En Occidente quisimos creer que aquellas revueltas aparentemente espontáneas de hace dos primaveras, que incendiaron Oriente Próximo y el Magreb, en lo que llamamos desde aquí pomposamente “la primavera árabe”, constituyeron un movimiento por la democracia y los derechos civiles. Así nos gustaba verlo y seguro que algo de eso hubo. Y que las nuevas tecnologías jugaron un papel fundamental en su organización y su desarrollo. Puede ser.
Pero es sumamente interesante el artículo publicado por los profesores Marco Lagi, Karla Z. Bertrand y Yanner Bar-Yam (“The Food Crises and Political Instability in North Africa and the Middle East”), que demuestra que hay una sorprendente correlación entre el índice de precios de la alimentación de la FAO (la línea negra del gráfico de arriba) y la existencia e intensidad de las revueltas (los puntos rojos). Y que es una tendencia que se percibe en países tan distintos como Libia o India. Suena bastante verosímil: cuanto más cuesta acceder a algo tan esencial como la simple comida, más crece la inquietud social y las probabilidades de malestar y revuelta. Una vez más, conviene ir a lo más básico del animal comportamiento humano.
Los autores advierten que la tendencia al alza de los precios puede llegar a un momento peligroso en el verano de 2013.
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