La epopeya cubana
4 de Dezembro de 2014, 3:41Por Claudio Katz
Cuba aportó el mayor ideario de transformación social a varias generaciones de latinoamericanos. Su revolución conmovió a la juventud, convulsionó a las organizaciones políticas y sacudió a la izquierda.
En los años 60 el castrismo rompió todos los dogmas al demostrar que un proceso socialista era posible en el continente. A 90 millas de Miami introdujo generalizadas nacionalizaciones para responder a las conspiraciones del imperialismo. Posteriormente intentó una heroica extensión regional de la revolución.
La decisión cubana de resistir la restauración capitalista luego del colapso de la URSS generó un nuevo asombro. La población de una pequeña isla lindante con el centro imperial afrontó un sofocante aislamiento internacional y realizó inconmensurables esfuerzos para mantener su independencia.
La perdurabilidad de ese proceso fue determinante del cambio que ha registrado el escenario sudamericano. La reinstalación de una colonia estadounidense en Cuba habría obstruido la resurrección de los procesos radicales y limitado las victorias logradas contra el neoliberalismo.
Resulta muy difícil imaginar los avances de Venezuela o Bolivia sin el ejemplo de un país que supo confrontar con el poderío estadounidense. La repetición en la isla de la trayectoria seguida por Rusia o Europa del Este habría sepultado, por un largo período, todas las tradiciones revolucionarias transmitidas al continente.
Pero transcurridas más de dos décadas del desplome del desplome de la URSS y su bloque económico internacional (COMECOM) se han registrado importantes transformaciones en Cuba. Estos cambios contienen enormes posibilidades e incuestionables peligros.
Logros y desafíos
La principal enseñanza reciente de lo ocurrido en Cuba es la enorme capacidad de mejora popular que ofrece un esquema económico-social no capitalista. En medio de la penuria económica, el aislamiento diplomático, las provocaciones militares, las presiones financieras y la agresión mediática se logaron preservar parámetros de esperanza de vida, escolaridad o mortalidad infantil muy superiores al resto de la región.
Esta extraordinaria realización resulta incomprensible para los apologistas del capitalismo. Como no pueden presentar ejemplos equiparables, eluden cualquier mención de esos logros. Cuba demostró de qué forma se puede evitar el hambre, la delincuencia generalizada y la deserción escolar con escasos recursos.
El país afronta actualmente graves dificultades para mantener la gratuidad de los principales servicios, pero esas limitaciones son muy diferentes a las adversidades que predominan en los países semejantes.
Cuba no es Argentina, Brasil o México. Hay que comparar su situación con las economías latinoamericanas situados por debajo de ese escalón de desarrollo económico. Ninguno de esos casos puede exhibir el perfil de una isla sin desempleo, indigencia o pobreza masiva.
En la isla están cubiertas las necesidades básicas de la población. Todas las familias tienen acceso a la alimentación, la educación y la salud. La escasez de abastecimientos o la falta de variedad de los consumos, no incluyen a los bienes indispensables para garantizar esa cobertura.
Cuba cuenta con un excelente nivel de escolaridad. Un reciente estudio del Banco Mundial estima que su sistema educativo mantiene parámetros de formación profesional, en muchos planos semejantes al nivel de Finlandia, Singapur o Canadá (Lamrani, 2014).
También ha logrado un índice de esperanza de vida que supera en cinco años al resto del continente y cuenta con tasas de mortalidad reducidas en todos los grupos etarios. Consiguió el promedio más bajo de malnutrición de América Latina y uno de los porcentajes más elevados de conexión de viviendas a las redes de agua potable (Navarro, 2014).
El país preserva, además, el índice de seguridad alimenticia más elevado de la región y un bajísimo nivel pobreza (4%), en comparación a la media de Latinoamérica (35%) (Vandepitte, 2011). De acuerdo a las estimaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) Cuba es uno de los tres países latinoamericanos que ha logrado ubicarse en el casillero de alto nivel de desarrollo (PNUD, 2014).
Pero la isla afronta un serio problema para sostener esos avances. El estancamiento y las privaciones que siguieron al derrumbe de la URSS se atenuaron, pero obligan a implementar un giro económico. Toda la sociedad reconoce esa impostergable necesidad, puesto que nadie ha podido recuperar el patrón de ingresos vigente en los años 70-80.
El desplome del sostén soviético fue seguido por un agravamiento del bloqueo estadounidense (ley Torricelli en 1992 y acta Helms Burton en 1996). Ese cerco obstruye el comercio y genera costos monumentales. Un barco que toca puerto cubano no puede amarrar en Estados Unidos y al principal mercado del mundo no puede ingresar un producto con componentes cubanos.
La isla ha sufrido periódicas provocaciones que obligan al estado a solventar un gravoso aparato militar defensivo. El gobierno cubano necesita mantener 600.000 hombres en condiciones de acción bélica inmediata y debe financiar una estructura armada totalmente desproporcionada para las dimensiones del país (Isa Conde, 2011).
Además, en los últimos años el país padeció fuertes adversidades comerciales y climáticas. Cayó el precio de las exportaciones (níquel) y subió el costo de las importaciones (alimentos). Hubo huracanes, sequías e inundaciones de gran intensidad, especialmente entre 1998 y 2008. Estos trastornos no provocaron tragedias humanas como habitualmente ocurre en el resto del continente, pero que implicaron costos millonarios. La crisis internacional generó también una reducción de los ingresos del turismo, a pesar del moderado aumento de los visitantes.
La economía es gestionada desde hace varios años con cierto déficit presupuestario y el nivel de actividad es sostenido al filo de la navaja. El equilibrio comercial es tan ajustado como la financiación externa.
Cuba resistió la restauración del capitalismo con el gran sacrificio que implicó el “período especial” de los años 90. El impacto económico del desplome de la URSS fue demoledor. Todo el comercio de la isla estaba asociado con los países del COMECON y las ventas de azúcar a ese bloque solventaban el conjunto de los gastos externos.
El país se quedó sin nada y tuvo que asegurar su defensa y abastecimiento de bienes básicos, en condiciones de encierro y colapso del transporte, la electricidad y el combustible. Muy pocos regímenes políticos han logrado sortear adversidades de esa envergadura.
Un reciente estudio explica la fuerza de esa resistencia por la memoria de las transformaciones sociales logradas en los años 60-70. También resalta el rechazo a convertir nuevamente a la isla en un burdel estadounidense. El trabajo traza una aleccionadora comparación con la devastación de derechos populares padecida por los países del COMECON, que reingresaron al capitalismo durante el mismo período (Morris, 2014).
Pero al cabo de esa experiencia, Cuba no está en condiciones de continuar el camino precedente al socialismo. Salta a la vista la imposibilidad de erigir en forma solitaria una sociedad de abundancia e igualdad, en una pequeña localidad del Caribe. La continuidad de la revolución permitió defender lo conquistado, pero no asegura el desarrollo productivo y el bienestar material que supondría la consolidación del socialismo. Si en la URSS se verificaron dificultades para forjar esa sociedad cortando lazos con el mercado mundial, es obvio que Cuba ni siquiera puede concebir esa posibilidad.
El importante cambio de contexto latinoamericano ha contribuido a revertir el aislamiento del país. Se aligeraron las privaciones y se normalizó el funcionamiento de la economía, especialmente a través de la cooperación con Venezuela. Pero este desahogo sólo ayuda a sostener lo conquistado.
Tres problemas
Las mutaciones que debe encarar Cuba obedecen a tres cambios de largo plazo. En primer lugar, la nueva realidad geopolítica que introdujo el colapso de la URSS desajustó toda la estructura productiva. El país había amoldado su economía a una expectativa de grandes avances pos-capitalistas en el mundo o por lo menos en la región.
Siempre se supo que un alcance efectivo del socialismo era imposible en una sola isla y por esta razón se intentaron altos de niveles de complementación con los socios del Este. Esa conexión fue combinada con la apuesta a una sucesión de victorias revolucionarias en América Latina.
Esa estrategia política explica la elevada especialización que desarrolló la isla en médicos, ingenieros, educadores y militares. En torno a esas actividades se construyeron los valores de una sociedad que ponderaba a los héroes en combate, a los brigadistas y a las misiones internacionalistas.
El legado de ese período se verifica en muchos planos. Cuba aportó sus métodos de alfabetización, medicina preventiva y preparación militar a numerosos países de Latinoamérica y África. Este acervo fue particularmente compartido con Angola y Nicaragua en los años 70-80, con Haití (durante el terremoto) y actualmente con Venezuela (intercambio de educadores por petrolero) o con Bolivia (médicos y cirugías de alta complejidad).
Otra prueba reciente de esta especialización cubana en acciones de socorro y solidaridad es el cuerpo de médicos enviados al África para lidiar con la epidemia de ébola. Nada menos que el New York Times dedicó un elogioso editorial a esta acción, contrastando los riesgos que asumen esos profesionales con la reticencia estadounidense a enviar misiones al lugar. Más chocante es la negativa de las compañías de seguros a cubrir el financiamiento de esas operaciones (New York Times, 2014).
Los ponderados médicos cubanos son un producto de la educación militante que la revolución introdujo para apuntalar la expansión internacional del socialismo. Cuando esa meta se frustró, el país debió afrontar la paradoja de contar con una población educada y con ambiciones del Primer Mundo, en una frágil economía del Tercer Mundo.
Una masa de trabajadores y profesionales con altos niveles calificación y conciencia laboral se desempeña en una isla con industrias y sectores agrícolas de baja productividad. Este divorcio entre el alto desarrollo cultural e intelectual de la sociedad y el estrechísimo basamento económico tiene incontables manifestaciones. Los receptores del turismo, por ejemplo, cuentan con mayor preparación profesional que el promedio de los visitantes.
Esta desconexión genera difíciles problemas para quienes no encuentran trabajo con remuneraciones acordes a su especialidad. Que un taxista o un camarero multipliquen con toda facilidad el ingreso de un ingeniero o un médico es la mayor evidencia de esa extraña situación (Padura, 2010, 2012).
En los últimos 20 años Cuba registró cambios radicales en su economía, que generaron un segundo tipo de problemas estructurales. El país sobrevivió aceptando el turismo, los convenios con empresas extranjeras y un doble mercado de divisas, que segmenta a la población entre receptores y huérfanos de las remesas.
La aparición de este importante flujo de divisas determinó una transformación económico-social muy significativa. El grueso de los dólares ingresados no es invertido. Se transfiere al consumo, produciendo una fractura en el poder de compra entre los sectores favorecidos o privados de esa moneda.
Algunos analistas describen cómo este doble mercado creó una importante estratificación social. Los marginados de ese circuito viven con presupuestos ajustados y se alimentan con comidas austeras. Los que tienen divisas pueden disponer de mejores vestimentas, computadoras o teléfonos celulares (Vandepitte, 2011).
Esta brecha surgió en 1993 con la implantación de un doble mercado que buscó paliar la falta de divisas. Ese impacto inequitativo fue atenuado con políticas impositivas. Para adaptar el ideal igualitario a la adversidad externa, el estado acotó con gravámenes la nueva desigualdad.
Un tercer problema de la economía cubana deriva de la errónea imitación del modelo ruso de estatización completa. La fascinación acrítica con la URSS condujo en los años 70 a una inoperante extensión del sector estatal, que impactó en forma muy negativa sobre la productividad agro-industrial. Esa oleada de estatizaciones anuló todos los pequeños comercios y fabricantes privados. En 1977 se eliminaron los últimos vestigios de las actividades por cuenta propia.
Esas medidas desconocieron que la transición al socialismo sólo es factible mediante un paulatino avance del plan sobre el mercado, en función de la eficiencia lograda por el sector estatal en comparación al privado. Cuba repitió la modalidad rusa de estatización integral, sin considerar la aplicación de las estrategias más moderadas que adoptaron Yugoslavia o Hungría.
Todos los intentos para subsanar los inconvenientes creados por la estatización completa fueron infructuosos. El trabajo voluntario, la zafra de 10 millones o la rectificación de fines de 80 sólo aportaron paliativos. Tampoco fueron escuchados los cuestionamientos expuestos en algunos organismos de la época como el CEA (Centro de Estudios sobre América). El principal efecto negativo de esa estatización fue el declive de la productividad y la dependencia que mantiene Cuba de la importación de alimentos.
Seguramente esta equivocación obedeció a problemas teóricos (incomprensión de la transición al socialismo) y a manejos burocráticos. Pero también es cierto que no resultaba fácil compatibilizar la prioridad asignada a la estrategia revolucionaria continental, con políticas contemplativas hacia el mercado. El primer objetivo requiere un nivel de idealismo, heroísmo y equidad que choca con la vida comercial. Para los revolucionarios nunca fue sencillo equilibrar el romanticismo con el realismo. Lenin y Trotsky enfrentaron problemas muy semejantes a fines de los años 20.
Las reformas en curso
Para lidiar con este complejo escenario, el gobierno ha decidido ampliar la gravitación económica del mercado con el objetivo de favorecer la inversión. Después de muchas discusiones, y vacilaciones han comenzado a aplicarse las resoluciones discutidas desde el 2008 y sintetizadas en los lineamientos del 2011. Se relajan las restricciones vigentes para la pequeña actividad privada, se autoriza la creación de negocios y la contratación de empleados. También se anulará la libreta, habrá una paulatina liberalización de los precios y se buscará eliminar la existencia de dos monedas.
Las medidas incluyen una mayor autonomía en la gestión de las empresas estatales. Cada firma podrá manejar en forma descentralizada su presupuesto, adquirir insumos y vender productos en función de sus propios cálculos (PCC, 2011).
El objetivo inmediato es el ahorro de divisas. A diferencia de la ex URSS o China, Cuba no puede sobrevivir en la autarquía. Necesita dólares para adquirir combustibles e importar alimentos. Por esta razón se ha dispuesto reordenar las cuatro fuentes de ingreso de moneda dura: turismo, níquel, servicios profesionales y remesas.
Para reanimar la agricultura se entregarán tierras ociosas a la pequeña producción privada y a las cooperativas, buscando repetir la expansión que logró China en los años 80. Pero la isla no sólo enfrenta una escasa disponibilidad de tierras fértiles. También carga con un altísimo nivel de urbanización que dificulta los incentivos para trabajar en el sector rural.
El punto más conflictivo de las reformas es la introducción de un status de trabajadores “disponibles”, para todos los afectados por la reorganización de las empresas públicas. La falta de recursos obliga a transparentar la dura realidad de compañías deficitarias, que no pueden ser solventadas por el estado. Por esta razón se elimina el principio de garantía oficial del empleo. Se busca crear un nuevo segmento de ocupados en el sector privado y cooperativo, que absorba los recortes del trabajo estatal (Maiki, 2011).
El gobierno ha pospuesto reiteradamente decisiones que chocan con las aspiraciones de la revolución y con los valores pregonados durante décadas. Pero entiende que no le queda otro remedio. Las reformas pro-mercantiles son vistas como el único camino para superar el crítico estancamiento de la economía.
Estos cambios no implican por sí mismos un retorno al capitalismo. Este sistema presupone propiedad privada de las grandes empresas y bancos, formación de una clase dominante y generalización de la explotación. Las reformas no introducen ninguna de estas características. Amplían la gravitación de la gestión mercantil en el marco precedente. Se otorgan concesiones a la acumulación privada, con límites tendientes a evitar la restauración burguesa.
En los últimos años comenzaron a implementarse estos cambios. Se han dispuesto numerosas autorizaciones para la compra-venta de viviendas o automotores y se han distribuido parcelas cultivables. Aparecieron pequeños negocios (como los “paladares” de comidas) y numerosos emprendimientos comerciales.
Ya existe un clima de mayor actividad privada y se avizoran inversiones en el mejoramiento de las viviendas. La flexibilización introducida en este sector incluye restricciones a la propiedad de extranjeros y a la herencia, para evitar una corriente de compras desde Miami. Los principales convenios con empresas extranjeras están centrados en la renovación del Puerto de Mariel y en la construcción de una zona industrial en esa región.
Un punto crítico es la emigración de trabajadores calificados. Desde la eliminación de las trabas para viajar al exterior se ha registrado una fuerte corriente de salidas. Esta expatriación se verifica especialmente entre los graduados universitarios. Mientras no se genere trabajo para la masa de ingenieros, sociólogos o médicos será difícil frenar ese drenaje de materia gris.
La reorganización general del empleo ya comenzó con los 350.000 empleados que dieron el salto hacia los pequeños negocios. Los trabajadores por cuenta propia conforman una porción mínima (6%) de la fuerza laboral, pero podrían alcanzar un alto número en los próximos años.
El peligro de una gran oleada de corrupción junto a las reformas pro-mercado es una amenaza conocida. Hay más de 300 funcionarios enjuiciados o encarcelados por este motivo. Todos saben cómo esa enfermedad desangró a la ex URSS y afecta a China. Pero el principal desafío es acelerar el ritmo de crecimiento de una economía que no ha logrado expandirse a más del 2 o 3 % anual. Las inversiones son escasas y el financiamiento internacional no llega (Rodríguez, 2014).
Las reformas se desenvuelven hasta ahora en un marco semejante a la NEP ensayada en la URSS en los años 20 y en China en la era pre-Deng. No traspasan los límites compatibles con la continuidad de un proyecto socialista. La experiencia ha demostrado que el salto hacia el capitalismo no se produce por simple extensión del radio mercantil. Aparece cuando predomina el sector de la burocracia que favorece la reconversión de las elites en clases dominantes.
Lo ocurrido en la URSS demuestra que esa decisión política es el factor determinante del retorno al capitalismo. Las divisas para repetir este proceso de restauración no se encuentran en Cuba en manos de los funcionarios, sino entre los receptores de dólares. Pero los dirigentes definen cómo se utilizan esos recursos.
Cooperativistas y estatistas
La reforma se debate intensamente en la isla, desmintiendo la imagen de unanimidad o silencio que existe en el exterior. Todos los mitos sobre la ausencia de discusiones se basan en el desconocimiento de esas polémicas. Tres corrientes diferentes han cobrado forma en estos debates. Un planteo destaca la conveniencia de preservar la preeminencia del estado, otro promueve mayores mecanismos mercantiles y un enfoque autogestionario postula expandir las cooperativas.
La propia marcha de las reformas suscita también duros cuestionamientos al alcance previsto para el trabajo asalariado. Hay reclamos de establecer impuestos compensatorios y límites más precisos para esa contratación (Piñeiro Harnecker, 2010).
Otros señalamientos polemizan con medidas que ampliarían la desigualdad social (creación de campos de Golf, residencias exclusivas) y con iniciativas para permitir la adquisición de propiedades por parte de extranjeros (Campos, 2011).
Muchos cuestionamientos son formulados por los partidarios de reforzar las cooperativas. Promueven alentar las redes de almacenes en los barrios y reforzar las empresas de autogestión ya existentes (UBPC). Estiman que reavivará la economía sin fomentar el individualismo (Isa Conde, 2011).
Este modelo incentiva firmas auto-administradas que aprovechen el conocimiento de cada territorio y sector. Propone formas de control social por parte de los ciudadanos y los gobiernos locales sobre esos emprendimientos (Dacal Díaz, 2013).
Este enfoque se inspira en un balance crítico del ahogo burocrático sufrido por esas empresas. Recuerda que las UBPC enfrentaron trabas y tuvieron poca capacidad de decisión en los esquemas organizativos verticalistas del pasado (Miranda, 2011).
Con estos planteos se busca acotar el apetito por los beneficios que genera la reintroducción del mercado. Se defienden los valores socialistas, limitando la apertura a la iniciativa privada (Alonso, 2013).
Pero las cooperativas no resuelven por sí solas los cuellos de botella que afronta la economía. Aportan un complemento indispensable a las reformas introducidas para transformar las divisas atesoradas (o consumidas) en inversión. En el escenario actual, la creación de este sector de pequeña empresa privada es insoslayable. China puede aportar créditos y Venezuela petróleo, pero Cuba debe reciclar sus propias fuentes de ahorro hacia la actividad productiva.
Algunos cuestionamientos frontales a las reformas desde ópticas puramente estatistas presentan otro tono. Afirman que las transformaciones actuales abren el paso al capitalismo, repitiendo el giro que inicio Gorbachov con la Perestroika. Denuncian las “propuestas burguesas” de los documentos oficiales, atacan su contenido “anti-socialista” e impugnan su proximidad con el neoliberalismo (Fernández Blanco, 2011; Cobas Avivar, 2010).
Esta mirada retoma los viejos argumentos de la ortodoxia, sin explicar por qué razón la estatización completa afectó tan seriamente a la economía cubana. Supone que el colapso de la URSS obedeció a simples conspiraciones reaccionarias, omitiendo el rol asfixiante la burocracia y los privilegios que acumuló acallando el descontento popular. Con esa visión supone que Cuba puede congelar su situación actual, reciclando el estancamiento.
Este enfoque alerta contra peligros reales de desempleo y polarización social. Pero no aclara cómo se podría evitar la pauperización general reforzando un proceso de estatizaciones sin recursos. Es cierto que existe una posibilidad de gestación de clases dominantes con la malversación de los fondos estatales. Pero la única forma de contrarrestar ese escenario es ampliando el control popular.
La reintroducción del capitalismo no se consumará con el florecimiento de la pequeña propiedad. Ese fantasma sirvió en el pasado para reforzar comportamientos burocráticos y sofocar la iniciativa económica individual. No es cierto que la expansión del comercio derivará en la inmediata creación de grandes riquezas privadas.
Esa secuencia constituye ciertamente un riesgo, frente a un peligro mayor de colapso por simple languidecimiento. Cuba enfrenta alternativas de supervivencia que exigen optar por el mal menor.
Es puro fatalismo suponer que toda NEP desembocará en el capitalismo como ocurrió con la Perestroika. En el periodo que sucedió a muerte de Lenin el resultado fue completamente diferente. Se afianzó la colectivización forzosa y el estatismo coactivo. El desafío actual es evitar ambos desenlaces.
Los críticos afirman que las reformas son implementadas por una casta burocrática para perpetuar sus privilegios sacrificando la revolución. Pero no explican por qué razón no consumaron ese tránsito luego del colapso de la URSS. En ese momento tenían más argumentos que en la actualidad para abrazar la causa del capitalismo.
En los hechos este enfoque se limita a proponer alguna modalidad de planificación compulsiva, que en el mejor de los casos conduciría a recrear una situación semejante a la vigente en Corea del Norte. Cuba ha logrado evitar el encierro militar que padece ese país. El estatismo extremo aporta más problemas que soluciones a las disyuntivas que enfrenta el país.
Cuestionamientos dogmáticos
Una visión convergente con las críticas del estatismo extremo postulan los enfoques dogmáticos, que observan el curso actual de Cuba como una ratificación de la restauración capitalista (Petit, 2011).
Este diagnóstico no explicita los criterios que utiliza para caracterizar esa regresión y tampoco expone datos sobre ese proceso. Simplemente constata la existencia de ese retorno como un hecho que no exigiría mayores explicaciones. También sugiere que el imperialismo apuntala este proceso, como si la isla no padeciera un duro acoso estadounidense.
Esa mirada establece además una analogía con China, suponiendo que el curso capitalista pos-Deng se reproduce ahora en el Caribe. Con estas afirmaciones despacha el tema y sanciona el entierro de la revolución.
Otra caracterización inspirada en fundamentos parecidos ensaya argumentos más consistentes, polemizando con nuestra visión. Acepta distinguir períodos o modelos y evita enunciar la simple vigencia de un proceso restaurador. Toma en cuenta nuestra comparación con la NEP soviética y considera que presentamos un diagnóstico realista sobre los objetivos de las reformas pro-mercado.
Sin embargo estima que nuestra mirada es puramente economicista. Considera que introducimos comparaciones indebidas por la pérdida de una brújula política. Afirma que la NEP de Lenin podría coincidir con iniciativas semejantes en China o Cuba, pero estuvo inspirada en políticas revolucionarias ausentes en ambos países (Yunes, 2011).
Este enfoque valida a Lenin y desecha a Castro, a pesar de reconocer la existencia de orientaciones económicas parecidas. Justifica en el bolchevique lo que objeta en el guerrillero por un simple presupuesto previo. Una figura es endiosada y la otra descalificada, a pesar del rol equivalente que tuvieron en dos extraordinarias revoluciones socialistas del siglo XX. No se entiende por qué razón esa diferenciación invalidaría las semejanzas de programas económicos en coyunturas comparables.
Si la NEP rusa fue sólo meritoria por su bautismo leninista carece de relevancia como modelo para la transición socialista. Si por el contrario brinda pautas para combinar el plan con el mercado, es un esquema que puede ser valorado en distintas situaciones. Este segundo criterio permite entender su relativa aplicación en varios momentos de la URSS, China y Europa del Este. Evaluar esa instrumentación no implica recurrir a ninguna simplificación economicista.
Nuestro objetor denuncia a la burocracia como el principal enemigo de la revolución dentro de Cuba. Pero con esta genérica denominación no indica quiénes son exactamente esos conspiradores. Sugiere que la dirección castrista cumple ese rol de manera análoga a Gorbachov, como si la resistencia del “período especial” hubiera sido liderada por fantasmas.
El crítico denuncia a los funcionarios que acumulan el dinero que se utilizará en la reconversión capitalista. Nadie niega ese peligro. Pero de esa advertencia no se deduce la existencia de una ley de repetición histórica, que augura para Cuba el mismo destino seguido por la URSS.
Hay que presentar indicios del cuestionado enriquecimiento para evaluar el alcance de la involución denunciada. De lo contrario es puro prejuicio. En los últimos veinte años la dirección cubana dio muestras de ejemplaridad y austeridad y las principales manifestaciones de desigualdad involucraron más a los receptores de divisas que a los funcionarios.
Pero si todo el problema se redujera a señalar quién se enriquece, los dilemas de la economía cubana quedarían inmediatamente superados difundiendo ese listado. El mayor problema radica en definir una agenda: ¿Habría que prohibir el ingreso de divisas desde el exterior? ¿Convendría anular el turismo? ¿Se deberían cortar las inversiones extranjeras? ¿Habría que impedir el resurgimiento de la pequeña propiedad?
Frente a estos escabrosos problemas nuestros críticos optan por el silencio. Consideran que cualquier definición induce al “economicismo” y prefieren transitar por la nebulosa, olvidando que Cuba enfrenta dramáticas disyuntivas de subsistencia. De sus críticas a las reformas sólo se deduce la promoción de alguna modalidad de anulación total del mercado (como por ejemplo existió en Albania).
La otra opción sugerida es la convocatoria a una revolución mundial inmediata, que permitiría superar todos los dilemas del aislamiento construyendo el socialismo universal. Pero las propias dificultades que han enfrentado en la última centuria las corrientes dogmáticas para concretar esas victorias socialistas, ilustran la complejidad de ese camino.
Realismo y escepticismo
Los críticos depositan grandes expectativas en la democracia soviética para resolver las asfixias económicas cubanas. Resaltan la centralidad que le asignó Trotsky a este mecanismo, para superar los problemas de la economía rusa en los años 30.
Sin duda este aspecto es importante, pero al sobrevalorarlo se termina esperando resultados mágicos de su aplicación. La isla afronta embargos comerciales, provocaciones militares, penuria de aprovisionamientos, carencia de recursos y pérdidas de aliados estratégicos, que no desaparecen (ni se atenúan automáticamente) con mayores cuotas de democracia interna.
Trotsky era un político realista y nunca apostó al milagro de la democracia. Enfatizaba sus críticas a la contrarrevolución stalinista, pero enunció propuestas económicas muy precisas para Rusia. Se oponía a la estatización forzosa y proponía combinar el plan con el mercado en sintonía con la NEP. Ese esquema puede servir de antecedente a las reformas en curso en la isla (Trotsky, 1973; 1991: 55-72).
En el tema de la democracia hay que ser muy cuidadoso con las comparaciones. Trotsky confrontaba con Gulags y fusilamientos de bolcheviques que jamás existieron en Cuba. Al contrario, ese país fue el epicentro del proceso revolucionario con mayor nivel de democratización y participación popular del siglo XX. Logró consumar transformaciones sociales ciclópeas con un número reducido de pérdidas humanas. Además, mantuvo regímenes de excepción muy acotados en comparación a procesos semejantes, incluido el caso soviético de la era Lenin-Trotsky
Los dogmáticos ubican a las reformas cubanas pro-mercantiles dentro del paradigma ortodoxo neoliberal. Estiman que introducen un plan de ajuste, contrapuesto a la resistencia desarrollada durante el período especial (Yunes, 2010).
Lo más curioso de esta caracterización no es la ceguera frente al evidente abismo que separa a la política económica cubana de Thatcher, Merkel o Cavallo. Se presenta un contrapunto con lo realizado por el mismo gobierno en la década precedente. Los dirigentes que encabezaron una proeza de lucha contra el imperialismo, ahora implementarían las recetas de Washington. ¿Cómo se produjo semejante mutación?
La explicación dogmática habitual señala el “comportamiento bonapartista de Castro” frente a la “presión de las masas”. Pero resulta muy difícil encontrar alguna evidencia de esa relación, puesto que sobran los indicios opuestos de liderazgo oficial en la resistencia de los 90. Tampoco es fácil demostrar la existencia de rechazo popular a la posterior introducción de las reformas.
Los críticos navegan en una maraña de contradicciones. Cuestionan la baja productividad de la economía, pero sugieren encierros que acentuarían esa adversidad. Rechazan el aislamiento, pero objetan la alianza de supervivencia que estableció Cuba en el pasado con la URSS. Pronostican el fracaso de reformas económicas que recién comienzan, sin explicar por qué razón las previsiones de colapso cubano fallaron en los últimas dos décadas. Con ese tipo de miradas no se puede calibrar la excepcional epopeya cubana de los últimos 50 años.
En otros sectores del progresismo hay mayor cautela con los pronósticos, escasa preocupación por la naturaleza social del régimen y gran escepticismo sobre el futuro. Suelen remarcar el peso de la represión, el declive de la utopía libertaria y la consolidación de un sistema político autoritario (Stefanoni, 2013).
Pero olvidan que en las terribles condiciones de hostigamiento que ha padecido la isla se pudo concretar una revolución con inéditos grados de libertad. Este nivel de tolerancia no sólo superó los precedentes de Rusia o China, sino también al grueso de las experiencias nacionalistas radicales. El trasfondo del problema es la legitimidad de cualquier revolución y sus protecciones defensivas.
No es muy sensato suponer que los logros en la isla se habrían podido obtener sin sufrimientos, sacrificios y errores. La valoración de la revolución es particularmente importante en un momento de tantas presiones para convertir a Cuba en un “un país normal”. Con ese engañoso estandarte se puede enterrar todo lo construido en medio siglo y abrir las puertas para recrear la desigualdad y criminalidad predominantes en América Latina.
Oportunidades y expectativas
Algunos analistas registraron en los últimos años la existencia de un clima de entusiasmo con los cambios en curso. Destacan que Cuba vive una primavera que rompe con el inmovilismo (Burbach, 2013). Otros partícipes más directos de este proceso resaltan el impacto positivo del curso actual, pero advierten la necesidad de adoptar iniciativas de mayor democratización, como la reforma del sistema electoral y el acceso irrestricto a Internet (Campos, 2011).
En esta misma evaluación se inscriben las propuestas de nuevos esquemas de difusión de la información y control popular sobre la estructura estatal. Se remarca la tardanza en implementar los cambios y también la insensibilidad frente a las críticas (Dacal, 2013).
Esos desaciertos tuvieron negativas consecuencias en el pasado. El entusiasmo por un cambio no dura eternamente. Conviene recordar todas las oportunidades de renovación del socialismo que se perdieron en los países del Este. La frustración que siguió a la Primavera de Praga desmoralizó a toda una generación y facilitó la posterior restauración del capitalismo.
La apatía es el principal peligro en una sociedad que pasó la prueba del período especial, pero debe cicatrizar las heridas que dejó ese trauma. En la coyuntura actual hay que lidiar con la desesperanza que genera la necesidad del cambio y la preocupación por sus consecuencias. El giro hacia el mercado implica la adopción de medidas que muy pocos desean y todos comprenden (Guanche, 2011).
Involucrar a los ciudadanos en el manejo directo de su futuro es el principal antídoto contra los peligros de las reformas. Este propósito puede lograrse apuntalando la democracia socialista. La vitalidad de este sistema es un remedio efectivo contra la apatía. Lo ocurrido en la URSS debe servir de contra-ejemplo. Como la población se consideraba ajena al régimen político se mantuvo al margen de los cambios que restauraron el capitalismo.
Cuba cuenta con niveles de democracia real superiores a cualquier plutocracia capitalista. Sus líderes no son elegidos por una elite de banqueros e industriales, ni surgen de la cosmética publicitaria que construyen los medios de comunicación. Tampoco rige el terror contra la población o la intimidación que impera en varios regímenes policíacos de Centroamérica. Pero existen incontables manifestaciones de insuficiencia de la democracia en el sistema político y la prensa. Las reformas son la oportunidad para corregir esas deficiencias.
Si los cambios económicos logran combinar acertadamente las cooperativas, la pequeña propiedad y la primacía estatal, la recuperación de la economía renovará el optimismo. Las transformaciones productivas y comerciales podrían generar mejoras visibles en el nivel de vida de la población. El gran desafío es motorizar esos avances con el mercado, impidiendo al mismo tiempo la restauración del capitalismo.
La clave inmediata para sortear ese peligro es limitar la desigualdad social, mediante el mantenimiento de sistemas educativos y sanitarios públicos y únicos. La ejemplaridad de los dirigentes, junto a este soporte permitirá superar la nueva encrucijada que afronta el país.
El pueblo cubano ha demostrado una extraordinaria capacidad para sobreponerse a las dificultades retomando la confianza en la revolución. Es el país que exige mayor cautela a la hora de formular pronósticos. Muchas veces se dijo que no soportarían el bloqueo, las invasiones, las penurias o el aislamiento y siempre salieron airosos. Seguramente volverán a ganar la partida.
20-11-2014
REFERENCIAS
-Alonso, Aurelio, (2013), “Cuba: mentalidades en confrontación ante el desafío del cambio”, Academia de Ciencias, La Habana, 13-7.
-Borón, Atilio, (2014), “Padura en Buenos Aires”, Rebelión, 6/05.
-Burbach, Roger, (2013), “Cuba: Una primavera cubana, Punto Final, n 775, enero.
-Campos, Pedro, (2011), “Una batalla estratégica en el seno de la Revolución, por el futuro del socialismo”, enlacesocialista.org.mx, 06/03.
-Cobas Avivar, Roberto, (2010), “La patria es ara, no pedestal”, kaosenlared.net, 28/9.
-Dacal Díaz, Ariel, (2013), “Apuntes para preguntarle al contexto”, 1er Encuentro de Psicología Social y Comunitaria, La Habana 4-6.
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*Economista argentino, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz
(Fuente ALAI)
Tomado de Cubadebate
Foto Kaloian
Contra las guerras y contra el Imperialismo
4 de Dezembro de 2014, 2:52Por Manuel E. Yepe*
El año 2014 ha marcado el centenario de la I Guerra Mundial y el 75º aniversario de la II Guerra Mundial. De las dos grandes guerras imperialistas del siglo XX resultó el asesinato masivo de no menos de 80 millones de personas, entre soldados y civiles.
Es a partir de este triste recuerdo que el luchador pacifista estadounidense Wayne Nealis formula la propuesta de construir un fuerte movimiento por la paz inspirado en los principios de la “Liga anti-imperialista de Estados Unidos” fundada en 1898 y el trabajo de muchas organizaciones de luchadores contra las guerras en todo el mundo que condujeron a la creación en 1945 de Consejo Mundial por la Paz del que Estados Unidos es, aún hoy, activo afiliado.
Si bien no puede decirse que estos movimientos hayan tenido éxito deteniendo la guerra y la irracional agresión estadounidense, Nealis concibe que los luchadores actuales por la paz pueden aprender mucho de las experiencias de aquellos precursores.
Pero será preciso –dice– cambiar el pensamiento y la actitud de la gente acerca de la naturaleza de la política exterior de su país, orientada a las ganancias, los mercados y los recursos naturales. Sin entender el carácter imperialista de tal política se acepta la guerra como un mal inevitable, un fracaso de la moral humana o una escoria del cinismo.
Quienes activamente se han organizado para oponerse a las guerras, lo han venido haciendo una y otra vez pero, cuando cesan las hostilidades, los bombardeos o la escalada de sanciones, las acciones se desvanecen y nadie se interesa por conocer las causas de tales conflictos geopolíticos sistémicos.
“Comprensiblemente, muchas personas son manipuladas por la propaganda de guerra que coloca la agresión propia al amparo de razones nobles- como la lucha por la libertad y la democracia - y difunde mensajes que infunden miedo al adversario, frecuentes en tiempos de guerra fría y reciclados en la guerra contra el terrorismo. Este enmascaramiento de las verdaderas intenciones es otra razón por la que es necesario un enfoque antiimperialista que revele los motivos subyacentes tras la política exterior de Estados Unidos”.
Es opinión de Nealis que una nueva organización o coalición política que se funde para la promoción de la paz debe considerar incorporar el término "anti-imperialista" en su apelativo. “El nombre de la Liga anti-imperialista no dejó al público duda alguna acerca de la misión de la entidad o quienes serían sus adversarios”.
Esta elección delinearía la misión de la organización o coalición de modo que otras entidades de lucha por la paz que no están de acuerdo con la estrategia de lucha contra el imperialismo no se incluyan en ella. “Esto no debe malinterpretarse como crítica a los grupos de paz existentes”, solo subraya que el reto recaerá sobre quienes optan por el enfoque antiimperialista y están prestos a demostrar la efectividad de ese rumbo.
Otro propósito que lleva a Nealis a abogar por un movimiento explícitamente antiimperialista es el de crear un espacio político para la paz abierto a personas de mente liberal y políticos, organizaciones y sindicatos progresistas audazmente dispuestos a desafiar las estructuras y las amenazas imperialistas.
Varias encuestas de opinión pública indican que en los últimos dos años tiene lugar un cambio significativo en el pensamiento de los estadounidenses, lo que abre posibilidades para la construcción de un movimiento por la paz basado en principios antiimperialistas. Es un hecho notable teniendo en cuenta que los ataques terroristas del 9-11 sirvieron para concertar apoyo mayoritario del pueblo a los objetivos militares y la política exterior imperialista de Washington.
“Pero, transcurridos unos pocos años, los estadounidenses se han vuelto escépticos y cansados de la guerra y las agresiones”.
El pueblo estadounidense fue capaz de detener el plan de ataque a Siria en el verano de 2013 mediante un rechazo masivo que fue el más fuerte indicador de un cambio en la opinión pública que indica que es posible cultivar y organizar el movimiento por la paz de que habla Nealis.
Una segunda indicación de que los estadounidenses están comenzando a ser más escépticos sobre la política exterior fue su respuesta a las denuncias de Edward Snowden quien hizo públicos documentos secretos de inteligencia, denunció “una política exterior de mentiras” y, pese al intento oficial de demonizarlo y considerarlo un traidor, según encuestas, el pueblo valoró su acción de heroica.
La contradicción entre los objetivos imperialistas y un público escéptico seguirá creando oportunidades a un movimiento por la paz estadounidense con un programa de lucha antiimperialista que cierre filas con los movimientos nacionalistas de todo el mundo que exigen de Estados Unidos el cese de su intervención en los asuntos internos de otras naciones, la clausura de las bases militares en el extranjero y que deje su pretensión de actuar como el policía global.
Diciembre 3 de 2014
*Periodista cubano, especializado en temas de política internacional.
Enviado por su autor, publicado en su blog Manuel Yepe: Opiniones desde Cuba
Uruguay también rechaza al neoliberalismo
4 de Dezembro de 2014, 1:52Por Ángel Guerra Cabrera, @aguerraguerra
Las recientes elecciones en Uruguay confirman la tendencia del electorado en América Latina y el Caribe (ALC) a votar por la continuidad de los gobiernos antineoliberales, como hemos podido comprobar este año en El Salvador, Bolivia, Brasil y ahora en la patria de José Artigas. Desde 1998, año de la primera elección de Hugo Chávez, hasta la fecha, ni uno solo de ellos ha sido removido electoralmente. Únicamente apelando al golpe de Estado las oligarquías aliadas a Estados Unidos han podido derribar a los más débiles: el de Manuel Zelaya en Honduras y el de Fernando Lugo en Paraguay; procedimiento también intentado infructuosamente en Venezuela (2002), Bolivia (2008) y Ecuador (2010).
Pero la ratificación sucesiva de estos gobiernos no significa que los electores les hayan entregado un cheque en blanco para eternizarse en la función pública. Su permanencia ha dependido de la fidelidad a los programas por los que fueron votados, la eficiencia y honradez en su desempeño, su defensa de la soberanía y su vinculación con las necesidades y aspiraciones populares.
La ventaja conseguida en la contienda presidencial por el oncólogo Tabaré Vázquez sobre los candidatos de la derecha tradicional, a la vez que su formación Frente Amplio (FA) conservaba la mayoría en ambas cámaras del Congreso, ha significado en gran medida un espaldarazo popular a la obra de gobierno de la coalición que gobierna Uruguay desde 2004. Justamente fue el propio Vázquez quien ganó la presidencia entonces como su abanderado. Relevado en el cargo en 2009 por el también frenteamplista Pepe Mujica, carismático ex miembro de la dirección del guerrillero Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, que mantuvo y enfatizó las políticas sociales de su antecesor y se destacó notablemente por su política exterior, apegada a las ideas de unidad e integración de América Latina y el Caribe, jugando en equipo con Hugo Chávez, Evo Morales, Cristina Fernández, Rafael Correa, Dilma Rouseff y otros líderes de los gobiernos antineoliberales de la región.
Mujica entregará la presidencia con la tasa más baja de desempleo de la historia y habiendo sacado de la pobreza a 900 000 uruguayos, logros compartidos con Vázquez. Bajo su mandato se aprobó la ley de despenalización del aborto, de matrimonio entre personas del mismo sexo, de trabajo juvenil y de trabajo doméstico.
La contundente victoria de Vázquez, fue también un plebiscito sobre la gestión de Mujica, confirmado por el hecho de que 6 de cada 10 uruguayos apoyaban su desempeño y casi esa misma proporción votó por Vázquez. Es apreciable el crecimiento del apoyo al FA en provincias y entre la juventud.
En su primer mandato el oncólogo trató de promover un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, impedido por la central de trabajadores PIT-CNT y la oposición en las bases del FA, y pidió ayuda a George W. Bush contra una totalmente improbable agresión de Argentina. Estas acciones y declaraciones como que ha percibido un “cambio” en la actitud de Washington hacia América Latina y la oportunidad de llegar a "relacionarnos de otro modo, con tolerancia, con respeto, con igualdad de condiciones a pesar de las diferencias" han provocado críticas en sectores del FA, colectividad cuyo Plan Político expresa: “nuestra convicción anti imperialista y anti oligárquica, base fundamental y sustento de la unidad política que representamos”. A la cabeza de las críticas estuvo la ratificada senadora frenteamplista Constanza Morera, quien logró disputarle a Vázquez la candidatura presidencial en las elecciones internas ante el intento de que hubiese un único candidato.
El sector del que es referente Morera aboga por un giro a la izquierda a la política económica y social y una política internacional que propicie avanzar en la integración regional, la solidaridad con los gobiernos de izquierda y el rechazo a los TLCs, a la Alianza del Pacífico y a los tratados militares con el Pentágono. En definitiva, por seguir el rumbo indicado por los electores.
Ello implica también aprobar la ley de medios, ya presentada en el parlamento, para romper con los monopolios de la comunicación y avanzar en el cambio de matriz productiva dependiente de la exportación de materias primas.
"No puedo, no debo, ni quiero trabajar solo. Quiero contar con todos los uruguayos para que me acompañen", dijo Tabaré en el discurso de la victoria y pidió a las organizaciones populares que lo critiquen cuando haya que criticarlo. Alentadoras palabras.
*Periodista cubano residente en México y columnista del diario La Jornada
Enviado por su autor
Más dinero del Gobierno de EEUU para cambio de régimen en Cuba: 4,4 millones para generar spam
3 de Dezembro de 2014, 19:05
Washington Software, una empresa contratada para inundar a Cuba de correos electrónicos y mensajes de texto, ha ganado más de 1,2 millones de dólares en contratos del gobierno este año, según nuevos documentos publicado por el blog Along the Malecon.
La Junta de Gobernadores de Radiodifusión (BBG por sus siglas en inglés), contrató a esta firma el 1 de julio de 2011. Desde entonces, el BBG ha pagado a la empresa 4 398 409 dólares, según los registros que se encuentran en el Federal Data Procurement System (el Sistema de Datos de Contratos Federales).
La BBG, una entidad del gobierno de los Estados Unidos, supervisa la Oficina de Transmisiones para Cuba (Office of Cuba Broadcasting, OCB), que opera Radio y TV Martí en Miami.
Los casi 4,4 millones de dólares se han empleado en tareas como:
- Diseñar y operar un servicio de mensajes cortos o SMS, a través de una red social.
- El envío de mensajes de texto a Cuba a través de SMS
- Prevenir el bloqueo de los mensajes electrónicos desde la Isla.
- Programar computadoras para estos “servicios”.
- Envío de correos electrónicos masivos.
Washington Software tiene su sede en Germantown, Maryland.
(Tomado de Along the Malecon)
¿Las visas de EEUU generan violencia dentro de la disidencia?
2 de Dezembro de 2014, 15:57No sé si es mi "mala leche" congénita pero noto un cierto tonillo de desencanto y reproche en estos párrafos...
"Pocos grupos políticos en el mundo tuvieron tan buenas condiciones para crecer como la disidencia cubana durante la crisis económica de los años 90, cuando los apagones eran de 8 horas diarias, faltaban los alimentos básicos, escaseaban las medicinas y desapareció el transporte público.
En aquellos años la gente estaba desencantada, la Iglesia Católica coqueteaba con la oposición y esta contaba además con un apoyo internacional generalizado, a tal punto casi ningún político extranjero visitante dejaba Cuba sin haberse entrevistado con los disidentes más destacados".
¿Las visas de EEUU generan violencia dentro de la disidencia?
Con dos personas apuñaladas terminó una reunión de la disidencia. En un primer momento hubo mucha confusión porque Guillermo Fariñas declaró al Herald de Miami que fue atacado por “un agente provocador de la Seguridad del Estado, que irrumpió cuando se realizaba un encuentro opositor”.
Posteriormente cambió la versión afirmando a un periódico disidente de Cuba que “El agresor, José Alberto Botell Cárdenas, asistía a la reunión como miembro de la organización, cuando de forma inesperada esgrimió un cuchillo y comenzó a agredir a los asistentes”.
En tanto, varios blogs cubanos publicaron la fotocopia de una carta enviada por la Oficina de Migración de los EEUU a Fariñas en la que le dicen que, siguiendo sus recomendaciones, se les niega la visa a varios disidentes, entre ellos a José Alberto Botell Cárdenas.
Una carta de Migración de los EEUU dirigida a Fariñas demuestra que este intercedió para que le negaran la visa a Botell.
El prolongado silencio del norte me hace pensar que la carta que circula por internet es auténtica. De serlo representa un hecho sin precedentes, que las autoridades de migración estadounidense pregunten a políticos de otro país a quienes se les debe extender los visados y a quienes no.
El Nuevo Herald de Miami está preocupado por lo ocurrido y en un artículo de opinión les concede a los opositores el derecho de solucionar entre ellos sus problemas internos pero les advierte también sobre “la imagen que están dando al exterior algunas agrupaciones”.
Agrega el periódico que estas agresiones “forman parte de una situación alarmante” y que “en las últimas semanas se ha producido una escalada de denuncias y acusaciones, en algunos casos de recriminaciones mutuas, que perjudica la imagen de algunos miembros de la disidencia”.
El propio Guillermo Fariñas reconoce que está “ejerciendo como mediador en un conflicto que surgió entre las Damas de Blanco y la UNPACU en la zona oriental”. Hace poco tiempo las Damas de Blanco del oriente rompieron su relación con las de La Habana por problemas financieros.
El problema con las visas para los EEUU está provocando más de un altercado entre los opositores. El doctor Darsi Ferrer, máximo dirigente de UNPACU, recientemente hizo pública una protesta contra la sede diplomática de EEUU en Cuba porque le negaron la visa a su hijo .
Realmente durante los últimos años la disidencia está siendo más noticia por sus problemas y choques internos que por actividades opositoras. 4 temas la golpean, el reparto del dinero, el otorgamiento de visas de EEUU, el personalismo de sus dirigentes y la infiltración.
El exembajador de Washington en Cuba, Jonathan Farrar, reconocía en los mensajes secretos enviados al Departamento de Estado dos de estos problemas: el interés excesivo por el dinero estadounidense y el protagonismo extremo de muchos dirigentes de la oposición.
Lo que no reconoció fue que es el propio gobierno de los EEUU el que genera ese afán monetario cuando anuncia públicamente cada año la entrega de U$D 20 millones. Y ahora, según parece, crea un nuevo problema poniendo en manos de los disidentes el otorgamiento de visas.
El exceso de protagonismo de los diferentes líderes opositores no es nada nuevo, sin dudas ha sido y es el mayor obstáculo para la unidad de la disidencia, la cual continúa fragmentada en pequeños grupos incapaces de establecer una plataforma común que les dé una presencia real.
Existe además la penetración de los servicios de seguridad pero estos no crean las debilidades de la oposición sino que se valen de ellas para combatirla. Seguramente a estos les sería más complicado dividir si hubiera menos personalismos y más transparencia con las finanzas y las visas.
Pocos grupos políticos en el mundo tuvieron tan buenas condiciones para crecer como la disidencia cubana durante la crisis económica de los años 90, cuando los apagones eran de 8 horas diarias, faltaban los alimentos básicos, escaseaban las medicinas y desapareció el transporte público.
En aquellos años la gente estaba desencantada, la Iglesia Católica coqueteaba con la oposición y esta contaba además con un apoyo internacional generalizado, a tal punto casi ningún político extranjero visitante dejaba Cuba sin haberse entrevistado con los disidentes más destacados.
Tampoco la oposición tuvo la habilidad política para apoyar y empujar las reformas de Raúl Castro, a pesar de que algunas de ellas habían sido reclamos de la disidencia como la liberación de los presos políticos, la apertura migratoria o la multiplicación del trabajo por cuenta propia.
Recientemente, el disidente Darsi Ferrer acusó públicamente a la sede diplomática de los EEUU en Cuba de negarle una visa a su hijo.
Levantando solo las banderas de los DDHH, el pluripartidismo y la economía de mercado, los opositores han terminado con muy poca influencia en la población de la isla, tal y como confesara el exembajador estadounidense Jonathan Farrar a sus jefes de Washington.
Pero lo cierto es que son los propios EEUU los que generan las mayores debilidades de la disidencia, ofreciendo millones de dólares, visados selectivos y una agenda política muy abstracta que puede atraer votos en Miami pero ha demostrado ser poco atractiva para los cubanos de la isla.
Publicado en Cartas desde Cuba