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12 de octubre: Día de la Resistencia Indígena versus Encuentro de Culturas

17 de Outubro de 2014, 18:14 , por Rosa C. Báez Valdés - 0sem comentários ainda | No one following this article yet.
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Por Felipe de J. Pérez Cruz*

Reflexiones después de la efeméride

 Este año retomamos el propósito de conmemorar en Cuba, el 12 de octubre como Día de la Resistencia y Cultura Indígena. La fecha que marca la llegada de la expedición militar de conquista del Almirante Cristóbal Colón (1446-1506) al territorio insular del continente que hoy nombramos América,debe ser una efeméride dedicada a la justicia histórica. Consagrada  a la recordación y el homenaje a los pueblos aborígenes que se enfrentaron al genocidio y etnocidio del colonialismo europeo, resistieron el embate de la explotación capitalista, se hicieron simiente de la forja de la nación cubana, y nos legaron sus culturas y cosmovisiones.

En La Habana el acto previsto quedó pospuesto por las inclemencias del tiempo, no así la recordación de la trascendencia del acontecimiento, que contó con una emotiva y sabia intervención del Maestro Ever Fonseca, Premio Nacional de Artes Plásticas. Fonseca haciendo gala de sus dotes de pedagogo –vocación que nunca ha abandonado-, se impuso a la tormenta y al “apagón” eléctrico, e hizo de las sombras luces de intelección. A los compañeros de la Televisión que estaban presentes, las condiciones atmosféricas le impidieron transmitir el testimonio de la conmemoración.  Pensamos realizar la actividad en su idea original el día 28 de octubre, que es el “12” para Cuba, pues  ese día hace 522 años arribó el Almirante a nuestro archipiélago.

Los historiadores, maestros y maestras y jóvenes que nos acompañaban, las bellas niñas de la compañía de Modas J. Leal, que van a presentar una colección de vestidos con motivos inspirados en el mundo aborigen, sus compañeros compañeras de la escuela y el barrio, los padres y madres, y el numeroso grupo de  seguidores del Grupo Musical Cubanos en la Red, no perdimos ni un átomo de entusiasmo, y nos volveremos a ver el 28. Lo que nos preocupa vista al pasado 12 y próximo 28, es que ni uno solo de los medios nacionales se refirió a la efeméride, y hasta donde conozco, tampoco lo hicieron los órganos provinciales. No se trata de que “la culpa” esté en la prensa. En los noticieros no existieron requerimientos informativos, porque en la mayoría de  las instituciones gubernamentales y en las asociaciones de la sociedad civil,  no se promovieron actividades sobre la efeméride. Sin dudas el problema de fondo rebasa con creces lo conmemorativo.

Resulta evidente que aún es insuficiente el apoyo que recibimos en este combate de ideas, de ciencia y conciencia, por la reivindicación histórica que merecen nuestros aborígenes. El reconocimiento político de la Revolución Cubana a las luchas centenarias del movimiento indígena en la región, está sustentado en numerosas declaraciones oficiales del Gobierno, el Partido Comunista de Cuba y las asociaciones y organizaciones revolucionarias, sin embargo el tema no es solo un asunto de solidaridad. Somos parte de la historia compartida de más de medio milenio de resistencias y luchas anticolonialistas y antimperialistas

En Cuba estamos acostumbrados a ganarle peleas a la naturaleza y al imperio, y lo hacemos con destreza y rapidez, pero desafortunadamente la solución de algunos de nuestros pequeños-grandes conflictos, y en particular las demandas que se hacen desde la ciencia y la cultura, no reciben siempre una rápida y oportuna atención, y las respuestas y soluciones necesarias y posibles se extiende en el tiempo, y  acumulan más desacuerdos. En el tema que nos ocupa, el no hacer de los compañeros que tienen responsabilidades en la educación de masas, la información y la promoción cultural, resulta de mayor preocupación cuando además de la inacción y el silencio, se mantienen y promocionen posicionamientos que no son sustentables desde el estudio, la ideología y la ética revolucionaria.

Es que la insistencia de conmemorar en Cuba el  Día de la Resistencia Indígena, no se puede asumir sin batir lanzas contra los más significativos mitos colonialistas, enquistados en la historiografía, la enseñanza, la promoción de la historia y el trabajo cultural. Mitos que están suficientemente descodificados desde los resultados de los estudios realizados en las últimas décadas, pero que se mantienen, porque las razones de ciencia no han logrado trascender el espacio académico. Y quizás el más insostenible de esos mitos, es el que continúa afirmando el descubrimiento europeo de lo que hoy llamamos América, con la denominación de “encuentro de culturas”, o “de civilizaciones”.

¿Encuentro de culturas?

 El 12 de octubre de 1492, la expedición militar de conquista comandada por el Almirante de la Mar Océana, Cristóbal Colón, no promocionó un “encuentro de culturas” y si un acto de dominación y despojo. Al llegar a la isla de Guanahaní (que los hispanos bautizaron como San Salvador), situada en el archipiélago de las Bahamas, tomaron posesión de la nueva tierra en nombre de los europeos Reyes Católicos. Similar actuación tendrían lugar el 28 de octubre al arribar a esta la isla que sus habitantes taínos  llamaban Cuba. Esta operación de apropiación se repetiría en cada nueva isla o territorio “descubierto”.

 El Almirante Colón, sus capitanes y soldados, secuestraron en sus naves a sus primeros intérpretes, y se apropiaron de la cultura alimentaria y de los saberes aborígenes que les ayudaron a sobrevivir en las nuevas tierras. Frente a las costas de la actual provincia de Guantánamo, el 28 de noviembre de 1492, el Almirante invasor realizó el primer acto de guerra hecho por  los europeos en América, para amedrentar a los indígenas que se mostraban inamistosos con los visitantes.

 En diciembre de 1492, Colón encontró la amable acogida del cacique Guacanagarí, del cacicato de Marién, que se extendía por el norte de la isla de Quisqueya, que hoy ocupan los pueblos de Haití y República Dominicana. Tras el naufragio  de la Santa María, una de las naves de la expedición, Colón construyó en tierras de Marien el fuerte Navidad, primera fortaleza colonialista en América, y al retirarse de la Isla rumbo a España, dejó en la instalación a 39 de sus acompañantes. 

 Tras la partida de Colón, no se produjo el “encuentro” de la cultura hispana de la que eran portadores los 39 expedicionarios dejados en el fuerte Navidad, con sus vecinos del cacicato de Marien. Emularon los soldados de los Reyes Católicos en maldades contra los poblados aborígenes cercanos, robaban los alimentos, maltrataban y acuchillaban a sus moradores, y secuestraban a las mujeres para poseerlas.  Guacanagarí interesado  en construir una  alianza con Colón, que le situara con poder sobre los caciques vecinos, permitió el régimen de tropelías de los hispanos, pero cuando estos salieron de los límites de Marien, para continuar sus desatinos y crueldades, encontraron el rechazo y la muerte. El cacique Caonabo lideró una fuerza de ataque que sitió el fuerte Navidad, ajustició a sus ocupantes y redujo a cenizas la fortaleza.

El Almirante virrey y gobernador

 El 25 de septiembre de 1493, el Almirante Colón zarpó de Cádiz al mando de una expedición militar invasora de gran envergadura, con 17 navíos,  y unos 1.200 soldados. Llevaba en sus naves suficientes cañones, mosquetes, pólvora y municiones de guerra, no faltaba un buen número de caballos, y perros adiestrados en rastrear y matar, y también portaba las primeras semillas europeas y ganado. De regreso al Caribe,  ya virrey y gobernador por las Capitulaciones de Santa Fe, contrato de negocios firmado con los reyes, Colón no compartió con los aborígenes sus semillas, ni el ganado, sí fue pródigo en utilizar para el logro de la dominación y explotación de los aborígenes, todo el arsenal de coerción, terror y muerte que poseía.

 Colón no reveló a su aliado Guacanagarí sus conocimientos de cartografía y navegación, ni le regaló una brújula y un cuadrante y le mostró cómo usarlos. Los mapas, tablas y almanaques, la sonda y el reloj de arena, continuaron siendo desconocidos para el cacique después del “amistoso encuentro” con el jefe invasor. Las ballestas, arcabuces y cañones, quedaron a buen resguardo del afán de alianza de poder que movía a  Guacanagarí. El saber astronómico Colón lo utilizó para engañar, aterrorizar y dominar a los habitantes de Jamaica, en vísperas de un eclipse solar, haciéndose pasar por un dios o demonio que podía arrebatarles el astro rey. El Almirante sabía que el monopolio del conocimiento y de la técnica, eran poderosas armas de dominación a su favor.

 Colón conoció y no se disculpó por los crímenes de los soldados del fuerte Navidad, más bien se aprestó a vengarse de los indígenas atacantes. Sobre los restos del fuerte,  fundó en diciembre de 1493, la primera villa hispana en América, la Isabela, que sería la base de operaciones para iniciar la conquista militar de Quisqueya. Aprovechó el asombro frente al desconocido sonido de la campana de la Isabela, para urdir el secuestro, hacer prisionero y vencer la resistencia armada del cacique quisqueyano Caonabo. Luego con las armas avanzadas y la superior tecnología de guerra  que poseía,  sembró el terror y la muerte en la vecina Isla, arrolló la resistencia indígena, quemó y destruyó cacicatos,  y repartió el botín de indígenas prisioneros, para que fueran esclavizados en los lavaderos de oro y las haciendas.  La citadas Capitulaciones otorgaban al Almirante y virrey la décima parte de todas las ganancias que se obtuvieran en su almirantazgo.

 Mientras Colón destruía la floreciente cultura taína de Quisqueya, en Europa teólogos y sabios discutían si los aborígenes eran seres humanos o animales. La Real Cédula del 20 de junio de 1500, donde se condenaba la esclavitud de los indígenas y los declaraba jurídicamente vasallos libres de la Corona de Castilla, llegó después de las crueles campañas que el Almirante desató en 1495 y 1496 contra los cacicatos quisqueyanos, obligando a cada uno de sus habitantes a entregarle diariamente un cascabel lleno de oro.

 La actuación desleal y criminal del Almirante Cristóbal Colón, sería multiplicada en las acciones de apropiación, depredación y crueldad genocida,  de  los soldados que a nombre de los reyes europeos destruyeron la organización civilizatoria del mundo indígena americano. Esta fue la tarea que cumplió en Cuba, Diego Velázquez de Cuéllar (1465-1524), destacado por su actuación contra los indígenas de Quisqueya.  El hijo del Almirante, Diego Colón entonces gobernador de la isla renombrada por los hispanos como La Española, designó a Velázquez al mando de la invasión a la mayor de las Antillas.

La conquista de Cuba

 En la literatura histórica, a partir  de las dos visiones polares que existen: la del propio Diego Velázquez  y la que brinda el padre Bartolomé de las Casas , capellán de las tropas invasoras, existe una información suficiente sobre el cruento acontecimiento. Una síntesis precisa de lo que realmente sucedió en la historia, la aportan los historiadores holguineros Hernel R. Pérez Concepción y Mayra San Miguel Aguilar, en  texto recién publicado en su provincia:

 La colonización de la Isla por las huestes de Diego Velázquez destruyó en poco tiempo todo lo construido por el aborigen, tanto en su aspecto espiritual como material, apoyándose en la fuerza bruta para imponerse; sin dejar de  asimilar un conjunto de aportes “cedidos” por loa aborígenes en el proceso de transculturación vivido por la sociedad de la Isla en el siglo XVI y subsiguiente.

 El choque de estas dos culturas (española y americana) trajo que la de menor desarrollo, en este caso la aborigen, sufriese un trauma desarticulador que hace de este la causa principal de la disminución violenta del indígena americano. A la par que el indio se asimilaba y se integraba a la sociedad creada por el europeo, iba muriendo como grupo cultural en un proceso marcado por los signos del etnocidio.

Decodificación en clave de emancipación

 La decodificación en clave de emancipación y dignificación humana, nos califica y cualifica el hacer y lo por hacer en la historiografía y la cultura revolucionaria. La teoría y en ella la epistemología tienen un valor metodológico  que no podemos soslayar. La historia realmente probada aporta verdades que precisan de su más exacta lectura: Es necesario introducir en la historiografía cubana el concepto expedición militar de conquista, en lugar del ambiguo, apacible e inexacto concepto de viaje de descubrimiento, o el aún insuficiente término de expedición, para el acontecimiento que se desató a partir de la salida del puerto ibérico de Palos de las naves comandadas por Colón, el 3 de agosto de 1492. Esta expedición militar de conquista fue de hecho el primer acto de guerra y de dominación del colonialismo europeo contra el territorio y los pueblos que vivían en la región que hoy llamamos América, en tanto su trascendencia histórica lo es también político-filosófica, ética y cultural.

 Resulta inobjetable desde la verdad histórica,  incorporar el término invasión militar, a la tradicional denominación de Segundo Viaje o Expedición realizada por el Almirante Cristóbal Colón (1451-1506),en tanto tal denominación cualifica el carácter de la operación militar de conquista, que se desarrolló  a partir de entonces, y que bajo el mando del Almirante  Colón, ya empoderado como virrey y gobernador, partió del territorio ibérico el 25 de septiembre de 1493, con el definido objetivo de invadir, conquistar, ocupar y apoderarse del oro y las riquezas de la isla caribeña de Quisqueya y sus pobladores, y extender la exploración y conocimiento de la región con similares fines de dominación y expropiación económica.

 La historiografía de matriz colonialista que hemos heredado, en el interés de negar y menospreciar la resistencia indígena, y desdibujar la violencia genocida de tan dramático acontecimiento de dominación, ha silenciado que la conquista y colonización se llevó a cabo mediante una guerra de rapiña colonialista que el Estado español desató contra los pueblos que vivían en las islas del Caribe y en el territorio continental. Que fue a su vez la primera guerra colonialista del proceso mundial de internacionalización y acumulación originaria del capital, y la primera guerra colonial contra los pueblos de Nuestra América.

 La guerra colonial del Estado español contra los pueblos caribeños y americanos, tuvo su episodio cubano a partir de 1510, con la expedición militar y la  invasión que la historiografía nacional ha denominado conquista y colonización (1492-1553). Reconocer la conquista y colonización de Cuba en su condición de episodio de la guerra colonial iniciada en Quisqueya, nos permite asumir que esta fue  la primera guerra colonialista de la historia de Cuba. 

 Los indígenas que habitaban Quisqueya, Borinquén, Jamaica, Cuba, no fueron mansos ni se dejaron victimizar impunemente. Sus resistencias no pueden continuar subvaloradas y reducidas a escaramuzas. Fueron genuinos episodios de guerra justa, lo que cualifican a Caonabo, Anacaona, Hatuey, Guarina, Guamá, Casiguaya, Enriquillo, a aquellos hombres y mujeres, quienes a pesar de la abrumadora superioridad militar de los invasores, bajo el liderazgo de caciques-jefes militares, defendieron su libertad  y espacio vital.

 Desde la huella documental de la legislación colonial, se ha tratado de “salvar” la culpa de los reyes y el papado. Cierto es que en 1542 -36 años después de muerto Colón-, la Corona española proclamó las llamadas Leyes Nuevas, en las que se prohibía la esclavitud de los indígenas, se ordenaba que todos quedaran libres de los encomenderos, y fueran puestos bajo la protección directa de la Corona. Y se conoce también con evidencias documentales, como el cumplimiento de lo dispuesto fue saboteado por los encomenderos, gobernantes coloniales y obispos en no pocos territorios, Cuba entre estos. Antes igual suerte de doble moral y violación fragrante, había tenido el cumplimiento de las Leyes de Burgos (1512- 1513), que reglamentaban y “suavizaban” la explotación en las encomiendas.

 La perspectiva de que fuimos parte de una guerra del naciente Estado colonial hispano, contra los pueblos indígenas del Caribe y América, nos recoloca en el eje decisivo de nuestra historia nacional. Pelearon nuestros antepasados aborígenes, como parte de un gran mosaico de pueblos, todos agredidos por un abusivo Estado, pionero en el diseño de políticas terroristas de exterminio masivo y explotación intensiva.  Tal Estado respondió a las apetencias del  régimen de expolición mundial capitalista, lo que explica la emulación de genocidios con la metrópoli española, por sus pares de Portugal, Gran Bretaña, Francia y Holanda, contra los pueblos de América, África y Asia.

 El impacto de la barbarie europea cambió drásticamente la estructura de los modos de vida y la cultura de los indígenas. Confrontados con formas de explotación que destruían sus lógicas productivas, forzados en sistemas dominantes de poder social, económico y político que les eran extraños y abusivos, que les arrebataban sus derechos colectivos a la tierra, a la expresión libre, y a la vida misma.  Sus religiones y creencias fueron criminalizadas, sus líderes quemados en la hoguera por herejes. La propuesta ideológico-cultural colonialista, en su realización feudalizante, rezumará el oscurantismo  clerical del medioevo. Todo ello conformó la masiva operación de etnocidio que también fue la conquista y colonización.

 El investigador estadounidense Henry Farmer Dobyns ha estimado en 110 millones la población total de América, de la que afirma que un 95% de murió en los primeros 130 años después de la llegada del Almirante . 

 Frente a tanta barbarie ¿dónde queda el encuentro de culturas, el pretendido afán civilizatorio? Definitivamente no hubo encuentro. Se produjo la invasión y expansión militar europea sobre una parte del planeta que faltaba por unir al naciente patrón de acumulación capitalista. Y ello se haría como magistralmente lo describió Carlos Marx: rezumando sangres y lodo.

Los dos discursos

 La llegada el 12 de octubre de 1492, de la expedición militar de conquista comandada por el Almirante Cristóbal Colón, fue promocionada como “encuentro de culturas o de civilizaciones”, por  nuestro Ministerio de Cultura, cuando se conmemoraba el Medio Milenio del “descubrimiento” en 1992. La decisión –lo sustentamos en su momento y lo hemos planteado en otros acercamientos más recientes al tema - no se justifica, pero se entiende para el momento en la búsqueda de una plataforma de comunicación menos colonialista, que la que entonces promovía el hispanismo conservador, con el concurso unánime de las oligarquías que desgobernaban el continente americano. La operación de propaganda política e influencia cultural del Medio Milenio, utilizaba el controvertido acontecimiento, con el objetivos de revivir la esencia racista y colonialista de la ya envejecida plataforma hispanoamericana, ahora devenida como “iberoamericana”, relanzar los intereses del Reino español en la región, y crear un clima favorable para que las transnacionales de casa matriz española se incorporaran con ventajas, al festín del reparto neoliberal que por entonces se cernía sobre los pueblos de Nuestra América.

Es abrumador el conjunto de documentos y hechos probados, que demuestran la fragilidad de las aventuras conceptuales, que han tratado de “evitar” las categorías genocidio y etnocidio, como las más exactas, para definir el proceso que desata el descubrimiento europeo, y la guerra de rapiña de la conquista y colonización. Han transcurridos más de veinte años de debates amables y explicaciones de ciencia, asistimos al aprendizaje colectivo que en temas de indigenismo culto y propositivo, nos ha proporcionado la reemergencia del nuevo nacionalismo indígena latinoamericano, contamos con el universo plural descolonizador que se articula bajo el concepto de Socialismo en el Siglo XXI,  las fuerzas revolucionarias y progresistas en los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, no han dudado en sustentar con leyes y decretos, la certera cosmovisión descolonizadora del movimiento indígena –incluida la conmemoración del Día dela Resistencia Indígena-; pero en la institucionalidad cultural y mediática de Cuba persiste el decir del “encuentro de culturas”.

La Casa de las Américas desarrolló el pasado mes de agosto el Coloquio Internacional "Actuales desafíos de los pueblos indígenas de América", para promover el tema indígena en torno a los tópicos de la agenda de la Conferencia Mundial de los Pueblos Indígenas de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que recién acaba de celebrarse en Nueva York. Este Coloquio abrió su espacio a la Mesa Indigenidad cubana en el alba del siglo XXI, que contó entre sus ponentes y público  con una nutrida representación de los más calificados especialistas y promotores cubanos en los estudiosy la cultura aborigen.

No hay razón para queentre nosotros, en Cuba Revolucionaria y socialista, la colonialidad subsista en las mentalidades y se resista a reaprender. Menos podemos admitir la tentación de contemporizar con los consensos burgueses, en aras de “acceder” a sus mercados tarifados. 

Como afortunadamente en la enseñanza de la historia, si ha avanzado el enfoque descolonizador –y esto es bueno reconocerlo ante tanta crítica no siempre justa y bien centrada, sobre lo que no se enseña de Historia de Cuba-, ahora colocamos  a los jóvenes estudiantes y a los padres y madres que estudian y reaprenden  junto a ellos, frente a dos discursos. En el aula el profesor y la profesora enseñan sobre el crimen de la conquista, y la prensa y los noticieros culturales les hablan de una fiesta iberoamericana en Holguín, el próximo 28 de septiembre, por el “encuentro de culturas”, y para “endulzar” la masacre se refieren a “partos dolorosos” con “resultados gratificantes”. He sido abordado en estos días sobre tan insostenible dualidad, por algunos de mis vecinos-padres y madres, y varios de mis alumnos hoy en la honrosa tarea de maestros y maestras. A unos y otros les he ratificado el criterio de ciencia y conciencia que sustento: Hablar de “encuentro de culturas” en 1992 fue un error de política cultural, mantener esa postura 22 años después e incluso intentar justificar lo injustificable, es aferrarse a un discurso político mentiroso, tergiversador y cruel.

La Historia como disciplina y cultura

El nervio emancipador que  rescata el Día de la Resistencia Indígena, fertiliza lo que el Partido de la Revolución –en unión democrática de millones de voluntades e inteligencias que fueron consultadas-, ha expresado en los Objetivos aprobados durante la Primera Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba.  Debemos terminar con las dilaciones y los silencios inexplicables, no hay justificación alguna para que errores históricos develados por los especialistas se sigan reiterando, menos que nuestros directivos, funcionarios y periodistas, continúen promoviendo enfoques que se distancian de nuestra opción ideológica martiana y fidelista.

La Historia como disciplina y cultura, resulta fundamental para proyectar y hacer política. La política puede dictar con los recursos ideológicos y materiales que desata, uno u otro curso de la historiografía, pero a la política siempre le resultará imposible cambiar lo que realmente pasó en la Historia.  Los enfoques historiográficos “amables” empiezan y terminan tergiversando y manipulando.

 Para los cientistas e intelectuales marxistas o no, Vladimir Ilich Lenin dejó su insuperable concepto de partidismo científico: "Nada ni nadie, ni persona ni causa enarbolada alguna, justifica el separarnos de la verdad". Y en el tema que tratamos como en muchos otros campos, nuestro compromiso histórico, político y ético, quedó para todos los tiempos definido por José Martí: “Con Guaicaipuro, Paramaconi, con Anacaona, con Hatuey hemos de estar, y no con las llamas que los quemaron, ni con las cuerdas que los ataron, ni con los aceros que los degollaron, ni con los perros que los mordieron”.

 

 *Doctor en Ciencias Pedagógicas. Profesor e investigador. Presidente en La Habana, de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC).

 

 Del mismo autor y sobre este tema, publicamos en el año 2013:

 12_de_octubre_Dia_de_la_Resistencia_indigena.pdf

Imágenes

1. Conmemoración de la llegada del Amirante Colón (Fiesta Iberoamericana), Bariay, Holguín

2. Guacanagari hablando con Colón, Ilustración para el libro Columbus and Columbia (Manufacturers' Book Co, 1893).

3. El suplicio de Hatuey


Tags deste artigo: américa españa colonización conquista culturas descubrimiento encuentro genocidio

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