Tal dilema suele aparecer como el clásico cuento de la gallina y el huevo, porque también elevar la eficiencia laboral requiere de mayor esfuerzo y de erradicar severos males como el ausentismo y el desaprovechamiento de la jornada, solo posible si existe motivación, pues los intereses monetarios desempeñan sin duda un papel relevante.
Evidente ciclo vicioso difícil de quebrar, sobre todo, por los padecimientos acumulados durante años por la economía nacional: debilidades estructurales, problemas de planificación, falta de previsión y de aseguramiento de insumos capaces de permitir una producción continua, dilación de las importaciones…
Para mejorar los ingresos de los trabajadores en esta compleja circunstancia, agravada por los efectos de la crisis mundial y del férreo bloqueo impuesto por Estados Unidos, no hay otra fórmula, como reiteró, en un reciente encuentro con la prensa, Ulises Guilarte, secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), que no sea la creación de riquezas; “la ecuación no es posible invertirla”, subrayó.
No se puede distribuir lo que no se produce, pues el aumento de los salarios debe tener un respaldo en los bienes y servicios; cuando ello sufre alteración se produce por consiguiente la inflación.
¿Por qué ocurre? En lo fundamental, porque aumentaría más de lo necesario la cantidad de dinero en circulación, causando pérdida de su valor adquisitivo, pues al incrementar la demanda general de bienes, sin que el sector productivo y de servicios pueda socorrer los pedidos, los precios vuelven a elevarse.
Amén de las anteriores agravantes, según Guilarte, el movimiento sindical reconoce que la reforma salarial debe ser un asunto gradual, pero no dilatado en el tiempo, dada su implicación en la vida de los trabajadores, al resultar cuestión que gravita en la migración de la fuerza laboral, en la motivación para asumir responsabilidades de dirección e, incluso, en la ocurrencia de delitos e ilegalidades.
No por gusto el país aprobó un conjunto de medidas que buscan otorgarle mayor autonomía y flexibilización a la empresa estatal socialista, de manera que constituye hoy el sector donde se adoptan las políticas de mayor alcance, complejidad y profundidad, en correspondencia con los Lineamientos de la Política Económica y Social de la nación.
Un ejemplo de tales cambios se corresponde con la puesta en vigor del más importante elemento normativo salarial, la Resolución 17 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, la cual establece el pago sin límites administrativos, con la única restricción de no distribuir más dinero que la riqueza creada, a partir del comportamiento del indicador de gasto de salario por peso de valor agregado.
Tal paso elimina las limitaciones y trabas que en términos administrativos tenían los posibles crecimientos de los ingresos de los trabajadores, pues ahora solo lo condicionan fórmulas de naturaleza financiera y económica, según los resultados de la empresa.
Todas estas transformaciones requerirán de un mayor protagonismo sindical, y quienes representan a los trabajadores deben dominar cómo se conforman los sistemas de pago, y que estos se correspondan realmente con los ingresos totales del colectivo.
Pero, sobre todo, se necesitará comprender que a mayor y más eficiente trabajo, habrá mejor salario. Y es que no hay otra forma posible, solo la efectividad, el aprovechamiento de las oportunidades, la creatividad en la solución de los problemas y la innovación, por ejemplo, podrán asegurar una ruta expedita para aumentar las entradas al bolsillo del cubano.
El archiconocido dilema de si la gallina o el huevo encuentra entonces en este debate una única respuesta, debe ser la productividad la que inspire incrementos salariales, aunque siempre bajo una real filosofía retributiva, donde prime la motivación y el estímulo al trabajo eficiente. (AIN)
Tomado de Periódico Granma
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