Por Alejandro Jusim, poeta y trovador argentino
No hay surcos en su rostro tan altivo
horadados por el oro de la infamia
uno a uno fueron labrándose profundos
cobijados en la piel del compromiso puro.
Los años le cavaron trincheras en las flores
cada pétalo de pólvora y de caña
fue naciendo irreverente en su coraje
de pueblo isleño renacido hacia el futuro.
Su cara guarda hectáreas de esperanzas
anidando en la simiente de su gesto
digno horizonte que no termina en llanto
barba hermanada con los soles nuevos.
Le canto a las arrugas de este hombre
que siento en lo profundo de mi sueño
llenas de ríos navegados en la aurora
plenas de héroes caminando eternos.
horadados por el oro de la infamia
uno a uno fueron labrándose profundos
cobijados en la piel del compromiso puro.
Los años le cavaron trincheras en las flores
cada pétalo de pólvora y de caña
fue naciendo irreverente en su coraje
de pueblo isleño renacido hacia el futuro.
Su cara guarda hectáreas de esperanzas
anidando en la simiente de su gesto
digno horizonte que no termina en llanto
barba hermanada con los soles nuevos.
Le canto a las arrugas de este hombre
que siento en lo profundo de mi sueño
llenas de ríos navegados en la aurora
plenas de héroes caminando eternos.
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