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Vicios de la cuarta que se mantienen vigentes

17 de Junho de 2012, 21:00 , por Pablo Gabriel López Pérez - 0sem comentários ainda | No one following this article yet.
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Esta nota refleja uno de los problemas mas complicados de resolver en la Venezuela de hoy y si bien la nota hace referencia a la policía de un estado gobernado por la oposición donde se conoce como operan y sus vínculos con el paramilitarismo, también debemos decir que esto se reproduce en el resto del país, a pesar de los esfuerzos del gobierno nacional en la formación de una nueva policía ajena a los vicios de la cuarta república.
Y no solo eso, estos actos de corrupción, amiguismo viveza criolla etc se dan en todas las instituciones susceptibles de abusar del poder.
Me dirán que esto sucede en todas partes, y es cierto. Pero aquí se ve como algo normal y se acepta con resignación, ante el miedo a represalias o simplemente la impotencia de ver como los organismos encargados de la contraloría muchas veces parecen ausentes.
Esta es una de las cosas que la revolución debe combatir con mas esfuerzo para lograr afianzar este proceso, pero claro debemos empezar por casa y para esto también debemos cambiar en lo individual.
Como dice la murga Agarrate catalina "Si vos no cambias algo no cambia nada, aunque tu presidente sea Fidel"
 


ADIVINE CÓMO MATRAQUEA UN POLICÍA EN EL "ESTE DEL ESTE" (HUMOR Y AMOR)
 
Desde temprano yo había cuadrado con unos compañeros de trabajo para vernos en un barcito de chinos, donde si bien la comida puede ser declarada amenaza biológica, la cerveza es barata y la música decente. A eso de las 8 de la noche, venciendo la ladilla que da salir de casa después de estar instalado, me monté en mi carrito y me fui a buscar lo que no se había perdido.
 
Sabiendo que a esa hora la ciudad todavía está congestionada, agarré por los "caminos verdes": metiéndome por el Country Club, (vía que atraviesa los campos de golf), para pasar por Chacao, cruzar Los Chorros y caerle al referido bar en Boleíta. Algún mal augurio debí ignorar aquella noche, porque pasando La Castellana me encontré de frente con una alcabala móvil de la Policía de Chacao. De verdad no me preocupé. Tengo mis papeles "en regla" y no me he echado ni una, pensé.
 
Al pasar junto al agente abrí un poco la ventanilla. El tiempo se hizo leeeeeento, como en Matrix. En el momento menos indicado me acordé de mi papá diciendo aquello de "más falso que saludo de alcabala", y desviando la mirada, reí por lo bajo. Craso error. Con un gesto enérgico el policía me ordenó orillarme a un lado de la vía y en pocos segundos una manada de uniformados estaba asediándome por los cuatro flancos.
 
Respiré profundo. El simpático funcionario policial que me hizo detener, inició una amena conversación invitándome amablemente a abrir totalmente la ventana con un: ¡Baja ese vidrio güevón!, mientras delicadamente abollaba el techo de mi carro con su pistola. Encandilándome con la linterna, el paladín de la ley me instó cariñosamente a no mirarle la cara y a entregarle, en no más de 0,38 nanosegundos, todos los papeles del vehículo, incluidos el certificado de extracción del aluminio con que se fabricó el chasis y el cuadruplicado de origen del aire que llevaba en los cauchos.
 
Después de un inagotable interrogatorio, (que incluyó la historia de mi vida, anécdotas de trabajo, régimen alimenticio, hábitos intestinales, primas solteras y otras confidencias de índole rigurosamente personal), me sentí casi familia de aquel polichacao. Por un instante dudé entre arrecharme con el hombre o convidarlo a beber cerveza donde los chinos, para terminar de contarle mis penas. Cuando ya creía ganada su confianza y habiendo mostrado todo lo que exigen las leyes interplanetarias para demostrar que lo mío es mío, pensé que me devolverían mi licencia y retomaría mi viaje al añorado tugurio asiático.
 
!Qué va!, ¡yo más que inocente soy pendejo! Ya llevaba casi tres horas sentado, mientras mis compañeros (ya prendidos), me reventaban el teléfono con mensajes insultantes por haberlos embarcado; cuando de pronto un policía enanito, vestido como paracaidista de luto, se acercó por el lado del copiloto, metió la cabeza en el carro y me dijo: "Vamos a llamar a la una unidad K-9 (al mejor estilo gringo) para que traigan un perro que revise el vehículo. Desde ya te digo que si huele algo raro va a despedazar toda esta vaina. Evítate el mal rato chamo... cuánto tienes ahí pa dejarte ir".
 
Esta vez tiempo se detuvo completamente. Si hubiese habido relojes se habrían derretido como en La Persistencia del Tiempo. Yo, que no llego a bebedor ocasional, que no fumo ni consumo nada cercano a la ilegalidad, ¿tengo que bajarme de la mula con este pichón de Rambo para que no me destrocen el carro?, ¿no son estos los que Graterón y antes Leopoldo e Irene, se llenaban la boca llamando el mejor cuerpo policial de Latinoamérica?, ¿es éste el modelo de sistema policial que la oposición defiende?... Ya va... ¿esto no es el este del este, donde todo es "nice"?
 
Alí tenía razón, la policía (al menos la encargada de velar por los bienes de los ricos) siempre es eficiente cuando se trata de los pobres. Aquí estoy, matando el despecho con una cerveza brindada, porque 600 bolívares de mi quincena quedaron en manos de aquellos ladrones de placa y pistola. Ante mi tentativa de denunciarlos, el chino Juan, digno heredero de Confucio, me recordó que esa gente está vinculada con paramilitares uribistas, a los que no se les agua el ojo para volverlo a uno picadillo. ¡Susto! Me tomo esta y pa la casa. Todavía hay mucho qué hacer y el patio no se ha barrido.
 
Artículo publicado en La iguana tv


Tags deste artigo: vicios

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