“TAL VEZ NO SEA UN EDITORIAL…”
“…Y no te equivoques: en tu concepto del mundo no son hombres. Son animales y no los entiendes ni los entenderás nunca. No te fíes de tus ilusiones sobre los demás. Las masas siempre han sido igual y siempre lo serán (…) El error es que hoy hemos suprimido grandes trozos de la parte circense del programa y hemos envenenado a las masas con algo de educación.
(…)
Porque yo creo que el universo humano está condenado así mismo por su propia estupidez cicatera. (…) Aunque es una vergüenza lo que se ha hecho con la gente durante estos últimos siglos: se ha convertido a los hombres en hormiguitas trabajadoras, privándoles de toda su virilidad y de su vida real…” (1)
Podríamos suponer que los párrafos que preceden tiendan a una desmoralización en relación a nuestra raza, la humana. Puede que en ese relato de una visión pesimista, pueda sonar una voz de alarma respecto de lo que nos sucede como sociedad: a pesar del tiempo transcurrido, no hemos asimilado la dimensión, ni la trascendencia que implica, el reconocernos como seres evolucionados.
Podría decirse que nos esforzamos continuamente en demostrar la precariedad y nos resistimos a la toma de consciencia.
Como lo expresáramos en anteriores oportunidades, hemos alcanzado tales grados de progreso, en ciencias por ejemplo, que en algunos casos cuesta adaptarse a los nuevos paradigmas que surgen. Y por lógica surgen nuevos desafíos a los que responder con nuevos análisis y reflexiones; con diferentes estrategias para comprender y ayudar a comprender.
Pero en medio subsisten estructuras que debemos desarticular, para correr los velos con los que disfrazaron nuestra ignorancia de supuestos conocimientos.
Tomemos por ejemplo el término “crisis”. De él existe alguna interpretación enciclopédica que lo vincula a situaciones extremas en relación a cuestiones de producción y economía. De ello, muy probablemente, deviene el falso concepto de que crisis tenga para el común de la sociedad, una percepción negativa del término.
“…Desde un punto de vista psicológico, las crisis son tan comunes como necesarias para el desarrollo de una persona, y no siempre se trata de cuestiones negativas (…) Cualquier obstáculo que se nos presente en la vida, por pequeño e insignificante que parezca a simple vista, representa un desafío que, de ser resuelto y superado, nos llevará a una nueva etapa en el espiral de nuestro crecimiento. (2)
Los medios de desinformación han utilizado y utilizan el término que hemos elegido, en letras tipo catástrofes en sus portadas. Ello conlleva una aceptación equivocada o mañosa. Y cuando en alguna manifestación, disertación o comentario expresamos, por ejemplo: “estamos ante una crisis que nos moviliza a reinterpretar los paradigmas relacionados al ser humano…”, inmediatamente tanto en el inconsciente como en el consciente colectivo, hay una remisión hacia lo catastrófico que puede significar reinterpretar esos paradigmas; cuando en realidad significa un estado evolutivo, superador.
Y aprovechando esto que estamos compartiendo, tomando en cuenta la palabra elegida como los párrafos iniciales, nos animamos a expresar uno de los grandes errores que hemos permitido continúen desarrollándose a lo largo del tiempo: precariedad educativa.
¿Y por qué nos referimos a una precariedad educativa? Porque, al menos en los últimos tiempos, se ha procurado la provisión de herramientas para el desarrollo educativo, pero no los materiales y/o conceptos que permitiesen desarrollar ideas, elaborar estrategias, asumir desafíos ampliando conocimientos y multiplicando saberes, junto a la carencia del compromiso de cada parte interviniente en el proceso.
Esto nos lleva a sostener que, de manera positiva pero crítica, estamos ante una “crisis” que nos impele a exigir una revisión urgente tanto a lo relacionado a las estrategias como a lo vinculado con la formación de formadores.
Persiste una brecha que no se ha subsanado aún y es imprescindible su remisión.
Es el desafío a sortear si lo que se quiere es lograr una sociedad mejor articulada, más consciente y comprometida con su presente y futuro.
Es urgente para revertir aquello de que: “hemos envenenado a las masas con algo de educación.”
Y este desafío parece no contemplarse a la hora de análisis, propuestas, comentarios, acciones político/sociales. Porque, evidentemente, se “elige” priorizar otras determinadas urgencias que dejan de lado aquello que en realidad puede lograr la mayor transformación social.
Es como si se quisiera evitar ese gran reto que significa reponer aquello de lo que se lo ha desempoderado, el conocimiento.
Porque se ha instalado corporativamente que el conocimiento era una reiteración consecutiva de algo impuesto y no reflexionado. Un pseudo saber que no es otra cosa más que un injerto, falso o verdadero, pero que en definitiva anula la posibilidad del análisis, de la interpretación.
Para ese modelo impositivo no existe el más mínimo margen de elaborar ideas propias.
Porque “…se ha convertido a los hombres en hormiguitas trabajadoras, privándoles de su vida real…”
Y para que ello pueda revertirse, habremos cada uno de nosotros, nosotras, de militar en favor de aquello que nos está faltando, de aquello que se hace urgente comprometer tanto esfuerzos como herramientas y estrategias, y así lograr vencer esa conveniente ignorancia en la que han sumido a un grueso de la población.
No podemos permitirnos que esta crisis nos paralice, todo lo contrario, debemos asumir una actitud desafiante ante ese enemigo del pueblo que es “…la imposición del silencio, el condicionamiento de la palabra y la precarización del pensamiento…”
“…Hemos llegado a la conclusión de que la capacidad de adaptarse es propia de los sistemas complejos, y quizá por esta razón entre otras la evolución tiende aparentemente hacia organismos más complejos (…) Pero aún más importante es el modo en que los sistemas complejos parecen alcanzar un equilibrio entre la necesidad de orden y la imperiosa obligación de cambio. Los sistemas complejos tienden a situarse en un espacio que llamamos “el borde del caos”. Concebimos el borde del caos como un lugar donde existen suficientes innovaciones para que un sistema vivo permanezca vibrante y suficiente estabilidad para impedir que caiga en la anarquía. Es una zona de conflicto y convulsiones donde lo viejo y lo nuevo se hallan continuamente en guerra. Encontrar el punto de equilibrio no debe ser fácil: si un sistema vivo se acerca demasiado, corre el riesgo de sumirse en la incoherencia y la desilusión; pero si el sistema se aleja demasiado del borde, se torna rígido, inerte, totalitario. Ambos estados llevan a la extinción. El cambio resulta tan destructivo por exceso como por defecto. Los sistemas complejos sólo se desarrollan al borde del caos…” (3)
Si la educación no nos desafía, nos vuelve rígidos e inertes, llevándonos a la extinción.
Tal vez no sea un editorial, sí una reflexión que nos permitimos compartir para generar mayor discusión sobre algo que desde hace bastante tiempo nos preocupa y nos ocupa.
Tal vez no sea un editorial, tal vez sea más bien una invitación a sumar voces, pensamientos, propuestas que movilicen en favor de un mayor compromiso educativo en nuestra sociedad.
Pero no podemos solos, no podemos encararlo desde espacios aislados; debemos militar de manera comprometida y con convicción el desafío de reinterpretar el concepto “educación”. El Estado debe asumir su parte en toda su integralidad y el resto acompañar, no desde una actitud sumisa y obediente, sí desde un estado de desafío ante las imposiciones, colectivizando saberes, redescubriendo valores, reescribiendo nuestras identidades.
Tal vez no sea un editorial, pero sí el insistente llamado a revisar, reconsiderar y comprometer-nos en la construcción de una sociedad que pueda romper con las ataduras con las que han silenciado nuestro ser.
Que así sea.
NORBERTO GANCI –DIRECTOR-El Club de la Pluma
elclubdelapluma@gmail.com –elclubdelapluma@hotmail.com
DOMINGOS DESDE LAS 10 HS.
POR FM 103.9 RADIO INÉDITA
Notas y Referencias
1 – “El Amante de Lady Chatterley” – David Herbert Lawrence
2 http://definicion.de/crisis/
3 “El Mundo Perdido” – Michael Crichton