Por Pedro Echeverría V.*
1. La autoridad electoral dio el veredicto definitivo que se esperaba: Enrique Peña Nieto es el presidente electo y las mil pruebas de compra de votos, de medios de información y de casas encuestadoras presentadas por el Movimiento Progresista de Andrés Manuel López Obrador, sirvieron para tirarlas a la basura. Los siete ministros votaron por unanimidad ese acuerdo y ya no hay posibilidad de vuelta atrás. Hace seis años el fraude a AMLO fue por los votos no recontados; hoy el fraude estuvo en la descarada compra de los votos. Pero me parece una tontería, mucha imbecilidad, seguir escuchando o leyendo acusaciones, mentiras, pretextos o lloriqueos, porque los he escuchado durante más de 50 años. Lo único importante hoy es analizar qué hacer para organizarnos y enterrar el sistema de explotación, corrupción, de dominación, de miseria y hambre.
2. Que fueron comprados los jueces; que no investigaron las denuncias; que el PRI, Televisa y Peña Nieto sobrepasaron en cientos de millones de pesos los gastos de campaña; que se compraron a las casas encuestadoras; que la propaganda por TV y radio fue radicalmente desigual; que se repartieron mercancías de todo tipo, tarjetas y dinero contante para comprar millones de votos, etcétera, todo ello es archisabido y ya no caben más denuncias porque toda la actuación de la autoridad ha sido por consigna; más aún se sabe que ésta actúa siempre por órdenes superiores. Pero, pregunto: ¿Por qué seguimos votando, creyendo en los procesos electorales, vendiendo nuestra voluntad, con las esperanzas de que algunas vez “con la ayuda de dios” salgamos de nuestra miseria y nos alejemos del hambre?
3. En el Porfiriato hace 100 años se hablaba de “la paz de los sepulcros” porque el dictador Porfirio Díaz (1876-1911) tenía como frase copiada del positivismo: “Paz, Orden y Progreso”; pero la paz para él era mantener al país sin luchas, protestas o levantamientos para que los terratenientes, empresarios y los capitales extranjeros sigan saqueando la economía de México. Todos aquellos que se atrevían a salir a la calle –como eran los luchadores campesinos, los luchadores anarquistas- los “mataban en caliente”, tal como el gobierno ordenaba. Mientras sucedía eso, los grandes hacendados, los “científicos”, los militares, el clero y los “intelectuales” comían y bebían bien a la sombra del protector: don Porfirio. Era la paz que las clases dominantes usaban, propagaban y no estaban dispuestas a perder.
4. Pero esa “paz social” que significaba la muerte de miles y miles de indígenas, campesinos y trabajadores, tuvo que terminar para dar paso a la guerra entre clases sociales, es decir, la guerra de un 90 por ciento de pobres y miserables contra un el uno por ciento de ricos que usando al gobierno, al ejército, las cárceles, las leyes, se imponían por la fuerza. Los anarquistas no aconsejaron la guerra sino movimientos de huelga y luchas por salarios para no morir de hambre; pero fue el gobierno el que impuso la guerra contra toda lucha o movimiento que perjudique los intereses de los ricos. La “paz” entonces era solo una palabra para cubrir la explotación, la miseria, el saqueo y la guerra era hecha por los ricos para evitar las protestas y las luchas de los trabajadores. Ahora la gente con juicio crítico se pregunta: ¿Paz para qué y guerra para qué?
5. El gobierno usurpador de Calderón, del televiso Peña Nieto, los panistas, los priístas, empresarios, medios de información, “intelectuales”, hablan siempre de paz –como si estuvieran en el Porfiriato- porque no quieren ver ni escuchar las terribles condiciones de vida del 70 por ciento de la población. Repiten por todos los medios que ahora hay que llegar a acuerdos para que haya paz y prosperidad. Pero también me pregunto: ¿Qué tal si el pensamiento de esa mayoría del pueblo ya está enajenado, alienado o cosificado por los medios de información y sus intelectuales, que ya no sienten, no hacen nada, porque tampoco les importa? ¿Qué tal si esta “paz de los sepulcros” es la que más les acomoda y las clases sociales y la lucha de clases les importa un carajo? Yo no se si en México, ante la situación actual, surjan estallidos sociales.
6. Andrés Manuel López Obrador, que acaba de sufrir otro gran fraude electoral, dejará pasar nueve días más a pesar de que han transcurrido dos meses de las elecciones compradas. Sin embargo no será un problema de cuántos días hayan pasado o cuántos haya que esperar, sino de propuestas adecuadas o no; aunque esa cantidad de días hace pensar que “no hay prisa”, no hay desesperación y que si se ha esperado seis años se pueden esperar otros seis. Espero que AMLO y sus asesores logren levantar el movimiento de oposición y no vayan a dañarlo más con propuestas desmovilizadoras. Espero que los estudiantes del Yo soy 132 no sean divididos, calumniados y reprimidos por los medios de información, el PRI y el PAN con miras a desaparecerlo. Aquí es donde debemos poner toda la atención y no en repetir hasta el cansancio nuestros gritos de derrotados.
7. Lo que siempre me ha resultado difícil desentrañar es cómo la clase dominante nos puede engañar y someter con gran facilidad, “con la mano en la cintura”, sin poner en peligro su poder. Aquí he citado varias veces al filósofo Etienne de la Boetié sobre la “Servidumbre voluntaria” cuando entre su larguísimo análisis escribe:
“De lo que aquí se trata es de averiguar cómo tantos hombres, tantas ciudades y tantas naciones se sujetan a veces al yugo de un solo tirano, que no tiene mas poder que el que le quieren dar; que sólo puede molestarles mientras quieran soportarlo. Cosa admirable y dolorosa es, aunque harto común, ver a un millón de millones de hombres servir miserablemente y doblar la cerviz bajo el yugo, sin que una gran fuerza se lo imponga, cuyo poder ni debería ser temible por ser de uno solo, ni apreciables sus cualidades por ser inhumano y cruel”. (31/VIII/12)
*Antropólogo, profesor de la Universidad Autónoma de Yucatán, UadY (Mérida, Yucatán, México)
http://pedroecheverriav.wordpress.com
Imagen agregada RCBáez
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