Desde hace un tiempo, leemos, vemos y escuchamos,  sobre la importancia de la historia. La importancia de su divulgación, conocimiento y estudio, con todo lo cual estoy de acuerdo, pero en todos los casos, ese es el QUÉ contar pero muchas veces no se hacen referencias al CÓMO contar y creo, repitiendo sabias palabras, que “ahí está el detalle”.

Los que un día escuchemos hablar al Profesor Fernández Bulté, explicando sobre el Estado y el Derecho, nos quedábamos embobecidos y hasta creíamos que algo tan complejo, nos era “fácil” de entender. Cuando escuchamos a Eusebio Leal, explicarnos La Habana, explicarnos la Historia de Cuba, sentimos exactamente lo mismo.

En ambos casos y en otros más, es la misma historia, la diferencia está en el Comunicador (con toda intención con mayúscula).

Nuestra televisión nos mostró un día En silencio ha tenido que ser o Su propia guerra, historias de los difíciles hechos “cotidianos” que nos construyeron u construyen, un país más soberano y seguro.

O sea, tenemos capacidades para hacerlo, ¿por qué no las explotamos más? ¿Por qué dejamos que otros vengan y nos cuenten (vendan) nuestra propia historia, muchas veces dulcificada o acomodada a otros intereses?

Cierta vez Goar Mestre, fundador del emporio CMQ, dijo considerar que cuando alguien apagaba el televisor, él perdía dinero. ¿Cuántas veces en estos días, apagamos el televisor o cambiamos de canal? Para ser sinceros, muchos ni lo encienden.

Nos leen una nota oficial, imprescindible y fundamental, pero durante varios minutos tenemos a la misma persona, frente a un papel (en este tipo de nota no se usa el teleprompter) que habla, habla y habla, casi hasta el cansancio, mientras al lado tiene a otra persona, con otra voz, con un cambio en el tono, que puede enganchar o regresar el interés. Otras veces, estos extensos parlamentos, no tienen siquiera una imagen para “refrescar”.

Los trovadores y los juglares cantaban las gestas. Para el contador de cuentos, como se dice, en la antigüedad se reservaba el mejor lugar cerca del calor, para que sus historias llegaran de la mejor forma.

Juan Padrón, Elpidio Valdés y los Vampiros en La Habana, la Odisea del Honor, han sido y siguen siendo muestras de que sabemos contar y que sabemos contar atrayendo y que sabemos contar atrayendo y enseñando.

Vamos a usar ese conocimiento. Tenemos el recurso más costoso: el saber de las personas. El otro, hay que planificarlo y saberlo utilizar.

Tenemos el ejemplo de nuestro comunicador mayor y no podemos defraudarlo.