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José Martí y Nicolás Azcárate: ¿amistad vs. política?

10 de Setembro de 2015, 19:16 , por Manuel David Orrio del Rosario - | No one following this article yet.
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Manuel David Orrio-Cubainformacion.tv-Martianos-Hermes

La Habana, 15/08/25.- “Ni enemigos ni rivales, vecinos”, dijo el Secretario de Estado norteamericano John Kerry, durante el discurso por él pronunciado al “refundar” el 14 de agosto la Embajada de su país en Cuba, otrora Oficina de Intereses.

Frase   aceptable, de seguir siendo coherentes las partes a lo largo del andante proceso de restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países, durante más de medio siglo  involucrados en un conflicto  que   aún  forma parte  del  juego  geopolítico mundial.

No obstante, “la vida te da sorpresas”. Apenas a un día del evento, sobre el cual  ya algunos discuten si es o no “histórico”, una  vecina me preguntó: “¿y por qué no amigos?”

Respuesta no supe dar; son muchas las incógnitas que rodean al restablecimiento de relaciones entre ambas naciones. Sin embargo, la interrogante me condujo a otra: ¿es posible la amistad, la sincera amistad, pese a existir diferencias políticas de fondo?

Como atando cabos bien alejados entre sí, encontré en la Historia de Cuba un ejemplo que rebasó a  opuestas posiciones públicas: José Martí, cubano mayor que organizó  la segunda guerra de independencia contra el colonialismo español, y Nicolás Ázcarate y Escobedo, un importante intelectual criollo de ese tiempo, partidario de mantener a Cuba como colonia de España, pero bajo un régimen autonómico que le otorgara ciertas libertades.

Azcárate, autonomista. Martí opinaba sobre esa corriente: “con  el autonomismo de gabinete, que con la bandera de la evolución se ha puesto en el camino de la evolución real del país, y sólo entrará en vida cuando entre en ella, -la independencia sólo puede obrar como se obra con los obstáculos: o se carga con ellos, y se les abre espacio para seguir la pelea con más poder, o se les deja de lado.”

Para quien bien conoce a los cubanos, tales discrepancias hubieran bastado para casi “invitar a un duelo”. Aún hoy vale interrogar si dos manifestaciones públicas de ideas opuestas serían capaces de convivir pacíficamente en similares espacios, sin que el asunto degenere en un desorden espontáneo… o provocado. Verdad dura, pero verdad: llámese lo mismo escándalo callejero entre hembras celosas, que “acto de repudio”.

No va la verdadera grandeza ajena a la tolerancia, aunque haya tolerancias inadmisibles. Martí y Ázcarate, a su modo, son grandes de esta Cuba. De Martí, innecesario apuntar. El segundo “fue un notable abogado y escritor. Colaboró en las más importantes publicaciones de su época. Fue fundador del Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa. Residía en México al arribo de Martí a ese país en 1875 y los unió una buena y sincera amistad, a pesar de sus diferentes proyecciones políticas. En 1878 ambos regresan a La Habana y participan en las actividades del Liceo, del que Azcárate fue presidente de la sección de literatura y Martí, secretario.”

Fue en ese espacio de cultura  donde el 27 de abril de 1879 Martí pronunció un discurso de tanto llamado a la libertad de la Patria, que le hizo decir a su amigo, justo al lado del representante del Gobierno colonial hispano: “Voy a pensar que Martí es un loco... pero un loco peligroso”.

Azcárate, hoy prácticamente olvidado, fue como promotor cultural el “padre” de una de las más importantes contribuciones ideológicas a la independencia de Cuba y a la formación de una clase obrera consciente y culta: el lector de tabaquería.

Impartía el amigo de Martí  una conferencia en el Liceo de Guanabacoa; mencionó   que en ciertas órdenes religiosas unos de sus miembros leía en voz alta en el refectorio mientras el resto de la comunidad almorzaba. Sus palabras encontraron eco en los oyentes, entre quienes estaba  Saturnino Martínez, un tabaquero  y líder sindical. Martínez tomó la idea al vuelo y la impulsó. Sencillamente, los obreros aportaron parte de su jornal para que un buen lector les leyera…de todo.

Por las fechas se reconoce que la lectura primero fue introducida en las galeras de prisión de trabajadores “cigarreros” que había en el Arsenal del Apostadero de La Habana, y de allí pasó a los talleres de tabaquerías hasta hacerse  una tradición, no sin pasar por las críticas de la prensa afín a la Colonia Española, no sin enfrentar censuras parciales por parte  del Gobierno hispano, y no sin terminar de ser prohibidas. “La mesa de lectura de cada tabaquería fue, según dijo Martí, tribuna avanzada de la libertad. Cuando, en el año 1896, se agita Cuba revolucionaria contra el absolutismo borbónico y guerrea por su independencia, un bando gubernativo del 8 de junio de 1896 hace callar las tribunas tabaqueras.”, apunta el sabio cubano Don Fernando Ortiz.

Azcárate no sólo fue el germen de una las instituciones ideológicas y culturales más relevantes de Cuba, en especial para la clase obrera, sino que además habría facilitado un encuentro que condujo a la  posterior amistad política y personal entre Martí y otro grande de la independencia de Cuba: Juan Gualberto Gómez. Ambos se conocieron en el bufete de aquel, en 1878.  Sin dudas, la comunidad de ideales independentistas que para entonces ya les caracterizaba, hizo lo demás. Diecisiete años más tarde Juan Gualberto Gómez daría a los jefes insurrectos  la orden de alzamiento contra España, firmada por José Martí, para así iniciarse la guerra final de los cubanos contra el colonialismo hispano. “Giros aceptados”  fue la clave.

Azcárate, el autonomista, por sólo esos dos hechos – lectores de tabaquería y el encuentro entre Martí y Gómez -  quizás habría sido más “independentista” que muchos…hasta sin él imaginarlo.

Misterios de la amistad, que a mi entender ha de incluir la tolerancia en política…aunque haya tolerancias inadmisibles.

mdorrio54@gmail.com  orrio@enet.cu 

 

 

 

 


Fonte: Manuel David Orrio del Rosario