Por Jean‐Louis Borloo y Jean Arthuis (*)
La celebración del 50 aniversario del tratado del Elíseo no debe ocultar el profundo malestar que afecta, desde hace algún tiempo, a las relaciones franco-alemanas. El fracaso de grandes proyectos industriales como la fusión entre EADS y Bae, o el cese de la cooperación entre Siemens y Areva, han dejado huella en un momento en el que nuestros países tienden a escoger caminos divergentes, sobre todo en el terreno de la competitividad y en el del empleo.
Ha llegado el momento de abrir un nuevo capítulo en nuestras relaciones, demostrando la audacia y el espíritu visionario que caracterizaron a Robert Schuman, al canciller Adenauer y al general de Gaulle en su tiempo. El tratado del Elíseo ha cumplido su función. Necesitamos un nuevo tratado para darle vigor a una integración franco-alemana que pueda definir la Europa política por la que militamos con todas nuestras fuerzas.
Como miembros fundadores de la UDI, tenemos Europa grabada a fuego en el corazón. Y es porque somos profundamente europeos que reivindicamos también el derecho de acotar la deriva de una Europa que muchos franceses ven ya sólo como una administración burocrática y distante, mientras deberíamos vivirla de forma colectiva, como una ambición. Esta ambición requiere coherencia y exigencia, pero también confianza.
Coherencia significa aceptar ceder parte de nuestra soberanía nacional para construir juntos una nueva soberanía europea, tangible e influyente en el juego de fuerzas mundiales. Comencemos nuestro camino federal con los países miembros de la zona euro, poniendo en marcha un auténtico gobierno económico, financiero y presupuestario de la Unión, para crear una unión fiscal europea y una convergencia al alza de las políticas sociales nacionales.
¡Hagamos de la zona Euro el laboratorio de la Europa política!
La coherencia debe ir acompañada de exigencias. En primer lugar, de una exigencia democrática, ya que no es posible una integración política complementaria sin una democratización reforzada. Por este motivo nos comprometemos a que en 2014 la UDI sólo presentará a las elecciones europeas candidatos y candidatas cuyos atributos fundamentales sean su compromiso con Europa y sus competencias. La Unión Europea no es menos legítima que los Estados que la componen, pero sufre enormemente de una falta de forma y de liderazgo. Proponemos que no deje de haber dos, tres, cuatro o cinco pseudo-presidentes de Europa, como es el caso hoy, sino un único y verdadero presidente que sea a la vez el jefe del Consejo europeo y de la Comisión europea. Para ser completamente legítimo, este presidente europeo único debería ser nombrado por un congreso de los pueblos de Europa (compuesto por diputados europeos y por representantes de los parlamentos nacionales), cuya sede estaría en Estrasburgo, y frente a quien cada año pronunciaría un discurso sobre el estado de la Unión.
Finalmente, confianza. Sí, Europa sigue siendo, para nosotros, la más bella aventura política de los tiempos modernos, único ejemplo conocido de una unión de Estados y de pueblos que no ha sido creada por la fuerza, sino por el derecho. Este es el motivo por el que Europa debe movilizarse imperativa y rápidamente, para defender los valores de libertad y de democracia amenazados de muerte en Mali, en el Sahel y en África occidental. Lancemos grandes acuerdos entre Europa y África. Para construirlos, exijamos a Europa estar también en primera línea cuando la defensa de este continente esté en peligro.
“Un político piensa en las siguientes elecciones. Un hombres de Estado en la próxima generación”, afirmaba de forma lúcida el italiano Alcide de Gasperi tras la guerra. Y es porque pensamos en las generaciones futuras que queremos ser los nuevos constructores de Europa.
(*) Presidente y vicepresidente del UDI, partido de centro-derecha francés http://www.parti-udi.fr/
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