Por Mónica Rivero y Lisandra Díaz Padrón
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LA HABANA. “Si continúan los problemas, las medidas serán más drásticas: llevaremos a fiscalía a todo el que incurra en daños al río”. Ese es el ultimátum que esgrime Osvaldo Pino, matemático de profesión y especialista del Ministerio que en Cuba vela, entre otras cosas, por la salud de los ecosistemas. Él representa al CITMA en San Antonio de los Baños, Artemisa, y con esa autoridad, y la de ser defensor pertinaz de un río moribundo, lanza la advertencia.
Es urgente, porque en diez años el río podría, literalmente, desaparecer. Once kilómetros de extensión y un caudal de 400 mil metros cúbicos le dieron vida y sentido a San Antonio de los Baños, un pueblo con unos 50 000 habitantes, cuna de muchos hijos célebres: los de allí se llaman ariguanabenses, por su río, que están viendo morir.
En las próximas semanas el Consejo de la Administración Provincial recibirá propuestas y planes concretos para que las entidades contaminantes se comprometan a detener la situación actual.
Sin embargo, hay razones para el escepticismo: el Ariguanabo lleva muchos años acercándose a su ya muy próximo punto de no retorno sin que nada indique que, a pesar de las alertas, haya conciencia social, responsabilidad institucional y coordinación suficientes para neutralizar el impacto de los problemas medioambientales.
Precisamente la deforestación ha provocado colmatación [1] del río y la pérdida de la franja forestal, con gran perjuicio para la diversidad biológica.
En el Ariguanabo –voz aborigen que significa río del Guanal, o de las palmas o las pencas– existen ya puntos en que es posible cruzar de un margen a otro caminando sobre los sedimentos acumulados. Los índices de contaminación triplican los de hace 30 años y, según registros que se tiene desde 1967, jamás había alcanzado niveles tan alarmantes.
Este río es la expresión superficial de la cuenca Ariguanabo, la única cuenca cerrada en Occidente, lo que le otorga carácter estratégico. En la cueva donde visiblemente muere el Ariguanabo, comienza la Cuenca Sur. En ella desde hace más de quince años hay pozos contaminados por el río. “Las dos cuencas que garantizan casi el 50 por ciento de abasto de agua a la capital están contaminadas en cierto grado”, enfatiza el geógrafo ariguabanense Dr. Alberto Enrique Enrique García, profesor titular de la Universidad de La Habana quien monitorea desde 1981 los niveles de contaminación del río.
Este año la inauguración del verano, en vez de en el río, tuvo que hacerse en una piscina. En el sub corredor migratorio que constituye esta zona antes estacionaban 11 especies de patos de las más de 30 que vienen a Cuba. Ya no llega ninguna. También las mariposas han desaparecido.
Ricardo Alayón, biólogo nacido también en San Antonio, lleva estos registros y se duele al comentar los números. Su graduación la celebró en el río, y antes y después ha dedicado su vida al estudio de este. Como Alberto Enrique García, ha coordinado investigaciones y estudios durante décadas. Juntos trabajaron además en un Atlas de San Antonio de los Baños, que compila toda la información sobre este municipio, el único de Cuba que cuenta con una base de datos como esta.
En el artículo “Recuerdos ambientales del Ariguanabo”, Alayón cuenta: “Hace 20 años nos bañábamos en el río (…) sin preocupación alguna; mis hijos y yo aprendimos a nadar en nuestro río como muchos otros en nuestra villa. Hoy es un riesgo sumergirse en sus aguas contaminadas y sucias”.
El pueblo en general siente añoranza por las aguas cristalinas de su río, en el que nadaban, navegaban, pescaban… “No es una cuestión deportiva ni snob; tiene que ver con las raíces de uno mismo”. Pero “no hay suficiente educación ambiental como para entender que estamos ante una situación de urgencia, no es algo que se pueda dejar para mañana porque haya cosas supuestamente más importantes. Padecemos una visión muy miope, porque eso es tan prioritario como poner el plato de comida en la mesa, porque ese plato hay que ponerlo con calidad ambiental.”
Luis Plácido Ortega, biofísico, está convencido de que “si este río se muere, se muere el pueblo. Y el río se está muriendo. Es un motivo emocional, intelectual, espiritual; pero en el fondo lo que más nos preocupa es la vida del pueblo”.
De Grupo a Fundación ¿imposible?
De manera autónoma, por convicción, y frente a los problemas acumulados, un grupo de ciudadanos comprometidos con la suerte de su río –muchos de ellos científicos de muy alto nivel– se han convertido en un grupo formal de activistas que se reconocen como Amigos del Río.
Este grupo, a través de su propio trabajo, ha estudiado por décadas al río, y ha acumulado decenas de proyectos concretos esperando por ejecución, con acciones dirigidas al río directamente, y al bosque.
Desde hace cinco años espera por convertirse en la Fundación El Ariguanabo con la finalidad de tener marco legal para concentrar y hacer viables voluntades y recursos que por otras vías no llegaron a tiempo ni con la efectividad necesaria. Entre ellos, el trovador Silvio Rodríguez también está empeñado en este propósito, pero no ha logrado subir la cuesta.
Desde hace un año, en una entrevista concedida a la revista OnCuba, Silvio Rodríguez describía y denunciaba el empantanamiento de esta propuesta: “Hemos pasado por todos los procesos; hemos elevado todas las cartas; nos han recibido todos los funcionarios y todos, muy sonrientes, nos han dicho que todo está “perfecto”. Lamentablemente es una “perfección” virtual, porque no se ha aprobado la Fundación. Incluso doné a este proyecto el premio ALBA cultural que me otorgaron en 2010. Pero todo ha sido inútil. Nadie parece tener lo que hay que tener para decirnos: “ya es legal la Fundación”.”
La Fundación Ariguanabo tendría como objetivos “contribuir a la protección, conservación y fomento del patrimonio —natural y cultural— en la región geográfica definida como Cuenca del Ariguanabo; y favorecer el desarrollo cultural, material y espiritual de sus habitantes.”
Aun ante la evidencia del desastre, no sucede nada. Se nota falta comunicación, prejuicios, y poca percepción de riesgo entre las autoridades y los propios miembros de la comunidad. Las típicas dificultades de los gobiernos locales para ejercer la administración efectiva de recursos en función de políticas de interés y alcance local, también parecen estar impactando la situación de la conocida también como “villa del humor”.
¿Indolencia, ignorancia, ineficacia?
Osvaldo Pino considera que este problema tiene mucho que ver con que “desde 1974 el río, si bien está en San Antonio, pertenece a Recursos Hidráulicos, en Artemisa; el bosque de las márgenes no es de San Antonio, es de la Empresa Forestal; y la UEB de San Antonio se llama Costa Sur. Nosotros como CITMA hacemos lo que orientan instancias superiores, que no tienen capacidad para entender el problema”, concluye.
Actualmente, con la estructura que se creó en Mayabeque y Artemisa, el CITMA es parte del gobierno. Antes respondía verticalmente a una delegación provincial y había algo de contraparte; ahora no hay ninguna, comentan García y Mario Campos, geólogo jubilado de ese organismo.
El especialista considera que, dada la centralidad –real y potencial– del río en la vida de San Antonio de los Baños, “el primer asunto que debe tener el Presidente del gobierno de este municipio es el problema medioambiental”.
Pino anuncia que próximamente deben ser nombrados por resolución de los Consejos de Estado y de Ministros el río y sus zonas aledañas como Paisaje Natural Protegido Río Ariguanabo, parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas. “Nosotros tenemos identificados los problemas, pero no podemos accionar sobre ellos. Cuando se decrete área ecológica, podremos”.
Progreso Semanal le preguntó a Silvio Rodríguez si este panorama era resultado de indolencia, ignorancia, o ineficacia. “Creo que las tres cosas se combinan, aunque me parece que todo parte de una falta de visión, y esta ausencia imposibilita la movilización de sentimientos y por supuesto de voluntades. Se puede especular mucho, contar muchas anécdotas, muchas adversidades y frustraciones, pero cuando sometemos al fuego los elementos para que quede una sustancia, en el fondo del jarro es pura y dura ignorancia lo que encuentras.”
“Por otra parte, somos capaces de reproducir lo que han dicho grandes pensadores y revolucionarios, hacer discursos para la prensa y la posteridad. Pero en nuestras escuelas hay que enseñar que quedarnos sin un río o que perder un bosque es más que perder a un ser querido, porque es como perder a una familia, a una nación, a una cultura de eventos naturales, de historia y de razones para que, por ejemplo, exista un pueblo, como es el caso de San Antonio y de su casi extinto Ariguanabo.”
“Yo escribí hace mucho unas décimas basadas en aquellas otras anteriores que se llamaban “Yo soy de donde hay un río”. Este segundo acercamiento se llama “Yo soy de donde hubo un río” y lo mantenía reprimido porque llevábamos años tratando de que no se nos muriera el río, llevando gente, haciendo reuniones a veces con más de un Ministro, y pensaba que cuando menos lo esperara iba a haber una reacción positiva, una comprensión, un gesto. Y si el momento no permitía ocuparse de eso, que al menos nos dejaran a los que sentimos que tenemos una deuda con el Ariguanabo crear una Fundación que trabajara en ese sentido, no frente, sino codo a codo con las instituciones estatales. Pero después me cansé y en diciembre pasado publiqué las décimas en mi blog, a ver si un misil hacía lo que no pudo una canción.”
En la Artemisa de los experimentos relacionados con la Actualización del modelo económico cubano se produce este conflicto de poder local, donde autoridades ambientales, sanitarias, sociedad civil, comunidad y academia coinciden, no sin contradicciones, en la necesidad de actuar urgentemente sobre el río. Pero ninguno goza de la autonomía suficiente y no dispone entonces de mecanismos efectivos para construir consenso, articularse y actuar.
Yo soy de donde hubo un río
Yo soy de donde hubo un río
que le dio nombre a su valle,
fundó un pueblo con sus calles
y fue de muchos, y mío.
Hoy corre viejo, y ansío
consolarle la salud,
porque si alguna virtud,
sombra y pisada poseo
es por sus aguas que ―creo―
dieron voz a mi laúd.
Desde que tengo razón
vi al pobre sacando peces
y al niño gozar con creces
de mi manantial dulzón.
Se dieron el corazón
en sus márgenes los novios;
todo nombrado episodio,
fuera de carne o leyenda,
pagó la útil ofrenda
al río, por su custodio.
Todos le debemos algo:
yo mismo, más que bastante:
por él fui enano y gigante;
por él valgo, si es que valgo.
Yo no conozco un hidalgo
ausente del pueblo mío
que no sienta escalofríos
cuando, en lejanos confines,
un coterráneo le gime:
“¿y cómo está nuestro río?”
Hace años que no fluye
porque le falta tutela,
pero pocos se desvelan
por tanto que se destruye.
El político lo incluye
en su discurso consciente
y, sin embargo, la gente
ve como el río agoniza
cada día, con la prisa
de quien no tiene parientes.
Sin el río Arigüanabo
nuestro pobre San Antonio,
sin baños ni patrimonio,
apenas será un lavabo.
¿Dónde beberá el guayabo,
el jagüey y la yagruma?
¿Qué paraje será espuma
de la niñez de mañana?
…Y en la neblina temprana
¿dónde dormirá la luna?
Yo soy de donde hubo un río
que le dio nombre a su valle,
fundó un pueblo con sus calles
y fue de muchos, y mío.
Hoy corre viejo, y ansío
consolarle la salud,
porque si alguna virtud,
sombra y pisada poseo
es por sus aguas que ―creo―
dieron voz a mi laúd.
(2013)
Yo soy de donde hay un río (o Décimas a mi abuelo)
Yo soy de donde hay un río,
de la punta de una loma,
de familia con aroma
a tierra, tabaco y frío;
soy de un paraje con brío
donde mi infancia surtí,
y cuando después partí
a la ciudad y la trampa,
me fui sabiendo que en Tampa
mi abuelo habló con Martí.
Supo la gran aventura,
supo la estación más triste,
supo el dolor que se viste
de redención la cintura;
supo la traición más dura,
luego el silencio, el rumor,
luego el murmullo, el clamor,
y al fin supo del aullido,
y del último estallido
mi abuelo supo el amor.
Así lo sé porque quiero
echarme en su misma fosa,
sin oración y sin losa,
hueso con hueso viajero;
lo sé como el aguacero
sabe que acaba en la orilla;
lo sé como sé su silla,
su cuchillo, su mascada,
y su corona nevada,
cual sé también su rodilla.
(1980)
Fotos y video: Claudio Pelaez Sordo
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[1] Se denomina comúnmente colmatación a la acumulación de sedimentos. En realidad son dos procesos, que si bien están emparentados, es conveniente distinguir, estos son:
- Por un lado, se llama colmatado un río, o estuario en el cual se ha sedimentado material transportado por el río o en el caso del estuario, a material movido por el flujo y reflujo de las mareas, este proceso lleva finalmente a la formación de bancos de arena;
- Por otro lado, se dice que un suelo está colmatado, cuando, su permeabilidad original se ha reducido sustancialmente, a causa del progresivo entupimiento de los poros existentes entre sus partículas, con materiales finos transportados en suspensión por el agua que se va infiltrando, en las etapas iniciales del proceso.
Wikipedia http://es.wikipedia.org/wiki/Colmataci%C3%B3n
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