Venezuela y Cuba, blancos de la guerra económica.
Los ataques económicos contra Venezuela y Cuba por parte de Estados Unidos han arreciado en los últimos tiempos, debido fundamentalmente a que estas dos naciones han sido y representan hoy los pilares más relevantes de la integración latinoamericana en contra de políticas neoliberales y neocoloniales que trata de imponer Estados Unidos en la región.
Cuba, a partir de 1959 se convirtió en un hueso atravesado en la garganta de las administraciones norteamericanas motivado por las posiciones soberanas e independientes que adoptó su gobierno, lo cual ha sido desde entonces una guía para los pueblos de la región.
Inspirados en ese ejemplo, surgieron varios gobiernos progresistas y democráticos en la zona que fueron atacados por diversas vías desde el poderoso vecino del norte. Ejemplos sobran: Brasil (1964), Bolivia (1964) Panamá (1964) Dominicana (1965), Chile (1973), Perú (1975) Granada (1983), Nicaragua (1979-1999), por citar algunos.
La llegada al poder del líder de la Revolución Bolivariana Hugo Chávez Frías, abrió un nuevo y amplio espectro para el devenir de los pueblos latinoamericanos, al establecer una estrecha relación con Cuba y brindar una mayor ayuda económica y social a otras naciones de la región, pese a los constantes ataques estadounidenses.
Desde la desaparición física de Chávez, las fuerzas de la derecha antidemocrática de Venezuela, apoyadas y dirigidas desde Washington desataron una fuerte ofensiva en todos los frentes económicos, entre los que se cuentan numerosas acciones terroristas, para intentar derrocar al presidente constitucional Nicolás Maduro.
La enorme arremetida antibolivariana ha contado con la anuencia de los innumerables medios de comunicaciones nacionales e internacionales, dominados por el gran capital, que no han dejado de emitir informaciones agresivas, tergiversadas y difamatorias con el fin de debilitar el amplio apoyo popular con que cuenta el gobierno de Maduro.
Con la anuencia del gobierno bolivariano se han creado en los últimos años varias organizaciones como la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA), Petrocaribe, la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), o también se han reforzados otro como el Grupo de Río, ky el Mercado del Sur (MERCOSUR) todos con amplias perspectivas integracionistas.
Como era de esperar, los gobiernos norteamericanos acostumbrados a dominar política y económicamente a la América Latina, considerada como su traspatio, no podía permitir semejante osadía.
En busca de revertir ese accionar latinoamericano, se enfiló hacia Caracas una abarcadora guerra económica encabezada por la oligarquía criolla (con el eje central en Washington) contraria a la política social a favor de la mayoría del pueblo llevadas a cabo por Chávez y continuada por Maduro.
Grupos terroristas asaltaron y destruyeron numerosos centros de atención de salud, fábricas, escuelas secundarias y universitarias; interrumpieron el tráfico, quemaron transportes públicos y hasta asesinaron a varias personas.
Los ataques de la oligarquía también se dirigieron contra la moneda venezolana y el régimen cambiario; se impulsó la especulación, el acaparamiento intencionado y el contrabando con el desvío hacia Colombia de alrededor del 45 % de los productos que entraban al país.
El gobierno venezolano, con prudencia e inteligencia ha logrado con grandes esfuerzos ir controlando la situación pese a que aun persisten las intenciones de tratar de derrocar al gobierno con la ahora llamada política de golpe suave.
En cuanto a Cuba, los ataques financieros para tratar de cercenar su economía se han convertido en un hecho cotidiano en el que diariamente empresas o bancos extranjeros que han mantenido relaciones de intercambio o prestamos con la Isla, han sido perseguidos y multados en aras de llevar hasta lo infinito las leyes extraterritoriales impuestas por el bloqueo económico establecido desde hace más de 50 años por Estados Unidos.
Desde 2007, Washington ha ejercido su inmenso poder político y económico contra más de 25 firmas financieras que realizaban algún negocio o manejaban fondos vinculados con Cuba.
Entre los primeros “sancionados” en 2007 aparecen el banco suizo Bawag que tuvo que cerrar cuentas con un centenar de clientes de origen cubano que residían en esa república alpina. Le siguió el Barclays, el cual ordenó a sus filiales de Londres clausurar las cuentas de dos empresas cubanas: Havana International Bank y Cubanacán, después de que la Oficina de Control de Bienes Extranjeros (Office of Foreign Assets Control, OFAC) del Departamento del Tesoro ejerciera presiones.
Le siguió la compañía aérea española Hola Airlines, que tenía un contrato con el gobierno cubano para transportar a pacientes que padecían enfermedades oculares y serían atendidos en la llamada Operación Milagro . La extraterritorialidad del bloqueo se reafirmaba.
Recientemente el banco francés BNP-Paribás pagó 8 970 millones de dólares por violar la sugestiva denominación de “embargo” económico y financiero impuesto por la Casa Blanca.
Son numerosos las bancas afectadas y otras estan en vilo, como las francesas Société Géneral y Crédit Agricole; la italiana UniCredit, el Banco de Irlanda, y las alemanas Deutsche Bank y Commerzbank.
Hace pocos días, la empresa de bebidas energéticas Red Bull North America tuvo que pagar 89 775 dólares por filmar un documental en Cuba sin la autorización del Departamento del Tesoro.
Innegablemente que la Casa Blanca ha llegado al extremo para tratar de ahogar económicamente a Cuba y Venezuela, pero los tiempos han ido cambiando en este mundo que ya no es solo unipolar y debe entender que esas políticas estan condenadas al fracaso.
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