Por Marlene Caboverde Caballero*
El 12 de septiembre de mil 998 cinco cubanos fueron arrestados en los Estados Unidos: Ramón Labañino, Gerardo Hernández, Fernando González, Antonio Guerrero y René González. Inmediatamente la prensa los convirtió en espías y el Gobierno en un peligro para la seguridad nacional. Desde entonces transcurrieron 14 años.
14 años en que unos hijos crecieron sin sus padres, 14 años en que unas esposas debieron convertirse en amantes a la antigua y conformarse con los te quiero de tinta y los abrazos de papel, 14 años en que unas madres acumularon más fotografías que caricias.
Pero han sido 14 años de distancia, no de ausencia. Un tiempo de luces, jamás de soledades. El encierro ha sido solo una palabra para nuestros Cinco en este tiempo porque sus voces se multiplicaron y sus brazos devinieron alas y asombros.
La prisión los convirtió en maestros, poetas, hechiceros. Los muros los hicieron más libres y el silencio los cantó más alto. A ellos, que quisieron desterrarlos de la realidad y sepultarlos en el pasado, los conocen millones, los aman de todas partes, los quieren en mil lenguas diferentes.
En cuanto a mí, les confieso que los Cinco me convirtieron en una mejor persona. Gracias a ellos tengo el tesoro de la amistad de La Polilla, de Alicia, de Wafy, de Graciela, de Ania.
A mis Cinco debo una fortaleza edificada sobre la ternura de Mirtha y Magalis, la audacia de Elizabeth, la valentía de Rosa Aurora y la paciencia de Adriana y Olguita. Por ellos la verdad escaló las cumbres más altas y las cartas se trocaron en puentes y abrazos. Por ellos, como dice Silvio, sueño a mano y sin permiso.
*Periodista cubana, trabaja en la emisora Radio Jaruco, y una de las fundadoras del Comité “Alas de Libertad” de esa emisora, por la Libertad de los 5
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