Por Gustavo Espinoza M. (*)
Hoy existen miles de documentos que tuvieron antes categoría de “secretos” hasta que fueron revelados por la propia administración USA. Se refieren a procedimientos de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos para minar al régimen instaurado por voluntad democrática en Chile en 1970, y lograr después -como así ocurrió- el derrocamiento y la muerte del Presidente Allende. Si estos papeles no se hubiesen conocido, hoy habría quienes dijeran que exageramos y que no se debe sobredimensionar el papel de la embajada de EE.UU, ni la función de los servicios especiales yanquis.
Probablemente dentro de algunos años se conocerán otros documentos que revelarán la forma cómo estos mismos servicios complotaron para descalificar, desacreditar y quebrar la experiencia democrática iniciada en el Perú en julio del 2011, a fin de dar al traste con el régimen que asomaba “progresista” del Presidente Humala. Cuando ellos se revisen, se deberá tomar en cuenta todos los factores que incidieron en lo ocurrido y considerar también el rol de cada uno de los actores de este proceso que aún no concluye, pero que bien puede aparecer vencido a un plazo más corto que extenso.
Cuando Ollanta Humala ganó las elecciones presidenciales el año pasado, se conocían sus limitaciones. Era un personaje precario, de débil consistencia, sin experiencia política ni organización partidaria, y sin un núcleo confiable que garantizara el cumplimiento de sus propuestas. Votamos por él, no obstante, para impedir que se restaurara el dominio de la Mafia corrupta y asesina que sometiera al país a fines del siglo pasado; y porque abrigamos la esperanza que el movimiento popular pudiera abrir la puerta a cambios que ayudarán al Perú a avanzar por una ruta de corte liberador y sentido democrático y patriótico; elementos que caían como piedra sobre el hígado del Imperio, que supo embolsar su derrota para revertirla con estrategias siniestras y recursos. Hoy el Perú se debate en una aguda crisis de gobernabilidad en la que asoma severamente cuestionada la capacidad de gestión del Presidente Humala y revueltos todos los elementos de la política, en el marco de una peligrosa confusión que induce incluso a gente de izquierda a perder la brújula, sin reparar en la esencia misma de la crisis que nos agobia.
Una publicación de Izquierda, hace unos días entregó un anuncio que decía: “Sendero Luminoso atacó la base militar de Kepashiato” ¿Qué prueba tenía para hacer esa afirmación? Ninguna. Simplemente repetía la versión proporcionada en el mismo sentido por la prensa mafiosa que se empeña en atribuir a Sendero todo lo que puede ser utilizado para sus fines sediciosos. El argumento central de esa versión estriba en asegurar que los atacantes dispararon, a partir de tiradores emboscados, operando a distancia, contra la guarnición militar, que repelió el fuego. Ninguno de los atacantes fue muerto, herido o detenido, de modo que no se supo -tal vez nunca se sabrá- quienes fueron los autores del hecho. Con la misma lógica -sin embargo- podría sostenerse que fue Sendero quien mató a los comuneros de Tintaya. Y es que allí también fueron tiradores emboscados los que operaron a distancia, quitando la vida a simples manifestantes.
Pareciera, por cierto, que se ha desatado en el Perú una ofensiva sediciosa que se atribuye a la izquierda y al movimiento popular, pero que es ejecutada -y responde- a la derecha más reaccionaria y a sus intereses más definidos. Ella se orienta a quebrar definitivamente el proceso peruano destruyendo la imagen del gobierno de Humala y creando las condiciones para, finalmente, destruirlo.
El Presidente Humala parece no darse cuenta del rumbo de los hechos ni repara en que -para tumbarlo- lo que la clase dominante necesita es sólo capitalizar sus yerros y desprestigiarlo al máximo. Cuando pierda el respaldo ciudadano y cuando quienes votaron por él se sientan defraudados, es decir, cuando puedan usarlo sus enemigos de ayer y farisaicos aliados de hoy como trapo descartable para múltiples efectos, entonces lo pondrán de lado: nadie lo necesitará, y nadie moverá un dedo en su defensa. Se equivoca si cree que “pasándose al otro lado”, se habrá de salvar. Lo echaran igual, pero estará solo en su desdichado fin.
Como parte de ofensiva que hoy se alienta en el Perú hay quienes recurren a procedimientos primitivos: Elaboran un supuesto “llamamiento a la población” exhortándola a la lucha contra el proyecto minero Conga haciendo “acciones” para promover el caos. En otras palabras, una cartilla para ejercer la violencia. Y Willax TV presenta esa “primicia” atribuyéndola a los organizadores del Paro iniciado el 31 de mayo pasado. Luego la empresa Yanacocha la imprime y la reparte entre los pobladores. ¿Quién elaboró ese truculento documento? Los Frentes de Defensa denunciaron la existencia de esta “Cartilla” que sirvió para denigrar la lucha, y justificar alevosas acciones represivas.
Un paso definido en la estrategia sediciosa fue repetir la experiencia del pasado: crear la imagen de un peligro gigantesco, descomunal, que amenazara terriblemente la estabilidad democrática del país, o que nos pusiera al borde de una virtual “guerra civil”. “Sendero Luminoso” volvió aquí como anillo al dedo. Para perfilar mejor su imagen la propia prensa yanqui se encargó de publicitar el tema. El influyente periódico estadounidense The Wall Street Journal (WSJ) analizó recientemente el caso peruano asegurando que “el grupo terrorista” actuaba “financiado por el narcocráfico”. Sibilinamente tituló su nota así: “El resurgimiento de Sendero Luminoso amenaza el auge de Perú”. En otras palabras, el Perú está en camino al “peligro de los 90”.
Esa lógica se acaba de aplicar también en Tintaya donde los pobladores esbozan denuncias referidas a la contaminación de las agua por parte de las mineras que operan en la zona. Sin dialogar con la población, el Gabinete Valdez resolvió copar policialmente la localidad y hacer uso de la violencia más desenfrenada, generando una dolorosa secuela de muerte y destrucción. Hacer eso, y echar la culpa del conflicto a Sendero, fueron las dos caras de una misma moneda. Así el Jefe del Gabinete, el ministro Valdez -al claro servicio del Imperio- arguyó la necesidad de “imponer el orden y la ley”, es decir, “enfrentar la amenaza subversiva” con una provocación tras otra.
El asalto policial a la Municipalidad de Tintaya para capturar al alcalde Collohuanca pudo haber derivado en una violencia aun mayor. El traslado del detenido engrilletado como un delincuente a Pisco, carece de sentido, responde a una lógica militar: intimidar y desmoralizar a la población. Pero estas provocaciones en el sur, se repiten en Ayacucho, Piura, Lambayeque y Cajamarca. En el extremo, se han “sembrado” bombas y petardos en casas y locales y se han atacado viviendas sin razón alguna y se ha desatado una campaña vil contra Verónika Mendoza, congresista cusqueña... Se busca dar la impresión de un “alzamiento generalizado” que escapa al control del Estado. Si el gobierno de Humala es “incapaz” de controlar la situación, la “mano dura” de Valdez es el remedio. Por eso la Mafia y sus perros de presa llaman a cerrar filas en torno al militar-empresario porque él, sí representa “la tranquilidad pública”. En el pasado, inventaron la “guerrilla de Chaupimayo” en los 60, y “el equilibrio estratégico” de los 90. Hoy renacen con lo mismo asegurando que los “anti mineros”, son anti patriotas y enemigos del Perú. Lo “patriótico” y “digno” es darle todo el oro a la Newmont-Yanacoha.
Por si fuera insuficiente el carburante nacional para esta crisis, arribó a nuestra tierra Alvaro Uribe. Lo trajeron, a “darnos consejos”. A decirnos que “hay que apoyar a Ollanta para ganar la paz”. Pero también a persuadir a los televidentes y a los estudiantes a los que habló, que los enemigos de la paz, son “los venezolanos y los cubanos” y hasta el Foro de Sao Paulo. Y que Chávez, constituye “la peor amenaza para todos” Sus entrevistas, en los programas televisivos de la Mafia echaron fuego contra el proceso bolivariano pero descubrieron, adicionalmente, que los ambientalistas -es decir, los que luchan contra la contaminación ambiental, incluida la Vicaría de la Solidaridad de Sicuani- son “aliados de Sendero” porque tienen un discurso “antiminero” que responde -Cecilia Valenzuela dixi- a la consigna de “los servicios secretos venezolanos y cubanos que buscan imponer el marxismo, y todas las teorías comunistas” en el Perú. ¡Palo con ellos, entonces!
Y a todo esto, ¿Dónde están los apristas y los fujimoristas, que parecen haber desaparecido del mapa? Sus líderes hablan hasta por los codos y todos los días, en todos los medios, pero sus votantes ¿dónde están? Keiko Fujimori obtuvo –bien lo recuerda Wiener- el 61.24% de los votos en Cajamarca en tanto que Humala logró sólo el 38.75%. Los fujimoristas “de base” ¿no podrían mostrar carteles agresivos contra Humala en esta plaza en la que hay heroísmo popular, pero también intrigas sospechosas tras las bambalinas? Y eso ¿no debiera hacer reflexionar a nadie?
Estamos ante una peligrosa estrategia del Imperio que avanza paso a paso y que busca restaurar en el Perú el dominio pleno de la Clase Dominante, con sus corruptelas, sus mafias y sus comandos asesinos. La embajada yanqui trabaja en esa dirección con encomiable empeño.
Pero cuenta con ventajas inmerecidas. Una de ellas es, por cierto, la precariedad del Jefe del Estado y sus graves errores. En crisis como ésta, es cuando debe brillar la lucidez del pueblo y la sabiduría de sus fuerzas de vanguardia.
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe
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