Por Aixa Alfonso
El tránsito del máximo líder cubano por la Universidad de La Habana dejó huellas imperecederas que trascendieron las fronteras de la Casa de Altos Estudios.
Precisamente, al cumplirse diez años del histórico discurso pronunciado por Fidel en el aniversario 60 de su ingreso a la Universidad de La Habana, efectuado en el Aula Magna, el 17 de noviembre de 2005, resulta imprescindible rememorar algunos de los asuntos abordados por el Comandante en Jefe, los cuales están presentes en la contemporaneidad y reflejan el quehacer de la sociedad cubana en pos del bienestar de su pueblo, y la solidaridad perenne con otras naciones del Sur.
Iniciado el nuevo milenio -y en menos de cincuenta años de Revolución- la Isla había graduado unos 500 mil estudiantes en la Universidad, lo que actualmente alcanza más del millón de egresados de ese nivel de enseñanza. Y en esa intervención el líder cubano recordaba cómo, antes de 1959, los jóvenes de escasos recursos provenientes de familias pobres no podían llegar a estudiar una carrera, menos aspirar a alcanzar un título profesional.
Decía ante el auditorio de estudiantes y docentes: “Yo pude venir a La Habana porque mi padre disponía de recursos, y así me hice bachiller, y así el azar me trajo a una universidad. ¿Es que acaso soy mejor que cualquiera de aquellos cientos de muchachos, casi ninguno de los cuales llegó a sexto grado y ninguno de los cuales fue bachiller, ninguno de los cuales ingresó en una universidad?”. Y reflexionaba sobre cómo muchos jóvenes valientes, de probada entereza, nobles y sacrificados, no lograron ese sueño y dieron su vida en la lucha contra el régimen batistiano para redimir a la Patria y alcanzar la independencia requerida por millones de cubanos.
En ese emotivo encuentro fue analizada la precaria situación de salud y educación antes del triunfo revolucionario; existían zonas de la Isla que jamás habían tenido un médico, menos aún de familia, policlínico u hospital, y la gran mayoría de la población no tenía posibilidades de superación para sus hijos. Trataban de llegar al sexto grado, y no siempre era factible, en áreas rurales donde se aspiraba al menos a un primer, segundo, y tercer grado, de primaria, cuando más.
Hay que tener en cuenta que muchas familias debían utilizar a los descendientes mayores, entre 9 y 15 años, para que colaboraran con el sustento del hogar, viéndose en gran medida obligados a trabajar desde edades tempranas.
Posteriormente, recordaba duras etapas del proceso revolucionario, las agresiones y campañas subversivas y de propaganda contra el naciente Estado de obreros y campesinos en la década de los años 60. En ese entonces, más de la mitad de los médicos en activo marcharon a Estados Unidos donde las campañas mediáticas de comunicación ofrecían amplias prebendas a los profesionales cubanos.
Quedaron solo unos 3 000 médicos, con un 25 porciento de profesores. Y sin embargo, en la Mayor de las Antillas se han formado en estos años cifras de médicos y paramédicos varias veces superiores a las existentes en la etapa de dictadura batistiana.
Ello ha permitido a la Isla desempeñar un rol protagónico en la colaboración internacional de salud y en otras ramas del conocimiento. Miles de especialistas en disímiles esferas científico-técnicas han brindado ayuda solidaria en naciones de Asia, África, América Latina, y el Caribe.
Como señalaba Fidel en ese significativo discurso, brigadas médicas cumplen gloriosas misiones y se enfrentan en lugares inhóspitos y complejos al dolor y la muerte, lo mismo ante una tragedia natural, o por necesidad ante carencias de este tipo de capital humano.
Y continuaba apuntando de manera clara y diáfana; “...el mundo en que estamos viviendo, no es un mundo lleno de bondad, es un mundo lleno de egoísmo; no es un mundo lleno de justicia, es un mundo lleno de explotación, de abuso, de saqueo, donde un número de millones de niños mueren cada año —y podrían salvarse—, simplemente porque les faltan unos centavos de medicamentos, un poco de vitaminas y sales minerales y unos pocos dólares de alimentos, suficientes para que puedan vivir. Mueren cada año, a causa de la injusticia,...”.
Este y otros sustanciales asuntos que tienen plena vigencia fueron abordados ese memorable día por Fidel Castro, en la Universidad de La Habana.
Y por la profundidad de su contenido y el valor de sus ideas en las condiciones del mundo actual, resulta preciso sea de conocimiento de las presentes y futuras generaciones, ello constituye un perdurable legado para la juventud de Cuba y del mundo.
Fuente Tribuna de La Habana