Por Wilkie Delgado Correa
Cada 1º de junio, Día Internacional de la Infancia, es una fecha para recordar a los gobernantes y pueblos del mundo que existe un compromiso ineludible con las nuevas generaciones a fin de garantizar su bienestar y sus derechos.
A pesar de que la Convención de los derechos del niño ha sido el tratado de las Naciones Unidas que más adhesiones ha tenido, al ser aprobado y ratificado por casi todos los países, aún faltan dos que, por su excepcional sello de insensibilidad e inmoralidad, sirven para poner en evidencia la falta de reconocimiento formal por parte de éstos, Estados Unidos y Somalia, así como el no reconocimiento efectivo de todo lo estipulado, no sólo por estos dos países, sino por decenas o cientos donde aún no se garantizan las condiciones que son garantía del conjunto de derechos de los niños.
En octubre de 2010, la Responsable del Comité de los Derechos de la Niñez, Yanghe Lee, hizo un llamado a Somalia y a los Estados Unidos a ratificar la Convención de los Derechos del Niño, que eran sólo los dos únicos países que desde su aprobación en 1989 no lo habían hecho, y que establece los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos, así como también las especiales medidas de protección para todas las personas menores de 18 años de edad.
La Señora Lee apelaba encarecidamente a esos dos países a que ratificaran dicha Convención atendiendo a los mejores intereses de todos los niños.
Asimismo apelaba a los países que faltan por ratificar el Protocolo opcional para evitar el involucramiento de los niños en los conflictos armados (OPAC), sobre la Venta de niños y la Prostitución Infantil y la Pornografía Infantil (OPSC), ratificados respectivamente por 139 y 141países.
Después de casi dos años, ¿se habrá acordado en este día el ilustre Premio Nobel de la Paz y presidente de los Estados Unidos, el Señor Obama, que aún está pendiente la ratificación de la Convención de los Derechos del Niño? ¿Se habrán acordado los ilustres representantes y senadores de los Estados Unidos que aún el olvido de la niñez es equivalente a la no ratificación del noble tratado que hace obligatorio el cumplimiento de todos los derechos reconocidos? ¿Se habrán acordado de todos los niños norteamericanos que no merecen tan tamaño olvido, en una época en que se muestran tan alebrestados en aprobar legislaciones discriminatorias y de marginación para el interior de la nación, y cuantas leyes pueden concebir para entrometerse en asuntos internos de otros países y hacerles más difícil la vida a sus correspondientes pueblos?
Sí, aun falta mucho para construir un mundo más civilizado y presidido por un humanismo consecuente, cuando los niños, la esperanza del mundo, no son tomados en cuenta para garantizarles formal y realmente sus derechos, para que lo que es hoy enunciado noble sea concreción palmaria y efectiva en esos seres humanos que son los niños: nuestros amados y esperanzadores herederos para construir y hacer posible un mundo mejor.