Por Wilkie Delgado Correa*
Aunque cuarenta y seis años parezcan mucho tiempo, no lo es tanto como un simple momento de la historia. Aunque se haya caído en cualquier forma, y más en combate desigual contra el enemigo, y parezca un signo o símbolo de derrota, no lo es cuando se ha hecho realidad lo pronosticado por Guillén, con la lámpara maravillosa de su poesía frente a la certeza de la muerte del Ché en tierras bolivianas. Todo lo expresado en el poema, concebido para circunstancias prácticamente imprevisibles, con el tiempo fue emergiendo como un sol al cabo de los días y años, y todavía asciende hermoso en horizontes cercanos o lejanos.
Qué razón había en aquellos versos que, en voz del poeta parecían un mensaje atronador, cuando anunciaba en medio del dolor y la tristeza más sobrecogedora:
“No porque hayas caído/ tu luz es menos alta. / No por callado eres silencio/ y no porque te quemen, / porque te disimulen bajo tierra,/ porque te escondan / en cementerios, bosques, páramos, / van a impedir que te encontremos, / Che Comandante, / amigo. / Estás en todas partes, / vivo, como no te querían”.
Treinta años duró encontrar aquellos “guerrilleros huesos”, como dijera Ché en su poema a Fidel en 1956, para que el pueblo cubano pudiera cumplir con su última voluntad en aquellos días inciertos de la expedición del Granma:
“Y si en nuestro camino se interpone el hierro, / pedimos un sudario de cubanas lágrimas/ para que se cubran los guerrilleros huesos/ en el tránsito a la historia americana”.
El hallazgo de sus restos, a pesar de todo el oscuro silencio para ocultarlos, el traslado a Cuba y la veneración y honra que se les dispensan en Villa Clara, son expresión de la ligazón sublime de Ché con el pueblo cubano, que siempre le rendirá el homenaje sentido al hijo entrañable de la Revolución cubana y americana.
Desde aquella caída en combate el 8 de octubre de 1967, y su posterior asesinato al día siguiente, Ché ha continuado librando batallas, y su rostro diverso, pero igual de luminoso, se ha convertido en bandera de lucha, y sus ideas han devenido consignas, convicciones e himnos para gritar aspiraciones o cantar sueños y realidades.
Quien se calificó en la intimidad de los sentimientos como “pequeño condotiero del siglo XX”, y a la vez se confesaba un Quijote que otra vez sentía bajo sus talones el costillar de Rocinante y volvía al camino con la adarga al brazo, encontró en la acción transformadora de la Revolución el sentido esencial de su existencia y, por eso mismo, definió que ser revolucionario es alcanzar el escalón más alto de la especie humana.
En Ché se resumieron muchos valores de lo mejor del género humano. Se destaca en él la admiración, coincidencias y lealtad con Fidel. Y por sus luchas e ideas encarna el ideal del hombre nuevo, capaz de cualquier sacrificio por un pueblo, la humanidad y un mundo mejor. Fue y es un modelo posible, excepcional sí, pero multiplicable por esa voluntad de ser como Ché, en la pequeñez o sencillez, o en la grandeza y el heroísmo. Cayó detrás de un sueño y fue a realizar a otras tierras la revolución posible, al menos la de lograr la segunda independencia de nuestra América.
Después de su muerte, la tozudez de los acontecimientos históricos, acumulando éxitos y reveses en su dialéctica, se encargó de convertir en realidad lo que no pudo en vida, y sus consignas e ideas han sido retomadas, coreadas y repetidas por hombres sencillos del pueblo, hombres ilustres y presidentes de naciones.
En este nuevo aniversario de su desaparición física, Ché nos acompaña como un ser vivo. Y cabe, en relación con él, seguir su consejo a los jóvenes en cuanto a cómo acercarse consecuentemente a Martí.
Y esta recordación de Ché será la ocasión propicia para pensar que cada uno de nosotros lo revive cada vez que piense en él y lo revive mucho más cada vez que actúe como él quería que actuáramos. La historia sigue su curso indetenible y la cita inevitable de los pueblos será, tal como vaticinara, hasta la victoria siempre.
*Médico cubano; Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.
Imagen agregada RCBáez con foto de Aldo Bonavita y otros
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