Por Marlene Caboverde Caballero*
Un regalo para René González Shewerert
Era la madrugada del 11 de septiembre de 1998.
Olga, en su angustia, miraba al hombre esposado sobre el suelo. Los guardias revolvían todo. Ella miraba con el rabillo del ojo la cámara fotográfica encima de la cómoda. “Que no se la lleven”, pensaba una y otra vez. El hombre maniatado era su esposo René González Sehwerert.
Después, fue la distancia, la cárcel para los dos, el dolor, el silencio. Por suerte, la cámara fotográfica estaba a buen recaudo con Irmita. Tiempo más tarde, cuando pudo revelar el rollo, lloró de felicidad. Por fin volvía a ver al esposo.
La fotografía la tomó ella misma la noche antes de su detención. Había llegado del trabajo y René sonreía acostado en la cama con la pequeña Ivette de cuatro meses dormida sobre el pecho.
Esa imagen no solo sería la preferida de Ivette, se transformaría también en un canto de ternura que recorrería el mundo clamando justicia para René González y sus hermanos encarcelados en los Estados Unidos.
Esa fotografía habla de la inocencia, de la paz, de la felicidad. Mil veces la he contemplado y hoy, cuando el héroe soldado René Gonzalez Shewerert cumple 56 años, me gustaría ofrecérsela una vez más, y ¿por qué no? repartirla, multiplicarla como los panes y los peces, con la esperanza de que en su nuevo vuelo esa fotografía atrape al fin su libertad.
Enviado por su autora
*Periodista cubana, trabaja en la emisora Radio Jaruco, y ess una de las fundadoras del Comité “Alas de Libertad” de esa emisora, por la Libertad de los 5
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