Por Pedro Patiño Pedro Patiño, @pjph*
En un foro-taller que dicté en el municipio Sandiego de Alcalá, estado Carabobo, sobre la problemática actual que nos ocupa, como es el reclamo legítimo del territorio usurpado por Inglaterra y que luego paso a manos de la República Corporativa de Guyana, explicaba que, durante los 13 años de mandato del Presidente Chávez, el asunto del reclamo había estado de bajo perfil. Explicaba que el pensamiento del Presidente Chávez lo ocupaba mayormente las ideas del “Integracionismo” y cuando esto sucede, los límites fronterizos pasaban a un segundo plano. Hugo Chávez fue un paladín de la integración Suramericana y del Caribe. Más allá de límites o de fronteras, al presidente Chávez lo ocupaba la integración de zonas fronterizas: la visión moderna de una zona fronteriza, donde la cooperación, el intercambio, el desarrollo económico, social y cultural como parte vital de una perfecta integración de los ciudadanos de ambos países.
El término “frontera” pasará de moda dentro de muy poco tiempo, por ello debemos procurar nuestra participación activa y de intercambio con las zonas fronterizas. Más allá de la legalidad de nuestro reclamo, existe una comunidad (200 mil) de ciudadanos que esperan lograr mejorar su condición de vida. Si son venezolanos o guyaneses, no debe ser el tema en discusión, si no cómo podemos coadyuvar en la plena unión de voluntades para sacar de la pobreza a esa gran cantidad de hermanos que habitan ese inmenso territorio, el cual está siendo depredado por terrófagos y compañías mineras transnacionales, beneficiándose no sólo de bienes naturales y minerales sino expoliando y explotando a las comunidades que viven dentro de esa región oriental del país.
Debemos continuar con el propósito e ideas del Presidente Hugo Chávez con respecto a la integración. Han pasado 116 años desde el Laudo de París, y ¿qué hemos hecho al respecto? Exacerbar el chauvinismo no debería ser el propósito de cómo tratar este problema. Deberíamos preguntarnos, y hacer un ejercicio mental, sobre que haríamos con los 173.000 Km cuadrados y los más de 200 mil hermanos que habitan ese espacio geográfico. He escuchado algunos especialistas que sugieren dar cedula venezolana a estos hermanos, pero obviando que ya muchos de ellos poseen hasta tres nacionalidades, la guyanesa, la venezolana y la brasileña. Muchos son bilingües (inglés y español) y otros tantos miles dominan aparte de esos dos idiomas el portugués y el francés. Es decir, el problema no es dar cédulas, la cuestión debe ir hacia el intercambio, hacia la cooperación, hacia el crecimiento entre ambos, hacia el desarrollo económico y social de esa zona, como ya la hemos catalogado debe pasar de “Zona en Reclamación” a “Zona de Industrialización”. Creo que ninguno de los dos gobiernos se opondría a este interés mutuo de avanzar en mejorar la calidad de vida de los habitantes de esta zona geográfica y sus adyacencias.
El debate jurídico, que es importante, también debe abarcar el debate geopolítico. Debe darse puntualidad a la actividad humana aplicadas al territorio en cuestión; este carácter histórico, de unidad territorial, como hecho socio-político, debe regir los señalamientos a futuro en las negociaciones que han de venir. La frontera, como hoy se piensa, no pasa más allá de los fines militares y aduaneros. Este concepto debe ampliarse o modificarse. Ambos estado-nación, es decir Venezuela y Guayana, no perderían soberanía, en ningún caso, con la inclusión de este territorio en sus programas de crecimiento y desarrollo.
Quedarnos en la vieja diatriba (ya van 116 años) de quién es el dueño verdadero de ese territorio no va a simplificar las cosas. La historia otorga a Venezuela ese territorio, pero quien lo ha administrado en todo este tiempo ha sido Guyana. La explotación minera, en muchos casos depredadora del ambiente, la han otorgado los gobiernos que desde 1966 se han establecido en Georgetown. Venezuela, más allá de la pesca en los diferentes ríos que cruzan la Zona en litigio, no ha tenido nada que ver con el desarrollo de esa región, por ello es de vital importancia que las actividades industriales que a futuro se planteen, Venezuela tenga participación, este protagonismo que nos tocará desarrollar será utilizado como instrumento de integración pleno entre ambos países.
El caso de la provocación de la Exxon Mobil, nos debe preocupar sobre todo, a nivel de la participación política que trata de hacer esta compañía influyendo en las decisiones del gobierno guyanés. Por eso el diálogo debe ser permanente, debemos recurrir a los organismos de integración de nuestra América, tales como Unasur, Alba, Celac, Petrocaribe etc. Todas estas instancias deben ayudar a implementar un consenso, para definir las estrategias de intercambio, cooperación, ayuda, industrialización y desarrollo del Esequibo.
En hora buena, llegó este debate.
*Químico, Investigador de Asuntos Económicos e Históricos, Analista Político, Eco socialista y Bolivariano
Enviado por su autor, publicado originalmente en Aporrea
Vea Parte I en El Blog de La Polilla Cubana