Mi hermano de tantos años, Martin Guédez, uno de mis venezolanos imprescindibles, más que dirigir su reflexión al Presidente Maduro, lo hace como un llamado de atención a los que lo rodean, por el bien de la causa y de la Patria... Reflexión que invito a leer a mis hermanos cubanos, en estos momentos de transición en que aún los viejos dogales del bloqueo nos atenazan el cuello y otros son tejidos con hilos de seda por el vecino imperial. Que no cambia ni nombre ni apellido por "reconocer sus errores" pues sólo cambia de estrategia y de táctica, no de ideología.
Que los demonios del capitalismo no destruyan la esperanza, Camarada Presidente Maduro
Por Martín Guédez
En medio de una enorme crisis del sistema capitalista, transitando un momento histórico signado por una brutal guerra económica y psicológica contra el pueblo la Revolución Bolivariana debe prepararse con todas sus fuerzas a resistir desde sus esencias y sólo desde esas esencias más puras sin entregas ni transigencias que al final son restauradoras del diabólico sistema capitalista. La resistencia frente a los embates de la bestia herida sólo podrá librarse con éxito si los valores y principios más auténticos de la propuesta socialista animan y encarna en todos y cada uno de los y las patriotas. No hay otra forma, camarada Presidente, si los cimientos no son sólidos en vano se afanarán los albañiles según nos decía Jesús nuestro primer camarada.
Nuestros cuadros, misioneros o vanguardia revolucionaria –que al fin es todo lo mismo- deben estar profundamente preparados ideológicamente y profundamente comprometidos con los valores de vida del humanismo socialista para contagiar esos valores y principios que inexorablemente se comunican desde el contacto y el ejemplo como lo hace la gripe según nos decía Albert Camus. Al tiempo que colocamos los ladrillos para la construcción del edificio de la economía socialista debemos ir trabajando sin descanso en la formación de ese hombre y mujer nuevos que encarne sin desvíos ni retrocesos el cambio a la sociedad del amor, al final serán la mujer y el hombre quienes darán rostro, corazón, músculo y huesos a ese mundo nuevo.
Veamos: la pobreza de espíritu es la mayor revolución interior que debe operar en el corazón del hombre viejo en su tránsito hacia ese hombre nuevo. Es ese ir encontrando la felicidad en ser generosos, desprendidos, solidarios y buenos sin otra recompensa. Es la renunciación feliz a la tentación de dominio sobre las personas o las propiedades que son tan naturales en la vieja sociedad capitalista. Es encontrar en el cumplimiento del deber social el gozo de ser libre, útil y bueno. Es ser libre y señor especialmente de uno mismo, del interés propio, de la vanidad, de la soberbia, de los proyectos que no beneficien al colectivo. Es ser libre de acumular tesoros que esclavizan y que nos conducen a la traición (Mateo 6, 24 y Judas Iscariote como un doloroso ejemplo que tantas veces citaba nuestro Comandante Chávez.
A esta transformación interior imprescindible usualmente respondemos pasándole por encima con prisa, con displicencia, postergándola para luego, para otro momento que nunca llegará porque es cosa del ya y el ahora. Craso error, camarada Maduro, postergamos la decisión porque en muchos casos seguimos teniendo el corazón lleno de egoísmo, de soberbia, de protagonismo, de vanidad, de figuración y de un insufrible narcisismo. Postergamos el combate interior entre ese hombre viejo y el nacimiento del nuevo porque los vicios continúan dominándonos en lo esencial. Acaso no lo sepamos, quizás no le demos importancia, pero de esta forma estamos fatalmente inhabilitados para abrir espacio a las condiciones espirituales y concretas que alumbrarán al socialismo. Sin saberlo, quizás, atribuyéndoles cierto grado de inocencia, terminamos siendo en esencia radicalmente contrarrevolucionarios.
Ser socialista significa estar comprometido –felizmente comprometido, ni de mala gana ni de cualquier manera- en cuerpo y alma con un mundo igualitario y justo. Significa trabajar con humildad en la transformación –en primer lugar- del hombre egoísta y viejo que llevamos dentro. Significa tener repugnancia por las mieles y los privilegios propios de la vida burguesa no porque sean “amargos” sino porque son injustos y por eso tienen que repugnarnos. Significa irse muriendo al hombre viejo y parirse de nuevo (como el Nicodemo de quien nos habla Jesús en el Evangelio).
Significa utilizar todos los medios a nuestro alcance para transformar la filantropía y la caridad en justicia. Significa ensanchar el corazón y abrirlo de par en par al amor profundo por lo humano, por la naturaleza… por la vida. Significa, en fin, que la indignación se haga camino hasta desterrar la miseria, la injusticia y el terror de la faz de la tierra. Significa no descansar mientras haya una sola injusticia, un obrero explotado, un campesino sin esperanza, una mujer violentada o un niño sin escuela y hacer de esa misión personalísima nuestra Gran Misión de Vida.
No hay otra forma de experimentar el socialismo verdadero que siendo humildes y sencillos camarada Maduro. Hay que expulsar del corazón los prejuicios, los resentimientos viejos, los patrones de conducta egoístas para ir colocando corazón adentro los valores nuevos. El hombre nuevo es tarea personalísima, interna, profunda, desgarradora, dolorosa como todo parto, pero luminosa y llena de vida como todo parto también. Se nutre con lo que llega de fuera pero la esencia está en el interior del nosotros mismos. La teoría, la lectura, la experiencia viva y la ortopraxis en fin, nutren como el abono lo hace con la planta, pero el cambio siempre tiene que ser interior, tiene que ser internalizado, profundo, sustantivo y esencial.
Ser de corazón socialista significa abandonar el apego a los criterios y patrones arraigados por años de manipulación ideológica capitalista, significa asumirse desnudo para emprender el camino sin retorno en pos del hombre nuevo. Significa sumergirse en ese mar del mundo nuevo sin equipaje, sin cálculos, dejándolo todo, comenzando por dejarse uno mismo. Significa valorar en cada acto el bien que éste causará a los demás sin calcular el aplauso, la lisonja o el bien que éste nos proporcione en lo personal porque detrás de ello estaría el peor de los envilecimientos.
Cuanto éxito se coseche y no sea útil a los demás, a los que más necesitan, terminará siendo una insufrible pantomima camarada Presidente. Ha llegado la hora de la revisión profunda, acaso dolorosa pero necesaria, la hora de revisar lo que estamos haciendo, cómo lo estamos haciendo, porqué lo estamos haciendo, para qué lo estamos haciendo y todo ello camarada Presidente sin anestesia ni sucedáneos. ¿Estamos construyendo socialismo?, ¿estamos dando al pueblo lo que es del pueblo?, ¿estamos construyendo en nosotros mismos el hombre nuevo?, ¿qué dicen nuestras acciones, nuestras palabras, nuestros gestos y nuestro modo propio de vida?, ¿Expresan el socialismo que predicamos? Ese es el desafío camarada Presidente.
La boca habla de lo que en el corazón abunda. Si nuestras palabras, nuestros gestos y nuestra conducta son excluyentes así está nuestro corazón. Sólo quien anida en su corazón amor, paz, resolución y firmeza puede ser libre de sí mismo y contagiar libertad y socialismo. El hombre bueno y sencillo estará siempre conforme con satisfacciones simples, tendrá unas manos siempre abiertas para darlo todo y darse a sí mismo. El noble de corazón buscará siempre el bien común sin que le cueste esfuerzo, de modo tan natural como su aliento. Sólo el hombre nuevo de corazón podrá contagiar –de nuevo como la gripe- la esencia del socialismo camarada Presidente.
¡PATRIA SOCIALISTA O NADA!
AMANDO VENCEREMOS