Por Ilka Oliva Corado, desde EEUU
No sé en dónde escuché la frase “siempre nos quedará Paris.” Sin lugar a dudas para los amantes de las quimeras socialistas, la frase sería “siempre nos quedará Cuba”.
Que si bien es cierto ya no suena a sueño inalcanzable porque entre las macollas renace Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Brasil, Uruguay y Chile. –Centroamérica agoniza a causa de traidores, pero no la verán convertida en polvo, también hay gente honrada-.
Como que la mata de hierbabuena se volvió enredadera y crece y crece floreando en esperanza. Es hermosa la esperanza, dicen que es lo último que muere. Y a ésta se asieran líderes revolucionarios de la talla de Salvador Allende, Jacobo Árbenz y el propio Chávez, hijos de un semillero honrado y justo. Por la misma senda nuevos simientes que tienen toda la ilusión, la entereza y la fuerza para continuar en la búsqueda de una fábula llamada Patria Grande.
Despertar el primer día del 2015 con la efervescencia aquella de, ¡Patria o Muerte, Venceremos! El aniversario número 56 de la Revolución Cubana. Por los sucesos recientes entre Estados Unidos y Cuba, el ánimo aflora –sin confiarse del todo- y se vuelve malecón cubano, de pronto los Versos simples de Martí se escabullen para recitar bajo la luz de luna frente al mar, atraviesan fronteras y entran al corazón de todos los cubanos –revolucionarios- que desde el extranjero añoran La Habana Vieja.
Se ve entre la brisa de las nostalgias a un hombre tocando su guitarra y cantando El son de la alfabetización y con la melancolía en su voz, Hasta siempre y Canto a Camilo. Será acaso don Carlos Puebla, “El Cantor de la Revolución.” Al amanecer entre las olas y el horizonte rojizo llegan las notas de don Compay Segundo y su Chan Chan, que recorren caminos empolvados, sembradíos de tabaco y cañaverales, asoman en las ventanas de las escuelas, en el humo de los habanos y se posan en las caderas de las mulatas cubanas y en los pies de los hombres rollizos que llevan el ritmo en la sangre. En la honradez del trabajo y sus acciones consecuentes.
Al paso lerdo del tiempo, la Revolución sigue viva, más viva que nunca. Será porque no fue hipócrita, ni azadona. Será porque la lealtad es única y no se compra ni se vende. Será porque la tierra se honra. Porque la sangre es roja. Porque el rojo es vida, esencia y corazón. Será porque el amor enaltece. Porque los líderes fueron hombres cabales y no mamarrachos avaros. Porque el pueblo ha respondido respaldando la memoria de los caídos, la mirada, la palabra sincera y la acción justa de los que están y la semilla de los que vienen.
Claro que sí, siempre nos quedará Cuba. Para soñar, para aprender, para admirar, como guía, como sombra de palmera, como sendero, como ilusión, como realización. Como impulso y como fortaleza.
Siempre nos quedará Cuba y su Revolución. Siempre nos quedará su dignidad, su resistencia, su transparencia y su albedrío. Para que un día podamos decir: tenemos La Patria Grande y la República. Tenemos un mundo justo y equitativo.
Porque más allá de los sueños hay una cruda realidad, y en ésta: “por las sombras del camino/van los indios hacia el pueblo/van bajando la montaña porque es primero de enero…”
Tomado de Resumen Latinoamericano
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