Jorge Gómez Barata
No cometeré el error de citarme, aunque no perderé la oportunidad de retomar una idea interesante. “El problema de muchos países ―escribí hace 20 años― es que le faltan opciones; el de Cuba es que le sobran…” Entonces no imaginaba que viviría para ver la normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
El inicio de la normalización de las relaciones con Estados Unidos, cuando Cuba trabaja en una reforma económica de gran calado, logra una interesante y prometedora combinación. Avanzar a la vez en la eliminación del bloqueo, y rectificar políticas económicas erróneas o que las circunstancias tornaron inviables, lo cual crea excelentes oportunidades.
La coyuntura cubana se forma con ingredientes como la liberalización económica interna y libertad para el comercio, la inversión extranjera, acceso a tecnologías e infraestructuras avanzadas, relaciones con las organizaciones financieras, y la banca internacional. Por primera vez en medio siglo no es más de lo mismo.
Por otra parte, debido al papel determinante de la economía sobre la estructura social, la apertura en las relaciones de producción favorece cambios sociales y la aplicación de innovaciones políticas. La reivindicación de la sociedad civil, la aparición del sector no estatal y cooperativo de la economía nacional, el florecimiento del cine independiente, del mercado del arte y de un empresariado emergente, son algunas de ellas.
Es importante anotar que del mismo modo que el clima de hostilidad y el bloqueo norteamericano no eran solo una cuestión exclusivamente bilateral, tampoco lo son las rectificaciones protagonizadas por Estados Unidos, que han sido automáticamente asumidas por sus socios y aliados. El hecho de que el mundo se abra a Cuba, obviamente facilita no sólo que Cuba se abra al mundo, sino que incluso lo haga a sí misma, y descubra nuevas potencialidades.
Es conocido que aunque no deben ser exageradas, Cuba cuenta con excelentes premisas: mano de obra calificada, instalaciones para la investigación científica, aceptables infraestructuras viales, energéticas, hoteleras, de almacenamiento, portuarias y aeroportuarias. A ellos se suma una estructura académica que permite solventar las necesidades de recalificación o entrenamiento. Al propio tiempo se registran avances en la creación de los marcos jurídicos, fiscales y aduaneros.
La normalización de sus relaciones económicas externas, no solo con Estados Unidos, sino con todo el mundo, y la reinserción en el mercado occidental, debe facilitar la llegada de capital extranjero, así como la entrada de tecnologías avanzadas, técnicas gerenciales y de administración contemporáneas. Con aportes nacionales y foráneos Cuba pudiera dejar atrás la obsolescencia tecnológica, las antediluvianas técnicas de comercialización, así como criterios errados acerca del consumo y del papel del mercado interno.
Junto a los problemas que el inicio de la normalización permite resolver, hay pasos que Cuba pudiera dar y que no dependen de Estados Unidos, no están condicionados por factores externos, y no requieren de inversiones ni recursos, sino de rectificaciones doctrinarias, y de los cambios de mentalidad a que reiteradamente llama el presidente Raúl Castro.
Entre las opciones probables figuran legislar para facilitar la participación de los cubanos emigrados en los procesos económicos nacionales, creación de facilidades para el fomento de pequeñas y medianas empresas privadas o mixtas, abrir sustancialmente el crédito interno a los nacionales con capacidad y audacia para fomentar empresas y negocios, otorgar licencia a privados para la importación y la exportación de lo necesario para producir, y naturalmente solucionar la cuestión de la dualidad monetaria.
Sobre la base de antecedentes formados a lo largo de más de medio siglo, convenientemente administrada, la presente coyuntura cubana pudiera desembocar en una era de prosperidad. Esta vez no es gracias a Estados Unidos, ni a pesar de ellos. Dialéctica le llaman. Allá nos vemos.
La Habana, 08 de julio de 2015
Tomado de Moncada