Por Carlos Poblete Ávila*
Nuestro idioma -y no por capricho ortográfico- hace que una palabra o concepto, en virtud de cierta semejanza fonética, se transforme y vea modificado su sentido semántico, su significado. Es otra riqueza del idioma.
Tal situación sucede con las palabras "navidad" y "vanidad": obsérvese lo que ocurre con ellas, son las mismas letras y la misma sílaba desinencial. Una refiere al nacimiento, y la otra a lo vano, a lo vacío. Nacer es emerger a la vida: la vanidad es sucumbir en lo estéril.
En estos días de fin de año la febril actividad fenicia de masas se acentúa. Hay que consumir más porque la obediencia ciega manda. Son dos episodios: la Navidad propiamente tal y la despedida, la muerte del año todavía en curso. En una semana el mundo celebra y asiste a esos dos acontecimientos que son nacer y morir. Se dirá también que lo que se espera es otro nacimiento, esto es, el año que viene... Todo se puede acomodar.
En nuestro léxico y costumbre occidental Pascua y Navidad suelen ser lo mismo. El regalar en estas fechas viene desde la aparición de ese hombre que nació en Belén y que, en vida, de joven y adulto, dijo cosas muy distintas que esta humanidad todavía no comprende y no practica. Las palabras, las nobles prédicas, así como los buenos ejemplos, suelen caer también en los abismos de la amnesia.
Lo que hoy se vive es una vorágine artificiosa sin medida, "bien" pensada por los oscuros mercaderes fabricantes de la pirotecnia y la fantasía. Está bien dar a un niño un juego útil, no en vano fuimos inventados como buenos animales lúdicos. Ojalá los millones de hambrientos que existen en ese mundo de todas las carencias, tuvieran un pan que llevarse a la boca y no sólo en Navidad..., pero así no ocurrirá. En este otro mundo..., el del sarcasmo, ha de prevalecer la fiesta de las vísceras no ahítas de aquellos que asisten a sus siempre pantagruélicos banquetes.
Que en estas fechas el adulto que nada material reciba no se sienta un desdichado y aquél que nada regala no sea estimado un cicatero. Ni lo uno ni lo otro, porque el tema no es ése. Lo de fondo es que nos embarcaron en el marco estrecho y alienante del consumo del que aún no podemos escapar.
Tal vez llegue el fatal día... en el que el mejor regalo será una porción de agua, que no se podrá comprar, porque nadie querrá vender, entonces... el dinero será inútil.
Háganse realidad los derechos que consagrados no son regalos. Háganse parques, jardines y bosques; fúndense bibliotecas para los ciudadanos. No se siembren las ciudades con más áridas complejas estructuras mercantiles que insultan hasta el sentido de la belleza.
Sin ser un creyente como habitualmente se entiende y menos aún un religioso, respetando a quienes sí lo son, cito las palabras del apóstol Pablo, ante el anuncio de Cristo de su propia muerte, con el símbolo del pan y del vino:
"Celebremos, entonces, nuestra Pascua, no con la vieja levadura de la malicia y la perversidad, sino con los panes sin levadura de la pureza y la verdad".
*(Pseud. Lautaro Fucik) Profesor de Estado; Dirigente Internacional Docente en FISE; Director del Centro de Estudios Conciencia Crítica; Presidente de la Solidaridad con Cuba durante 16 años.
Chile, diciembre 23 de 2013
Imagen agregada: Tomada de “Trayendo el arte de Bansky a la realidad”
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