Por Norberto Alayón*
Empecemos rememorando lo mero principal: en esencia, el capitalismo es profundamente corrupto y corruptor. Como decía el viejo proverbio español, “lo que por sabido se calla, por callado se olvida”. Para no olvidar, entonces, recordamos que el capitalismo es el sistema político-económico-social que predomina en casi todo el mundo.
El juez federal Ariel Lijo acaba de procesar a ex ejecutivos de la empresa alemana Siemens por el pago de sobornos, por 106 millones de dólares, a funcionarios del gobierno de Carlos Menem, para quedarse con el negocio de la informatización de los DNI en la “Década Infame” de los ´90. El juez consideró probado que las coimas existieron y dictó 17 procesamientos y embargos millonarios a los directivos de Siemens, a los funcionarios de Menem y también a integrantes del Grupo Socma (de la familia Macri) por su relación con el delito cometido.
La corrupción no es un fenómeno exclusivamente inherente a lo estatal. Se trata de un comportamiento que, en sintonía y correlato con el modelo de funcionamiento social, atraviesa al conjunto de la sociedad, incluyendo -obviamente- también a la clase política.
La corrupción no es patrimonio exclusivo de los poderes del Estado, se trate del Ejecutivo, del Legislativo o del Judicial. Seguro que hay -y está muy mal- políticos corruptos, legisladores corruptos, jueces corruptos. Y también hay empresas corruptas (pensemos sólo al pasar en Papel Prensa), empresarios corruptos, medios de comunicación corruptos, sindicalistas corruptos, corporaciones profesionales corruptas, lobistas corruptos, organizaciones internacionales corruptas. ¡Mi Dios, la corrupción parece estar en todos los lados! Y ya que invocamos a Dios, recordemos que hay corrupción hasta en el Vaticano y en diversas cúpulas religiosas.
Pero el “sentido común” de la gente adjudica y relaciona, casi automáticamente, la corrupción sólo con los políticos. Y no se trata de ser ingenuos ni indulgentes con determinados políticos corruptos. Pero hay que advertir que cuanto menos política haya, que cuanto menos Estado funcione, más actuarán a sus anchas los corruptos de adentro y de afuera, y especialmente los grandes mercaderes (sean los Estados imperiales, las empresas internacionales de enorme poder económico, los grupos financieros del mundo, los “serviciales” bancos, etc.).
En suma, como se decía certeramente en otras épocas (y que es necesario seguir teniendo presente), nos referimos a los principales expoliadores y corruptos de toda laya, los cuales para garantizar su reproducción y vigencia buscan y logran corromper a distintos actores de la función pública y, lo que no es menor, logran pasar como cínicos ángeles impolutos, sorteando el descrédito que también los debería alcanzar a ellos.
Y ya que estamos, a la luz de la ausencia de luz de estos últimos días, no estaría mal que nos preguntáramos acerca del comportamiento comercial de las empresas Edenor y de Edesur.
Las embajadas, especialmente las del llamado primer mundo, sistemáticamente operan y presionan sobre nuestros Estados para defender los intereses económicos de las empresas de sus respectivos países.
En este caso puntual, referido al anómalo proceder de la empresa Siemens, sería edificante que la Embajada de Alemania en Argentina se expidiera, por lo menos reprobando el delictuoso accionar de esa gran compañía alemana que representa -en alguna medida- a dicho país europeo.
Buenos Aires, enero de 2014
*Profesor Regular Titular, Facultad de Ciencias Sociales (UBA), Argentina
Enviado por su autor via e-mail
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