Crueldades mercantiles contra la infancia: Ideología Chatarra para Niñas y Niños
22 de Agosto de 2015, 1:11Por Fernando Buen Abad Domínguez*, @FBuenAbad
En nuestras narices, con nuestro dinero, nuestras complacencias y complicidades –sepámoslo o no- se descargan, minuto a minuto, ráfagas de violencia ideológica contra los más indefensos en el imperio oligarca de la indefensión social. No importa el horario, no importa el tema y no importa el impacto… siempre hay un adulto o varios haciendo y diciendo barbaridades a destajo ante los ojos de niñas y niños victimados en todo el planeta. Y parece tan “natural”.
No contentos con el confinamiento diario a que niños y niñas, de cualquier edad, son sometidos en establecimientos “educativos” inventados para amaestrarlos “culturalmente”; tenemos al aparato ideológico de las religiones, las iglesias, las pedagogías y las didácticas insufladas con ideología publicitaria, con anti-valores individualistas y fanatismos consumistas a mansalva. Y el reino de la “tele”. No contentos con semejante avalancha de estiércol ideológico, se desarrolla un arsenal tecnológico demencial que hace de las suyas en las cabezas de los “menores” según el poder adquisitivo de los padres y como “premio” ideológico para “las horas libres”.
Esto no es una arenga contra la Educación, es una reflexión contra esa educación que el capitalismo impone como modelo sacrosanto de saberes indispensables para fecundar mentalidades dóciles, cómplices de las aberraciones consustanciales del modelo de saqueo y explotación depredadores que reina planetariamente. Esto es un llamado de atención no sólo sobre el papel que cumple el aparato ideológico de estado y de gobiernos gerenciadores de esclavitudes laborales e intelectuales a diestra y siniestra, sino también contra las jaurías de comerciantes que con toda impunidad inyectan, en las cabezas de los “pequeños” su basura en todo el planeta. El plan “educativo” del capitalismo ni es intocable ni es ingenuo y es obligación de los adultos presentar frentes críticos ante cada cosa que se impone a los niños y las niñas que no pueden defenderse ante semejante agresión legalizada y legitimada con indiferencia, ignorancia y apatía.
Muchos anhelamos una gran revolución educativa mundial que es impensable bajo las premisas del capitalismo. Premisas que son inhumanas, antisociales y enemigas del desarrollo integral de los talentos. Baste recordarnos siempre que la mayor industria capitalista es el negocio de las armas y las guerras el lado de la industria del “entretenimiento” y la manipulación psicológica de las masas sin detallar los negocios del narcotráfico y la usura bancaria.
Hay agresiones ideológicas contra niñas y niños en todas las temporadas del año. Las hay para la mañana, para el medio día, para los atardeceres y para las noches. Incluyen alimentos basura, conductas basura, valores basura y sistemas de premios o castigos y entretenimientos basura. Radio, televisión, prensa, Internet… juegos de mesa, juegos de piso, juegos de conjunto y juegos “digitales” a cual más pensados como mercancías de sometimiento y chantaje que los adultos pagamos y santificamos en beneficio de las más aberrantes lógicas de amaestradores.
El ya de suyo inmenso desafío de ganar la Batalla de las Ideas al capitalismo tiene frentes de urgencia y dificultad extrema y esos frentes son sin duda los espacios donde la agresión ideológica burguesa recrudece contra los más indefensos disfrazada como “payasos”, cereales “supervitaminicos”, confiterías y caramelos de toda ralea, juegos y juguetes perversos y cajas ilusionistas de toda especie incluida la especie “play station” y sus adlátere. Y los adultos son no sólo financistas, cómplices y proveedores sino son también agentes activos de la inoculación ideológica con argumentos plagados con barbaridades de tono paternal, maternal o didáctico. Cuando la víctima reproduce el rol del victimario.
Hay “papis” y “mamis” que se sientan, con gesto condescendiente, a jugar con las niñas y los niños con la basura ideológica que les provén. Cree que así cuidan mejor del sano desarrollo intelectual de sus críos y respiran un aire e satisfacción por el deber mercantil cumplido saturando con dispositivos de control las horas del “esparcimiento” familiar. Hay cuadros patéticos y hay que decirlo con toda crudeza fraternal. La crítica (y la autocrítica) no pude quedarse a las puertas del salón de juegos.
En un ejercicio de procuración social de salud mental para las relaciones inter-familiares, es indispensable un análisis minucioso, una semiótica de acción directa sobre el arsenal de juegos y juguetes, sobre el conjunto de los dispositivos materiales e intelectuales que pagamos y bendecimos para que se estancien en las cabezas de nuestros hijos. Es necesario y es indispensable un inventario de los objetos de entretenimiento o de formación que hemos puesto en manos de los “menores” y e necesaria una auditoria de los valores que de inicio o residualmente se imponen en la formación del pensamiento y de la acción con que queremos que nuestros hijos transiten la ida. Los resultados pueden ser horribles si somos honestos. Son nuestro retrato.
Ya sabemos que existe un catálogo enorme de justificaciones o excusas escapistas, creadas incluso por quienes fabrican los dispositivos ideológicos, para que zambullamos en las cabezas de nuestros “peques” dosis generosas de dispositivos enajenantes. Ya sabemos que hay murallas de conformismo, de repelencia y de obsecuencia… capaces de blindar la conciencia incluso con cataratas de palabrería obtusa. A todo galope. Y santo remedio, muchos “papis” y “mamis”, tras buenas duchas de saliva exculpatoria, saldrán felices a comprar más artilugios para domesticar a sus “retoños”. El capitalismo, con todas sus instituciones educativas, culturales o de “entretenimiento”, cuenta para hacer su trabajo con padres y madres cómplices, casa por casa. Cuenta con familias enteras para cumplir sus tareas alienantes. Y encima, hace de eso un gran negocio. Y lo pasan por la tele.
*Filósofo, intelectual y escritor de izquierda nacido en México. Militante marxista de numerosos movimientos e instituciones culturales y literarias de Hispanoamérica. Licenciado en Ciencias de la Comunicación, es director de cine y tiene una maestría en Filosofía Política y un doctorado en Filosofía. Ha sido rector y director de varias Instituciones culturales y de enseñanza. http://fbuenabad.blogspot.com/
Publicado en ALAINET
El presunto “fin del ciclo progresista”
20 de Agosto de 2015, 21:32Por Ángel Guerra Cabrera*, @aguerraguerra
Desde hace algún tiempo se ha decretado por las derechas, sectores de izquierda desorientados de América Latina y el Caribe (ALC), y también de Europa, el fin de lo que llaman ciclo progresista. Basan su afirmación en especulaciones muy alejadas de un auténtico trabajo de campo y del conocimiento, o la correcta interpretación, de la historia de luchas de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños. O, simplemente, la sustentan en sus deseos.
Existen, sin duda, elementos de carácter objetivo y subjetivo que han llevado a una disminución en el ímpetu ofensivo de los llamados gobiernos progresistas. Por demás, es bien sabido que los procesos populares y revolucionarios no son linealmente ascendentes todo el tiempo sino sufren marchas y contramarchas, flujos y reflujos por bien dirigidos que estén y por mucho consenso popular que hayan ganado.
Pero antes de entrar a ese asunto creo importante decir que prefiero otra denominación para esos gobiernos a la de progresistas, más adecuada en mi humilde opinión a la realidad de ALC después del ascenso a la presidencia de Venezuela por Hugo Chávez (1999). Por eso los califico como gobiernos que en distintos grados son independientes de Estados Unidos, se distancian de los dictados del Consenso de Washington, abogan activamente por la unidad y la integración latino-caribeña y por un mundo multipolar. Si atendemos a estos rasgos podemos decir que cumplen con ellos en alguna medida: Antigua y Barbuda, Argentina, Bolivia, Brasil, Cuba, Dominica, Ecuador, El Salvador, Granada, Nicaragua, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Surinam, Uruguay y Venezuela.
Retomando el hilo, es evidente que la desaparición en 2013 de un líder de cualidades tan descollantes como Hugo Chávez, desaceleró, no obstante los valiosos esfuerzos del digno Nicolás Maduro, el ritmo de avance que llevaban la unidad e integración de nuestra región. A ello se unieron la abrupta caída del precio de las materias primas, entre ellas el petróleo; el haber entrado algunos de los países mencionados en recesión como Venezuela y Brasil, o disminuido su crecimiento, con la consiguiente disminución de fondos para los programas de redistribución de la riqueza y el golpe al poder adquisitivo de la población; además, el tener que recurrir al crédito internacional, fundamentalmente de China, para compensar la caída de sus ingresos en divisas. Debemos añadir errores e insuficiencias en la gestión de los gobiernos y en la ejecutoria de sus partidos.
Pero antes de 2013 ya había comenzado otra variable fundamental: la contraofensiva de Estados Unidos y las oligarquías contra los gobiernos independientes y contra la unidad e integración de ALC, desde el ataque yanqui-uribista a territorio ecuatoriano y el restablecimiento de la IV Flota por Washington (2008), hasta los golpes de Estado exitosos contra los presidentes Zelaya y Lugo en Honduras (2009) y Paraguay (2012) y los derrotados en Bolivia (2008) y Ecuador (2010) contra sus homólogos Evo y Correa.
Todo ello antecedido por el golpe y boycot petrolero en Venezuela (2002-2003) y continuado en la última década con un permanente acoso desestabilizador contra esos gobiernos. Empeño en el que las llamadas industrias culturales estadunidenses - incluidos los conglomerados corporativos de comunicación de ALC-, sustituyen literalmente como armas de guerra a los ejércitos mediante el envenenamiento, embrutecimiento y engaño de millones de personas. Lo vemos clarísimo estos días en Brasil, Ecuador y Argentina. Sumemos los programas estadunidenses que forman activistas en las técnicas de las revoluciones de colores, que incluyen el uso de las redes sociales digitales.
Hoy vemos que además del embate prioritario contra Maduro, atacan a fondo a Correa, Dilma y Lula, y hostigan a Sánchez Serén. Pero no hay tal fin de ciclo. Lo que sí hay es golpismo de derecha debido a su imposibilidad de ganar elecciones a esos gobiernos.
La razón es sencilla. Pese a la crisis económica internacional que golpea también y duro a países desarrollados como Estados Unidos, Alemania, Francia y Japón los gobiernos independientes de Washington tienen logros sociales incomparables en ALC que llegan a quienes nunca tuvieron nada. Entre ellos, sacar de la pobreza a millones de personas, llevado a las aulas a millones de estudiantes, extendido apreciablemente la atención médica y elevado la calidad de vida de sus poblaciones. Volveré sobre el tema.
*Periodista cubano residente en México y columnista del diario La Jornada
Imagen agregada: Obra del artista Cesar Cumes Las huellas del imperialismo yanqui
Equidad, igualdad e igualitarismo: A propósito del VII congreso del PCC
20 de Agosto de 2015, 13:02Por Darío Machado Rodríguez *
El debate acerca de la justicia social, la igualdad y el igualitarismo, ha sido, es y será algo permanente en la sociedad cubana y gozará de primera prioridad siempre que no se abandone la orientación socialista de la construcción social y económica.
No está de más recordar que el tema es asaz complejo y que apenas se pretende con este artículo participar en el intercambio de ideas, en el razonamiento colectivo.
En un trabajo publicado en el periódico Granma hace unos 20 años, el 19 de marzo de 1994, titulado Firmeza de principios y cambio de mentalidad, se plantea: “Las medidas económicas que se requieren para el funcionamiento cabal de este principio (se refiere al principio socialista que reza: “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”) reclaman a su vez un cambio de mentalidad. Su aplicación hace emerger desigualdades reales, ya que las capacidades, habilidades, inteligencia y laboriosidad de la gente son objetivamente diferentes, aun cuando existan oportunidades iguales para todos.” Y más adelante: “Todos no podemos recibir lo mismo tanto porque no habría cómo hacerlo, como porque si lo pretendiéramos ello conduciría al inmovilismo y a la ineficiencia (…) Debemos fijar en nuestras conciencias que las circunstancias han cambiado radicalmente y que el modo en que debemos continuar los objetivos socialistas y comunistas deben adaptarse a la nueva situación (1).”
Sean las circunstancias de mediados de la década de 1990, las de hoy ya adentrado el siglo XXI, como las futuras, el tema de la igualdad y de la justicia social, debe ser objeto de sistemática atención.
La necesidad de esclarecer el significado de los términos
En el debate sobre la igualdad social los contenidos adjudicados a los términos empleados son difusos. No pocas veces se identifica igualdad con igualitarismo, o equidad con igualdad. Por ejemplo, he leído la frase “trato equitativo” entendida como el enfoque que toma en cuenta el ámbito social y condiciones de existencia de cada individuo, lo que confunde en mi criterio su significado con el de igualdad social.
La confusión de los términos, su carácter difuso, obedece a la cercanía de los contenidos que tratan, lo que obliga en primer lugar a la precisión de los significados que se tendrán en cuenta cuando se mencionen los conceptos de equidad, igualdad e igualitarismo. Y una vez aclarados los significados servirse desprejuiciadamente de ellos para el análisis.
El término equidad (equidad social), que se emplea hoy con mayor frecuencia en lugar del término igualdad (igualdad social), es un concepto que se ha tomado de la jurisprudencia, pertenece al terreno del derecho positivo, al significar originalmente el grado de discrecionalidad que tiene un juez para dictar sentencia en los marcos del ordenamiento jurídico real, existente y vigente en un determinado Estado, o sea, el derecho establecido, codificado.
En relación con los conceptos producidos en el terreno de la economía política en la época actual, la equidad social aparece efectivamente tomando distancia de la igualdad social en su contenido y significado ético y acercándolo a las normas del derecho. Desde el punto de vista de las realidades y el ideal, propongo aceptar la gradación siguiente: equidad, igualdad e igualitarismo.
Cuando se habla de distribuir equitativamente, el principio que rige es el de la equidad, es decir, de aquello a lo que hay, de últimas, derecho reconocido legalmente (2). En un sentido significa igualdad, pero con los límites en la legalidad establecida, es igualdad en la aplicación de la equidad. De hecho cuando se profundiza en el origen etimológico del término en la lengua castellana, las raíces griegas refieren la equidad como un derivado de la igualdad, pero también existe otra interpretación vinculada a la raíz εικοσ que significa “razonable o justo”.
La distribución bajo el concepto de equidad no es contraria a la moral pública, antes bien responde a la moral predominante en la sociedad. Eso es precisamente lo que avistó Marx cuando hizo la crítica al programa de Gotha al referirse a la sociedad que enrumba por el camino socialista como una realidad emergente del capitalismo y mantiene en lo económico, así como en lo intelectual y lo moral el sello de esa sociedad.
Sin embargo, lo anterior no obsta para enfocar la igualdad social desde un punto de vista ético, como algo que está más allá de la equidad social y a lo que puede aspirarse cuando hay un consenso de la sociedad lo suficientemente consciente y amplio.
Fuera del debate acerca de los significados y evolución histórica del término, en la actualidad el concepto de distribución equitativa se refiere a lo que está regulado jurídicamente y lo que está regulado jurídicamente en materia económica son las relaciones económicas existentes. De modo que en este plano referiremos la equidad a los niveles de igualdad social que están jurídicamente codificados, a partir de las condiciones del desarrollo económico de la sociedad y de los entendidos prevalecientes, en particular la psicología y lógica del intercambio de equivalentes.
La equidad aparece en este enfoque como el principio que asegura que las aspiraciones a la igualdad no mermen la eficacia del esfuerzo productivo, dadas las actuales condiciones de la división social del trabajo, el desarrollo tecnológico y la prevaleciente psicología y lógica del intercambio de equivalentes.
Igualdad social es algo superior, tiene una carga no solo económica y jurídica, sino, y principalmente, ética. Cuando hablamos de igualdad estaremos refiriéndola a otros ámbitos de la actividad humana. Puede incluso verse como el ideal aceptable para el largo plazo en nuestra sociedad, lo que no quiere decir que no se pueda ejercer en los límites que la realidad impone y, como se dijo arriba, cuando se tiene el consenso.
En consecuencia, hablar de “igualdad social” requiere su enfoque global, que debe incluir lo ético, lo político, lo económico, lo cultural. Reducirla a su argumentación desde el metabolismo socioeconómico solamente es un vicio tecnicista.
El igualitarismo es la hipérbole de la igualdad. Y obviamente, como principio universal resulta disfuncional en condiciones de la división social del trabajo actualmente existente y en construcción en la sociedad cubana, cuando el modelo económico en curso y para el futuro es el de una economía mixta con diferentes formas de propiedad sobre los medios de producción y servicios, y cuando predomina una psicología de intercambio de equivalentes. Ello no significa que no se puedan establecer algunas formas de distribución bajo un concepto igualitario, no solo por la carga de humanismo y justicia social que tengan, sin también por lo conveniente que resultarán para el desarrollo equilibrado y eficiente de la actividad social incluyendo naturalmente la económica.
El ejemplo de lo anterior lo tenemos en Cuba donde los niveles de educación y salud de la población constituyen una fortaleza fundamental para enfrontar los desafíos del desarrollo económico.
No olvidar el pasado (3)
En Cuba pre revolucionaria existían algunas de estas vías de distribución que se sustraían a la lógica del mercado y se practicaban como modo de coadyuvar a la estabilidad social y al decurso “normal” del metabolismo socioeconómico vigente, sin que llegaran ni remotamente a cubrir las necesidades de la población. Pero ni siquiera aquellas vías de distribución quedaban totalmente protegidas, pues no pocas prestaciones (en el terreno de la educación y la salud pública, por ejemplo) se veían invadidas por las prácticas clientelares que reflejaban la lógica mercantil de modo más o menos directo.
Muy frecuentemente las familias quedaban huérfanas de apoyo para educar y proteger la salud de sus miembros, quedando como únicas responsables frente a una realidad que les resultaba hostil.
Por otra parte, y siguiendo con el ejemplo de la educación y de la salud pública, el predominio de la propiedad privada alcanzaba a estos sectores y con ello funcionaba en estas actividades básicas de la sociedad la lógica del intercambio de equivalentes. Como resultado las minorías pudientes tenían acceso a estos servicios pagados y los demás tenían que acudir a los públicos insuficientes y a menudo contaminados por el clientelismo.
La condición de país capitalista dependiente y subdesarrollado subordinaba la mayor parte del esfuerzo productivo de la sociedad a los intereses del capital estadounidense y de sus socios locales, mientras que los propietarios de los medios de producción y de servicios no vinculados a estos intereses controlaban los resultados de casi todo el esfuerzo productivo restante, si se exceptúa la economía natural y los trabajadores independientes, recibiendo así los restos del pastel económico del país.
Aquella sociedad generaba numerosas deformaciones estructurales: monocultivo, mono exportación, diferencias abismales entre la ciudad y el campo, infraestructura deficiente, profundas diferencias sociales que, a su vez, aprovechaban los políticos de turno, reduciendo aún más los derechos de los más pobres con el clientelismo y el abuso de poder.
Al cubano pobre y necesitado de entonces le resultaba muy difícil cuando no imposible ascender, mejorar en la propia escala social que pautaba el mercado capitalista dependiente del país. La movilidad social “hacia arriba” era lenta y tortuosa, predominaba la inercia cuando no el empeoramiento de la situación social de las mayorías. La tiranía batistiana resultó ser “la tapa al pomo” del entreguismo de la oligarquía criolla a los intereses de los EEUU.
En resumen, había en Cuba una minoría en posición social ventajosa y una mayoría presa del sistema con escasas posibilidades de mejorar sus condiciones de vida.
Las cifras a veces esgrimidas por algunos analistas sesgados acerca de la cantidad promedio de vehículos, televisores, transmisores de radio, etc. superior en la Cuba de entonces a la de muchos países de la región no puede ocultar la realidad de injusticia social que predominaba en el país.
Nada que no fuera ya explicado por Marx, cuando afirmaba en El Capital que el capitalismo –y más aún el subdesarrollado y dependiente- solo sabía desarrollar las tecnologías y los procesos productivos minando las fuentes originales de las riquezas: el ser humano y la naturaleza.
El principio que aportará la energía para mantener el rumbo socialista en Cuba, partirá de la realidad misma, de su constante esclarecimiento acerca del capitalismo que sufrimos y el que podríamos volver a sufrir si la sociedad deriva hacia el predominio en ella del mercado y de la propiedad privada. De regresar al predominio del mercado capitalista sobre nuestra sociedad, no se podrá esperar otra cosa como no sea la depauperación social, el deterioro del ecosistema y la pérdida de soberanía e independencia.
Ahí volvería indefectiblemente Cuba en los planos económico, social y finalmente político, si la sociedad a través del Estado revolucionario y de la participación social real no va solucionando paso a paso en función de mantener regulada la acción del mercado, las contradicciones entre la propiedad social y la privada, el mercado y la planificación, el interés individual y el interés social, el interés nacional y el del capital de las trasnacionales, contradicciones que pueden y deben convertirse en oportunidades para superar social y políticamente al mercado.
Obviamente, todas las políticas y acciones en general realizadas en esta dirección deben ser objeto del consenso de la sociedad, de ahí que sea tan importante la labor ideopolítica sistemática, capaz de resumir la inteligencia colectiva.
Si algo puede definir hoy a alguien en Cuba como revolucionario y como marxista, es la convicción de que se volverá a las condiciones del pasado si la ideología y la política no juegan su papel en la sociedad, en primer lugar orientando los cambios en el metabolismo socioeconómico.
Sobre el punto de partida actual
Primero despejar el tema desde lo económico:
La economía mixta como concepto estructural y dimensión jurídica reconoce la diversidad de intereses en la actividad económica y, por tanto, una desigualdad económica que se suma a desigualdad de rendimientos individuales. En condiciones de una economía mixta es natural reconocer determinados tipos, magnitudes y niveles de desigualdad social.
La necesidad de reconocer la relación mercantil, que parte de la realidad de la psicología y lógica del intercambio de equivalentes, radica en el reconocimiento primero de su capacidad para contribuir a ordenar y hacer funcionar el metabolismo socioeconómico de la sociedad y, a partir de su ordenamiento, la posibilidad de regularlo subordinando su funcionamiento al mandato de la sociedad.
La consideración de que es imposible regular al mercado, es el reconocimiento de la eternidad del sistema capitalista con sus nefastas y catastróficas consecuencias sobre los seres humanos y la naturaleza.
La consideración de que ello es posible es el fundamento del camino socialista.
Esa capacidad debe ser vista como un complejo de acciones combinadas: regulaciones jurídicas, económicas, organizativas, ideológicas, políticas, culturales, comunicacionales. No se trata solamente de una justa y proporcionada política impositiva sobre todo tipo de actividad económica, sino de la integración de acciones en una misma dirección: regular el mercado, con la fortaleza fundamental del predominio de la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción de bienes y servicios.
Pretender que puede alcanzarse la justicia social del socialismo desde la redistribución de lo que se recaude por impuestos procedentes de la actividad económica privada, y que por ello no hay que poner límites a esta propiedad, porque “si producen más habrá más para todos”, no solo es nuevamente un enfoque economicista, reducido, sino que supone que los fundamentos jurídicos y políticos del Estado socialista cubano no terminarán minados y finalmente destruidos, bajo el impulso del afán de lucro y la corrupción, tanto externos como internos.
Es una realidad que la crisis económica en Cuba no ha generado una crisis política, pero no es un cheque en blanco respaldado por un capital inagotable. Es preciso ubicar en perspectiva política los cambios económicos en curso. Ese pensamiento que postula: “resolver primero el tema económico y después ver lo político” contiene la ingenuidad de separar la economía de la política.
La única garantía de poder aspirar a mantener una orientación socialista de la economía radica en el predominio de la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción y servicios, una legalidad que lo ampare y un Estado que la articule eficientemente, junto con una regulación colectiva de los trabajadores en cada unidad productiva o de servicios. Todo ello con el correlato ideológico de la actividad política y cultural que postule y promueva los valores humanistas del socialismo (4).
Quiero recalcar que digo expresamente “garantía de poder aspirar”, ya que se necesita una capacidad organizativa y una vigilancia política anclada en la participación popular, porque no basta que predomine la propiedad social. Si predomina la privada, no hay posibilidades, pero si predomina la social no es automático que funcionará como miel sobre hojuelas el metabolismo socioeconómico socialista de modo eficiente.
Todo un entramado de formas organizativas diversas, normas legales, control político, vigilancia popular, serán indispensables. Pero sobre todo, control popular.
Sin un anclaje popular en cada lugar donde se generan las riquezas, en el que cobre real sentido la importancia social de la actividad económica y también la actividad sindical y política, donde se aprenda en la práctica a dirigir y a responsabilizarse colectivamente con las decisiones que deben tomarse con estricta observancia de las leyes, la actividad económica terminará gestionada con un sentido puramente técnico, administrativo, de ordeno y mando, burocrático y todo el edificio social terminaría manejado por una superestructura que dejará de mirar “hacia abajo”, hacia la sociedad, que mirará solo “a los lados” y “hacia arriba”, generándose una tecnocracia y una burocracia, que se alejarán cada vez más de los trabajadores, de quienes crean las riquezas, sustrayéndoles el derecho a representar al colectivo laboral ante la sociedad y a la sociedad ante el colectivo laboral.
Lo anterior no niega, sino presupone las estructuras necesarias de dirección, las responsabilidades individuales, las diferenciaciones en la remuneración en función de esas responsabilidades, pero regulada por el colectivo laboral en los marcos establecidos por la ley.
En la coyuntura actual y futura de la sociedad cubana no podrá llevarse adelante ningún proyecto de desarrollo que responda a los intereses de la nación, si no se hace más eficiente el papel del Estado, si no se mantiene la cohesión de la ciudadanía alrededor del poder político del pueblo trabajador, y si no se transfiere poder hacia las bases de la sociedad, sin por ello perder vitalidad en su cohesión. Lo anterior es lo que significa efectivamente la descentralización del poder, el empoderamiento real de los trabajadores.
El socialismo implica desarrollar las fuerzas productivas desde la auto-organización de los trabajadores y desarrollar la auto-organización de los trabajadores desde el desarrollo de las fuerzas productivas, dentro del principio de proteger la naturaleza y los seres humanos. La legalidad socialista debe encontrar el modo de codificar esta relación.
Sobre las otras dimensiones de la igualdad social
La sociedad es más que economía. Parece algo obvio, sin embargo, no pocos pretenden resolver los problemas sociales buscando soluciones económicas y olvidando las restantes variables. Es un tema que hemos discutido en otros trabajos (5) .
Una de esas variables y forma de la igualdad social es la igualdad política de los cubanos. Ella es una de las dimensiones más efectivas que tiene el país, sin ser, ni mucho menos, lo mejor que puede y podrá hacerse. Esa igualdad política se asienta en última instancia en la igualdad económica que significa ser copropietarios colectivos de los medios fundamentales de producción y servicios y demás propiedades socializadas, pero en primer término es un fundamento jurídico político codificado por la ley, una expresión de la institucionalidad y ciudadanía cubanas, un derecho conquistado por la revolución socialista una ética consustancial al socialismo en Cuba.
La igualdad social es un concepto que incluye una serie de variables cuya influencia forma parte del bienestar, la satisfacción y la felicidad de los individuos, variables que rebasan la equidad. La igualdad social se refiere esencialmente a la igualdad ante la ley, la igualdad de oportunidades, el trato correcto, igual y sin discriminación, por motivo de sexo, género, etnia, raza, posición social, los derechos de participación en las decisiones, la libertad de palabra, la libertad de asociación.
No creo necesario abundar en porqué todo ello es posible en condiciones de existencia de un único partido en la sociedad cubana. Baste señalar que la existencia de múltiples partidos para nada es garantía de una real libertad de expresión y de asociación, que es lo generalizado en las democracias representativas del capitalismo, en las cuales se alinean detrás de intereses corporativos las diferentes formas de asociación política generadas o cooptadas por esos intereses, que amordazan y secuestran la democracia, violentan las leyes y su cumplimiento, manipulan la información y los medios de comunicación, impiden la justicia social.
A la vez, el pluralismo político, ese que permite todas las opiniones políticas no depende de si hay uno o más partidos, sino de si hay o no pluralismo político en la sociedad, si se ampara legalmente, si la libertad de expresarlo tiene espacio en la sociedad. Si lo que se dice tiene real valor para las decisiones trascendentales en el país. De ahí el llamado de Raúl a conquistar toda la democracia posible.
Todo ello también deberá ser objeto de discusión en el proceso de reconstrucción del consenso, urgente e imprescindible dado el grado avanzado de las decisiones en curso en materia económica y por su importancia política en la sociedad cubana.
La desaparición del conflicto Este – Oeste que influyó en los procesos sociales en el mundo entero con magnitudes y formas diferentes, dio lugar a la aparición de una conflictividad política mucho más compleja y difícil, pero a la vez también nos ha obligado a entendernos mejor a nosotros mismos, pasar balance de logros y carencias, quedarnos con lo más auténtico de nuestra experiencia social y política, y a proyectar nuestros análisis de modo más ágil y con una responsabilidad mayor, dada la conciencia que tenemos hoy de las realidades y del valor de los principios.
La “cuadratura del círculo”
De nada vale “descubrir” y afirmar que la desigualdad es inevitable en la actualidad y en el futuro. Hay que definir dónde y en cuáles magnitudes está hoy esa desigualdad, cuán justificable es no solo económicamente, sino también jurídica y éticamente. Tampoco tiene sentido o utilidad alguna afirmar que esa desigualdad hay que minimizarla, que no se puede perder la orientación socialista hacia la igualdad social, todos esos planteamientos no pasarían de ser simplemente “declarativos”, actos de fe, posiciones que muchos compartimos, pero que no ofrecen enfoques útiles para encontrar las salidas.
Es cierto que no es sencilla la solución, sino muy compleja. De cara a los problemas del presente y a la proyección futura es preciso establecer criterios básicos y el modo de asegurarlos junto con toda la proyección de desarrollo de la sociedad porque, incluso compartiendo declarativamente esos criterios, pueden practicarse políticas contrarias totalmente a ellos.
Por tal razón hay llevar el debate hasta su concreción en postulados básicos que no deberían ser en ningún caso trasgredidos, los que deben mantenerse anclados en la nueva constitución del país y en las leyes, como límites a la búsqueda de rentabilidad y producción “a cualquier costo”.
Obviamente, la definición de esos postulados básicos no puede ser obra de un grupo de iluminados, sino que tiene que ser algo discutido con toda la población del país en un debate amplio, en el que tengan cabida todas las opiniones sea cual fuere su argumentación, que fomente del desarrollo de una subjetividad enriquecida y que termine expresando fielmente aquello que goza del mayor consenso de la sociedad.
Tal debate debería estar hace rato manifestándose en nuestros medios de comunicación, pero al menos es posible comenzarlo ya y debe procurarse que tenga el tiempo necesario para que madure en la conciencia de la sociedad, esto es de los trabajadores, las amas de casa, los jubilados, los estudiantes, los militantes del partido y de la juventud, las mujeres, los jóvenes, los dirigentes administrativos y políticos, las instituciones económicas, políticas, jurídicas, sociales y culturales, en fin la sociedad en su conjunto. Un asunto de tal envergadura requiere que se le trate como tal.
Concretar el debate
Obviamente los temas a incluir dependerán de cómo se enfoque su planteamiento. A continuación me referiré a algunos que considero no deben faltar.
El predominio de la propiedad privada es el predominio del capital sobre el trabajo y el predominio del mercado sobre la sociedad. En consecuencia, lo primero y fundamental es el establecimiento de límites a la propiedad privada. Si ello no se define, si se deja al arbitrio de las decisiones posteriores, se corre el peligro del crecimiento y empoderamiento del mercado y sus leyes en lugar de su limitación y regulación (6) .
Algunas vías de distribución del producto social se deberán regir entonces por el concepto de equidad social, otras por el concepto de igualdad social y otras incluso por el concepto igualitario de la igualdad.
El debate debe reafirmar que la educación y la atención médica universal y gratuita y la seguridad social básica, deben formar parte de un área que debe conservarse en términos socialmente igualitarios.
Hay que incluir el enfoque de la política impositiva como un elemento universal inherente a toda actividad económica.
Naturalmente, hay que definir lo que debe entrar en el concepto de seguridad social básica (7). La seguridad social básica se refiere no solo al pago de las jubilaciones, la protección de las personas con discapacidad, la protección de la maternidad, la protección laboral, los ancianos sin amparo filial, los grupos vulnerables, sino también a los subsidios que se consideren necesarios y posibles en el terreno del suministro de agua, de electricidad, de alimentos básicos, de las medicinas, etc. y a las formas de organizar y canalizar ese subsidio, donde el concepto de universalidad no significa ni mucho menos uniformidad en las formas de realizarlo.
Hay que concretar el debate alrededor de los ejes fundamentales de la proyección socioeconómica de la sociedad cubana para los próximos años, en particular en lo referido a las políticas sociales.
Para terminar
El enfoque científico de la construcción socialista en la sociedad cubana no puede pretenderse acabado, ni completo. Justamente su carácter científico parte de reconocer su esencia inacabada e inexacta. De ahí también la necesidad de su sistemática reelaboración y junto con ella de la constante reconstrucción del consenso.
Los cambios que se producen y producirán en la sociedad como resultado de la política económica, del desarrollo del conocimiento, de las capacidades productivas, de la cultura, de las diferentes vías de comunicación, las transformaciones del entorno internacional, los desafíos que impone la naturaleza, y muchos otros factores influyentes, exigirán su expresión en la teoría, confirmando y extendiendo las prácticas positivas y desechando las negativas, siempre con la mirada puesta en alcanzar toda la justicia social posible.
El crecimiento económico que se espera con la ampliación de las relaciones mercantiles en la sociedad cubana debe ser en cada momento acompañado desde la ideología socialista y la política revolucionaria, para dejar atrás algo del capitalismo en cada paso hacia delante en materia de desarrollo económico y tecnológico, porque puede ocurrir que mañana el país produzca más, pero acabemos siendo menos humanistas, menos socialistas.
NOTAS:
(1) Ver: Darío L. Machado Rodríguez, “Firmeza de principios y cambio de mentalidad”, Periódico Granma, 19 de Marzo de 1994, p.3.
(2) “Equidad”, según el “Diccionario del Español Moderno” de Martín Alonso, Editorial Aguilar, Madrid, 1982, p.434, significa en primera acepción: igualdad de ánimo, en segunda acepción: entereza, en tercera acepción: benignidad”, en cuarta acepción: justicia natural y en quinta y última acepción moderación en el precio de las cosas. Un diccionario de expresiones y términos jurídicos define la equidad así: “Es lo general dentro de lo especial. Se califica como fuente de derecho mediata. Se dice que es igualdad de ánimo; propensión a dejarse guiar o fallar por el sentimiento del deber o la conciencia…” Marzio Luis Pérez Echemendía y José Luis Arzola Fernández, “Expresiones y términos jurídicos”, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2009, pp. 141-142-
(3) Quizá para muchos lectores lo que contiene este acápite sea innecesario por bien conocido. No obstante, y a riesgo de parecerles redundante, decidí incluirlo, sobre todo para quienes no tengan suficiente información y claridad acerca de cómo era la situación social anterior a 1959.
(4) “El socialismo es la única alternativa de aprovechar el lado constructivo de las relaciones mercantiles en una fase de desarrollo de las fuerzas productivas en la que nos es posible asegurar a todo el mundo todas sus necesidades, ni la sociedad como un todo está subjetivamente preparada para ello, al reducir sus consecuencias sociales materiales y espirituales negativas, destructivas. Y tal relación es posible solamente si se tiene el dominio sobre la propiedad.” Ver Darío L. Machado Rodríguez, “¿Es posible construir el socialismo en Cuba?”, segunda edición, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2006, pp. 91-92.
(5) Ver: Darío Machado Rodríguez, “Economía…política, valga la redundancia”, Publicado en Rebelion el 2 de octubre de 2012.
(6) “La necesidad de que el Estado no pretenda organizarlo ni administrarlo todo, la obligada tendencia a la descentralización no se puede confundir con la obligación de privatizar. Ese signo de igualdad tiene un sesgo ideológico signado por una suerte de condición de “varita mágica” que se sigue otorgando por algunos al carácter privado de la propiedad y con ello al individualismo y a la competencia capitalista. (Ver: Darío L. Machado Rodríguez, “¿Es posible construir el socialismo en Cuba?, Op. Cit. p.140.).
(7) “En el socialismo, el criterio determinante para la distribución, fuera de la educación, la atención médica y la seguridad social básica, tiene que ser el aporte individual a la sociedad, es decir, la cantidad y calidad del trabajo que cada quien haga. De igual modo, la sociedad en su conjunto desarrollará sus capacidades y dispondrá de recursos y riquezas en dependencia de la capacidad y posibilidades de producción de sus integrantes.” (Ver: Darío L. Machado Rodríguez, “Firmeza de principios y cambio de mentalidad”, Periódico Granma, 19 de Marzo de 1994, p.3.).
*Licenciado en Ciencias Políticas. Diplomado en Teoría del proceso ideológico y Doctor en Ciencias Filosóficas. Preside la Cátedra de Periodismo de Investigación y es vicepresidente de la cátedra de Comunicación y Sociedad del Instituto Internacional de Periodismo José Martí.
Enviado por su autor para La Polilla Cubana. Imagen agregada RCBáez; montaje sobre fotos de archivo
¿Adónde va Cuba?
19 de Agosto de 2015, 17:54Por Pedro Miguel*, @Navegaciones
Tras el inicio de la normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, muchos se imaginan que el futuro inmediato de la isla es una privatización en masa de fábricas, servicios, escuelas y hospitales y panoramas urbanos repletos de McDonalds, mafiosos, anuncios luminosos, vehículos de lujo y mendigos. Piensan que la reapertura de la embajada estadounidense en La Habana es el preludio de la instauración de una tiranía del mercado y que la isla se dirige a repetir lo que ocurrió en Rusia, China, Vietnam o Polonia: la claudicación –esta vez honorable– al propósito de construir una economía y una institucionalidad al servicio de la sociedad y no de los capitales.
Tal perspectiva está construida sobre un razonamiento falso: que el acuerdo para el deshielo entre ambos países incluye la vuelta sin más de Cuba a la economía regida por el mercado, a la democracia representativa al estilo occidental y un acatamiento de las fórmulas neoliberales del llamado consenso de Washington. Pero no: ni la Casa Blanca pudo imponer tales condiciones para el restablecimiento de relaciones ni el gobierno cubano pretendió exigir a cambio de la reapertura de embajadas que la administración de Obama expropiara la banca privada. El proceso de normalización es lo que es: una negociación complicada y barroca para superar la animadversión de más de cinco décadas entre ambos países.
Ciertamente, la hostilidad histórica de Estados Unidos hacia el régimen cubano y sus expresiones prácticas (desde los intentos de invasión y los atentados terroristas auspiciados por Washington hasta el férreo embargo económico) han modelado en buena medida la vida interna de la isla y en ésta habrá de reflejarse cualquier variación significativa de la política anticubana de los estamentos del poder estadunidense. Pero la transformación en la que está empeñada la nación caribeña viene de mucho antes de que Obama decidiera imprimir un giro en la actitud de la Casa Blanca hacia Cuba y avanza por sus propios ejes.
El punto principal de esa transición es que la economía planificada se ha mostrado, al menos en la circunstancia actual del mundo, inviable. La idea de suprimir el mercado por decreto y de que el Estado sería capaz de operar por sí mismo la producción y la distribución de las mercancías y de establecer patrones para su consumo se reveló como una quimera desastrosa desde hace 25 años, con el derrumbe del bloque del este.
Cuba no sólo se quedó sin aliados políticos y estratégicos y sin sus más importantes socios industriales y comerciales, sino también sin paradigma económico para sustentar su proyecto político y social. Desde entonces La Habana ha estado empeñada en la búsqueda de una reformulación que permita preservar los legados más importantes de la revolución, que son la soberanía, las conquistas sociales y la consolidación entre la población de una ética colectiva que se mantiene en pie y que es mucho más sólida que los procesos de lumpenización heredados del periodo especial, que la corrupción en algunos ámbitos de la administración pública y que el florecimiento del individualismo en ciertos sectores dedicados a negocios de oportunidad. El producto de más de seis décadas de educación socialista no va a derrumbarse porque una bandera estadounidense haya sido izada en un edificio de La Habana.
Un contraejemplo de la perdurabilidad de tal legado es el hondo daño moral causado en México por los gobiernos neoliberales (de Salinas a Peña Nieto), los cuales, en 30 años de predicar y practicar el pragmatismo extremo, el egoísmo y el desprecio por el bienestar colectivo, han conseguido el acanallamiento de muchos estamentos sociales que son, a estas alturas, una suerte de base social para la persistencia de la corrupción y el saqueo sistematizado de los bienes nacionales. Las dificultades para remontar aquí esa impronta ideológica –a pesar de los gigantescos agravios causados a la sociedad por el ejercicio gubernamental orientado por ella– dan una idea de lo arduo que sería la demolición, en Cuba, de los valores colectivos y solidarios que constituyen el impedimento insalvable para cualquier intento de implantación de un neoliberalismo salvaje e incluso de una restauración capitalista a secas.
La normalización de los vínculos bilaterales está en marcha y aún le queda por delante un tramo muy largo. Es razonable suponer que incidirá en un alivio paulatino a las penurias que la isla padece desde siempre por culpa del bloqueo estadounidense, pero no hay razón para suponer que genere bruscos cambios internos. La dirección y el ritmo de la evolución institucional y económica del país está en manos de los cubanos, y eso hasta el propio John Kerry lo reconoce.
(Fuente: La Jornada) Tomado de Cubadebate
FOTO RCBáez
*Editorialista del diario mexicano La Jornada
La Habana: avanzar con soluciones verdaderas es el compromiso entre Cuba y Estados Unidos
17 de Agosto de 2015, 0:22Por Lohania Aruca*
Los marcianos llegaron ya
Y llegaron bailando rico chá…
Chachachá “Los marcianos”
El 14 de agosto del 2015, 10:15 am, mientras se iniciaba la ceremonia de izar la bandera de los Estados Unidos sobre la Embajada de este país en La Habana, no podía sustraerme -¡como buena cubana al fin!- a acompañar musicalmente las acciones protocolares, que seguía a través de la TVC, con la música de un antiguo chachachá que bailé muchas veces en otra época, cuando yo era joven, y ese mismo símbolo estadounidense fue arriado.
De nuestra parte, hemos dado la más sincera bienvenida a esta nueva etapa histórica, llena de retos y riesgos, como otras tantas que la antecedieron. No obstante, nos resultan “extraños”, hoy por hoy, los estadounidenses que llegan aquí. Ciertamente nos separa una distancia de tiempo mucho mayor que de espacio; a lo que se suman diferencias en los criterios que manejamos en conceptos claves para el gobierno de nuestros países, sucede particularmente con el término “democracia”.
El discurso de John Kerry, Secretario del Departamento de Estado, ha sido escuchado con ecuanimidad y respeto, a pesar de que parecen transgresores algunos matices del mismo, especialmente sus opiniones reprobatorias en torno al tipo de gobierno que existe en Cuba socialista y las aspiraciones al cambio que se confiesan en tono cortés.
Pronto veremos más de cerca a los y las estadounidenses que nos visitarán, y tendremos la oportunidad de intercambiar directamente con ellos y ellas acerca de nuestra realidad y de cómo las políticas poco amistosa de su país -especialmente el bloqueo económico, comercial y financiero- han influido negativa e injustamente durante más de medio siglo en el desarrollo de Cuba, y en las familias cubanas.
La vida civilizada debe acercarnos al intercambio sano, desprejuiciado y fluido, a la convivencia respetuosa entre vecinos, en paz, y para el beneficio de ambos pueblos. Deseamos que así sea. La Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz podría ser el marco ideal para lograr una estabilidad en las futuras relaciones bilaterales; en la realidad concreta, por ahora es tan sólo un buen punto de partida.
Sin embargo, habrá que hacer un esfuerzo desde ambos lados para poder avanzar con el acierto y la rapidez que sí es posible, porque hay muchos vínculos reconocidos entre nosotros: culturales, familiares y hasta de largas amistades. Sólo falta potenciar la voluntad política necesaria por las partes implicadas para fundar las nuevas relaciones.
El Comité binacional creado para dar continuidad a las negociaciones de forma ordenada, al propio tiempo, será el termómetro principal para medir los avances que se logren. Un papel de mucha importancia asumirá la facilitación y el incremento de los intercambios culturales, académicos, científicos y deportivos, que ya se vienen realizando entre Cuba y los Estados Unidos.
Su sostenibilidad será determinante según la intencionalidad amistosa, la calidad y la capacidad organizativa de las muestras que se brinden para los públicos de cada orilla del Estrecho de la Florida. Cuba tiene experiencias y un gran potencial para “sorprender” al vecino, y debemos estar muy preparados porque es sabido que la cultura de masas en EE. UU. constituye uno de sus productos exportables de consumo internacional.
En breve, La Habana y muchas más ciudades cubanas estarán ”de moda” entre los visitantes estadounidenses que circulan en el Caribe. Solo falta que se solucionen aspectos imprescindibles de la infraestructura en los puertos y aeropuertos, alojamientos, la alimentación y transportación interna.
La buena calidad tendrá tanto peso en la repetición o no de los viajeros, como el precio de los servicios que se oferten. Tal es el gran reto.
Se ha hablado mucho con anterioridad de la necesidad del cambio de mentalidad y de la defensa de nuestros valores nacionales de toda índole. Ahora se añade una presión más a esas necesidades, por cierto bien conocidas y muy reiteradas. La alternativa no es otra que elevar conscientemente el nivel de la educación y el de la realización de los productos culturales cubanos.
La conciencia social e individual del cambio que tiene lugar es imprescindible. Y para ello la información oportuna y transparente debe acompañar permanentemente a las transformaciones que tienen lugar, evitando así las dramáticas confusiones a que dan lugar la desinformación a través de la tergiversación, la omisión, la tardanza, o la insuficiencia del enfoque y/ o del contenido informado.
Es de esperar el aumento de la participación de noticias de EE.UU. en relación con Cuba y de forma similar, pero con mucha menos presión, en sentido contrario. Considero recomendable balancear una “avalancha” de ese tipo diversificando las noticias y los análisis sobre otras áreas y países con los que también tenemos estrechas relaciones e intereses comunes estratégicos, por ejemplo, la cooperación entre Cuba y Rusia, China, Vietnam, los países latinoamericanos y del Caribe.
De otro modo, se crearía el espejismo de la dependencia de los EE.UU. en la solución de los problemas cubanos, alentado esto por la cercanía geográfica, el intercambio con familias cubanas de la emigración, y la tradicional e inevitable influencia estadounidense sobre la cultura cubana.
El impacto psicológico de sentir que las barreras se suprimen, o al menos que disminuyen en su aspecto más amenazador, es en mi opinión una cuestión bien meditada y bien armada en la actual política estadounidense hacia Cuba. Ya supimos cuál fue el propósito neocolonialista de la política del “Buen vecino” en el pasado. Vale la pena recordarlo y mostrarlo ahora a las generaciones que no lo conocieron.
Infelizmente el imperio no cambia su esencia, ni con el mejor y más actualizado disfraz de “inocente cordero”. Tampoco resultan muy innovadores los carismáticos acercamientos de sus líderes con Cuba, que no con el socialismo cubano.
A veces, debido al aislamiento real, o, relativo, en que hemos estado sumergidos durante más de cinco décadas, tengo la sensación de que somos un conjunto de gente ingenua con quienes llegan desde rumbos foráneos; si bien el pueblo cubano posee un instinto especial, un olfato despierto, que casi siempre nos salva de las burdas estafas.
Cincuenta y seis años de lucha nos han preparado para esta etapa, que en su metódica puede ser diferente, pero que en el fondo no deja de ser la misma: enfrentamiento a un enemigo colosal opuesto a la independencia y soberanía de Cuba.
Otra cuestión fuera de discusión, racional e histórica, es que: No le debemos nada a nuestros vecinos. Nada tenemos hasta el momento que no hayamos conseguido en base a sacrificios enormes y dolorosos de muchas generaciones de cubanas y cubanos.
¿Cuál hubiera sido la historia de Cuba, de cada uno o una de nosotros mismos, si el respeto a la independencia y a la soberanía de nuestra nación y Estado, si la buena vecindad hubiera sido la respuesta del Gobierno estadounidense a los gestos de buena voluntad mostrados por Fidel en sus visitas a los EE. UU. en la década de los sesenta?
Obstáculos para la conformación de una política estadounidense realista hacia nuestro país que, ante todo, deseaba liberarse de las atadura neocolonialistas y promover un auténtico desarrollo económico y social como nación libre y responsable, fueron las apetencias imperialistas –sujetas a los mismos errores de soberbia y prepotencia con que juzgó a Cuba la monarquía española hasta 1898.
Ninguna negociación que atendiera a las aspiraciones separatistas, sino a la imposición violenta del yugo colonial, o, el traspaso ilegal a otra potencia no europea sin intervención alguna de los combatientes mambises. Otro inconveniente levantado entre nuestros países fueron los prejuicios anticomunistas inoculados por la estrategia de la Guerra Fría.
Así se perdieron décadas de posibles reencuentros civilizados. Hasta que finalmente el aislamiento de EE. UU., fue un hecho innegable y anualmente repetido por el mundo en las votaciones contra el bloqueo económico, comercial y financiero en la ONU, y por América Latina y el Caribe a través de los nuevos mecanismos multilaterales implementados en la región, incluyendo a la Cumbre de las Américas creada por EE. UU.
El reconocimiento del fracaso fue inocultable entonces, con vistas a una política de reaproximación regional. Este sigue siendo el eje sobre el cual gira el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba. A pesar de todo, las cubanas y los cubanos acogemos con sincera satisfacción la opción elegida, de mucha mayor significación si a causa de ella se confirma la vocación continental por la paz.
Contribuir desde la historia, la política y la cultura a esta etapa fundacional de las relaciones entre Cuba y los EE. UU. es un asunto que nos interesa a todos. Así como ayudar a definir y prever los problemas que se avecinan, proponiendo a tiempo los posibles remedios; además de lograr las mejores soluciones para los asuntos todavía pendientes de la segunda etapa de este proceso histórico.
*Lohania Josefina Aruca Alonso. Cubana. Periodista e investigadora histórica y cultural. Licenciada en Historia, con especialidad en Urbanismo. Máster en Ciencias Estudios sobre América Latina, el Caribe y Cuba Miembro de la UNEAC, la Unión de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción y la UPEC. Cumplió tareas como funcionaria del Servicio Exterior del MINREX en Cuba
FOTO Ismael Francisco/Cubadebate