LA HABANA – Hace unos veinte años oí hablar de Lecce por primera vez a un amigo italiano, profesor de Filosofía, de aquella antigua ciudad de Otranto, en el talón mismo de la bota que forma la Península Itálica, vieja villa de cuyos encantos vivía orgulloso.
No pude evitar recordarlo cuando me llegó un mensaje el pasado 26 de agosto, que recoge una información publicada en el diario local Lecce News 24, reportando unas declaraciones de Mons. Bruno Musaró (*), nuncio apostólico de la Santa Sede en Cuba, en una misa al aire libre celebrada en el poblado de Vignacastrisi.
Ahorro palabras en detallar la carga de distorsión, la especulación sesgada y el tono despectivo utilizado hacia la realidad de la sociedad cubana y la inculpación injuriosa y ofensiva a las autoridades políticas ante las cuales se supone que el autor realiza un ejercicio diplomático. Son simplemente indicativas de una postura adversa en extremo; ese extremo que conocemos y que ni siquiera deja espacio a la discusión. Me cuento entre los que piensan que cada cual es libre de formarse opiniones, por tendenciosas y deformadas que sean, y de no callarlas. Pero no ignoro que esto podría ser incompatible con el desempeño de algunas responsabilidades oficiales.
El hecho es que han pasado ya diez días de esas declaraciones sin que se sepa de respaldo ni de desautorización desde la Secretaría de Estado del Vaticano, o de cualquier otra instancia competente, si la hubiere, ni de desmentido o de retractación por parte del aludido, ni de respuesta de la cancillería cubana ante las inauditas palabras atribuidas al nuncio Musaró.
Tampoco se han pronunciado, que se sepa, los obispos cubanos, aunque esto es más comprensible. Formalmente se trata de un asunto de relaciones entre los dos Estados y se diría que no les compete interceder, aunque seguramente tienen opiniones, e imagino que también libertad para expresarlas. El silencio por parte de las autoridades cubanas puedo interpretarlo como el gesto de dar un margen a rectificación de lo que normalmente supondría una expulsión del embajador, y me pregunto si nuestros obispos lo entenderán también así.
Lo cierto es que el nuncio no ha regresado a la Isla, donde tiene tres años en el cargo, al cual fue designado por Benedicto XVI, y donde dijo, según la nota aludida, que «espera estar cuando el régimen socialista haya terminado». Me parece lamentable para los católicos cubanos que sea alguien tan negativamente parcializado, en cuanto a la realidad y los destinos de Cuba, quien tenga la misión de asesorar al pontífice para decidir la sucesión del arzobispo de La Habana, próximo a la jubilación.
(*) Mons. Bruno Musaró, nuncio apostólico en Cuba, ha dicho que «sólo la libertad puede darle esperanza al pueblo cubano». Después de celebrar Misa en el parque San Pío de Pietrelcina, de la localidad italiana de Vignacastrisi, el nuncio se refirió, según un diario local, a «las condiciones de absoluta pobreza y degradación humana y derechos civiles en la que vive el pueblo cubano, víctima de una dictadura socialista que lo mantiene subyugado desde hace 56 años». «Para esta gente, la única esperanza de una vida mejor es escapar de la isla», afirmó el nuncio, citado por Lecce News24. (Fragmento tomado de Agencias/InfoCatólica)
Foto de portada: La Virgen de la Caridad del Cobre fue colocada en los Jardines Vaticanos en la zona cercana a la Campana del Jubileo. Asistieron a la ceremonia 10 obispos cubanos. Durante el acto se rezó una oración y el cardenal Tarcisio Bertone, ex secretario del Estado Vaticano, se dirigió a los presentes.
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