Circula por los casi infinitos campos de Internet un texto publicado por Silvio Rodríguez en su blog Segunda Cita en el que denuncia el corte de electricidad a los Estudios Abdala por problemas con el pago, que provienen de otros males como un traslado de institución, entre otros (porque seguramente habrá una cadena de causas).
Ojo: las trasformaciones económicas que hacemos en el país se están tomando por no pocas personas (en todos los niveles), como un proceso radical inverso, o sea, ir desde un país que ponía todo en función de un sueño -al costo que fuese, aunque nos desfondáramos-, hacia otro donde todo se reduce a un problema matemático, o sea “sacar cuentas y recuentas” y lo que no sume al bolsillo se rechaza. Si fuéramos hacia ese dos más dos son cuatro, estaríamos construyendo un capitalismo más para la lista de la infamia destructora mundial.
Parece escrito ahora mismo esto que nos dejó José Martí:
“¿Quién es el ignorante que mantiene que la poesía no es indispensable a los pueblos? Hay gentes de tan corta vista mental, que creen que toda la fruta se acaba en la cáscara. La poesía, que congrega o disgrega, que fortifica o angustia, que apuntala o derriba las almas, que da o quita a los hombre la fe y el aliento, es más necesaria a los pueblos que la industria misma, pues ésta les proporciona el modo de subsistir, mientras que aquélla les da el deseo y la fuerza de la vida. ¿Adónde irá un pueblo de hombres que hayan perdido el hábito de pensar con fe en la significación y alcance de sus actos? Los mejores, los que unge la naturaleza con el sacro deseo de lo futuro, perderán, en un aniquilamiento doloroso y sordo, todo estímulo para sobrellevar las fealdades humanas; y la masa, lo vulgar, la gente de apetitos, los comunes, procrearán sin santidad hijos vacíos, elevarán a facultades esenciales las que deben servirles de meros instrumentos y aturdirán con el bullicio de una prosperidad siempre incompleta la aflicción irremediable del alma, que sólo se complace en lo bello y grandioso.
“La libertad debe ser, fuera de otras razones, bendecida, porque su goce, inspira al hombre moderno -privado a su aparición de la calma, estímulo y poesía de la existencia- aquella paz suprema y bienestar religioso que produce el orden del mundo en los que viven en él con la arrogancia y serenidad de su albedrío. Ved sobre los montes, poetas que regáis con lágrimas pueriles los altares desiertos.“Creíais la religión perdida, porque estaba mudando de forma sobre vuestras cabezas. Levantaos, porque vosotros sois los sacerdotes. La libertad es la religión definitiva. Y la poesía de la libertad el culto nuevo. Ella aquieta y hermosea lo presente, deduce e ilumina lo futuro, y explica el propósito inefable y seductora bondad del universo.”
Nuestro proceso de “perfeccionamiento económico” tiene que lograr la eficiencia económica, pero ella no puede ser el fin, sino un medio: lograr la eficiencia económica para… claro, para que la gente viva materialmente mejor, pero sobre todo para que su nivel de vida “poético” sea muy superior. O sea, para que tengamos un día ese pueblo culto, que empezó a tejer Martí, que Fidel (con la proeza de un pueblo) comenzó a implementar desde la campaña de alfabetización y que hoy se expande por toda la América Nuestra y Nueva.
Tiene que ir, a la par (y como fruto de) una economía sustentable y eficiente, un desarrollo (imprescindiblemente espectacular) en la cultura del pueblo; por lo cual las cuentas tienen que ser en términos de números, y de memoria, y de sueños, y de poesía, y de raíces. Si no, en el ansiado caso de que lográramos un país de bonanza económica, lo conseguiríamos con la destrucción espiritual (que ya no es escasa) y cabría entonces decir como advirtiera Martí del monstruo -al que le conoció muy bien las entrañas-: “maldita sea la prosperidad a tanta costa”. Y ese es el peligro que nos acecha si, buscamos la eficiencia, el desarrollo, tomando acríticamente mecanismos foráneos; aunque creo que estamos dando pasos económicos creativamente, analizando y hurgando en nuestra realidad y posibilidades, debemos tener un bombillo rojo de alerta en todo momento con las fuentes de creación espiritual, que resulta de vida o muerte para la salvación de la nación cubana. Nuestros medios, y muchos funcionarios, en las instituciones, centros de trabajos, medios masivos, ponen constantemente el acento en la prosperidad económica cual si en eso consistiese la nueva utopía. Con ese dicurso lo que debe ser “el medio de”, se convierte en “el fin”. Y esto va tejiendo automáticamente una ideología pragmática, de acumulación de objetos, de “lucha tu yuca, taino” como dice el trovador Ray Fernández. Muy peligroso, y cabe retornar a José Martí que nos alerta:
“Los norteamericanos posponen a la utilidad el sentimiento. Nosotros posponemos al sentimiento la utilidad. / Y si hay esta diferencia de organización, de vida, de ser, si ellos vendían mientras nosotros llorábamos, si nosotros reemplazamos su cabeza fría y calculadora por nuestra cabeza imaginativa, y su corazón de algodón y de buques por un corazón tan especial, tan sensible, tan nuevo que puede llamarse corazón cubano, ¿cómo queréis que nosotros nos legislemos por las leyes con que ellos se legislan? / Imitemos. ¡No!—Copiemos. ¡No!—Es bueno, nos dicen. Es americano, decimos.—Creemos, porque tenemos necesidad de creer. Nuestra vida no se asemeja a la suya, ni debe en muchos puntos asemejarse. La sensibilidad entre nosotros es muy vehemente. La inteligencia es menos positiva, las costumbres son más puras ¿cómo con leyes iguales vamos a regir dos pueblos diferentes? / Las leyes americanas han dado al Norte alto grado de prosperidad, y lo han elevado también al más alto grado de corrupción. Lo han metalificado para hacerlo próspero. ¡Maldita sea la prosperidad a tanta costa!”.
Creo que debemos estudiar el proceso Revolucionario, especialmente el menos estudiado y más necesario ahora, el que viene desde enero del 59 hacia acá, con profundidad, hurgando en los errores, desde (como diría Pablo, en aquella canción que hizo con Silvio) “la gloria que se ha vivido” y hurgar también en todo lo que se empezó a tejer creativamente que quedó malogrado en los disimiles y difíciles caminos.
Tenemos un país con un potencial intelectual tremendo que pudiera lograr ese empeño que no quiero llamar más económico, sino económico-cultural.
Ojo: Con esto que está ocurriendo con Abdala (y vengan Martí nuevamente a dar nombre a esos Estudios de grabación con esa obra dramática donde precisamente defiende a la patria por encima de sus amores íntimos, y qué hermoso –déjenme seguir con incidentales asociadas- que un grupo de jóvenes representara precisamente esa obra en la cúspide del Pico Turquino, hace unos días por el cumpleaños de Fidel), Ojo, pues lo de Abdala es un simple (o no tan simple) ejemplo. Por error o de concepción o de aplicación, o de tergiversación o burocracias, se toman medidas tajantes en disímiles lugares que pueden estar tronchando procesos culturales en los que va la vida espiritual de la nación.
Música auténtica hace falta en cantidades galácticas y que le llegue a la gente: la contaminación sonora y espiritual global está niveles tales de descerebramiento y descorazoniamiento y desmemoria, que espanta.
Se sabe que no es fácil proteger, salvar, la cultura en una era inculta, donde se ha globalizado la seudocultura consumista, depredadora de la cultura auténtica de los pueblos, y del espíritu humano; y menos fácil para un país al que le han llovido cercos económicos, ideológicos, imperiales; pero defendiéndonos de ellos hemos tejido nuestros propios cercos, que debemos romper; pero “ojo” no se trata de botar el sofá, no se trata de desideologizarnos, sino de reideologizarnos desde una cultura más honda, más libre. Se hace difícil salvar la cultura, pero hay que salvarla, porque es la única forma de salvar a la gente, necesitamos y mucho, la prosperidad económica del pueblo; no para que el pueblo tenga, sino para que el pueblo sea. Hemos sorteado esos temporales precisamente con ideas, como para dar la razón a José Julián cuando llevó al extremo su ideal diciendo: sin pan se vive, sin amor no.
Cierto que nos viene muy bien el pan, pero sin amor no.
Me cabe decir ya como Violeta Parra:
y más no cántico, porque no quiérico:tengo flojérica en los zapáticos,en los cabéllicos, en el vestídico,en los riñónicos y en el corpíñico.
Aquí va la letra de la canción “El problema” del propio Silvio Rodríguez acompañando al problema real que tiene (que tenemos) ahora y que denuncia en su blog Segunda cita
El problema
Autor: Silvio Rodríguez
El problema no es
si te buscas o no más problemas.
El problema no es
ser capaz de volver a empezar.
El problema no es
vivir demostrando
a uno que te exige
y anda mendigando.
El problema no es
repetir el ayer
como fórmula para salvarse.
El problema no es jugar a darse.
El problema no es de ocasión.
El problema, señor,
sigue siendo sembrar amor.
El problema no es
de quien vino y se fue o viceversa.
El problema no es
de los niños que ostentan papás.
El problema no es
de quien saca cuenta y recuenta
y a su bolsillo
suma lo que resta.
El problema no es de la moda mundial
ni de que haya tan mala memoria.
El problema no queda en la gloria
ni en que falten tesón y sudor.
El problema, señor,
sigue siendo sembrar amor.
El problema no es
despeñarse en abismos de ensueño
porque hoy no llegó
al futuro sangrado de ayer.
El problema no es
que el tiempo sentencie extravío
cuando hay juventudes
soñando desvíos.
El problema no es
darle un hacha al dolor
y hacer leña con todo y la palma.
El problema vital es el alma.
El problema es de resurrección.
El problema, señor,
será siempre sembrar amor.
(1991)
Publicado por Fidel Díaz en El Diablo Ilustrado
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