Por Manuel David Orrio (@orrio21)
Hermes Internacional
La Habana,14/10/06.- Cuba y su salud pública es una frase que me provoca sentimientos encontrados. Negar los logros alcanzados en atención médica, desde el triunfo revolucionario de 1959, es un disparate. Y negar los aportes cubanos al ejercicio del derecho a la salud en todo el orbe, más que un disparate, es una infamia. Sin embargo, ¿todo tan bien?
No pierdo de vista que todo cuanto pasa en la salud pública criolla es obstaculizado por el mundialmente condenado embargo-bloqueo que los Estados Unidos de América impone a mi país. Tampoco pierdo de vista que la maltrecha economía de Cuba obliga a la pregunta de hasta cuánto sus vicisitudes se originan por esa política, y hasta cuanto es por causas internas: inconstitucionalidades, voluntarismos, improvisaciones, estatismos anacrónicos, burocratismos, falta de civilidad… algo cambia, sin dudas, pero a un ritmo donde un “sin prisas”, parece muy poca prisa.
Si por un lado me enorgullezco, por el otro las cotidianas realidades me dicen que no todo va bien. Incluso, mal. Por doquier escucho, por doquier miro. Siempre pienso que cuanto me pase puede pasarle a otros. Me tomo de cobayo; hago un balance sobre mis asuntos médicos en los últimos tres años. A ver el saldo; a ver si llego a conclusiones por la cronología de las siguientes vivencias:
- desde 1986. Me han atendido varias médicas de familia. Si de ninguna tengo queja, de la actual sólo elogios;
- septiembre del 2011 al momento actual. Por secuelas de poliomielitis, padezco del Síndrome Post-Polio . La Medicina criolla conoce el medicamento búlgaro Nivalín, muy eficaz para su tratamiento. No se halla en Cuba, aunque fue de rutina emplearlo para diversos trastornos neurológicos mientras duró la alianza con el extinto campo diz que socialista. Sin embargo, existe un proceder legislado para importarlo casuísticamente, como en el caso de cuanto fármaco proceda. He pasado por tres años de gestiones infructuosas ,algunas indignantes, para que mi derecho se materialice . Nuevas gestiones parece que tendrán éxito – jamás pierdo el optimismo. Entretanto, mi dolencia perjudica seriamente cuanto alcancé en rehabilitación e inserción social a lo largo de mis 60 años de vida;
- enero-octubre del 2012. Una caída tonta, normal en poliomielíticos, me provocó una fractura de tibia que pudo conducirme a un quirófano. Pero entre buen ortopédico y voluntad de rehabilitarme, no quedaron secuelas;
- enero-marzo del 2013. Un chequeo de rutina avisó que mi vesícula enviaba señales de peligro. Cirugía de primera, mínimo acceso y pronto restablecimiento. Cero secuelas;
- agosto del 2013. Severo cólico nefrítico. Descubrí que en aquel momento, para toda La Habana, sólo había un servicio urológico de guardia las 24 horas, ubicado en el Hospital “Mayor General Calixto García”. Es excelente: ¿pero sólo uno para una ciudad de más de 2 millones de habitantes? Rebasada la crisis, y con criterio preventivo, mi médica de familia me remitió al urólogo que me corresponde por la territorialidad establecida en la salud pública criolla. Recibí turno para nueve meses después de la remisión. Menos mal: todo quedó en lo de “preventivo”;
- octubre del 2013. Nueva caída y una lesión en la rodilla izquierda, la de la pierna no dañada por la poliomielitis. Al parecer, sin secuelas. Pero al pasar los meses apareció una sinovitis traumática que me obstaculiza caminar. Por lo pronto, bien atendida y con pronóstico optimista;
- mientras recorro policlínicas, hospitales y farmacias, encuentro falta de higiene, o de buena imagen; instalaciones en regular o mal estado constructivo; un sinfín de barreras arquitectónicas que violan la Convención Sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, la cual Cuba firmó y ratificó; baños deplorables; déficit de medicamentos y noticias o rumores sobre contrabandos, robos y sobornos; maltratos diversos; costos indirectos injustificados a cargo del paciente, en los que se puede incluir desde alimentos hasta sábanas, para no profundizar en transportes. Contrapongo: precios simbólicos para los fármacos, la mayoría del personal de salud merece un monumento de oro y la mejor ciencia médica de Cuba puede estar al alcance de cualquiera, sin abonar un centavo del bolsillo, aunque en el mundo real se paga de otras formas: inflación a la criolla, bajos salarios, impuestos indirectos estratosféricos, dualidad monetaria y cambiaria. En fín, el mar…
Cuba y su salud pública es una frase que me provoca sentimientos encontrados. Hecho el balance, dejo al lector las conclusiones. Entretanto, un recordatorio: cuanto me pase, en tanto que simple ciudadano, puede pasarle a cualquiera.
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