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Ecuador: ¿Encrucijada? A propósito de la OEA, el Papa y el “golpe”

14 de Julho de 2015, 17:29 , por rubèn - | No one following this article yet.
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Ecuador: ¿Encrucijada?

A propósito de la OEA, el Papa y el “golpe”

 rubèn ramos

 En un artículo, “La encrucijada de Ecuador”, su autor, Niko Schvartz, hace un recuento de los hechos ocurridos en las últimas semanas en Ecuador, y un balance de lo avanzado por el gobierno de la “Revolución Ciudadana” en el orden social.

 Aquí no trataré sobre el recuento de los logros sociales. Me permitiré sustraer algunas de las apreciaciones que hace el periodista uruguayo y argumentar mis puntos de vista respecto a la visita del Papa, la OEA, la decisión del Presidente Correa de “retirar temporalmente” las leyes de herencia y plusvalía, la asonada golpista, la infiltración sediciosa, la encrucijada que enfrenta el pueblo ecuatoriano.

 1. Dice Schvartz, que frente a la asonada golpista en Ecuador el secretario general de la OEA, y compatriota suyo, Luis Almagro, “efectuó un llamado público al Papa Francisco para que ofrezca su mediación con vistas a solucionar la conflictiva situación imperante en Ecuador.

 

Me pregunto: ¿Qué capacidad real tiene el actual o cualquier otro representante del papado para “mediar” en los conflictos que promueven las fuerzas retardatarias, contra los pueblos? Fuerzas retardatarias y decadentes de las que la Iglesia -junto a la OEA- son, sin lugar a dudas, dos de sus principales expresiones históricas. La primera desde la caída de Roma y, la segunda, desde que los” enemigos de la humanidad” la instituyeron para “consensuar” la hegemonía sionista sobre las colonias del patio trasero estadounidense. La Iglesia, como la OEA, lo único que han intermediado siempre es la ignorancia, el desarraigo, la desculturización, los golpes de Estado, el abuso en todas sus formas, las guerras, el hambre, el terrorismo. Igual que la ONU, a nivel mundial, la Iglesia siempre ha estado presente en cuanto genocidio, magnicidio u horror da cuenta la historia.

 2. Con relación a las acciones sediciosas de la derecha ecuatoriana, el periodista dice que estas se basan en el rechazo a dos proyectos de ley remitidos por el gobierno, la ley de Herencia y la Ley contra la Plusvalía. Y agrega que, “ante la avalancha opositora que suscitaron, (el Presidente Correa) resolvió retirarlas en forma temporal. Sin embargo, las movilizaciones golpistas prosiguieron a todo ritmo, lo que dejó en claro ante la conciencia colectiva que su objetivo no era impedir la cristalización de estas leyes, sino derrocar al gobierno constitucional”.

 

Digo yo: Si en algo erró la conducción del proceso de cambios en Ecuador  fue en cederle la iniciativa política a la contrarevolución. Ahora se trata de defender con palabras lo que no se hizo con hechos. Si el gobierno ecuatoriano estaba convencido del “propósito de justicia social que encierran las leyes que gravan la concentración de la riqueza en manos del 2% de la población frente al 98% restante”, no había más que aprobarlas y aplicarlas. Correa cedió y perdió. Así es en política como en la guerra. Y la derecha ecuatoriana ha ganado una batalla contra el pueblo ecuatoriano que vive una guerra contra sus sempiternos enemigos de clase. La cruz, esta vez traída por Francisco, llegó para darles nuevos bríos y atacar de nuevo. Como acaba de ocurrir hoy con el ataque terrorista a la sede del partido de gobierno “Alianza País”, en Guayaquil.   

 3. Lo que no puede permitirse la conducción de un pueblo puesto en movilización política, es confundirlo. O permitir que unos cuantos, o muchos, pretendan confundirlo. Entre la Iglesia y su representante el Papa y un proceso revolucionario que brega por una nueva institucionalidad en todos los órdenes de la vida social, económica, política e ideológica, no hay nada comparable. La Iglesia y el Papado son instituciones no sólo decadentes, sino funcionales, al poder oligárquico, monárquico, burgués. Esta no es historia que se puede borrar porque alguien dice perogrulladas en una mezcla italo-castellanense, o por ser argentino de nacimiento.

 Quien induce y secunda la violencia simbólica del lenguaje no sólo contribuye a degradar el estatus científico-tecnológico que tiene un proceso de transformación de la realidad, sino que se hace cómplice del significado opresivo y enajenante del lenguaje evangélico.

 Prescribir verdades políticas, sociales, económicas, culturales como dogmas, es alienar las conciencias. Es procurar el conformismo, la pasividad, la desmovilización. (En el sentido de neutralizar y frenar la creación de una institucionalidad revolucionaria).

 La responsabilidad de una conducción revolucionaria es incentivar el necesario deslinde entre fe y razón, entre religión y ciencia, entre dogma y conocimiento, entre Estado e Iglesia. Este es un legado imprescriptible. La burguesía lo entendió muy bien. Eso la hace racional. Mientras el pueblo, clama por la irracionalidad. No por decisión propia, sino por la imposición de la Iglesia, sus Papas, sus órdenes, sus sectas.  

 La conducción de las experiencias progresistas no puede permitirse confundir al pueblo. La fe es una cuestión individual, como la creencia es una decisión personal. El cambio social implica colectividad. Si esta es utilizada para cimentar los “valores” de una ortodoxia que niega la validez del cambio, lo que hace una conducción revolucionaria es seriamente cuestionable, por decir lo menos.

 4. En otro apartado, el articulista dice que “Correa también le recordó a la oposición que ésta tenía a mano otro recurso para cambiar el gobierno de acuerdo con las normas constitucionales, esto es, apelando a la consulta revocatoria, establecida en el artículo 105 de la Constitución”.

 Retar a la derecha con las armas de la democracia representativa es confundir ésta con la democracia participativa. Aquí, las armas legales se van construyendo en su proceso. La movilización política de las clases subordinadas supone una praxis creativa en la que nada está escrito de antemano. A no ser su sentido y significado liberador y soberano.

 5. Al referirse al “golpe blando” puesto en marcha en Ecuador, el articulista dice que el presidente Correa advirtió, durante un mitin partidario el 2 de julio pasado, sobre “la infiltración de elementos venezolanos reaccionarios, y llamó a denunciarlos en donde aparezcan para expulsarlos del país”.

 En más de una oportunidad dije que la flexibilidad con que las autoridades de los gobiernos progresistas actúan con relación a los “visitantes y turistas” que ingresan a sus países libremente, no tiene justificación alguna. Los procesos de cambio tienen que ser mucho más drásticos en el control migratorio. Tanto en los aeropuertos, puertos, tarrapuertos y fronteras. Muchos de los mercenarios al servicio de la NED, el IRI, el Congreso norteamericano, las embajadas, USAID, BID, BM, FMI, entran por la puerta grande. Ni qué decir de los que se cobijan bajo la tenebrosa nomenclatura de las ONG. Esperar que “alguien los denuncie para expulsarlos” es como pretender vacunar después de ser infectado.

 6. La encrucijada que enfrenta el gobierno de Ecuador, no es otra que la que el secretario de la OEA y el Papa se encargaron de impulsar alentando a la derecha conservadora en sus acciones para derrocar al gobierno. La OEA siempre estuvo antes, durante y después de cuanto “golpe de Estado” se ha producido en la región. Y el Papado igual. Directa, o indirectamente, a través de sus obispos y arzobispos, pero siempre oleando y santificando a los sátrapas del poder y sus acciones sediciosas y entreguistas. Pero hay que reconocer que fue la errada decisión del gobierno ecuatoriano de “retirar temporalmente” la aprobación de las leyes contra la concentración de riqueza (buscando generar un clima de paz para la llegada del “santo padre”), la que propició la encrucijada. Ahora, no queda otro camino que retomar la iniciativa. Y eso implica, aprobar las leyes y hacer que se apliquen. Esta es, la encrucijada que al pueblo organizado le toca resolver.