de una Cuba independiente e intervinieron en la Guerra de Independencia de 1898 para frustrar la posibilidad de que los cubanos alcanzaran su independencia y en su lugar establecieron un mecanismo de dominación sobre los destinos cubanos que se mantuvo vigente hasta el 1ro de Enero de 1959. La historia demuestra fehacientemente que en esos casi 175 años, nunca hubo una relación entre ambos países basadas en la colaboración, la cooperación y el beneficio y el respeto mutuos, como tampoco esos aspectos son los que han caracterizado los casi 55 años transcurridos desde el triunfo de la Revolución Cubana, a pesar de que por dos siglos y tres décadas más, nunca ha habido de la parte cubana acción hostil alguna contra el pueblo de los Estados Unidos, ni política alguna que se asemeje a los conceptos del Destino Manifiesto, de la doctrina Monroe o de la falsa “teoría de la manzana madura”, ni pretensiones de expansión territorial o de influencia hegemónica geopolítica cubana sobre los Estados Unidos. La verdad histórica es que nunca el Gobierno de los Estados Unidos ha tenido una posición de respeto y reconocimiento hacia Cuba y los cubanos.

Es una política de Estado que refleja el consenso de las elites que controlan el poder en la nación norteña, que no presenta límites en el tiempo, que se asienta en un cuerpo de leyes, decretos, resoluciones y estipulaciones de obligatorio cumplimiento por todos los que son objetos de la jurisdicción de los Estados Unidos, que no depende de decisiones unipersonales ni de determinada institución federal. Esa política cuenta con objetivos definidos y con los mecanismos y herramientas necesarios para su instrumentación.

A pesar de estas circunstancias, los hechos demuestran también que no se puede poner un chaleco de fuerza contra natura a las relaciones entre los países y pueblos, cuyas relaciones se conducen dentro de los marcos universalmente reconocidos del derecho internacional que promueven las relaciones de igualdad, respeto mutuo y solidaridad.

Por decirlo en las palabras de Thomas Jefferson, en carta escrita el 12 de julio de 1816: “Yo no abogo por cambios frecuentes en las leyes y las constituciones. Pero las leyes y las instituciones deben ir mano a mano con el progreso de la mente humana. Según se torna más desarrollada, más ilustrada, en lo que se hacen nuevos descubrimientos y los modales y las opiniones cambian, con el cambio de circunstancias, las instituciones deben avanzar para mantenerse al ritmo de los tiempos. Tanto pudiéramos requerir a un hombre que vista el chaleco que le servía cuando muchacho como a la sociedad civilizada continuar para siempre bajo el régimen sus bárbaros antecesores”.

Esta es la enseñanza que nos trasladan en esta edición de su excelente libro Elier Ramírez y Esteban Morales: No hay alternativa a la búsqueda de una relación entre las naciones que no sean mediante el apego a las normas del derecho internacional y marcadas por el espíritu de la colaboración y de la solidaridad entre las naciones, Benito Juárez lo dijo en su manifiesto del 15 de julio de 1867 a la nación mexicana luego de la derrota de Maximiliano I de Habsburgo: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. Y Fidel Castro en su intervención ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el 26 de septiembre de 1960 (recordado por Che Guevara en el mismo escenario el 12 de diciembre de 1964) apuntó la fórmula para alcanzarlo en nuestro mundo hoy amenazado por la extinción: “¡Desaparezca la filosofía del despojo, y habrá desaparecido la filosofía de la guerra!”.

El Gobierno de los Estados Unidos mantiene con plena vigencia su política de Estado contra la Revolución Cubana. Sigue intentando desconocer la legitimidad de las instituciones cubanas y se empeña en promover la acción de fuerzas internas para subvertir las bases y las instituciones de la sociedad socialista cubana, pero al mismo tiempo cultiva fracaso tras fracaso en sus descabellados intentos y ve cómo cada día crece el rechazo de la comunidad internacional y Washington se va quedando solito. Dentro de los propios grupos de poder surgen cada vez más reclamos por un cambio de la política hacia Cuba. No es posible predecir cuánto tomará desenredar la tupida urdimbre elaborada por los Estados Unidos para procurar restaurar la dominación que tuvo sobre Cuba y fue barrida por la Revolución. De la confrontación a los intentos de ‘normalización’ es una obra que no puede ser pasada por alto por los interesados en adentrarse en el conocimiento de los complicados aspectos de un proceso al cual aún le falta mucho camino por recorrer.




Alan Gross: De inocente nananina

Ottobre 6, 2014 6:41, by Unknown - 0no comments yet
Uno de los documentos entregados por USAID a Eaton, muy censurado.

Uno de los documentos entregados por USAID a Eaton, muy censurado.

Todavía hay medios de comunicación que insisten en que el “contratista” Alan Gross, preso en Cuba por actividades subversivas, es inocente y que venía a dar Internet  a los judíos cubanos, quienes por cierto ya la tenían antes de que él llegara. 

El periodista estadounidense Tracey Eaton logró que, después de varias negativas, la Agencia de Estados Unidos para la Ayuda al Desarrollo (USAID) le diera acceso a algunos de los documentos relacionados con el caso aunque muy censurados. 

Etaon acaba de publicar en su blog Along the malecón esa información que deja muy mal parados a quienes siguen defendiendo una inocencia imposible. Esta es la versión en español que hace el bloguero de Miami Emilio Ichikawa de lo que publicó Eaton en su blog en inglés:   

Para convencer (nuevamente) a la USAID de que él era la persona adecuada para hacer determinado trabajo en Cuba, el subcontratista Alan Gross tuvo al menos una reunión con la agencia de los EEUU en el año 2008, donde le expuso el siguiente razonamiento:

1-EEUU ha asumido (como “obligación” o deber) que tiene que propiciar un cambio democrático en la isla

2-Una de las principales razones es que si no propicia ese cambio a una democracia solvente se puede crear una catástrofe humanitaria masiva (“massive humanitarian catastrophe”) en la ancha frontera marítima con Cuba.

3-Pero hay un problema: Los activistas (opositores y disidentes) cubanos no tienen la capacidad para impulsar ese cambio democrático.

Contundente: Si hay cosas de tal rango que los activistas anticastristas cubanos no pueden hacer, ahí está Alan Gross (y la agencia que lo acredita) para asumir la tarea. De manera que Gross es (re)enviado a Cuba, detenido en el 2009, juzgado y condenado a 15 años de cárcel.

En el 2010, bajo la “Freedom of Information Act”, el periodista Tracey Eaton presentó una solicitud de los documentos con la propuesta de Gross, y otros relacionados con la USAID.

La solicitud fue denegada en el 2011.

Eaton volvió a la carga. Apeló y el martes 30 de septiembre (2014) recibió una comunicación de la USAID reconsiderando la negativa. La agencia estaba liberando información relacionada con los argumentos “técnicos” de Gross. La USAID fue amable y le explicó al periodista que el problema estuvo en que tenía muchas solicitudes acumuladas.

La DAI (Development Alternatives Inc), la compañía en Bethesda (Maryland) que subcontrató a Alan Gross, escribió para persuadir a la USAID un proyecto titulado “Cuba Democracy and Contingency Planning Program” con el que iba a competir en la licitación contra otro solicitante: elManagement Systems International (MSI), en Arlington, Virginia.

Sobre el proyecto de la DAI la USAID liberó información parcial; y sobre el proyecto de MSI no soltó prenda. Aunque consta en record que el MSI ha recibido 223 millones de dólares de la USAID desde el año 1988. Menos que la DAI, que anda por los mil millones recibidos de la USAID para unos 72 proyectos.

La tesis de la DAI para sostener el tumbe a la USAID es que en Cuba, de hecho, la transición se está produciendo ya; pero hacen falta algunos retoques: Pulir los nuevos líderes, desarrollar la sociedad civil, apoyar los nuevos partidos políticos, producir ciudadanos, etc.

Los listísimos licitadores de la DAI le dijeron a la USAID que si algunos de estos puntos faltaran, Cuba podría “regresar” o derivar a otra forma de autoritarismo; con la consecuente pérdida de tiempo y recursos.

La picarona DAI le dice a la USAID que ya tiene sus “reformistas” identificados (“identified reformers”); aunque por supuesto insistió en que dichos reformistas no pueden manejarse por sí solos ni están preparados para liderar la propuesta democratizadora; al menos por el momento.

Ichikawa llama “tumbe” (engaño) al modo en que este documento demuestra se obtiene el dinero del gobierno estadounidense para derrocar la Revolución cubana y por esta vez lleva razón. 




La pupila asombrada número nueve (fotorreportaje)

Ottobre 4, 2014 16:32, by Unknown - 0no comments yet
Carla Valdés León 
Leonardo García canta en la pupila asombrada.

Leonardo García canta en La pupila asombrada.

Este viernes 3 de octubre fue la novena edición de nuestro espacio La pupila asombrada que cumplió a lleno total las tres horas de su programa.

Las fotos de Carla Valdés León recogen algunos momentos del espacio que desarrollamos los primeros viernes de cada mes en “El Hueco” del Instituto Internacional de Periodismo José Martí con el apoyo de la Federación Estudiantil Universitaria.

Otra vez lleno total en La pupila asombrada.

Otra vez lleno total en La pupila asombrada.

leonardo 03

Leonardo García canta en La pupila asombrada.

Otra vez se repletó El Hueco de G y 21.

Guille Vilar presenta la revista El Caimán Barbudo en La pupila asombrada.

Leonardo García en la pupila asombrada.

Leonardo García en la pupila asombrada.

Algunos de los libros intercambiados en La pupila asombrada en respuesta a la convocatoria de la FEU y el Festival Leo Brower.

Algunos de los libros intercambiados en La pupila asombrada en respuesta a la convocatoria de la FEU y el Festival Leo Brower.

Estrenamos el lienzo pintado para nuestro espacio por la FEU del Instituto Superior de Diseño Industrial.

Estrenamos el lienzo pintado para nuestro espacio por la FEU del Instituto Superior de Diseño Industrial.

Leonardo García canta en la pupila asombrada.

Leonardo García canta en la pupila asombrada.

 




Fidel: Los héroes de nuestra época

Ottobre 4, 2014 5:11, by Unknown - 0no comments yet
Fidel Castro Ruz
Médicos cubanos llegan a Sierra Leona para combatir el ébola.

Médicos cubanos llegan a Sierra Leona para combatir el ébola.

Mucho hay que decir de estos tiempos difíciles para la humanidad. Hoy, sin embargo, es un día de especial interés para nosotros y quizá también para mu­chas personas.

A lo largo de nuestra breve historia revolucionaria, desde el golpe artero del 10 de marzo de 1952 promovido por el imperio contra nuestro pequeño país, no pocas veces nos vimos en la necesidad de tomar importantes decisiones.

Cuando ya no quedaba alternativa alguna, otros jóvenes, de cualquier otra nación en nuestra compleja situación, hacían o se proponían hacer lo mismo que nosotros, aunque en el caso particular de Cuba el azar, como tantas veces en la historia, jugó un papel decisivo.

A partir del drama creado en nuestro país por Estados Unidos en aquella fecha, sin otro objetivo que frenar el riesgo de limitados avances sociales que pudieran alentar futuros de cambios radicales en la propiedad yanki en que había sido convertida Cuba, se engendró nuestra Revo­lución Socialista.

La Segunda Guerra Mundial, finalizada en 1945, consolidó el poder de Estados Unidos como principal potencia económica y militar, y convirtió ese país —cuyo territorio estaba distante de los campos de batalla— en el más poderoso del planeta.

La aplastante victoria de 1959, podemos afirmarlo sin sombra de chovinismo, se convirtió en ejemplo de lo que una pequeña nación, luchando por sí misma, puede hacer también por los demás.

Los países latinoamericanos, con un mínimo de honrosas excepciones, se lanzaron tras las migajas ofrecidas por Estados Unidos; por ejemplo, la cuota azucarera de Cuba, que durante casi un siglo y medio abasteció a ese país en sus años críticos, fue repartida entre productores ansiosos de mercados en el mundo.

El ilustre general norteamericano que presidía entonces ese país, Dwight D. Eisenhower, había dirigido las tropas coaligadas en la guerra en que liberaron, a pesar de contar con poderosos medios, solo una pequeña parte de la Europa ocupada por los nazis. El sustituto del presidente Roosevelt, Harry S. Truman, resultó ser el conservador tradicional que en Estados Unidos suele asumir tales responsabilidades políticas en los años difíciles.

La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas —que constituyó hasta fines del pasado siglo XX, la más grandiosa nación de la historia en la lucha contra la explotación despiadada de los seres humanos— fue disuelta y sustituida por una Federación que redujo la superficie de aquel gran Estado multinacional en no menos de cinco millones 500 mil kilómetros cuadrados.

Algo, sin embargo, no pudo ser disuelto: el espíritu heroico del pueblo ruso, que unido a sus hermanos del resto de la URSS ha sido capaz de preservar una fuerza tan poderosa que junto a la República Popular China y países como Brasil, India y Sudáfrica, constituyen un grupo con el poder necesario para frenar el intento de recolonizar el planeta.

Dos ejemplos ilustrativos de estas realidades los vivimos en la República Popular de Angola. Cuba, como otros mu­chos países socialistas y movimientos de liberación, colaboró con ella y con otros que luchaban contra el dominio portugués en África. Este se ejercía de forma administrativa directa con el apoyo de sus aliados.

La solidaridad con Angola era uno de los puntos esenciales del Movimiento de Países No Alineados y del Campo So­cialista. La independencia de ese país se hizo inevitable y era aceptada por la co­munidad mundial.

El Estado racista de Sudáfrica y el Go­bierno corrupto del antiguo Congo Belga, con el apoyo de aliados europeos, se preparaban esmeradamente para la conquista y el reparto de Angola. Cuba, que desde hacía años cooperaba con la lucha de ese pueblo, recibió la solicitud de Agostinho Neto para el entrenamiento de sus fuerzas armadas que, instaladas en Luanda, la capital del país, debían estar listas para su toma de posesión oficialmente establecida para el 11 de noviembre de 1975. Los soviéticos, fieles a sus compromisos, les habían suministrado equipos militares y esperaban solo el día de la independencia para enviar a los instructores. Cuba, por su parte, acordó el envío de los instructores solicitados por Neto.

El régimen racista de Sudáfrica, condenado y despreciado por la opinión mundial, decide adelantar sus planes y envía fuerzas motorizadas en vehículos blindados, dotados de potente artillería que, tras un avance de cientos de kilómetros a partir de su frontera, atacó el primer campamento de instrucción, donde varios instructores cubanos murieron en heroica resistencia. Tras varios días de combates sostenidos por aquellos valerosos instructores junto a los angolanos, lograron detener el avance de los sudafricanos hacia Luanda, la capital de Angola, adonde había sido enviado por aire un batallón de Tropas Especiales del Ministerio del Interior, transportado desde La Habana en los viejos aviones Britannia de nuestra línea aérea.

Así comenzó aquella épica lucha en aquel país de África negra, tiranizado por los racistas blancos, en la que batallones de infantería motorizada y brigadas de tanques, artillería blindada y medios adecuados de lucha, rechazaron a las fuerzas racistas de Sudáfrica y las obligaron a retroceder hasta la misma frontera de donde habían partido.

No fue únicamente ese año 1975 la etapa más peligrosa de aquella contienda. Esta tuvo lugar, aproximadamente 12 años más tarde, en el sur de Angola.

Así lo que parecía el fin de la aventura racista en el sur de Angola era solo el comienzo, pero al menos habían podido comprender que aquellas fuerzas revolucionarias de cubanos blancos, mulatos y negros, junto a los soldados angolanos, eran capaces de hacer tragar el polvo de la derrota a los supuestamente invencibles racistas. Tal vez confiaron entonces en su tecnología, sus riquezas y el apoyo del imperio dominante.

Aunque no fuese nunca nuestra intención, la actitud soberana de nuestro país no dejaba de tener contradicciones con la propia URSS, que tanto hizo por nosotros en días realmente difíciles, cuando el corte de los suministros de combustible a Cuba desde Estados Unidos nos habría llevado a un prolongado y costoso conflicto con la poderosa potencia del Norte. De­sa­parecido ese peligro o no, el dilema era decidirse a ser libres o resignarse a ser esclavos del poderoso imperio vecino.

En situación tan complicada como el acceso de Angola a la independencia, en lucha frontal contra el neocolonialismo, era imposible que no surgieran diferencias en algunos aspectos de los que po­dían derivarse consecuencias graves para los objetivos trazados, que en el caso de Cuba, como parte en esa lucha, tenía el derecho y el deber de conducirla al éxito. Siempre que a nuestro juicio cualquier aspecto de nuestra política internacional podía chocar con la política estratégica de la URSS, hacíamos lo posible por evitarlo. Los objetivos comunes exigían de cada cual el respeto a los méritos y experiencias de cada uno de ellos. La modestia no está reñida con el análisis serio de la complejidad e importancia de cada situación, aunque en nuestra política siempre fuimos muy estrictos con todo lo que se refería a la solidaridad con la Unión Soviética.

En momentos decisivos de la lucha en Angola contra el imperialismo y el racismo se produjo una de esas contradicciones, que se derivó de nuestra participación directa en aquella contienda y del hecho de que nuestras fuerzas no solo luchaban, sino que también instruían cada año a miles de combatientes angolanos, a los cuales apoyábamos en su lucha contra las fuerzas pro yankis y pro racistas de Sudáfrica. Un militar soviético era el asesor del gobierno y planificaba el empleo de las fuerzas angolanas. Discrepábamos, sin embargo, en un punto y por cierto importante: la reiterada frecuencia con que se defendía el criterio erróneo de emplear en aquel país las tropas angolanas mejor entrenadas a casi mil quinientos kilómetros de distancia de Luanda, la capital, por la concepción propia de otro tipo de guerra, nada parecida a la de carácter subversivo y guerrillera de los contrarrevolucionarios angolanos. En realidad no existía una capital de la UNITA, ni Savimbi tenía un punto donde resistir, se trataba de un señuelo de la Sudáfrica racista que servía solo para atraer hacia allí las mejores y más suministradas tropas angolanas para golpearlas a su antojo. Nos oponíamos por tanto a tal concepto que más de una vez se aplicó, hasta la última en la que se demandó golpear al enemigo con nuestras propias fuerzas lo que dio lugar a la batalla de Cuito Cuanavale. Diré que aquel prolongado enfrentamiento militar contra el ejército sudafricano se produjo a raíz de la última ofensiva contra la supuesta “capital de Savimbi” —en un lejano rincón de la frontera de Angola, Sudáfrica y la Namibia ocupada—, hacia donde las valientes fuerzas angolanas, partiendo de Cuito Cuanavale, antigua base militar desactivada de la OTAN, aunque bien equipadas con los más nuevos carros blindados, tanques y otros medios de combate, iniciaban su marcha de cientos de kilómetros hacia la supuesta capital contrarrevolucionaria. Nuestros audaces pilotos de combate los apoyaban con los Mig-23 cuando estaban todavía dentro de su radio de acción.

Cuando rebasaban aquellos límites, el enemigo golpeaba fuertemente a los valerosos soldados de las FAPLA con sus aviones de combate, su artillería pesada y sus bien equipadas fuerzas terrestres, ocasionando cuantiosas bajas en muertos y heridos. Pero esta vez se dirigían, en su persecución de las golpeadas brigadas angolanas, hacia la antigua base militar de la OTAN.

Las unidades angolanas retrocedían en un frente de varios kilómetros de ancho con brechas de kilómetros de separación entre ellas. Dada la gravedad de las pérdidas y el peligro que podía derivarse de ellas, con seguridad se produciría la solicitud habitual del asesoramiento al Presidente de Angola para que apelara al apoyo cubano, y así ocurrió. La respuesta firme esta vez fue que tal solicitud se aceptaría solo si todas las fuerzas y medios de combate angolanos en el Frente Sur se subordinaban al mando militar cubano. El resultado inmediato fue que se aceptaba aquella condición.

Con rapidez se movilizaron las fuerzas en función de la batalla de Cuito Cuanavale, donde los invasores sudafricanos y sus armas sofisticadas se estrellaron contra las unidades blindadas, la artillería convencional y los Mig-23 tripulados por los audaces pilotos de nuestra aviación. La artillería, tanques y otros medios angolanos ubicados en aquel punto que carecían de personal fueron puestos en disposición combativa por personal cubano. Los tanques angolanos que en su retirada no podían vencer el obstáculo del caudaloso río Queve, al Este de la antigua base de la OTAN —cuyo puente había sido destruido semanas antes por un avión sudafricano sin piloto, cargado de explosivos— fueron enterrados y rodeados de minas antipersonal y antitanques. Las tropas sudafricanas que avanzaban se toparon a poca distancia con una barrera infranqueable contra la cual se estrellaron. De esa forma con un mínimo de bajas y ventajosas condiciones, las fuerzas sudafricanas fueron contundentemente derrotadas en aquel territorio angolano.

Pero la lucha no había concluido, el imperialismo con la complicidad de Israel había convertido a Sudáfrica en un país nuclear. A nuestro ejército le tocaba por segunda vez el riesgo de convertirse en un blanco de tal arma. Pero ese punto, con todos los elementos de juicio pertinentes, está por elaborarse y tal vez se pueda escribir en los meses venideros.

¿Qué sucesos ocurrieron anoche que dieron lugar a este prolongado análisis? Dos hechos, a mi juicio, de especial trascendencia:

La partida de la primera Brigada Mé­dica Cubana hacia África a luchar contra el Ébola.

El brutal asesinato en Caracas, Vene­zuela, del joven diputado revolucionario Robert Serra.

Ambos hechos reflejan el espíritu heroico y la capacidad de los procesos revolucionarios que tienen lugar en la Patria de José Martí y en la cuna de la libertad de América, la Venezuela heroica de Simón Bolívar y Hugo Chávez.

¡Cuántas asombrosas lecciones encierran estos acontecimientos! Apenas las palabras alcanzan para expresar el valor moral de tales hechos, ocurridos casi simultáneamente.

No podría jamás creer que el crimen del joven diputado venezolano sea obra de la casualidad. Sería tan increí­ble, y de tal modo ajustado a la práctica de los peores organismos yankis de inteligencia, que la verdadera casualidad fuera que el repugnante hecho no hubiera sido realizado intencionalmente, más aún cuando se ajusta absolutamente a lo previsto y anunciado por los enemigos de la Revolución Venezolana.

De todas formas me parece absolutamente correcta la posición de las autoridades venezolanas de plantear la necesidad de investigar cuidadosamente el carácter del crimen. El pueblo, sin embargo, expresa conmovido su profunda convicción sobre la naturaleza del brutal hecho de sangre.

El envío de la primera Brigada Médica a Sierra Leona, señalado como uno de los puntos de mayor presencia de la cruel epidemia de Ébola, es un ejemplo del cual un país puede enorgullecerse, pues no es posible alcanzar en este instante un sitial de mayor honor y gloria. Si nadie tuvo la menor duda de que los cientos de miles de combatientes que fueron a An­gola y a otros países de África o América, prestaron a la humanidad un ejemplo que no podrá borrarse nunca de la historia humana; menos dudaría que la acción heroica del ejército de batas blancas ocupará un altísimo lugar de honor en esa historia.

No serán los fabricantes de armas letales los que alcancen merecido honor. Ojalá el ejemplo de los cubanos que marchan al África prenda también en la mente y el corazón de otros médicos en el mundo, especialmente de aquellos que poseen más recursos, practiquen una religión u otra, o la convicción más profunda del deber de la solidaridad humana.

Es dura la tarea de los que marchan al combate contra el Ébola y por la supervivencia de otros seres humanos, aun al riesgo de su propia vida. No por ello debemos dejar de hacer lo imposible por garantizarle, a los que tales deberes cumplan, el máximo de seguridad en las ta­reas que desempeñen y en las medidas a tomar para protegerlos a ellos y a nuestro propio pueblo, de esta u otras enfermedades y epidemias.

El personal que marcha al África nos está protegiendo también a los que aquí quedamos, porque lo peor que puede ocurrir es que tal epidemia u otras peores se extiendan por nuestro continente, o en el seno del pueblo de cualquier país del mundo, donde un niño, una madre o un ser humano pueda morir. Hay suficientes médicos en el planeta para que nadie tenga que morir por falta de asistencia. Es lo que deseo expresar.

¡Honor y gloria para nuestros valerosos combatientes por la salud y la vida!

¡Honor y gloria para el joven revolucionario venezolano Robert Serra junto a la compañera María Herrera!

Estas ideas las escribí el dos de octubre cuando supe ambas noticias, pero preferí esperar un día más para que la opinión internacional se informara bien y pedirle a Granma que lo publicara el sábado.

Octubre 2 de 2014 8 y 47 p.m.

 




Fidel, el Partido Comunista de Cuba y el Che (+ video)

Ottobre 3, 2014 6:21, by Unknown - 0no comments yet

fidel-partidoHace 49 años se constituía el Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Un momento en que Fidel analiza las mentiras de turno de los grandes medios de comunicación y el gobierno estadounidense contra Cuba y el uso de la emigración como arma propagandística contra la Revolución.

Es el momento en que ante las campañas mediáticas, da a conocer la carta de despedida del Che. 

Y también dice ideas de gran actualidad sobre el papel de la ideología revolucionaria: “La diversidad de situaciones inevitablemente trazará infinidad de interpretaciones. Quienes hagan las interpretaciones correctas podrán llamarse revolucionarios; quienes hagan las interpretaciones verdaderas y las apliquen de manera consecuente, triunfarán; quienes se equivoquen o no sean consecuentes con el pensamiento revolucionario, fracasarán, serán derrotados e incluso suplantados, porque el marxismo no es una propiedad privada que se inscriba en un registro; es una doctrina de los revolucionarios, escrita por un revolucionario, desarrollada por otros revolucionarios, para revolucionarios.”

Señores invitados;

Compañeros del Comité Central;

Compañeros de los comités provinciales, regionales y seccionales;

Compañeros secretarios de los núcleos de nuestro Partido:

Me veo obligado a comenzar por un tema que no tiene relación directa con el motivo que aquí nos reúne, pero que sí, por ser una cuestión de actualidad y de interés político, no debo dejar de referirme a él.

Es el resultado del planteamiento hecho el 28 de septiembre en relación con un hecho que venía sucediendo hacía tres años, y que era de una manera pérfida utilizado por el enemigo para hacer campaña contra nuestra Revolución, el caso de los individuos que cuando fueron suspendidos los vuelos entre Cuba y Miami se quedaron con un pie aquí y el otro allá.

A fin de desenmascarar definitivamente al imperialismo yanki en este aspecto, formulamos las declaraciones que ustedes conocen el día 28, y cuando con posterioridad dijeron que eran algo vagas y ambiguas, así como que no habían sido presentadas por canales diplomáticos, hicimos una segunda declaración muy clara y muy concreta para dejar definitivamente zanjada la cuestión. Y en el día de hoy ya los cables traen la noticia de la respuesta definitiva del gobierno de Estados Unidos a este respecto.

Y voy a leer las noticias que traen esos cables.

Esencialmente dice:

“El presidente Johnson —este es un cable de la AP— anunció hoy que procurará un entendimiento diplomático con Cuba para que puedan asilarse en Estados Unidos cubanos que quieran salir de su patria.”

Esto de entendimiento diplomático quiere decir un acuerdo por vía diplomática con relación a este problema.

Dice: “He pedido al Departamento de Estado que busque por conducto de la embajada de Suiza, encargada de los asuntos de Estados Unidos, la venia del gobierno de Cuba en una solicitud al presidente de la comisión de la Cruz Roja Internacional.”

Dice igualmente: “He dado instrucciones a los ministerios de Estado, Justicia, Salud, Educación y Asistencia Social, para que hagan los arreglos necesarios para quienes en Cuba buscan la libertad puedan entrar ordenadamente a Estados Unidos.

Y en otro cable, con más noticias, añade, que además declaró el señor Johnson:

“Una vez más esto revela un sello de fracaso sobre un régimen cuando muchos de sus ciudadanos eligen voluntariamente abandonar la tierra en que nacieron hacia un hogar de esperanza. El futuro alberga poca esperanza para cualquier gobierno cuando el presente no permite esperanzas para su pueblo.” Dijo que “los refugiados serán bienvenidos con el pensamiento de que otro día puedan regresar a su patria para encontrarla limpia del terror y libre del miedo”.

Es decir que, aparentemente no les quedó otra alternativa ni otra salida; y significa, en primer lugar, que hemos ganado una batalla por la libertad (APLAUSOS).

El señor Johnson no sería Johnson, ni sería presidente de Estados Unidos, ni sería yanki, si con ese proverbial fariseísmo no acompañara esta declaración, de todo este condimento relativo a las esperanzas que van a buscar los que marchan a Estados Unidos en busca de la libertad, y que nada puede ofrecer para el futuro, quienes para el presente solo ofrecen la perspectiva de tener que marcharse del país, a los ciudadanos de un país. Y también habla de la Cruz Roja, por tanto consideramos necesario que respondamos al señor Johnson sobre estos particulares que nada tienen que ver con el hecho en sí que nosotros planteábamos, y hacer algunas aclaraciones pertinentes en relación con todo esto.

En primer lugar todavía las agencias cablegráficas yankis, y muchos de los funcionarios de ese país, al igual que algunas agencias cablegráficas que no son yankis, pero que aparentemente a fuerza de oír repetir los argumentos, como es la Reuter y la France Press, se han hecho eco de la afirmación de que esto implicó un cambio en la política con relación a los que deseaban marcharse del país. Y esto es absolutamente falso. Desde el principio de la Revolución se tuvo sobre este particular una sola política; desde el principio de la Revolución hasta la Crisis de Octubre, estuvieron saliendo incesantemente de este país todos aquellos que lo deseaban y que habían recibido permiso de Estados Unidos.

Y cuando a raíz de la Crisis de Octubre ellos paralizaron los vuelos a Cuba, no hubo un cambio en la política del gobierno revolucionario, porque por las demás vías —es decir, por la vía de España y la vía de México— continuaban saliendo cerca de 300 personas mensuales, es decir, más de 3 000 personas al año. No ha habido el menor cambio en la política sobre los que deseen marcharse en el país, lo que hemos hecho es desenmascarar la mala fe y la hipocresía del imperialismo yanki, único responsable de que las vías para salir normalmente se hubiesen paralizado, a fin de promover cierto tipo de salidas clandestinas y arriesgadas, con el único propósito de hacer propaganda.

El señor Johnson posiblemente ignore que en Estados Unidos cuando tuvo lugar la lucha por lo independencia para librarse del coloniaje inglés, miles y miles de norteamericanos abandonaron el país después de la independencia, y se marcharon al Canadá.

Y en todas las revoluciones, bien sea la Revolución Francesa, o la Revolución Rusa, o la Revolución Cubana, ese fenómeno de la marcha o de la emigración de las clases privilegiadas es un hecho absolutamente histórico. Mas si la marcha de un país, si la marcha de los hombres y mujeres que nacen en un país hacia otro país pudiera ser un índice de las características de un régimen social, el mejor ejemplo es el caso de Puerto Rico, isla de la cual se apoderó el imperialismo yanki, y que ha mantenido bajo un régimen de explotación colonial, a consecuencia de lo cual más de un millón de los hombres y mujeres nacidos en ese país se han visto en la necesidad de emigrar hacia Estados Unidos. ¡Y el señor Johnson se olvidó de Puerto Rico y del millón de portorriqueños que viven en Nueva York en las más duras condiciones de vida, en los barrios más pobres, y realizando los trabajos más humillantes!

Desde luego que esto de hablar de la Cruz Roja es un truquito del señor Johnson a fin de dramatizar la cuestión. Y en realidad, ¿quién ha dicho que para tramitar pasaportes y dar permiso para que aterricen unos aviones en Miami tiene que intervenir la Cruz Roja? ¿Qué tiene que ver la Cruz Roja con eso? No se trata de un terremoto, ni de una hecatombe, ni de una guerra, sino del simple trámite de autorizar la llegada a Estados Unidos, de autorizar el aterrizaje de los aviones, o la llegada de los barcos.

La Cruz Roja no hace ninguna falta en este caso. La Cruz Roja, en todo caso, podría intervenir para plantearle al gobierno de Estados Unidos que cese la criminal medida mediante la cual se prohíbe la exportación de medicamentos a Cuba. ¡Para eso sí haría falta la Cruz Roja Internacional! (APLAUSOS.)

En todo caso, la Cruz Roja podría hacer un mejor trabajo en Viet Nam del Sur (APLAUSOS), donde los soldados yankis asesinan a miles, asesinan y torturan por millares a los ciudadanos de ese pueblo. O en Viet Nam del Norte, donde los criminales bombardeos yankis no distinguen en nada absolutamente, y lo mismo bombardean ciudades, que aldeas, que escuelas, que hospitales.

La Cruz Roja podría tener algo que hacer en Santo Domingo, donde los soldados invasores cometen todo tipo de atropellos contra el pueblo, y tienen ocupadas las escuelas de los estudiantes (APLAUSOS).

Podría intervenir en los propios Estados Unidos, a fin de evitar las masacres de ciudadanos negros, como la que ocurrió en Los Angeles, en California, recientemente (APLAUSOS).

Pero para esta cuestión, señor Johnson, no hace falta la presencia de la Cruz Roja. A nosotros nos basta discutir con los representantes de la embajada suiza, que son a la vez los representantes de los intereses norteamericanos en Cuba, y podemos ponernos de acuerdo perfectamente bien con ellos acerca de cualquier trámite. No hace falta que intervenga nadie más. Nosotros aceptamos la seriedad y la responsabilidad de los funcionarios suizos. Ahora, ¡si el gobierno de Estados Unidos no tiene confianza, o no cree en la habilidad o la capacidad de los funcionarios de la embajada suiza, eso es cosa del gobierno de Estados Unidos! (APLAUSOS.)

Ahora bien: hablando muy seriamente sobre estas cuestiones de libertades, yo quisiera saber si el señor Johnson pudiera responder un par de preguntas, puesto que nosotros aquí hemos estado permitiendo que salga todo el que quiera salir del país desde el principio de la Revolución, puesto que nosotros no hemos negado permiso nunca a los que han querido salir para ir a visitar a sus familiares y regresar, y puesto que si bien hay cubanos que tienen familiares en Estados Unidos y desean ir a reunirse con ellos, también hay cubanos que tienen familiares en Estados Unidos y que no quieren abandonar el país (APLAUSOS), y ya que el señor Johnson, junto a la Estatua de la Libertad se tomó le molestia de “condimentar” su declaración con todas estas pamplinerías acerca de libertad, ¡yo le pregunto si Estados Unidos es capaz de permitir que puedan venir a visitar a sus familiares en Cuba aquellos que deseen venir a visitarlos y regresar a Estados Unidos! (APLAUSOS), si Estados Unidos es capaz de permitir que cubanos que no desean residir en Estados Unidos visiten a sus familiares en Estados Unidos y regresen después a Cuba; y si Estados Unidos, por último, está dispuesto a permitir que los ciudadanos norteamericanos puedan visitar a Cuba (APLAUSOS).

Porque a ese mismo gobierno que habla de que mal puede andar un país cuando se marchan de ese país ciudadanos, nosotros le podemos decir: peor puede andar un país cuando, a pesar de ser un país que tanto pregona y tanto presume de ser un país de libertades; mal puede andar un país que, a pesar de haber alcanzado los estándares de desarrollo económico que han alcanzado, tiene miedo permitir que los ciudadanos de ese país puedan visitar a este país tan detractado y tan calumniado del miedo y del terror —como llaman ellos (APLAUSOS).

Y, por lo tanto, aquí va el segundo emplazamiento al gobierno de Estados Unidos. Lo emplazamos a que permita también visitar a Cuba, a sus familiares en Cuba, a aquellos que tienen aquí familiares que no quieren irse para Estados Unidos; a que permita que esos familiares, residentes en Cuba y que no quieren abandonar a Cuba, puedan ir a Estados Unidos y regresar; y, por último, lo emplazamos a que permita que los estudiantes o cualquier ciudadano de Estados Unidos pueda venir libremente a Cuba, de la misma manera que nosotros permitimos que se marche, o que vaya y que regrese, cualquier ciudadano de este país (APLAUSOS); que permita que puedan visitar a Cuba los representantes de las organizaciones negras de Estados Unidos, o de las organizaciones de los defensores de los derechos civiles, para que vean cómo, con la desaparición de la explotación del hombre por el hombre, desapareció definitivamente la discriminación racial en nuestro país (APLAUSOS).

Y veamos si el señor Johnson, ante el mundo y ante el pueblo de Estados Unidos, tiene alguna respuesta —que no sea un galimatías— que darle a este emplazamiento.

Nosotros mantenemos nuestra posición, mantenemos nuestra declaración, y esperamos que soliciten la pertinente entrevista para el caso los señores funcionarios de la embajada suiza, cuando reciban las pertinentes instrucciones del gobierno de Estados Unidos. Pero esperamos para saber si el señor Johnson tiene manera de responder a este emplazamiento.

Y ya que se habla tanto, ya que se jactan tanto de hablar de libertades, que baste ya de hablar de falsas libertades, baste ya de hablar de libertades abstractas, que los hechos están demostrando que donde realmente se está creando un mundo de libertades no es allí, sino aquí (APLAUSOS); tan libre, que no queremos que nadie, ajeno a su voluntad, tenga necesariamente que vivir en esta sociedad. Porque nuestra sociedad socialista, nuestra sociedad comunista, deberá ser eminentemente una asociación verdaderamente libre de ciudadanos (APLAUSOS).

Y aunque es cierto que determinados ciudadanos, educados en aquellas ideas del pasado y en aquel sistema de vida pasado, prefieren marcharse a Estados Unidos, también es muy cierto que este país se ha convertido en el santuario de los revolucionarios de este continente (APLAUSOS). También es cierto que nosotros consideramos acreedores a la hospitalidad de este pueblo y de esta tierra, no solo a los que en ella nacieron, sino a todos los hombres y mujeres de nuestra misma lengua, de nuestra misma cultura, o aun cuando no de la misma lengua, de similares orígenes históricos y étnicos de similar historia de explotación. Y en este país tienen derecho a venir —y han hecho uso de ese derecho todos cuantos han querido— los perseguidos por las oligarquías sanguinarias e imperialistas; a este país han venido a residir permanentemente o transitoriamente muchos hombres y mujeres que nacieron en otros territorios hermanos de este continente; y en este país durante años han vivido y han trabajado muchos técnicos y muchos profesionales procedentes de distintos rincones de América.

Esta no es solo una tierra de cubanos, esta es una tierra de revolucionarios (APLAUSOS); y tienen derecho a considerarse como hermanos nuestros y acreedores a ella los revolucionarios del continente, incluso los revolucionarios norteamericanos (APLAUSOS). Porque algún dirigente, como el caso de Robert Williams, perseguido allí ferozmente, encontró albergue en esta tierra. Y al igual que él, podrán encontrar albergue los que persigan allí los reaccionarios y los explotadores. No importa que hablen inglés y hayan nacido en Estados Unidos. Esta es la patria de los revolucionarios de este continente, al igual que Estados Unidos es el albergue inevitable de todos los esbirros, de todos los malversadores, de todos los explotadores, de todos los reaccionarios de este continente (APLAUSOS), porque no hay ladrón, no hay explotador, no hay reaccionario, no hay criminal, que no tenga las puertas abiertas de Estados Unidos.

Y con esto quedan respondidas las palabras del señor Johnson bajo su desteñida Estatua de la Libertad, que no se sabe qué representa ya ese amasijo de piedra y de hipocresía, como no sea lo que hoy significa para el mundo el imperialismo yanki.

Nosotros vamos ahora a nuestras cuestiones, vamos a las cuestiones de nuestro Partido, porque creo que las noticias que de aquí salen, todas las que se refieren a nuestros éxitos sociales, a nuestros éxitos económicos y a nuestros éxitos políticos, son noticias muy malas para los imperialistas yankis.

Y naturalmente que todo lo que fortalezca e impulse la Revolución, todo lo que nos permita avanzar el máximo, es altamente preocupante para ellos, porque eso de que volverán, sí, algún día añorarán volver, arrepentidos, una buena parte de los que se marcharon. Pero cuando el señor Johnson habla de regresar aquí en plan de libertadores, podríamos decirle que esos son sueños de una noche de otoño (RISAS).

Todo el país ha recibido con júbilo y entusiasmo la noticia de la constitución de nuestro Comité Central. Los nombres de los compañeros que integran este Comité, así como su historia, son sobradamente conocidos. Si no todos son conocidos por todos, todos son conocidos por una parte considerable e importante del pueblo. Hemos procurado escoger a quienes en nuestro juicio representan, de la manera más cabal, la historia de nuestra Revolución, a quienes, tanto en la lucha por la Revolución, como en la lucha por la consolidación, defensa y desarrollo de la Revolución, han trabajado y han luchado tesonera e incansablemente.

No hay episodio heroico en la historia de nuestra patria en los últimos años que no esté ahí representado; no hay sacrificio, no hay combate, no hay proeza —lo mismo militar que civil— heroica o creadora que no esté representada; no hay sector revolucionario, social, que no esté representado. No hablo de organizaciones. Cuando hablo de sector hablo de obreros, hablo de jóvenes, hablo de campesinos, hablo de nuestras organizaciones de masa.

Hay hombres que fueron portadores durante muchos años de las ideas socialistas, como es el caso de quien fuera fundador del primer Partido Comunista, el compañero Fabio Grobart (APLAUSOS); casos como la compañera Elena Gil (APLAUSOS), cuya extraordinaria labor al frente de las escuelas por donde han pasado más de 40 000 campesinas de las montañas, donde se han formado miles de maestros, donde estudian hoy más de 50 000 jóvenes y niños, y que nosotros consideramos un trabajo verdaderamente ejemplar; o casos como el compañero Arteaga (APLAUSOS) que, además de su historial de lucha, durante siete años ha trabajado en el sector agrícola y ha llevado a cabo planes exitosos, en algunos casos extraordinariamente exitosos, como es el plan agrícola del Escambray (APLAUSOS); casos de compañeros como el teniente Tarrau (APLAUSOS), compañero sobre el cual tal vez muchos no hayan oído hablar, pero es el compañero a quien el Ministerio del Interior situó al frente de los planes de rehabilitación en Isla de Pinos (APLAUSOS) y donde ha llevado a cabo, con actitud ejemplar y abnegada, un brillantísimo trabajo del cual algún día tendrá que hablarse y escribirse mucho.

He mencionado casos de compañeros, algunos más conocidos, otros menos conocidos. Sería interminable la lista de los compañeros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (APLAUSOS) por su historia antes y después del triunfo, ¡antes y después del triunfo!, como ejemplo de ejemplares revolucionarios, de incansables trabajadores, como ejemplo de superación en el estudio, en el desarrollo de la cultura, de los niveles culturales y de los niveles políticos, compañeros de una modestia extraordinaria, en cuyas manos ha estado fundamentalmente la defensa de la patria en estos siete años de peligros y de amenazas.

De los más conocidos no es necesario hablar. No quiere esto decir que estén aquí los únicos valores de la nación. No, muy lejos de eso. Cuenta nuestro país afortunadamente con incontables valores y sobre todo una promoción de compañeros nuevos, en pleno desarrollo, que algún día —sin duda de ninguna índole— llegarán a ostentar esa responsabilidad y ese honor.

Si nos preguntamos quienes faltan, indiscutiblemente que faltan. Sería imposible constituir un Comité Central con 100 compañeros revolucionarios sin que faltaran muchos compañeros. Lo importante no son los que faltan, esos vendrán detrás; lo que importa son los que están, y lo que representan los que están. Y nosotros sabemos que el Partido y el pueblo han acogido con satisfacción al Comité Central que se ha constituido (APLAUSOS).

Este Comité, reunido en el día de ayer, adoptó distintos acuerdos:

Primeramente, ratificar las medidas acordadas por la antigua Dirección Nacional, ratificar al Buró Político, al Secretariado y a las comisiones de trabajo, así como también al compañero electo para el cargo de Secretario de Organización (APLAUSOS). Pero, además, adoptó dos importantes acuerdos, que a su vez habían sido sugeridos por la antigua Dirección Nacional. Uno, lo que se refiere a nuestro órgano oficial, y es que en lugar de dos periódicos con caracteres políticos como se venían editando, concentrar los recursos humanos, concentrar los recursos en maquinaria y en papel para hacer un nuevo y único periódico de carácter político matutino, además del periódico “El Mundo” que no es un periódico propiamente de orientación política. Unir todos esos recursos y hacer un nuevo periódico que llevará el nombre de “Granma” (APLAUSOS), símbolo de nuestra concepción revolucionaria y de nuestro camino.

Y otro acuerdo aún más importante, en lo que se refiere al nombre de nuestro Partido. Primero fuimos ORI, en los primeros pasos de la unión de las fuerzas revolucionarias, con sus aspectos positivos y sus aspectos negativos; después fuimos Partido Unido de la Revolución Socialista, que significó un progreso extraordinario, un extraordinario avance en la creación de nuestro aparato político. Esfuerzo de tres años en que, de la cantera inagotable del pueblo, se extrajeron incontables valores surgidos de entre las filas de nuestros trabajadores, para llegar a ser hoy lo que somos en cantidad, pero sobre todo lo que somos en calidad. Pero Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba dice mucho, pero no dice todo; y Partido Unido da todavía la idea de algo que fue necesario unir, que recuerda todavía un poco los orígenes de cada cual. Y como entendemos que ya hemos llegado al grado tal en que de una vez por todas y para siempre ha de desaparecer todo tipo de matiz y todo tipo de origen que distinga a unos revolucionarios de otros, y hemos llegado ya al punto afortunado de la historia de nuestro proceso revolucionario en que podamos decir que solo hay un tipo de revolucionario, y puesto que es necesario que el nombre de nuestro Partido diga no lo que fuimos ayer, sino lo que somos hoy y lo que seremos mañana, ¿cuál es, a juicio de ustedes, el nombre que debe tener nuestro Partido? (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Comunista!”) ¿Cuál es, compañero? ¡Un compañero de aquí! (EXCLAMACIONES DE: “¡Comunista!”) ¡Los compañeros de acá! (EXCLAMACIONES DE: “¡Comunista!”) ¡Los compañeros de allá! (EXCLAMACIONES DE: “¡Comunista!”) ¡Los compañeros de allá! (EXCLAMACIONES DE: “¡Comunista!”) ¡Partido Comunista de Cuba! (EXCLAMACIONES DE: “¡Comunista, Comunista!”)

Pues ese es el nombre que, interpretando el desarrollo de nuestro Partido, de la conciencia revolucionaria de sus miembros y de los objetivos de nuestra Revolución, adoptó en el día de ayer nuestro primer Comité Central.

Y es muy correcto, como explicábamos ayer a los compañeros del Comité; la palabra comunista ha sido muy calumniada y muy detractada a lo largo de los siglos. Comunistas hubo a lo largo de la historia, hombres de ideas comunistas, hombres que concebían un modo de vivir distinto a la sociedad en que habían nacido, y los que pensaron de una manera comunista en otros tiempos fueron considerados, por ejemplo, comunistas utópicos, quienes hace 500 años, porque de una manera idealista aspiraban a un tipo de sociedad que no era posible en aquel entonces dado el ínfimo desarrollo de las fuerzas productivas con que contaba el hombre; dado que al comunismo de donde partió el hombre primitivo, para vivir en una forma de comunismo primitiva, no podrá volver el hombre sino mediante tal grado de desarrollo de sus fuerzas productivas y tal modo de utilización de esas fuerzas, modo social de utilización de esas fuerzas, que se puedan crear los bienes materiales y los servicios en cantidades más que suficientes para satisfacer las necesidades del hombre.

Y todos los explotadores, todos los privilegiados, odiaron siempre la palabra comunista como si fuera un crimen; anatematizaban la palabra comunista. Y por eso cuando Marx y Engels escribieron su Manifiesto Comunista que daba origen a una nueva teoría revolucionaria, a una interpretación científica de la sociedad humana y de la historia humana, ellos decían “un fantasma recorre a Europa, y es el fantasma del comunismo”, porque como un fantasma, con verdadero miedo, contemplaban las clases privilegiadas esas ideas.

Mas las clases privilegiadas en cualquier época de la historia contemplaron siempre con extraordinario miedo las ideas nuevas, y la sociedad romana se aterrorizó en su época también con las ideas cristianas cuando estas ideas surgieron al mundo, y fueron en un tiempo las ideas de los pobres y de los esclavos de aquellos tiempos. Y por odio a esas ideas nuevas, aquella sociedad lanzó a la hoguera y lanzó al circo a incontable número de seres humanos. Y así también, durante la Edad Media, en la época del feudalismo, las ideas nuevas fueron perseguidas y sus portadores calumniados y tratados de la peor forma.

Y las ideas nuevas que surgieron con la burguesía, en medio del feudalismo, lo mismo cuando aquellas ideas adoptaban posiciones políticas, que cuando adoptaban posiciones filosóficas, que cuando adoptaban posiciones religiosas, fueron cruelmente anatematizadas y perseguidas.

Siempre las clases reaccionarias se han valido de todos los medios para anatematizar y calumniar a las ideas nuevas. Y así, todo el papel y todos los medios de que disponen no les alcanzan para calumniar a las ideas comunistas, como si el afán de una sociedad en que el hombre no sea un explotador del hombre sino un verdadero hermano del hombre, como si el sueño de una sociedad en que todos los seres humanos sean realmente iguales de hecho y de derecho, no una simple cláusula constitucional como rezan las constituciones burguesas, donde dicen que todos los hombres nacen libres e iguales, como si se pudiera afirmar eso lo mismo del niño que nace en un barrio de indigentes, en una cuna pobre, que el niño que nace en una cuna de oro; como si se pudiera afirmar jamás que en una sociedad de explotadores y explotados, de ricos y de pobres, que todos los hombres nacen libres e iguales; como si todos esos hombres estuviesen llamados a tener en la vida la misma oportunidad.

El sueño secular del hombre —y posible hoy— de una sociedad sin explotadores ni explotados, ha concitado el odio y el rencor de todos los explotadores.

Los imperialistas, como si nos fuesen a ofender, o como si fuese una ofensa, hablan del gobierno comunista de Cuba, al igual que también la palabra “mambí” la emplearon contra nuestros libertadores como una ofensa, así también intentan emplear la palabra “comunista” como una ofensa, y la palabra “comunista” no es para nosotros una ofensa, sino una honra (APLAUSOS).

Y es la palabra que simboliza la aspiración de una gran parte de la humanidad, y por ella hoy trabajan concretamente cientos y cientos de millones de seres humanos. Y dentro de 100 años no habrá honra mayor, ni habrá nada más natural y lógico que llamarse comunistas (APLAUSOS).

Hacia una sociedad comunista nos encaminamos. Si no quieren los imperialistas caldo, pues les daremos tres tazas de caldo (APLAUSOS). De ahora en adelante, señores de la UPI, y de la AP, cuando nos llamen “comunistas” sepan que nos llaman de la manera más honrosa que puedan llamarnos (APLAUSOS).

Hay una ausencia en nuestro Comité Central, de quien posee todos los méritos y todas las virtudes necesarias en el grado más alto para pertenecer a él y que, sin embargo, no figura entre los miembros de nuestro Comité Central.

Alrededor de esto, el enemigo ha podido tejer mil conjeturas; el enemigo ha tratado de confundir y de sembrar la cizaña y la duda, y pacientemente, puesto que era necesario esperar, hemos esperado.

Y eso diferencia al revolucionario del contrarrevolucionario, al revolucionario del imperialista: que los revolucionarios sabemos esperar, sabemos tener paciencia, no nos desesperamos nunca, y los reaccionarios, los contrarrevolucionarios, los imperialistas, viven en perenne desesperación, viven en perenne angustia, en un perenne mentir, de la manera más ridícula, de la manera más infantil.

Cuando se leen las cosas que dicen algunos de esos funcionarios, algunos de esos senadores yankis, uno se pregunta: ¿Pero cómo es posible que este señor no esté en un establo en vez de pertenecer a lo que se llama un congreso? (APLAUSOS) Algunos de ellos dicen verdaderas barbaridades. Y tienen un tremendo hábito de mentir, no pueden vivir sin mentir. Viven angustiados.

Si el gobierno revolucionario declara una cosa —que es lo que ha estado haciendo siempre— como fue a la que me referí al principio, entonces ven cosas truculentas, terribles, ¡un plan detrás de todo eso!

¡Qué ridiculez! ¡Con qué miedo viven! Y uno se pregunta: ¿Lo creerán? ¿Lo creerán? ¿Creerán todo lo que dicen? O, ¿tendrán necesidad de creer todo lo que dicen? ¿O no pueden vivir sin creer todo lo que dicen? ¿O dicen todo lo que no creen?

Es difícil, sería cuestión de médicos y de psicólogos. ¿Qué tienen en el cerebro, qué angustia es esa que en todo ven una maniobra, un plan truculento, tenebroso, terrible? Y no saben que no hay mejor táctica, ni mejor estrategia que luchar con armas limpias, y que luchar con la verdad, porque esas son las únicas armas que inspiran confianza, son las únicas armas que inspiran fe, son las únicas armas que inspiran seguridad, dignidad, moral. Y son con esas armas con las que hemos ido venciendo y aplastando los revolucionarios a nuestros enemigos.

Mentira. ¿Quién ha escuchado nunca una mentira en boca de un revolucionario? Porque son armas que no benefician a ningún revolucionario, y ningún revolucionario serio tiene necesidad de acudir a una mentira nunca; su arma es la razón, la moral, la verdad, la capacidad de defender una idea, un propósito, una posición.

Y en fin, el espectáculo moral de nuestros adversarios es verdaderamente lamentable. Y así los agoreros, los intérpretes, los especialistas en las cuestiones de Cuba y las máquinas electrónicas, han estado trabajando incesantemente para desentrañar este misterio. Que si Ernesto Guevara (APLAUSOS) había sido purgado, que si Ernesto Guevara estaba enfermo, que si Ernesto Guevara había tenido discrepancias y cosas por el estilo.

Naturalmente que el pueblo tiene confianza, el pueblo tiene fe. Pero los enemigos se valen de estas cosas, sobre todo en el exterior, para calumniar: he ahí al régimen comunista tenebroso, terrible, los hombres se desaparecen, no dejan rastro, no dejan huellas, no hay una explicación; y nosotros dijimos en su oportunidad al pueblo, cuando el pueblo comenzó a notar esa ausencia, que oportunamente hablaríamos, algunas razones tendríamos para esperar.

Nos desenvolvemos en un medio rodeado por las fuerzas del imperialismo. No vive el mundo en condiciones normales; mientras las bombas criminales de los imperialistas yankis estén cayendo en un pueblo como Viet Nam no podemos decir que vivimos en condiciones normales (APLAUSOS); cuando más de 100 000 soldados yankis desembarcan allí para tratar de aplastar el movimiento de liberación; cuando los soldados del imperialismo desembarcan en una república que tiene igualdad de derechos jurídicamente como todas las demás repúblicas del mundo, cual es el caso de Santo Domingo, para pisotear su soberanía (APLAUSOS), no vive el mundo en condiciones normales; cuando alrededor de nuestra patria los imperialistas entrenan mercenarios y organizan ataques vandálicos de la manera más impune, como el caso de Sierra Aránzazu; cuando los imperialistas amenazan con intervenir en cualquier país de la América Latina y del mundo, no se vive en condiciones normales. Y cuando luchábamos en la clandestinidad contra la tiranía batistiana, los revolucionarios que no vivíamos en condiciones de normalidad, teníamos que atenernos a las reglas de la lucha; de la misma manera, aunque el poder revolucionario existe en nuestro país, en lo que se refiere a las realidades del mundo, no vivimos en condiciones normales y tenemos que atenernos a las reglas de esa situación.

Y para explicar esto vamos a leer una carta aquí de puño y letra, transcripta a máquina, del compañero Ernesto Guevara (APLAUSOS), que por sí misma se explica. Pensaba yo si debía hacer la historia de nuestra amistad y de nuestro compañerismo, cómo comenzó y bajo qué condiciones comenzó y cómo se desarrolló. Mas no es necesario. Me voy a limitar a leer la carta.

Dice así: “Habana… No fue puesta la fecha, puesto que esta carta era para ser leída en el momento en que lo considerásemos más conveniente, pero ajustándonos a la estricta realidad, fue entregada el 1ro de abril de este año, hace exactamente seis meses y dos días. Y dice así:

Habana

Año de la Agricultura

“Fidel:

“Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos.

“Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierta, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.

“Hoy todo tiene un tono menos dramático, porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución Cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo, que es ya mío.

“Hago formal renuncia de mis cargos en la Dirección del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, solo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos.

“Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario. Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario. He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.

“Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.

“Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y dolor: aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos… Y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo dondequiera que esté: esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.

“Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo y que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución, y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.

“Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.

“Hasta la victoria siempre.

“¡Patria o Muerte!

“Te abraza con todo fervor revolucionario,

Che.” (APLAUSOS PROLONGADOS)

Los que hablan de los revolucionarios, los que consideran a los revolucionarios como hombres fríos, hombres insensibles, u hombres sin entrañas, tendrán en esta carta el ejemplo de todo el sentimiento, de toda la sensibilidad, de toda la pureza que se puede encerrar en el alma de un revolucionario.

Y nosotros podríamos contestar, todos nosotros: Compañero Guevara: ¡No es la responsabilidad lo que nos preocupa, nosotros estamos responsabilizados con la Revolución, y nosotros estamos responsabilizados con la ayuda al movimiento revolucionario en la medida de nuestras fuerzas! (APLAUSOS PROLONGADOS), y asumimos la responsabilidad y las consecuencias, y los riesgos. Durante siete años casi ha venido siendo así, y sabemos que mientras el imperialismo exista, y mientras haya pueblos explotados y colonializados, seguiremos corriendo esos riesgos y seguiremos asumiendo serenamente esa responsabilidad.

Y nosotros teníamos el deber de conformarnos, teníamos el deber de respetar ese sentimiento de ese compañero, esa libertad y ese derecho. ¡Y esa sí es libertad, no la de los que van a ponerse un grillete, sino la de los que van a empuñar un fusil contra los grilletes de la esclavitud! (APLAUSOS.)

¡Y esa es otra de las libertades, señor Johnson, que nuestra Revolución proclama! y si los que quieren marcharse para irse a vivir con los imperialistas, a los que a veces los imperialistas reclutan para ir a luchar a Viet Nam y al Congo pueden hacerlo, ¡sépase también que todos los ciudadanos de este país, cuando soliciten permiso, no para ir a luchar junto a los imperialistas, sino para luchar junto a los revolucionarios, esta Revolución no les negará el permiso! (APLAUSOS PROLONGADOS.)

Este país es libre, señor Johnson, ¡verdaderamente libre para todos!

Y no fue esta la única carta. Junto a esta carta, y para la ocasión en que se hiciese uso de esta carta, también quedaron en nuestras manos distintas cartas de saludo a distintos compañeros y, además —como dice aquí—, “a mis hijos”, “a mis padres”, y a otros compañeros; cartas escritas por él para sus hijos y para sus padres. Y estas cartas se las entregaremos a los compañeros y a los familiares, y les pediremos que las donen a la Revolución, porque nosotros consideramos que estos son documentos dignos de la historia.

Y entendemos que esto lo explica todo, y es lo que a nosotros nos corresponde explicar. Lo demás, que los enemigos se preocupen. Nosotros tenemos bastantes tareas, bastantes cosas que hacer en nuestro país y con relación al mundo; bastantes deberes que cumplir, y los cumpliremos.

Desarrollaremos nuestro camino, desarrollaremos nuestras ideas, desarrollaremos nuestros métodos, desarrollaremos nuestro sistema. Utilizaremos toda la experiencia que pueda sernos útil, y desarrollaremos experiencias nuevas.

Una nueva época surge por entero en la historia de nuestro país, una forma distinta de sociedad, un sistema distinto de gobierno; el gobierno de un partido, del partido de los trabajadores, integrado por los mejores trabajadores, formado con la participación plena de las masas, para poder decir con toda justificación y con toda razón que es la vanguardia de los trabajadores y que es la representación de los trabajadores en nuestra democracia obrera y revolucionaria. Y será mil veces más democrática que la democracia burguesa, porque marcharemos hacia formas administrativas y políticas que implicarán la constante participación, en los problemas de la sociedad, de las masas, a través de los organismos idóneos, a través del Partido, en todos los niveles. E iremos desarrollando esas formas nuevas como solo una revolución puede hacerlo, e iremos creando la conciencia y los hábitos de esas nuevas formas. Y no nos detendremos, no se detendrá nuestro pueblo hasta haber alcanzado sus objetivos finales.

y este paso significa mucho, significa uno de los pasos más trascendentales en la historia de nuestro país, significa el momento histórico en que las fuerzas unificadoras fueron superiores a las fuerzas que dispersaban y dividían, significa el momento histórico en que todo un pueblo revolucionario se unió estrechamente, en que el sentido del deber prevaleció sobre todo, en que el espíritu colectivo triunfó sobre todos los individualismos, en que los intereses de la patria prevalecieron ampliamente y definitivamente sobre todo interés individual o de grupos, significa haber alcanzado el grado más alto de unión y de organización con la más moderna, la más científica, a la vez que la más revolucionaria y humana de las concepciones políticas.

Y somos el primer país de este continente, a más de ser, en el criterio del gobierno imperialista de Estados Unidos, el único país independiente. Porque si la Cámara de Representantes proclama el derecho a intervenir en cualquier país para evitar el peligro de una revolución comunista, aquí hay una revolución comunista en el poder (APLAUSOS). Luego se nos considera el único país independiente. Y, claro, cuando los representantes de los monopolios lanzaron esa bofetada en el rostro de todas las repúblicas de América, emitiendo la declaración de no independencia, unos cuantos —y podría decirse mejor muchos— se han sonrojado de vergüenza, muchos se han escandalizado cuando Estados Unidos declara su derecho a intervenir unilateralmente.

Bueno es recordarles los acuerdos que tomaron contra Cuba, bueno es recordarles la complicidad con las fechorías que contra nuestra patria tramó el imperialismo. Y entonces nosotros fuimos los únicos, los que nos levantamos decididos a morir y dijimos que defendíamos no solo el derecho de Cuba, sino que defendíamos la independencia de los demás pueblos de América Latina (APLAUSOS).

Los que siembran vientos recogen tempestades, y los que sembraron intervencionismo contra Cuba, rompimientos colectivos contra Cuba, bloqueos contra Cuba, están recogiendo tempestades de intervencionismos y de amenazas contra ellos mismos. Y se asombran y se llenan de pánico y se reúnen los parlamentos y los partidos burgueses dan el grito en el cielo. Ahí tienen los frutos de la complicidad con los imperialistas, ahí tienen lo que es el imperialismo.

Y así, cada día que pase, los pueblos verán más nítidamente quién tiene la razón, quién en estos años históricos defendió la verdadera independencia, la verdadera libertad, la verdadera soberanía; y la defendió con su sangre, y la defendió frente al imperialismo y a todos sus cómplices.

Los propios imperialistas les están enseñando. El fantasma del comunismo era incesantemente agitado. Y en nombre de combatir a ese fantasma, los imperialistas yankis han declarado su derecho a desembarcar en cualquier país de este continente, menos en Cuba (APLAUSOS).

Y lo que nosotros hemos avanzado, pero sobre todo lo que nosotros avanzaremos en los años venideros, utilizando todas las posibilidades potenciales de nuestro país, utilizando las enormes fuerzas que hemos organizado y que hemos creado, utilizándolo de una manera organizada, eficaz: esa es la tarea de nuestro Partido.

Tomaremos enorme ventaja, marcharemos a paso vertiginoso hacia el futuro, con un partido que deberá dirigir, que deberá atender todos los frentes, porque todos los frentes deberán ser atendidos por nuestro Partido, todos los problemas deberán ser estudiados. Y para eso hemos creado las comisiones, y nuevas comisiones serán creadas. Y no habrá un solo problema que no sea objeto de estudio y de análisis profundo por parte del Partido, para que de cada análisis salga la orientación, la orientación correcta y la mejor orientación.

Y decía que labraremos nuestro camino hacia el comunismo y llegaremos al comunismo. Tan seguros estamos, como de que hemos llegado hasta aquí.

Y en medio de las dificultades de todo tipo de este minuto de la historia del mundo, frente a un enemigo cada vez más poderoso, frente al doloroso hecho de la división en las filas revolucionarias en el mundo, nuestra política será de más estrecha unión, nuestra política será la política de un pueblo pequeño, pero independiente y libre.

Nuestro Partido educará a las masas, nuestro Partido educará a sus militantes. Entiéndase bien: ¡Nuestro Partido! ¡Ningún otro partido, sino nuestro Partido y su Comité Central! (APLAUSOS.)

Y la prerrogativa de educar y orientar a las masas revolucionarias es una prerrogativa irrenunciable de nuestro Partido, y seremos muy celosos defensores de ese derecho. Y en materia ideológica será el Partido quien diga lo que debe decir. ¡Y si nosotros no estamos de acuerdo y no queremos y no nos da la gana que las divergencias que dividan al campo socialista nos dividan a nosotros, nadie podrá imponernos semejante cosa! (APLAUSOS.)

Y todo material de tipo político, excepto que se trate de enemigos, solo podrá llegar al pueblo a través de nuestro Partido en el momento y en la oportunidad en que nuestro Partido lo determine (APLAUSOS).

Nosotros sabemos demasiado bien dónde está el enemigo, quién es el único y verdadero enemigo. Lo sabemos demasiado bien, lo sabemos de sobra. Contra ese enemigo hemos tenido que luchar en condiciones difíciles, para enfrentar a ese enemigo hemos necesitado la solidaridad y la ayuda de muchos, para derrotar la política agresiva de ese enemigo, para seguir enfrentándonos a ella, necesitamos recursos y necesitamos armas. Porque aquí, a miles de millas de distancia de cualquier otro país socialista, a miles de millas de distancia, sin que podamos depender en los momentos decisivos de otra cosa que de nuestras propias fuerzas y de nuestras propias armas, y como estamos conscientes de los riesgos que corremos hoy y de los riesgos que seguiremos corriendo, hemos de estar armados hasta los dientes y preparados hasta la saciedad (APLAUSOS).

Y podemos discrepar en cualquier punto de cualquier partido. Es imposible aspirar a que en la heterogeneidad de este mundo contemporáneo, en tan diversas circunstancias, constituido por países en las más disímiles situaciones y en los más desiguales niveles de desarrollo material, técnico y cultura, que podamos concebir el marxismo como algo así como una iglesia, como una doctrina religiosa, con su Roma, su Papa y su Concilio Ecuménico.

Esta es una doctrina revolucionaria y dialéctica, no una doctrina filosófica; es una guía para la acción revolucionaria, y no un dogma. Pretender enmarcar en especies de catecismos el marxismo, es antimarxista.

La diversidad de situaciones inevitablemente trazará infinidad de interpretaciones. Quienes hagan las interpretaciones correctas podrán llamarse revolucionarios; quienes hagan las interpretaciones verdaderas y las apliquen de manera consecuente, triunfarán; quienes se equivoquen o no sean consecuentes con el pensamiento revolucionario, fracasarán, serán derrotados e incluso suplantados, porque el marxismo no es una propiedad privada que se inscriba en un registro; es una doctrina de los revolucionarios, escrita por un revolucionario, desarrollada por otros revolucionarios, para revolucionarios.

Y nosotros habremos de caracterizarnos por nuestra confianza en nosotros mismos, por nuestra confianza en nuestra capacidad para seguir y desarrollar nuestro camino revolucionario. Y podremos discrepar en una cuestión, o en un punto, o en varios puntos con cualquier partido; las discrepancias cuando son honestas están llamadas a ser transitorias. Lo que nunca haremos es insultar con una mano y pedir con otra, y sabremos mantener cualquier discrepancia dentro de las normas de la decencia con cualquier partido, y sabremos ser amigos de quienes sepan ser amigos, y sabremos respetar a quienes nos sepan respetar.

Y estas pautas determinarán siempre nuestra libérrima conducta, y jamás le pediremos permiso a nadie para hacer nada, jamás le pediremos permiso a nadie para ir a ninguna parte, jamás le pediremos permiso a nadie para ser amigo de algún partido o de algún pueblo.

Sabemos la transitoriedad de los problemas. Y los problemas pasan, los pueblos perduran; los hombres pasan, los pueblos quedan; las direcciones pasan, las revoluciones persisten. Y nosotros vemos algo más que transitorias relaciones en las relaciones entre los partidos y entre los pueblos revolucionarios: vemos relaciones duraderas y relaciones definitivas.

Y de nuestra parte nunca saldrá nada tendiente a crear diferencia, algo más que entre los hombres, entre los pueblos. Y nos guiaremos por ese elemental principio, porque sabemos que es una posición correcta, que es un principio justo. Y nada nos apartará de la dedicación de todas nuestras energías a la lucha contra el enemigo de la humanidad, que es el imperialismo. Porque nosotros no podremos decir jamás que sean cómplices de los imperialistas a los que nos han ayudado a derrotar a los imperialistas (APLAUSOS).

Y aspiramos no solo a una sociedad comunista, sino a un mundo comunista en que todas las naciones tengan iguales derechos; aspiramos a un mundo comunista en que ninguna nación tenga derecho al veto, y aspiramos a que el mundo comunista del mañana no presente jamás el mismo cuadro de un mundo burgués desgarrado por querellas intestinas; aspiramos a una sociedad libre, de naciones libres, en que todos los pueblos —grandes y pequeños— tengan iguales derechos.

Defenderemos, como hemos defendido hasta hoy, nuestros puntos de vista y nuestras posiciones y nuestra línea, de manera consecuente con nuestros actos y con nuestros hechos. Y nada nos podrá apartar de ese camino.

No es fácil, en las complejidades de los problemas actuales y del mundo actual, mantener esa línea, mantener ese inflexible criterio, mantener esa inflexible independencia. ¡Pero nosotros la mantendremos! Esta Revolución no se importó de ninguna parte, es un producto genuino de este país, ¡nadie nos dijo cómo teníamos que hacerla, y la hemos hecho! (APLAUSOS); ¡nadie nos tendrá que decir cómo la seguiremos haciendo, y la seguiremos haciendo! ¡Hemos aprendido a escribir la historia, y la continuaremos escribiendo! Eso que no lo dude nadie.

Vivimos en un mundo complejo y un mundo peligroso. Los riesgos de ese mundo los correremos dignamente y serenamente. ¡Nuestra suerte será la suerte de los demás pueblos, y nuestra suerte será la suerte del mundo!

Les pido a todos los compañeros aquí presentes, a todos los representantes de nuestro Partido, a todos los secretarios de los núcleos en esta especie de amplísimo congreso, les pido a los que aquí representan la voluntad del Partido, del Partido que representa a los trabajadores, les pido la ratificación de los acuerdos de la Dirección Nacional (APLAUSOS), les pido la ratificación plena y unánime al Comité Central de nuestro Partido (APLAUSOS), les pido el pleno apoyo a la línea seguida por la dirección revolucionaria hasta aquí (APLAUSOS), y el pleno apoyo a la política proclamada hoy aquí (APLAUSOS).

¡Viva el Partido Comunista de Cuba! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Viva!”)

¡Viva su Comité Central! (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva!”)

¡Viva nuestra Revolución socialista y comunista! (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva!”)

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)




tags