Por Juan Moreno
Consejero del Comité Económico y Social Europeo
En la reciente conferencia que, con motivo de su 40 aniversario, la CES ha celebrado en Madrid, se han debatido tanto los avatares de su complejo alumbramiento en febrero de 1973 así como su consolidación (por medio de una meritoria ponencia de su dirigente histórico Emilio Gabaglio) y la difícil tarea actual de enfrentar los planes de austeridad y defender el modelo social europeo y el empleo.
El Tratado de Roma de 1957 que instituyó la CEE, no contemplaba la dimensión social y de hecho solo incluyó la creación del Comité Económico y Social y del Fondo Social Europeo, y el principio de la libre circulación de trabajadores. Mientras que el grueso del Tratado se centraba en la puesta en marca de un Mercado Común.
Esa marginación de los problemas sociales, significaba un retroceso en relación al tratado mas viejo de la CECA, y por ello no hubo durante muchos años una “legislación” social de la Comisión Europea. Este déficit y la inminencia de la primera ampliación (Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca) motivó a varios dirigentes sindicales nacionales, alemanes, británicos e italianos, sobre todo, para tomar la iniciativa de crear una organización sindical unitaria, autónoma de las Internacionales, que abarcara al sindicalismo de toda la entonces llamada Europa Occidental y exigiera un programa de acción social a la Comisión.
Tras vencer las reticencias de la CIOSL1 se abrió una negociación entre sindicatos cuyos países eran miembros de la CEE, y los que eran de países de la EFTA.
Se quería también superar el marco de los sindicatos “libres” por lo cual se negociaba en paralelo con los dirigentes de los sindicatos cristianos de la CMT. La línea roja eran los de orientación comunista afiliados a la FSM (CGT, de Francia y CGIL de Italia) cuya integración no se contemplaba, al menos en el primer momento. Pese a esas limitaciones derivadas de la confrontación Este-Oeste se trataba de poner en pie una organización con vocación unitaria.
Cuando se alcanzó el acuerdo con los sindicatos de la EFTA, aun no había consenso con los católicos, pues un conflicto entre las dos Internacionales, en relación a la OIT, interfirió en las conversaciones relativas a la fundación de la CES, pero se decidió ir a al acto constituyente (Bruselas, 8 y 9 de febrero de 1973) sin ellos, esperando que se incorporaran en una segunda convocatoria.
Por lo tanto la CES solo unió en principio a 17 confederaciones, todas ellas afiliadas a la CIOSL y de países de la CEE y de la EFTA, salvo la ilegal UGT de España, que estuvo representada por su responsable en el exilio.
Aunque la CIOSL dio su visto bueno a la convocatoria, e incluso se atribuyó la iniciativa, el secretario general Otto Kersten advirtió a los europeos en su intervención en el congreso que esperaba que la CES no fuera un “club de ricos”.
Puede decirse que la CES se creó entre 1973 y 1974, pues en ese ultimo año, hubo un congreso extraordinario para dar entrada a los sindicatos católicos y a la CGIL de Italia, que había abandonado la FSM. Pero aun quedaba mucho trecho para alcanzar ese objetivo. Los primeros estatutos pusieron algunos límites y trabas al carácter unitario de la CES en lo geográfico, en orgánico y en lo político.
CCOO no era miembro de la FSM, tenía una representatividad innegable y una posición pro-europea desde la época franquista, pero no fue admitida hasta diciembre de 1990 debido al veto que impusieron durante muchos años UGT y ELA-STV. Aunque contaba con el apoyo de más del 50% del Comité Ejecutivo, no alcanzaba en las votaciones los dos tercios necesarios. La unidad de acción entre UGT y CCOO impulsada por Nicolás Redondo y Antonio Gutiérrez a finales de los años ochenta ayudó a desbloquear la entrada de Comisiones en la CES.
La CES, pese a algunas iniciativas y acciones positivas, se estancó en su progresión a los pocos años de su creación. Ante las nuevas ampliaciones y el horizonte del Mercado Único y de la unión monetaria impulsadas por Jacques Delors, de nuevo los dirigentes sindicales de diferentes confederaciones pusieron en marcha un proceso de “autoreforma” de la CES, que cuajó en el congreso celebrado en 1991.
Se reforzaron significativamente sus capacidades y se la dotó de mayor poder de coordinación y de acción sindical, al mismo tiempo que consolidó su extensión a la gran mayoría del sindicalismo europeo e integró a la federaciones europeas de rama.
Entre los méritos de esa etapa fructífera de la CES habría que añadir su contribución a la homogeneidad del discurso sindical sobre Europa, basada en una postura crítica pero inequívocamente favorable al fortalecimiento de la UE. Y también la superación de los prejuicios ideológicos del pasado como muestra el hecho de haber tenido recientemente un vicesecretario general de la CGT de Francia y, en la actualidad, un presidente de CCOO.
En la década de los noventa la CES consiguió negociar con la patronal diversas directivas comunitarias, poniendo las bases de un dialogo social que desgraciadamente no progresaría hacia un marco de negociación colectiva europea por oposición de la patronal. También se pusieron en pie numerosos comités de empresa europeos, que favorecieron la participación directa de los trabajadores en la acción sindical europea y fortalecieron el papel de las federaciones europeas de rama.
La CES, que se había autoexcluído de la acción en el Este de Europa delegando ese papel en la CIOSL y la CMT, al producirse en esa zona los procesos democratizadores, ayudó a los nuevos sindicatos y les dio progresivamente entrada.
La CES se alargó con nuevos miembros (entre ellos la USO) convirtiéndose en una verdadera casa sindical común europea. No han faltado después respuestas de la CES a los ataques mas fuertes al modelo social europeo, como las propuestas de directiva de tiempo de trabajo o la de servicios (Bolkestein) pero el movimiento sindical europeo sigue, en lo esencial, muy replegado al ámbito domestico y los objetivos de europeizar las acciones sindicales siguen encontrando dificultades. Las acciones son todavía esencialmente domésticas cuando las causas y los efectos son plenamente europeos. La importante jornada de movilizaciones, convocada por la CES el pasado 14 de noviembre, pese a que las acciones más fuertes se hicieron solo en países del sur, significaron un paso en la buena dirección.
Las dificultades de la CES para europeizar las respuestas solo pueden corregirse si los grandes sindicatos nacionales dan un nuevo impulso a la CES, como los que dieron los fundadores en 1973, o como el que se produjo en el congreso de 1991, cuyo espíritu renovador debería retomarse.
(1) La Federación Sindical Mundial (FSM) se creó en 1945 agrupando a las tendencias comunistas y a las socialdemócratas hasta la salida de estas en 1949. La Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres, nacida en 1949 y formada mayoritariamente por sindicatos de orientación socialista. La Confederación Mundial de Trabajadores, nació en 1920, con el nombre de Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos (CISC) que cambió en 1968. CIOSL y CMT se disolvieron en 2006 para dar paso, con otras fuerzas, a la Confederación Sindical Internacional (CSI)
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