Por Pedro Díaz Arcia
Ante el riesgo de atentados de grandes dimensiones de Al-Qaeda o sus aliados contra objetivos oficiales o privados de Estados Unidos, el gobierno de Barack Obama decidió cerrar 22 embajadas y consulados del 4 al 10 de agosto, y emitir una advertencia de viajes a sus ciudadanos para que tomen precauciones adicionales en el extranjero hasta el 31 de este mes, según informó el Departamento de Estado.
Sin embargo, ¿cómo se explica que Washington no cerrara la Oficina de Intereses en La Habana (SINA), si incluyó a Cuba en la lista de países “patrocinadores de terrorismo” que dio a conocer en mayo?
Entre las naciones afectadas por el cierre temporal de estas sedes se encuentran, entre otros: Egipto, Jordania, Libia, Yemen, Arabia Saudí, y Kuwait, así como Madagascar, Burundi, Ruanda y Mauricio en territorio africano. Las oficinas en Kabul, en Afganistán, y Bagdad, en Irak, reabrieron sus puertas este lunes. La medida, calificada como un “exceso de cautela”, responde a la intercepción de conversaciones que constituyen una de las mayores amenazas para el país desde el 11-S, de acuerdo a declaraciones de legisladores que tuvieron acceso a la información.
Pero, reiterando la duda: ¿No podría una célula de Al-Qaeda desarrollar acciones bélicas contra la sede estadounidense en la capital cubana, como lo hicieron en los propios Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001?
La Casa Blanca sabe perfectamente que Cuba jamás ha realizado ninguna acción terrorista ni adentro ni afuera de sus fronteras. Mientras, ha sido víctima de horrendos crímenes como la voladura de la aeronave de Cubana de Aviación, en 1976, con el trágico balance de 73 civiles muertos, incluyendo el equipo juvenil de esgrima cubano. El hecho fue calificado por el Gobierno Revolucionario como “el primer ataque terrorista contra la aviación civil en el hemisferio occidental”.
El autor intelectual del atentado, Luis Posada Carriles, un destacado ex agente de la CIA, autor de otros ataques contra instalaciones cubanas e intentos de asesinato contra el ex presidente Fidel Castro, hoy se pasea libremente por Miami en medio de bochornosos homenajes.
Los antecedentes de la SINA se remontan a 1977, cuando bajo la presidencia demócrata de Jimmy Carter y luego de ingentes esfuerzos, ambos países anunciaron la apertura de sendas Oficinas de Intereses en La Habana y Washington, que fueron inauguradas oficialmente el 1 de septiembre de ese año.
Aunque estas representaciones deben ocuparse, según lo acordado, de asuntos consulares y otros temas de interés bilateral: la SINA considera, entre sus objetivos, el promover “una transición pacífica al sistema democrático basado en el respeto a la ley y a los derechos humanos individuales y abrir sistemas económicos y de comunicación” en la isla, en una clara intervención en los asuntos internos de Cuba.
De hecho, sus instalaciones se han convertido en un centro promotor de actividades de subversión interna, entrenando y financiando a grupos contrarrevolucionarios. Si alguien realizara una acción terrorista contra la SINA o contra alguno de sus funcionarios, den por seguro que se trataría de una autoagresión organizada por la CIA con el fin de justificar una nueva vuelta de rosca al criminal bloqueo que ejercen contra la isla por más de medio siglo, o de preparar una nueva invasión militar contra el país.
¡Quien tiene sobradas razones para cerrar la SINA es el gobierno de La Habana!
Tomado de Discrepando
*Profesor Titular de Historia. Fue miembro del cuerpo diplomático de nuestro país, como Viceministro de Relaciones Exteriores y Embajador en diversos países. Es, además, colaborador habitual de diversos órganos de prensa, ensayista y poeta.
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