Por Hugo Martínez Abarca, @hugomabarca
Cada vez que ha habido un bombardeo de EEUU, la OTAN o quien se haya encargado sobre un país la secuencia ha comenzado con una serie de preguntas tramposas de la tertuliada internacional. “¿Dónde está la Comunidad Internacional?” “¿Cómo es posible que no se haga nada para impedir esta matanza?” “¿Cuál es tu alternativa? ¿cruzarte de brazos?” son las letanías que se han escuchado antes de bombardear Libia, las que se escuchaban cuando se barajaba el bombardeo sobre Siria (ya nadie habla de Al Asad, acaso porque la serpiente incubada en Siria asuste ahora aún más); también lo escuchamos hace un poco más cuando parecía que había que bombardear Irán o Corea del Norte y un poco más recientemente en Ucrania pese a que ahí el enemigo era suficientemente poderoso como para convertir las bombas habituales en sanciones económicas grotescas a altos cargos rusos. Quien se opusiera a que la OTAN/EEUU/UE usase su fuerza para imponer regímenes títeres donde todavía no los hubiera o hubieran salido rana, era cómplice de Gadafi, Al Asad, Ahmadineyad, los distintos Kim Jons y Putin del mismo modo que quien no ría las gracias a Esperanza Aguirre es cómplice de la ETA.
Pero hete aquí que Israel vuelve a bombardear Palestina. Gaza de nuevo: el último dato es de ayer a las 23h, 90 muertos (más de 20 de ellos niños), y 550 heridos. Las bombas han seguido asesinando esta noche.
Y no se oye nada. Las informaciones de los grandes medios han puesto más el foco en los cohetes recibidos por Israel (sin daños personales, afortunadamente) y en el mejor de los casos se hace una narración como si se tratara de un fenómeno meteorológico. Los palestinos mueren. No hay asesinatos, ocupación, violación de la legalidad internacional y de los derechos humanos. Es una zona muy conflictiva, ya se sabe. Ojalá ambas partes se sienten a hablar.
Los partidos políticos de orden miran para otro lado. Menos UPyD que se pone al lado de los criminales sin disimular.
Ya no aparece ese “algo habrá que hacer para parar este horror”. Ni rastro de esas preguntas aparentemente ingenuas.
Nadie, ni quienes más sentimos como propia la causa palestina, ni quienes más sufren con cada crimen del Estado de Israel, pedimos bombas sobre Israel que acaben con el gobierno israelí e impongan un gobierno no ya títere sino que respete la legalidad internacional y los derechos humanos. Nadie acusa de cruzarse de brazos a quienes renuncien a extender los crímenes denunciados para que Israel padezca lo mismo que su gobierno hace: el bombardeo criminal por potencias militares muy superiores. Acaso pediríamos que Israel deje de tener el ejército más subvencionado por EEUU (cuyo presidente es Nobel de la Paz) o que la UE rompa su tratado con Israel por el que éste es socio preferente: ese tratado prevé su ruptura si una de las dos partes viola derechos internacionales, fíjate tú qué risa. Sólo pediríamos que el Estado criminal deje de ser nuestro aliado y que el pueblo oprimido pase a tener nuestra complicidad.
Aquellas preguntas no eran ingenuas. Era pura propaganda de guerra servil al poder. Aquellas preguntas, aquella alarma tertuliana es perfectamente coherente con esta asepsia, esta falsa equidistancia, esta comprensión con el criminal. Ambas son el alimento del pesebre. Ambas son cómplices de las bombas por las que los poderosos imponen su control en todo el mundo. También en la prensa.
*Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid y en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.
Autor del blog Quien Mucho Abarca y articulista en diversos medios digitales.
Militante de Izquierda Unida y miembro de su Consejo Político Federal y del Consejo Político Regional de Madrid, así como coordinador de IU-Chamberí.
Tomado de La Marea
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