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La verdad del terrorismo como método

14 de Setembro de 2014, 22:40 , por Rosa C. Báez Valdés - 0sem comentários ainda | No one following this article yet.
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Por Martha Lidia Ferreira
  
Terror, (del latín terror, terroris) es el sentimiento de miedo, o fobia, en su escala máxima. Si el miedo se define como esquema de supervivencia, se puede asumir que el terror sobreviene cuando el miedo ha superado los controles del cerebro y ya no puede pensarse racionalmente.
 
El término terrorismo, derivado de terror, designa un método de acción política destinado a sembrar el miedo en un grupo social, racial o religioso, en una comunidad o ciudad, y en algunos casos, a desestabilizar al Estado y promover una revolución.
 
El terrorismo es el uso sistemático del terror, para coaccionar a sociedades y/o Gobiernos, utilizado por una amplia gama de organizaciones políticas, o como una particular forma de ellas, en la promoción de sus propios objetivos, tanto por Partidos Políticos nacionalistas y no nacionalistas, de derecha y/o denominados “de izquierda”, así como también por Corporaciones, grupos religiosos, racistas, colonialistas, independentistas, revolucionarios, conservadores y, también, Gobiernos en abuso del Poder.
 
El terrorismo, como táctica, es una forma de violencia que se distingue del Terrorismo de Estado, siempre aliado al Poder económico (nacional e internacional), por el hecho de que, en éste último caso, sus autores pertenecen a Entidades Gubernamentales. Se distingue también de los actos táctico/estratégicos de guerra, y de los crímenes de guerra, además de los producidos en ausencia de guerra. La presencia de actores no estatales en conflictos armados ha creado controversia con respecto a la aplicación de las Leyes de Guerra.
 
La palabra "terrorismo" tiene fuertes connotaciones políticas y posee elevada carga emocional, colectiva e individual, y esto dificulta consensuar una definición precisa. Los conceptos tienden a vulgarizar su acepción y difundirse entre las masas perdiéndose su esencia de origen. Por ello se manipula, apelando a ello, tildando de terrorista cualquier acto que no produce el efecto antedicho pero, como devino en altisonante, se le puede adjudicar hasta a una huelga de estudiantes Secundarios.
 
Tildar de terrorista todo hecho, sin discriminar, suceda donde suceda, hace sonar todas las alarmas a nivel local, nacional o internacional, paralizando actividades normales.
 
Es común el uso de la palabra por parte de Gobiernos para acusar a sus opositores. También es común que las organizaciones e individuos que lo practican rechacen el término por injusto o impreciso. Tanto los unos como los otros suelen mezclar el concepto con la legitimidad o ilegitimidad de los motivos propios, o de su antagonista. En honor a la verdad existen auténticos hechos que producen TERROR, consecuente temor y tienden a sobredimensionar el poderío de quien se lo adjudica, en el subjetivo colectivo y personal, tendiendo a inmovilizar la resistencia de cualquier tipo, o reacomodamiento de la correlación de fuerzas.
Sin embargo, como toda unidad dialéctica terror/temor, deviene con el tiempo, en la aparición del coraje necesario, en organización acorde, para identificarlo, aislarlo y vencerlo, recreando un método político.
 
Lo que en su comienzo es espanto, asombro, algo inimaginable, se transforma en reflexión, profundización, comprensión y respuestas acordes para lograr su desaparición. Sólo guarda la memoria colectiva, de la cual somos portadores individuales, las causas reales de tal método y el sacrificio que demanda la contundente y necesaria respuesta.
 
Dice Lenin, ante la magnitud de un hecho inesperado, sólo pregúntate “…a quien beneficia”.
 
A nivel académico, sin embargo, se opta por atender exclusivamente a la naturaleza de los incidentes sin especular sobre los motivos ni juzgar a los autores.
Algunos medios de comunicación como la BBC, que desean enfatizar su imparcialidad, sugieren en sus guías de estilo evitar el término terrorista y terrorismo. Frente a cualquier acto, que reviste dicho carácter, es imposible guardar imparcialidad o evitar denominarlo de tal forma.
 
Sea su carácter de origen nacionalista, religioso, racista, de Corporaciones, Imperiales, político, del narcotráfico, ecoterrorismo o ciberterrorismo, su finalidad será siempre la:
 
Terrorismo
1. Dominación por el terror, más o menos temporaria.
2. Sucesión de actos de violencia extrema, ejecutados para infundir terror.
3. Actuación criminal, organizadas, que, reiteradamente y, por lo común, de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines económico/políticos.
 
Los EE.UU. desde 1983, con propósitos estadísticos y analíticos, han utilizado las siguientes definiciones referentes al terrorismo que se recogen en el Título 22 del Código de los Estados Unidos, sección 2656f(d):
 
«Terrorismo: Violencia premeditada y con motivos políticos perpetrada contra objetivos civiles por grupos subnacionales, o agentes clandestinos, generalmente con la intención de influenciar a un público determinado.»
 
Sólo me cabe agregar “A confesión de partes, relevo de pruebas…”.
Los actos denominados, lo sean o no, como terroristas, son irracionales para el que los ejecuta, quienes lo sufren, o se ven éticamente obligados a tomar posición al respecto. Pueden ser sobre algo emblemático, alguien de trascendencia o una multitud.
 
La capacidad de su accionar permite muchas veces detectar el posible origen y objetivo, así como también, el tiempo en que los damnificados pudiesen reponerse y actuar en consecuencia.
 
Cuando participamos, o se nos ha dado a conocer este tipo de irracionalidad, también podemos detectar, acudiendo a nuestra memoria histórica, quienes NUNCA usaron este método para alcanzar objetivo alguno, y rememorar quienes siempre han hecho uso y abuso de ello, en procura de sus intereses. El justificativo de estos últimos es lograr la trascendencia, que es la masificación del máximo terror posible, con ánimo de inmovilizar al enemigo real o inventado para lograr determinados intereses.
 
Sabemos la conciencia no surge de ese tipo de actos sino que ante la acción surge una reacción, que no es la esperada. Se impone y esperan beneficios acordes.
El terror fue utilizado por el hombre, magnificando su crueldad extrema hasta en mitos y leyendas horripilantes, desde los propios inicios de la humanidad. Los fines fueron de índoles diversas. Nunca defendiendo su propia supervivencia, sino intereses de índoles diversas!
 
Hoy, los Medios de Comunicación, Corporaciones en sí mismas, que responden a otras, vinculadas a cuyos intereses responden tácticamente en beneficio mutuo,  se encargan de difundir hasta el cansancio los hechos para su mayor alcance y buenos resultados. Estos devienen en sustitutos de Gobiernos y Partidos Políticos, todos en un entrelazado, en un engranaje a los que, lentamente se les descorre el velo y se evidencian.
 
Las imágenes y videos, reales, trucados, y/o teatralizados, discursos, amenazas más o menos frontales, las películas de ciencia/ficción, entre otros, dejan sintetizar la necesidad de un “soldado universal” (sin sentimientos ni emoción alguna), la necesidad de asesinar a quien, o quienes, subjetivamente, o con argumentos inventados, puede significar una futura amenaza, sin medir los “necesarios daños colaterales”…
 
Subliminalmente la propia forma de lo audiovisual, ingresa sin filtro. Luego observamos, en la sociedad, las “repetidoras” personales y colectivas, de mayores o menores sectores sociales, dando connotación real, sin discusión, a todo ello.
 
El Holocausto de gitanos, niños enfermos, judíos, en manos del nazismo, el realizado por el sionismo internacional, dueños de enormes Corporaciones en una colonización anacrónica… Las amenazas de Ántrax en sobres de correo, creación de virus y bacterias en Laboratorios, decapitaciones, embargos y sanciones que pueden defaultear /quebrar un país… Sangre contaminada, tráfico de órganos, son actos terroristas con el fin de justificar la necesidad de recurrir a este método e intentar el mundo no los cuestione.
 
Poniendo algunos nombres y apellidos: el ahorcamiento de Saddam Hussein (en varios videos), la supuesta sodomía pública de Muhammad el Gadafi, el sobrevuelo desde Paquistán de un Osama Bin Laden (ya muerto hacía más de dos años, de su propia enfermedad: enfermedad de Addison) y dejado caer envuelto a el mar (cinco veces los “asesinó” EEUU !), las supuestas muertes de Fidel Castro e intentos varios, gente enterrada viva en Irak, Libia, Afganistán, bombas dejadas caer en Palestina, Siria, Ucrania. Asesinatos de Omar Torrijos Herrera (Panamá 1989) y el barrio de El Chorrillo con gente quemada con fósforo blanco y sepultada viva, (con el pretexto de apresar al General Noriega), envenenamiento de Yasser Arafat, el “cáncer” de Hugo Chávez, difundir “enfermedades desconocidas” en determinados países para menguar su turismo y socavar su economía.… Los hechos mencionados no guardan un real orden cronológico.
 
Los hechos adquieren el carácter de políticos cuando trascienden modificando lo social y por ello, son nuestra responsabilidad sopesarlos, en contenido y forma, que no es sinónimo de ocultarlos.
 
La irracionalidad, el terror, como un método cada día más sofisticado, usado en casi todas las áreas del acontecer humano, para generar divisiones, conflictos internos y externos, están avalados por la impunidad.
 
Comprender todo ello nos conduce a DENUNCIAR el acto auténticamente TERRORISTA, y difundirlo luego de verificar la fuente, que debiera ser confiable a todos y cada uno. Si nosotros mismos difundimos un acto de este carácter, cientos de veces, haciendo uso y abuso de audiovisuales muchas veces trucados, videos de tiempo y ubicación dudosa, a corroborar, ayudamos a “sembrar el terror” que, cierto o no, aporta a intereses espurios.
 
Denunciar algo verificable genera conciencia respecto al hecho, e impulsa acciones consecuentes.
 
Hacer “terrorismo” con el plano potencial de la noticia, o mostrando una imagen que, no por mostrar la irracionalidad de que es capaz un llamado humano, justifica el mostrarla cientos de veces, debiera ser un tema nuestro a revisar.
 
La izquierda auténtica, la que aspira al hombre nuevo, la mujer y familia de nuevo tipo, para una sociedad sin antagonismos, que conlleva fracturas del tejido social, no usa esta metodología, porque no atrae masas.
 
Los actos terroristas los cometen el Imperio, Naciones aliadas y sujetas a intereses comunes o dependientes, Corporaciones y personas a su servicio, mercenarios, que no necesitan el apoyo de los pueblos sino esclavizarlos. Van tras el saqueo descarado, el neocolonialismo económico, político y cultural, la mano de obra barata, recursos naturales para sustentar su SECTOR FINANCIERO, avalados siempre en la IMPUNIDAD, que debemos combatir desde todas las trincheras.
 
El terrorismo se genera desde el Poder, no desde los pueblos. Estos resisten, se defienden de injerencias, invasiones, ataques de toda índole, sin usarlo como metodología. Por otra parte, la resistencia es un derecho jurídico y obligación ético/moral.
 
Sin embargo, históricamente, se nos ha achacado el “terrorismo” a los que nos defendemos, dejando a los que lo practican en la posición de “obligación de defenderse” frente al peligro que significamos los pueblos, históricamente en una postura de indefensión, por existir y pretender defender nuestro derecho legítimo a la soberanía, en su más amplio sentido.
 
En este contexto nos encontramos inmersos hoy en día y debemos estar preparados a dar respuestas.
 

Tags deste artigo: terrorismo estado acción política palabra gobiernos

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