Por Mario Silva García
He sido irreverente y poco afecto a los formulismos. El famoso Manual de Carreño me parece un chiste perverso que le acoquinó la vida a la sociedad venezolana y la encerró en una cárcel de pequeños e infames complejos pequeño burgueses. No puedo ocultar o soy muy malo escondiendo mis opiniones; de allí que asuma con responsabilidad el viejo axioma “Verdugo no pide clemencia”. Sin embargo, jamás he podido desearle la muerte a nadie por más malvado que éste sea. Y es que la muerte significa el cese absoluto, el fin, el corte, el rompimiento con la vida de un ser que, de no ser cremado, terminará obedeciendo a las reglas de la naturaleza (polvo eres y en polvo te convertirás) sin un pensamiento más, sin una idea más, sin una acción más, sin la más mínima posibilidad de seguir construyendo, equivocándose o seguir victorioso ante la cotidiana vida que se expresa cada veinticuatro horas. En fin, la muerte es tan malvada que no puede ni debe desearsele a nadie.
He visto con estupor –más que estupor: Horror–, como un sector de compatriotas que no pueden ser calificados más que de enfermos, hacen fiesta por las redes sociales con la nueva batalla que ha de librar el Comandante Hugo Chávez contra el cáncer. Lo expresan de diversas maneras. Unos con ironía, otros con rabia, algunos con furor desenfrenado y la mayoría sin siquiera hacer un recorrido por su entorno a ver si algún familiar, amigo o vecino ha sufrido esta penosa enfermedad. La muerte no es un deporte o una cena en el restaurant o un recorrido fabuloso por Disneylandia. La muerte es el más escatológico de los deseos que un ser humano pueda sentenciar. Sin embargo, la recrean con sádico placer y sin el más leve rubor; peor aún, si proviene de personas que se supone han estudiado o tienen algún nivel moderado de educación.
Después de catorce años de revolución recién cumplidos, bien vale hacerse una reflexión respecto a este virus colectivo de odio inoculado por los medios de comunicación golpistas que se expande por las redes sociales.
Durante y después de la guerra civil, España sufrió de este virus que le ocasionó un costo alto de vidas. Cuando alguien era tildado de rojo terminaba lleno de gusanos en el fondo de una cuneta. “Paseíllo”, le llamaban. Esto se repitió en Alemania, en Italia, en toda Europa. El estigma era ser comunista. La guerra fría de la post-guerra estimularía aún más este sentimiento de odio que generaron los factores de poder.
El 11 de Abril de 2002, la plutocracia no tuvo paz con la miseria al utilizar francotiradores que eligieran objetivos de ambos bandos al azar. Luego, los operadores mediáticos se encargarían de azuzar a la masa instándola a “cazar” chavistas en calles y urbanizaciones. Lo curioso de esta histeria colectiva que se produjo sobre todo en las capas medias fue verlos esconderse cuando el pueblo empezó a bajar de los cerros. Desaparecieron, hicieron mutis total, dejaron de chillar frente a las cámaras de Venevision, Globovision, RCTV, etc., y el linchamiento generalizado contra vecinos y conocidos y contra amistades de no sé cuántos años que habían cometido el pecado de soñar con un nuevo país, cesaba… Peor aún, se escondía en lo más íntimo, esperando nuevos escenarios que fueran propicios para la revancha. No obstante, la Patria perdonaba un momento de locura. El pueblo estaba más ocupado en el rescate de su Presidente que en avanzar cual Atila en contra de aquellos que los perseguían. El Comandante Chávez llegó a Miraflores el 14 de abril en la madrugada, con el mismo crucifijo que enseñó el pasado sábado, para pedir cordura, paz, sosiego, tranquilidad. La plutocracia y sus huestes interpretarían este gesto como un signo de debilidad y se preparaba para un nuevo episodio que casi llegaría a destruir la empresa más importante de nuestro país: PDVSA.
En altas y bajas, esto se ha venido repitiendo una y otra vez, como si esa sensación de asesino virtual o vengador anónimo de las redes sociales, estimulara algún rincón de la líbido o la miseria miserable de sus míseras frustraciones les revolviera ese aparato cerebral que mezcla a Superman con Batman y un poquito de Mickey Mouse. No solo sueñan con la muerte del Comandante. La guinda de la torta en esa orgía onírica es desempolvar la lista de “colaboradores del régimen chavista” que habrían de buscar hasta debajo de las piedras y llevar a la guillotina, uno a uno, para disfrutar el desgaje de cada cabeza comunista, culpables todos de no permitir que el neoliberalismo nos regale un viajecito a “Mayami Bich” y tener una casita de verano en “Güestonzuela”. ¡Claro! Eso se puede solucionar si dejan de regalarle tanto dinero a esa partida de chulos que viven en los barrios y que el zambo de Miraflores malacostumbró con médicos, CDI’S, educación, casas, misiones, organización popular y una vaina tan descocada como eso de la democracia socialista participativa y protagónica ¿Quién ha dicho que negro es gente, verdad? Todo aquel que sea “Chaburro” está condenado, mínimo, a quemarse en las pailas del infierno. Para eso están ellos, los elegidos de la Santa Inquisición; esa especie de élite twittera que imagina acciones de exterminio masivo que envidiaría la mismísima Gestapo. Los “Boinas Verdes” de las redes sociales, ¡Pues!.
Repito, lo extraño es que esta sumatoria de miserias provenga de quienes suponemos han tenido el privilegio de estudiar y de formarse intelectualmente. Sin embargo, cuando observamos que la gran mayoría de estos compatriotas acompañan su vómito clasista y racista por las redes sociales con otros mensajes de rumba, sexo y descarnada visión cortoplacista de la vida, me preocupa saber si ellos pasaron por la universidad o la universidad pasó por un lado sin que notaran su presencia. Algunos colocan en su BIO, “Magister”; otros se ufanan del título universitario resaltando la palabra “Licenciado” o “Doctor”; acaso ponen “TSU” para obviar eso de Técnico Superior porque no es tan glamoroso y otros más ambiciosos con los títulos nobiliarios se autodescriben como “Empresario”. No obstante, tanta rimbombancia académica termina decepcionando al revisar sus tan particulares mensajes diarios. Sobre todo cuando terminan asesinando virtualmente a diestra y siniestra a cuanto twittero que huela a chavismo. Allá ellos con su complejo de Rambos cibernéticos.
Nuestra fe y fortaleza sigue intacta esperando ver al Comandante cuando asuma nuevamente la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela el próximo 10 de enero del año entrante, porque si algo impidiera que eso ocurriera, tendríamos que multiplicar por un millón los esfuerzos para contener a ese pueblo que Chávez hizo visible, a ese pueblo que Chávez le dio voz, a ese pueblo que entendió que tenía derechos inalienables. Nunca me ha gustado ser portador de análisis apocalípticos y creo que el amor de este pueblo está conformado por ingredientes de una ingenuidad hermosa que lo mantiene estrechamente unido a la esperanza. Pero, si eso que pregonan los operadores de la necrofilia llegara a hacerse realidad y se les ocurriera fomentar, instigar o pretender retomar posiciones que vulneren lo que se ha construido durante catorce años de revolución, lo que tanto sudor y sangre nos ha costado, lo que tanto traidor ha tratado de desviar, sin duda alguna provocaría un terremoto social de dimensiones insospechadas.
El Comandante Chávez lo ha dicho y yo lo he repetido hasta la saciedad. La estabilidad de este país solo la garantiza él y quienes como él entendemos que no hay la más remota posibilidad de regresar a los tiempos nefastos de la IV República.
Doscientos años después, Chávez es pueblo. ¡Qué no se equivoquen!
Fuente: La Hojilla
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