Por Gabriel Abad
La ofensiva general del imperialismo norteamericano a escala global, hay que verla desde visiones geopolíticas generales y de sus intereses puntuales particulares, ya que la misma se gesta en condiciones interconectadas y sinérgicas y en una línea que tiene como objetivo la sumisión de todas las naciones, la obediencia y el encuadre social e individual de la sociedad humana planetaria.
Esta situación conlleva al uso indiscriminado y festinado y -por supuesto- calificador optimista de “procesos revolucionarios" cuando aparecen pronunciamientos de insumisión.
En la mentalidad de politólogos y sociólogos optimistas, a falta de pan, buenas son tortas.
Me explico:
A falta de procesos revolucionarios reales, es decir, de liberación nacional y de liberación social -ergo, destrucción del estado burgués- este último, bajo políticas continuadas y escalonadas en grado constante, de participación activa de las masas trabajadoras en niveles de decisión sobre la administración y planificación de los recursos y riqueza nacionales, de decisión política y económica que reflejen el empoderamiento de las masas en el poder del estado, de un nuevo estado no burgués. La posición y visión "entusiasta" de estos sociólogos progresistas, no duda en calificar de revolucionarios a gobiernos no sumisos a las políticas imperialistas.
Es a nuestro juicio poco saludable y muy poco pedagógico la festinación del calificativo "revolucionario" para estas insumisiones.
Insumisiones que se dan en diverso grado y contexto, es cierto, y por eso mismo, es que el análisis particular en que se gestan estas políticas anti-imperialistas, debe ser analizada descarnadamente.
La primera consideración general es que la sociedad planetaria se encuentra sumergida en el caldo económico, comercial, financiero e ideológico de la mercancía, del dominio monopólico del fetiche supremo: el dinero.
Las políticas anti imperialistas, las decisiones nacionales soberanas ante la administración norteamericana, son encomiables y deben ser reconocidas, aplaudidas, apoyadas. Tienen diverso grado de consistencia y perseverancia.
Para nadie medianamente conocedor de la teoría revolucionaria, se oculta el grave riesgo que tienen estas decisiones soberanas, lo que, bajo inventario, se supone, obliga a estos gobiernos a buscar resguardos.
Como pronóstico a estas decisiones gubernamentales de insumisión-política exterior soberana- consideramos que la desambiguación [sic.] urgente y necesarísima, pasa obligatoriamente por la sindéresis con la política interior en esos estados.
Estados hasta hace poco sumisos, cuyos gobiernos dan muestra de soberanía y dignidad e independencia ante la administración norteamericana, continúan sometidos a la dictadura de los monopolios transnacionales, nadan en las condiciones establecidas por el modo de producción capitalista.
No es posible más que aplaudir estas decisiones soberanas. Pero de allí a considerar a estos gobiernos revolucionarios, es simple entrega de principios políticos e ideológicos, incluso aberración del “sentido común". La incongruencia de la mayoría de estos gobiernos, estriba en que su política interior no cuenta con la participación directa de las masas trabajadoras en los asuntos del estado.
Políticas asistencialistas por parte del estado burgués son parte del llamado "programa mínimo"; muchos gobiernos actuales, "auto denominados revolucionarios" y reforzados en esos términos por opiniones de politólogos y sociólogos entusiastas, han tomado decisiones sin ser forzados por la clase trabajadora, decisiones a todas luces parciales--hay que reconocer que es imposible materialmente suplir todas las necesidades sentidas de la sociedad- y con un componente oportunista agregado electoralista.
Estas medidas y su manejo mediático por parte de estos gobiernos, inducen al engaño, a la confusión de masas en estado pre-político. Para el sector obrero conscientemente organizado, son un indicativo de la posibilidad de mayores exigencias.
Sólo cuando las masas se empoderan, participan y activan en las decisiones de conducción dentro del gobierno y del estado, la política exterior soberana e independiente encuentra seguridad de continuidad y consecuencia, se abre la posibilidad de la liberación social la cual, axiomáticamente, será entorpecida, saboteada, por el imperialismo.
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