Por Salvador Capote*
El 5 de enero de 2012, en el Pentágono, el presidente Barack Obama anunció un cambio fundamental en la estrategia militar del país: la robotización de la guerra.
En esta estrategia de robotización ocupan un primer plano los drones o vehículos aéreos no tripulados (U.A.V.’s por sus siglas en inglés) (1). Al comenzar el siglo, el Pentágono disponía de solamente unos 50 drones, ahora tiene en su inventario más de 7,000, de diversos tamaños y modelos.
Los drones son relativamente económicos. Un drone “MQ-9 Reaper”, por ejemplo, cuesta 36.8 millones de dólares, mientras que un caza tripulado “F-35 Joint Strike Fighter” cuesta cerca de 140 millones. Los de tipo “Predator” y “Reaper” pueden ser equipados con misiles “Hellfire”, tomar fotos de alta calidad y monitorear conversaciones entre celulares, entre otras funciones.
Se dice, además, que la principal ventaja militar de los drones consiste en que sus pilotos, incluyendo algunos que nunca han volado aviones reales, se sientan en cabinas a medio mundo de distancia, tal vez en alguno de los tráileres de la Base Aérea de Creech, cerca de Las Vegas (uno de los principales centros de dirección de los “Predators”), a buscar en las pantallas de sus computadoras los posibles blancos.
Dudo, sin embargo, que ahorrar la vida de los pilotos tenga algún peso en las consideraciones de los estrategas del Pentágono para favorecer la fabricación de los drones. Mucho más convincente es el hecho de que la tecnología moderna y el uso de nuevos materiales, permite construir naves aéreas capaces de experimentar bruscos giros y aceleraciones que el ser humano, susceptible a una condición conocida como pérdida de conciencia gravitacional o “G-LOC”, no puede soportar aún con trajes especiales. Un drone podría realizar movimientos para eludir ataques, decenas o cientos de veces más violentos que los aviones tripulados más novedosos. No es pues la compasión sino la tecnología lo que deja a los pilotos en tierra.
Aunque es un arma todavía en desarrollo, estos drones han estado operando en los Balcanes, Afganistán, Irak, Pakistán, Libia, Yemen, Somalia, Líbano, Palestina, Colombia, y a lo largo de la frontera con México. Los drones permiten realizar una nueva modalidad del asesinato a sangre fría, el asesinato a larga distancia y sin riesgo alguno para el ejecutor.
Actualmente, más de cincuenta países fabrican o compran drones para diversos usos, pero Estados Unidos, Israel y Gran Bretaña son los únicos tres (lo hubiéramos podido adivinar) que han utilizado drones no sólo en misiones de vigilancia sino también para atacar blancos con misiles y eliminar presuntos enemigos. Israel, contra Hezbollah en el Líbano, y en Gaza contra Hamas; Gran Bretaña, en Afganistán; mientras que Estados Unidos, refiriéndonos sólo a Pakistán y de acuerdo con datos oficiales, mediante “Predators” y “Reapers” operados por la CIA, ha matado a más de 2,000 supuestos militantes de al-Qaeda y a un número indeterminado de civiles.
Otros tipos de drones están en desarrollo. Cerca de un billón de dólares ha sido invertido en el “X-47B” de Northrop Grumman, diseñado para despegar desde un portaaviones, bombardear sus objetivos y regresar a la nave madre, todo dirigido por computadoras. La Boeing está desarrollando el “X-45C Phantom Ray” para vigilancia y ataques en tierra. Otros muchos están en fase de experimentación, incluyendo algunos que pueden llevar cabezas nucleares.
Hasta diciembre de 2011, Estados Unidos creyó poseer con los drones el arma estratégica perfecta, pero tuvo que regresar bruscamente a la realidad y constatar que sólo poseía, y de manera temporal, un arma táctica abrumadora contra sociedades tribales o con escaso desarrollo industrial, pero no contra países con alto desarrollo científico –técnico. En esa fecha, los iraníes capturaron una versión intacta del “RQ-170 Sentinel”, un drone espía sigiloso. Oficiales de ese país informaron que habían irrumpido en los controles de navegación, haciendo “spoofing” (recomposición de las señales) al GPS (2) y engañando a la computadora a bordo del drone para que aterrizase en Irán.
El incidente del “Sentinel” puso de manifiesto la vulnerabilidad de los aviones no tripulados a los ataques cibernéticos. Su extraordinaria complejidad requiere una red de sofisticados sistemas que, de no actuar armoniosamente en su totalidad, el drone estará expuesto a interferencias y a la captura o destrucción por el enemigo.
El siguiente golpe contundente –me parece- a la estrategia robótica estadounidense, tuvo lugar en Zhuhai, China, en el reciente show aéreo bianual (noviembre de 2012). China desplegó en Zhuhai un imponente muestrario de drones que dejó sorprendidos y alarmados a los observadores de Estados Unidos y de la OTAN.
China desarrolla, y se espera que esté listo para el 2016, el “Anjian” o “Dark Sword”, parte de una nueva generación de drones casi invisibles para el radar. Según un estudio del Pentágono (3), el “Anjian” “representa las aspiraciones chinas de diseñar algo que las potencias occidentales no poseen: un drone supersónico capaz de combates en el aire y de ataques a objetivos en tierra.”
Decenas de países poseen ya drones y decenas más los fabricarán o comprarán en los próximos años. El derecho que se arroga Estados Unidos de atacar preventivamente mediante drones a presuntos enemigos, sin respetar fronteras ni “bajas colaterales”, creará seguramente complicaciones insostenibles en las relaciones internacionales.
Scott Shane, columnista del New York Times, se pregunta (4): ¿Qué pasaría si China [con el mismo “derecho” que Estados Unidos] envía drones para matar en Kazajstán a musulmanes de la minoría Uigur, a quienes considera terroristas?; ¿o la India los envía para asesinar sospechosos de terrorismo en Cachemira?; ¿o Rusia, para cazar enemigos en el Cáucaso?
Está claro que Estados Unidos no ha logrado obtener el dominio unipolar en las técnicas más sofisticadas de la robótica del aire, y los logros recientes de Rusia, China y de otros de los países tecnológicamente avanzados, permiten predecir una ruda competencia a corto plazo, entre sí y con Estados Unidos, por la supremacía.
No olvidemos que las bases teóricas de la tecnología “stealth” o tecnología de punta que permite crear naves y misiles difícilmente detectables por los radares, fueron desarrolladas por un científico ruso, Piotr Ufimtsev, del Instituto de Radioingeniería de Moscú, en la década de los 60, con su famoso “Método de Ondas Marginales en la Teoría Física de la Difracción”, utilizado en el diseño de todos los aviones “invisibles” modernos.
Atisbar en el futuro desarrollo científico-técnico en la esfera militar es especialmente difícil debido al secreto que cubre todas las actividades. Como regla, cuando se desclasifica la información acerca de un arma, es porque ya existe otra de su tipo más perfeccionada. Por ejemplo, cuando el “F-117A Nighthawk” fue dado a la publicidad a fines de la década de los 80, ya Estados Unidos tenía en fase de prueba un nuevo modelo desarrollado por Northrop.
Aún así, podemos asegurar que son horripilantes las posibilidades de los drones, en el futuro inmediato, para sembrar la muerte y la destrucción. La noticia esperanzadora es que, en la robotización militar en el aire (y no sólo en el aire) el imperio no tendrá el monopolio ni, muy probablemente tampoco, la hegemonía.
Notas:
(1) “Unmanned Aerial Vehicles (U.A.V.’s)”, pero la Fuerza Aérea prefiere llamarlos “R.P.A.’s” o “Remotely Piloted Aircraft”, lo cual se acerca más a la realidad.
(2) GPS: “Global Positioning System”.
(3) Mark McDonald: “Growth in China’s Drone Program Called ‘Alarming’ “, International Herald Tribune, Nov. 27, 2012.
(4) Scott Shane, citado por Mark McDonald, idem.
*Bioquímico cubano, actualmente reside en Miami. Trasmite con cierta regularidad por Radio Miami el Programa “La Opinión del Día”, que aparece poco después en laradiomiami.com. Es colaborador de Areítodigital.net; participa, con la Alianza Martiana, en la lucha contra el Bloqueo impuesto a Cuba por Estados Unidos.
0sem comentários ainda
Por favor digite as duas palavras abaixo