En torno a la importancia de conocer la Historia de Cuba, una vez más
18 de Outubro de 2015, 2:35Por Lohania Aruca Alonso*
Fuente CUBARTE 12.10.2015
En días recientes consulté la Cronología crítica de la guerra hispanocubanoamericana (Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1973, 3ª edición, prologada por Ramón de Armas), del profesor de Historia en la Universidad de Oriente Felipe Martínez Arango (1); deseaba precisar algunos datos para un trabajo mío en torno al proceso de reconstrucción, que ahora transcurre, de las relaciones bilaterales entre Cuba y los Estados Unidos. No obstante, me detuve en este excelente trabajo histórico, que resulta muy aclaratorio como antecedente o imprescindible punto de partida, para visualizar mejor la realidad nuestroamericana de hoy.
La importancia de la mentada obra en la historiografía cubana fue reconocida con anterioridad en el Séptimo Congreso Nacional de Historia sobre la guerra hispano-cubanoamericana —como se denominaba entonces por los cubanos—, celebrado en la ciudad de Santiago de Cuba, del 19 al 22 de noviembre de 1948; con motivo de conmemorarse el primer cincuentenario de los hechos, que tuvieron lugar en aquella ciudad durante los meses de abril a agosto de 1898.
Emilio Roig de Leuchsenring, en la “Nota” explicativa de la primera edición, expuso que:
“[…] la finalidad que se propuso conseguir el autor [Martínez Arango], de destacar la valiosa y decisiva participación que tuvo el Ejército Libertador cubano, al mando del general Calixto García Íñiguez, en las operaciones militares que culminaron con la rendición de Santiago de Cuba y fueron factores determinantes en la terminación de dicha guerra con el triunfo de las armas cubanas y norteamericanas; la interesante y copiosa documentación que se incluye en los numerosos apéndices, aportada por el autor como comprobante de las afirmaciones y conclusiones por él formuladas; las circunstancias de haber sido íntegramente aprobadas por el Congreso las conclusiones de este trabajo, con un voto de felicitación para el autor, acordado en sesión efectuada el día 20 de noviembre de 1948,[…] (Roig, “Nota”, en: Martínez, Cronología, pp. 25-26).
Razones a las que acompañó el texto del acta del jurado que le otorgó el premio instituido por el gobierno de la provincia de Oriente, por todo lo cual se justifica la publicación inmediata del trabajo en “Cuadernos de la Historia Habanera”, no. 43, Municipio de La Habana, 1950, dirigidos por el propio Roig.
Mientras que la segunda edición (1969) (2), recomendada por José Antonio Portuondo, fue precedida por su “Advertencia”, donde se destacaba que:
Si en 1950, al tiempo de su primera aparición, la Cronología constituyó una justa restitución de la verdad histórica, frente a todos los falseamientos de raíz anexionista […] ahora que renace en nuestra patria el sentimiento de la dignidad nacional y, con la Revolución Agraria, culmina el frustrado intento de 1868 y 1895, este libro, breve y certero, profundamente cubano, recobra toda su vigencia. Cada estudiante y cada lector cubano que penetre en sus páginas hallará demostrado, con el inmancable rigor de los hechos científicamente comprobados, la esplendorosa y alentadora verdad de que no debemos a nadie nuestra libertad y que, sin dejar de agradecer el concurso de cuantos quisieron colaborar, noble y desinteresadamente, en nuestra lucha, podemos y debemos rechazar todo tipo de exigencias imperialistas que pretendan basarse falsamente en el último episodio de nuestra larga y heroica guerra de Independencia, ganada con la sangre de nuestros mambises, por la estrategia del general cubano Calixto García Íñiguez. (Portuondo, “Advertencia”, en: Martínez, Cronología, p. 22).
Los que avalaron las tres ediciones referidas, son reconocidos intelectuales cubanos, que han demostrado su alta valía en los estudios sobre el pensamiento revolucionario cubano, de modo que como presentación crítica de la obra doy por suficiente nombrarlos y citar algunos de sus comentarios.
En el “Preliminar” escrito por Martínez Arango —admirable síntesis de su labor metodológica—, se señala que: “Sorprende que a los cincuenta años de escenificado el drama del 98, no se haya emprendido la tarea de componer —de manera completa— una cronología de la guerra Hispano-cubanoamericana…” Lo cual es cierto, pero también cabe recordar que, no fue hasta hace poco que la historiografía estadounidense reconoció el concepto de “guerra hispanocubanoamericana”; uno de los primeros historiadores estadounidenses en utilizarlo fue Louis Pérez Jr.
Hubo en esta demora un ocultamiento de la verdad histórica y, sobre todo, del papel fundamental que jugaron el Ejército Libertador y el Consejo de gobierno (de Cuba en armas) en aquellos momentos. No se les quiso reconocer su legitimidad, con el debido respeto a la independencia y soberanía de Cuba, ellos la representaban; a pesar de esto la posición de los cubanos hacia los Estados Unidos fue irreprochable. Los documentos que constituyen los XXI apéndices del libro dan fe de ello. Me apoyaré en algunos para demostrarlo.
En el Apéndice I, cartas cruzadas entre los generales Ramón Blanco (capitán general de Cuba) y Máximo Gómez (Jefe del Ejército Libertador cubano), se rechaza terminantemente por Gómez una propuesta de alianza que le hizo Blanco para luchar juntos contra el ejército estadounidense. Dice el Generalísimo en el primer párrafo de su carta, fechada el 20 de abril (3):
Señor: Me asombra su atrevimiento, al proponerme nuevamente términos de paz, cuando Ud. sabe que cubanos y españoles jamás pueden vivir en paz en el suelo de Cuba. Ud. representa una Monarquía vieja y desacreditada y nosotros combatimos por un principio americano: el mismo de Bolívar y de Washington.
Al astuto argumento de Blanco de que: “españoles y cubanos nos encontramos ahora de frente a un extranjero de distinta raza y de tendencia naturalmente absorbente…”, responde Gómez con principios imperecederos: Ud. dice que pertenecemos a una misma raza y me invita a luchar contra un invasor extranjero; pero Ud. se equivoca otra vez, porque no hay diferencia de sangre ni de razas. Yo solo creo en una raza: la Humanidad; y para mí no hay sino naciones buenas y malas; España habiendo sido hasta aquí mala, y cumpliendo los Estados Unidos, hacia Cuba, un deber de humanidad y civilización, en estos momentos. […]
[…] He escrito al Presidente McKinley y al General Miles, dándoles las gracias por la intervención americana en Cuba. No veo el peligro de nuestro exterminio por los Estados Unidos a que Ud. se refiere en su carta. Si así fuese: “la historia los juzgará”. (Martínez, Cronología, Anexo I, p. 161).
Con anterioridad, el 10 de abril, se había dado a conocer un Decreto del general Blanco, suspendiendo las hostilidades de la guerra de Cuba. A lo que acota Martínez en esa fecha:
Reflejo esto, de las gestiones del Papa [de la Iglesia Católica] y de los representantes de las potencias europeas que, a instancias de España, intervinieron en el conflicto hispano-cubano, no sin el recelo creciente de Estados Unidos, especialmente hacia Alemania. La revolución cubana siguió su curso y rechazó este acto unilateral de España, que tendía al apaciguamiento y al escamoteo de los objetivos básicos de los patriotas en armas. […] (Ibíd., pp. 45-46).
Así lo había interpretado el general Calixto García, en su momento, y lo trasmitió en una carta dirigida al general Mario G. Menocal, del 18 de abril:
Ellos pretenden suspender las hostilidades para trasladar sus fuerzas a La Habana, bien para intimidar a los voluntarios o defenderse de los yankees y mientras tanto meter sus convoyes burlándose de nosotros. Hay que darles duro y en la cabeza, de día y de noche. Para suspender las hostilidades se necesita un convenio con nuestro Gobierno y éste tendrá que tener como base la independencia. Téngase lista la artillería, para tan pronto se declare la guerra con los E. U. (que está abocada, según verá Ud. en los telegramas que le incluyo), les ataco un pueblo a cañonazos, pues quiero que el cañón cubano suene antes que el de los yankees. […] (Martínez, Anexo II, p. 164.)
Dignidad, valentía y firmeza en la defensa de los principios revolucionarios, lealtad hacia quienes, en aquella ocasión, se solidarizaron con la causa cubana, en particular con el pueblo de los Estados Unidos de América. Esta es nuestra Historia; a ella debemos volver constantemente, para hacer crecer y consolidar nuestras tradiciones culturales, éticas y patrióticas en su significado más puro.
NOTAS:
- No he podido encontrar los datos biográficos de este autor santiaguero. Infelizmente no aparecen en parte alguna de la tercera edición. (1-A)
- Segunda Edición: Departamento de Extensión y Relaciones Culturales, Universidad de Oriente, 1969.
- Abril 20: Es sancionada por el Ejecutivo norteamericano la Resolución Conjunta. Ultimátum a España. (Martínez, Cronología, p.50.) Con anterioridad el 10 de abril, se había dado a conocer un Decreto del general Blanco, suspendiendo las hostilidades de la guerra de Cuba.
(1-A) [N. del E.] Según el trabajo [PDF]Felipe Martínez Arango y la promoción del legado martiano ... ojs.uo.edu.cu/index.php/stgo/article/download/14510212/2280
"El Doctor Felipe Martínez Arango nace en la ciudad de Santiago de Cuba el 29 de enero de 1909, estudia Filosofía y Letras y se doctoró en Derecho en la Universidad de La Habana en 1934. Al fundarse la Universidad de Oriente en 1947, integra su claustro y desde los primeros momentos ocupa un lugar destacado, al ser escogido por el Rector Doctor Felipe Salcines Morlotte, para crear el Departamento de Relaciones Culturales en este alto centro de estudio".
* Cubana. Periodista e investigadora histórica y cultural. Licenciada en Historia, con especialidad en Urbanismo. Máster en Ciencias Estudios sobre América Latina, el Caribe y Cuba Miembro de la UNEAC, la Unión de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción y la UPEC. Cumplió tareas como funcionaria del Servicio Exterior del MINREX en Cuba
La palabra revolución
15 de Outubro de 2015, 23:42Las palabras dicen cosas y callan otras. Las palabras nombran el mundo y hacen que el futuro sea posible. Hay palabras que son sentencias como amor o como tristeza. Hay otras que llevan la ternura en sus entrañas como madre, caricia o papelón. Algunas palabras son puentes y a través de ellas podemos encontrar amigos, domingos y alegrías, si son compartidas mejor. Muchas sirven para mirarnos: adentro, espejo y culpa.
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Publicado por Daniela Saidman para DESDE LA OTRA ORILLA
La cultura en el centro de la vida
10 de Outubro de 2015, 23:19Por Luis Toledo Sande*
En 1961, su tercer año en el poder, la Revolución Cubana logró dos victorias de pareja relevancia: fue aplastada la invasión mercenaria en Playa Girón y sus inmediaciones, y la patria se convirtió en territorio libre de analfabetismo. Ambas victorias mostraron su rumbo y su alcance, y merecen seguir definiendo su existencia frente a desafíos que no cesan.
Alguna cronología “objetiva” señala que el 3 de enero del propio 1961 los Estados Unidos y Cuba habían roto relaciones. Pero las rompió la potencia del Norte, en respuesta a la decisión de independencia y soberanía del país caribeño. Aún antes de los hechos de Playa Girón, el gobierno estadounidense tramaba o ponía en práctica acciones enfiladas a derrocar una Revolución llegada para darle a Cuba la independencia y la soberanía que desde 1898 aquella potencia, entonces en desarrollo, le había impedido lograr.
En un sitio como BBC Mundo, insospechable de ánimos filocomunistas, se lee: “Hoy sabemos que en marzo de 1960, el entonces presidente de los Estados Unidos, Dwight Einsenhower, autorizó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para que iniciara el entrenamiento de refugiados cubanos para una posible invasión”. Tal autorización es impensable sin pasos previos.
No había que ser muy previsor para intuir que la decisión de romper relaciones con Cuba no la tomaba el imperio para que el pueblo cubano viviera mejor, para que revirtiese las calamidades que había sufrido bajo gobiernos manejados desde Washington mediante su Embajada en La Habana, o con intervenciones directas. Procuraba tener las manos libres para patrocinar actos como la invasión mercenaria, cruentas acciones terroristas y un férreo bloqueo económico, financiero y comercial aún hoy vigente.
Mientras ataca, se canta a sí mismo
El imperio no logró aplastar a Cuba; pero le ha causado grandes daños. Además, creó en el continente escuelas de lucha antiguerrillera donde se enseñaban torturas, y promovía —no ha dejado de hacerlo— golpes de Estado para seguir contando en la región con gobiernos similares al derrocado en Cuba por la lucha revolucionaria. Y ha mantenido prácticas políticas y culturales para edulcorar su propia imagen y aplacar el espíritu combativo de los pueblos.
Desde perspectivas revolucionarias, el recuento de aquellos años suele subrayar la pujanza de la lucha, pero no cabe menospreciar lo alcanzado por falacias imperiales como la Alianza para el Progreso: puesta en marcha también en 1961 por la administración estadounidense que cargó con la derrota de Girón, duró una década, pero su influencia desbordó ese lapso. Como una muestra de sus derivaciones, dígase que en 1983 se creó, y todavía perdura, la llamada Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés), igualmente concebida para insuflar el espíritu contrainsurgente y la cultura de la dominación imperial.
Algunas décadas después del apogeo que tuvo tras el triunfo de la Revolución Cubana, el movimiento de guerrillas se vio en general sin asideros, llamado a cesar para no ser visto o presentado como vandalismo. Con su propaganda, en el seguimiento de cuanto durante años hizo contra todo lo que tuviera visos de lucha por la liberación nacional, el imperio tilda de terrorista cuanta acción armada lo contraríe.
Pero continúa haciendo uso de las armas cuando se le antoja. Aunque la dignidad de los pueblos y de sus mejores representantes permanece en pie, y hasta por la vía electoral logra triunfos, nada debe llevar a la desmovilización del pensamiento revolucionario. Aquellos triunfos no son irreversibles, ni sus defensores deben desentenderse de las maquinaciones imperiales. Para ejemplificarlas, bastaría recordar los devastados Irak y Libia, la amenazada Venezuela bolivariana y el apoyo a Israel contra Palestina. ¿Cree alguien que ya Cuba está fuera de esos planes?
Con desfachatez gemela de su pragmatismo, el imperio lo aplica todo a mantener una hegemonía contra la cual surgen competidores y, sobre todo, se yergue la rebeldía de pueblos y vanguardias emancipadoras. Pero él tiene reservas para una duración prolongada. La llamada Guerra Fría fue una contienda para afinar procedimientos políticos y culturales de dominación, y uno de ellos radica en la invitación permanente a no pensar.
El imperio promueve el olvido de la historia, que está llena de crímenes perpetrados —y en marcha— por él, y es fuente de lecciones para la voluntad emancipadora. Con su poderío, si la invitación al olvido no funciona, auspicia espectáculos para sobreponerlos a la historia. Se ha visto en torno al restablecimiento de sus relaciones diplomáticas con Cuba.
Símbolos, historia
En la reapertura de su Embajada en La Habana desplegó una intensa dramaturgia, como señaló Rosa Miriam Elizalde en Símbolos, artículo publicado en Cubadebate: automóviles mostrados como prueba de la eficacia de la industria yanqui y no de la inventiva cubana para mantenerlos funcionando a pesar del bloqueo; tres marinos en representación de un signo de continuidad que no se correspondiera con la defensa por Cuba de la independencia y la soberanía que ganó en 1959; un poema descafeinado para idealizar las relaciones entre “vecinos” sin adjetivos que los diferencien…
¿A quién le conviene enmascararse sino al lobo que le pide a Cuba muestras de buena voluntad para retomar relaciones que ella no rompió? ¿Invadió Cuba a los Estados Unidos? ¿Ha patrocinado allí actos terroristas en que murieron ciudadanos estadounidenses y de otras nacionalidades? ¿Ha bloqueado por más de medio siglo la economía del agresivo vecino? Esos actos los ha perpetrado contra Cuba el imperio. Obra de seres humanos, la Revolución Cubana ha cometido errores; pero no está entre ellos su radical antimperialismo, que es parte señera de su honor.
El 14 de agosto, junto a la Tribuna Antiimperialista habanera —a la que nadie debe venir a suavizarle el nombre en un afán contemporizador grato al imperio— ocurrió algo que se inscribe, claro está, en la historia. La bandera de las barras y de las estrellas volvió allí por gestión del imperio que cambia de táctica para lograr contra Cuba lo que no consiguió con la hostilidad evidente. No retornó como emblema del pueblo estadounidense, con el cual nunca ha roto el cubano, como tampoco fue el gobierno de este país el que rompió las relaciones diplomáticas entre ambas naciones.
Frente a euforias desmedidas en torno a ese 14 de agosto, Fernando Martínez Heredia introdujo, en Cubadebate, algo más que un matiz: llamarlo histórico “podría ser una hipérbole perdonable, si no estuvieran en juego la soberanía nacional y la sociedad que hemos creado en el último medio siglo”. La precisión, que contradice entusiasmos expresados hasta por algún (o alguna) profesional cubano de la información, irrita al avispero neoliberal y proanexionista, furioso ante cada expresión del pensamiento revolucionario.
Pero ese avispero no es lo que ha de preocuparnos. Centremos la atención en nosotros mismos, en el deber que tenemos con la claridad en asuntos tan significativos. No basta decir que un político estadounidense se ha pronunciado contra el bloqueo, si lo que ha hecho es señalar su inoperancia y reclamar tácticas efectivas para conseguir contra Cuba lo que no obtuvieron las agresiones. Es necesario no propiciar falsas expectativas si en la Casa Blanca se instala ese político (o esa política, pues el imperio, que ha ensayado en su presidencia con un hombre “no-blanco”, ¿rehusaría hacerlo con una mujer rubia, para dar otra imagen de cambio? They can!)
Como diversas voces han venido advirtiendo —y el autor de este artículo no repetirá lo que ha escrito en textos publicados en Cubadebate y Cubarte, y reproducidos en otros órganos digitales—, el asunto no empezó ni terminará en aquel espectáculo escenificado junto al Malecón habanero. La batalla cultural está en el centro de lo que Cuba necesita atender con desvelo para mantener la defensa de su independencia y su soberanía, y su derecho, también deber irrenunciable, a cultivar la justicia social.
Es indispensable mantener alerta el pensamiento, y ello supone una actitud profundamente cultural. El imperio, que invierte en fomentar y difundir vacíos culturales, no deja de pensar ni un momento en cómo conservar y fortalecer su poderío por distintos caminos, incluidos los productos audiovisuales que le convengan. Se emplea aquí el concepto de producto, asociado a la generación fabril y al mercado de bienes materiales, no para aceptar un término de moda, sino como reconocimiento de que no siempre lo difundido merece llamarse obra en el sentido cultural de la palabra.
A menudo los rigen lacras como la explotación mercantil de la imagen de la mujer, y la estética del nuevorriquismo, en la cual aspira el imperio a tener en todas partes —y, por tanto, en Cuba— un aliado conceptual para sus fines. Calzan también esos productos la invitación a una vida muelle inalcanzable, pero cuya representación puede desatar confusiones, espejismos paralizantes.
Caballos de Troya que se reproducen
El peligro lo refuerza el efecto de imágenes reiteradas hasta imponerse como modelos supranacionales, supraculturales, para sustituir el razonamiento por la aceptación resignada, acrítica, de la propaganda dominante. Por su eficacia pragmática, los productos que la calzan no solo se reproducen y llegan a todas partes según salen de sus fábricas: también minan las concepciones con que se hacen los que por nacionalidad son, y por alcance y perspectivas deberían ser, nuestros aportes audiovisuales.
Asimismo ocurre que, para estimular al colectivo de un centro de trabajo de cualquier sector, incluidos la prensa y el que gremialmente clasifica como cultural, se le oferta —palabra de médula mercantil— una sesión de esparcimiento harto cuestionable. Irrumpen en ella audiovisuales orientados por conceptos y prácticas que deberíamos rechazar, o que incluso, a nivel consciente, repudiamos, pero de hecho aceptamos por inercia. En las fiestas —parece decírsenos— podemos ser acríticos, aceptar cualquier cosa.
No hay que esperar que eso ocurra solamente en sitios de recreación bautizados con nombres tan marcados ya como Las Vegas, y otros. En nuestros centros de trabajo, aun en aquellos con explícitas responsabilidades en la formación de valores culturales, éticos, políticos, ideológicos, se puede celebrar una fecha histórica de la patria con música representativa de las peores groserías. En algún caso es usada hasta para competencias infantiles de baile.
Si en niños y niñas se ven modos de bailar en los cuales la grosería de las letras la refuerzan gestos, más que sexistas, procaces, estamos ante un indicio de que semejantes prácticas se han extendido, y calan. Pero ¿a qué se le abren así las puertas si no a una mayor grosería y a una conducta zafia, impropias, en especial, para esas edades? Parece que se ha generalizado la idea de que niñas y niños deben consumir también la música que conscientemente se supone que rechazamos.
En distintos entornos se hacen entre niñas elecciones de misses, remedos de certámenes como el de la Miss Universo, que ahora aparece con voluntad humorística en un espacio de la Televisión Cubana. Sobre esta última, y sobre la radiodifusión en general, deberían tener mayores y eficaces prerrogativas, y participación, el Ministerio de Cultura y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, con toda la responsabilidad cultural y política, profesional, de ambos.
En lo privado hogareño cada quien consumirá los productos culturales o seudoculturales que desee. En sus preferencias tendrán peso decisivo su preparación y su gusto en materia cultural, estética. La educación debe servir para iluminar deslindes sensatos, sanos. No se requiere ser un académico para saber que la grosería y la estulticia no son buenas aliadas de los propósitos elevados.
Lo peor es que productos detestables no solo lleguen por vías como el famoso “paquete”, o por emisoras enemigas, sino que se trasmitan por nuestros medios de información y prosperen en nuestros centros de trabajo, en el transporte público y en otros entornos sociales, con abuso de decibeles incluido. Si no hubiera ocurrido ya en actos de graduación escolar, sintámonos felices; pero los cuidados para impedir que suceda no estarán de más.
Si de pueblo se trata
Uno de los males que debemos prevenir o erradicar, se haya en asumir mal el concepto de pueblo. No es cosa de venir a defender a estas alturas nociones caducas propias de aristocracias variopintas. Pero el contrario deseable para oponerlo a la aristocracia no es el lumpen, la marginalidad que puede ser arrastrada a las peores causas, sino los valores de una verdadera civilidad popular.
José Martí admiraba —y como trabajador se identificaba con ellas— a las que en los Estados Unidos llamó “las tremendas capas nacientes”: los obreros que combatían la injusticia, por lo cual algunos fueron linchados. Supo diferenciarlos claramente de “la chusma adolorida que jamás podrá triunfar en un país de razón”.
Estúdiese en lo hondo para ver hasta qué punto, en nombre de un mal entendido democratismo, lo peor de la sociedad puede haber infectado entre nosotros el torrente circulatorio nacional, hasta minar proyecciones culturales. No hay pueblo homogéneo: su diversidad es parte de su riqueza, y de sus complicaciones. Pero le haría un gran mal a la nación que en ella acabara imponiéndose lo vulgar, lo menos válido para desarrollar la civilidad, la disciplina social, que no es lo que más parece abundar hoy.
Eso lo ha señalado, para recabar que se combatan las deformaciones, la máxima dirección del país. El llamamiento debe ser atendido por cada ciudadano que desee lo mejor para la patria, y, con el mayor sentido de responsabilidad, por las organizaciones políticas y de masas, y las instituciones estatales de todos los sectores, y aún más por aquellas con misiones concretas en ese terreno.
A realizadores de ciertos productos audiovisuales se les oye decir: “Yo no trabajo para los críticos, sino para el pueblo”. Lo dicen especialmente si, después de haber sido impugnados, reciben un premio de la popularidad. Pero aquellas palabras darían para un tratado. ¿Basta, al enjuiciar el trabajo de un cirujano, la simpatía con que hable de él una determinada cantidad de sus pacientes?
Nadie es infalible, pero la evaluación integral de un médico, ¿no debe expresar el criterio de honrados profesionales de la Medicina? Generalizar sobre la base de lo que opina una muestra de la sociedad puede ser impreciso, riesgoso, sobre todo si no se conoce bien la composición de la muestra, ni se tiene debidamente en cuenta quiénes se sienten más animados a formar parte de ella.
Más que repudiar o aceptar que algunos productos artísticos, y a veces seudoartísticos, tengan éxito, valdría la pena indagar por qué pueden gustar entre amplios sectores de la población, sean o no sean jóvenes. La aspiración de trabajar para el pueblo —la cual, si se entiende y se asume bien, es plausible en sí misma— trae a la memoria algo de lo dicho por Antonio Machado, mediante las voces de sus heterónimos Juan de Mairena y Abel Sánchez, sobre lo que significa “escribir para el pueblo”.
De profunda raíz popular y elevada expresión —lo que hizo de él uno de los grandes poetas de la lengua española—, Machado sostuvo: “Escribir para el pueblo […] ¡qué más quisiera yo! Deseoso de escribir para el pueblo, aprendí de él cuanto pude, mucho menos, claro está, de lo que él sabe. […] Escribir para el pueblo es llamarse Cervantes, en España; Shakespeare, en Inglaterra; Tolstoi, en Rusia. Es el milagro de los genios de la palabra”.
Otros nombres, de antes y de después, incluido el suyo, sería justo añadir al punteo intercultural hecho por el gran poeta; pero no hay aquí espacio para tanto, ni es forzoso hacerlo. Lo citado basta para advertir su elevada concepción del pueblo, en términos de ascensión, no de empobrecimiento y descenso.
Todo el tiempo
A las manifestaciones artísticas y literarias suele darse el nombre de cultura, que corresponde a la obra toda de los seres humanos al asumir el mundo y contribuir al mejoramiento propio y al de su entorno. En ese ámbito se inscriben aquellas manifestaciones, cuya dignidad será tanto mayor cuanto más enriquezcan ellas el afán de superación, en lo material y en el espíritu, diferencia esencial entre los seres humanos y las otras especies animadas.
Mucho más que unos cuantos párrafos, el tema requiere la meditación de conocedores, de especialistas, y de la ciudadanía en pleno. Este artículo no ha expresado más que algunas preocupaciones sobre algo en lo cual, importante en sí y como parte de reclamos todavía mayores, la sociedad debe bracear con denuedo y lucidez.
Cada punto esbozado daría para largas reflexiones. Como en estos días todo pasa o se hace pasar —mesura o desmesura, lucidez o euforia, racionalidad o embullo mediante, según quién y cómo observe— por el reinicio de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos, asunto de grandes implicaciones culturales, estos apuntes estarían todavía más incompletos si no tuvieran en cuenta algunos hechos.
Gracias a su capacidad de resistencia, su lealtad a la historia patria y su claridad de ideas, la mayoría del pueblo cubano consiguió que el imperio fracasara en sus planes. Por ello la ruptura de relaciones diplomáticas en enero de 1961, y la agresiva hostilidad preparada incluso antes de esa fecha, no le permitieran al monstruo engullir a Cuba, convertirla en el dominio colonial, el patio para experimentos y vertedero que siempre aspiró a tener en ella.
Nadie se baña dos veces en el mismo río, pero el río sigue su curso sin ser enteramente otro; y el imperio continúa siendo el mismo. En circunstancias acaso más complejas que nunca antes, el pueblo cubano tiene la misión de impedir que el imperio logre con respecto a Cuba, usando otros procedimientos, lo que no obtuvo bloqueándola y agrediéndola: tragarse definitivamente a la nación que le ha dado al mundo el ejemplo de hacerse respetar frente al poderoso vecino. Eso sí es histórico, más que por haber sucedido, como todo, en la historia, por ocupar en ella un sitio aleccionador.
*Escritor, poeta y ensayista cubano. Doctor en Ciencias Filológicas y autor, entre otros, de “Cesto de llamas”, Premio Nacional de la Crítica. Administra el Blog “Luis Toledo Sande: artesa en este tiempo”
Fuente Bohemia
Tomado de Cubadebate
Los aciertos históricos de los gobiernos progresistas son innegables
10 de Outubro de 2015, 17:24
Los aciertos históricos de los gobiernos progresistas son innegables
Por Silvia Arana
Del 29 al 30 de septiembre tuvo lugar en Quito el Encuentro Latinoamericano Progresista (ELAP 2015). Bajo un sol ecuatorial ardiente y a 2800 metros de altura, rodeados de volcanes -uno de ellos el Cotopaxi activo desde hace algunos meses- los debates se desarrollan en una atmósfera serena y afable. Entre los líderes, funcionarios y académicos convocados quisiera destacar estas dos presentaciones (Atilio Boron y García Linera) por la manera directa con la que respondieron a un tema que se ha puesto de moda últimamente: El supuesto "fin de ciclo" de los gobiernos progresistas de América Latina. Que este tema haya sido el punto de partida de las presentaciones de dos de los más lúcidos intelectuales de los procesos progresistas de la región, subraya su importancia crucial hoy en día.
Atilio Boron hizo notar que los presagios de fin de ciclo son planteados desde una "posición de saber" (analistas que supuestamente saben qué es el socialismo). Estos auto-proclamados expertos le hicieron recordar las palabras de Fidel: "Entre los muchos errores que hemos cometido, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o de cómo se construye el socialismo". Citó también a Salvador Allende, quien ante las críticas advirtió que el proceso chileno era una transición hacia el socialismo. De las reflexiones de ambos líderes, Boron saca la conclusión de que los pronosticadores del "fin de ciclo" cometen un error garrafal al acusar a los gobiernos progresistas de "modernización capitalista". Señaló que modernización capitalista es lo que hace Rajoy en España, Cameron en Inglaterra o la troika en Grecia. En América Latina los gobiernos progresistas han disminuido la pobreza y la desigualdad social. El capitalismo no se moderniza con reformas sociales como las realizadas por los gobiernos progresistas sino achicando el Estado, reduciendo el gasto público y privatizando. Recordó que existe una crisis económica profunda, calificada por algunos economistas como "la peor de la historia", es una crisis financiera, ambiental, energética, del agua, y esta crisis también afecta a la región latinoamericana. Advirtió que "no se puede subestimar los avances en la conciencia política de América Latina" representados por la movilización de los pueblos originarios, los jóvenes, las mujeres. Remarcó que este cambio en la conciencia, no tiene punto de comparación con lo que sucedía en los años 90; es impresionante y no puede ser subestimado o negado. Alertó de que hay autores que se ensañan contra los gobiernos progresistas, que si bien cometieron errores, en algunos casos caen en desviaciones de tecnocratismo y burocracia, falta de planificación o errores políticos tácticos también han logrado muchos aciertos históricos como nacionalización de grandes empresas de recursos naturales, legislación social de avanzada y política exterior de defensa de la soberanía nacional. Agregó que hubo cambios positivos que son irreversibles y que si llegan a ganar elecciones gobiernos restauradores del neoliberalismo, estos deberán confrontar las demandas de un pueblo más consciente de sus derechos.
García Linera inició su presentación diciendo que si hace un balance de los últimos quince años de transformaciones, destacaría tantos los logros de los gobiernos progresistas como también las dificultades y las complejidades, propias de países en movimiento, en transición. Su respuesta a los agoreros del fin de ciclo es que están equivocados, que los gobiernos progresistas no están llegando a su fin sino todo lo contrario: tienen un futuro por delante, como pueblos en lucha que van transformando sus sociedades y elevando su nivel de conciencia.
Ambos conferencistas se refirieron a las críticas al "modelo extractivista". Boron dijo que es una "irresponsabilidad gigantesca" exigirles a los gobiernos progresistas que no toquen los recursos naturales. Se preguntó de qué otra manera se puede alimentar a la población de países con gran crecimiento demográfico, como Ecuador y Bolivia. García Linera se refirió a la "tensión entre la generación de bienestar económico y la protección de la Madre Tierra". Explicó que el extractivismo en Bolivia lleva casi 450 años, desde la explotación minera en Potosí (iniciada en 1570). Agregó que junto a esa herencia hay que resaltar la pobreza de la región, una de las más desiguales del planeta. Estos dos componentes, la condición extractivista y la extrema pobreza, no dejan otra salida que producir para reducir la pobreza pero hacerlo con respeto hacia los pueblos originarios y escuchando la sabiduría indígena de dialogar con la Naturaleza: "a la Naturaleza no se la mata porque es matarse a sí mismo". Señaló su acuerdo con las palabras de Fidel: "Si solo nos dedicamos a producir hemos abandonado el futuro; solo habrá futuro ecológico..."
Volviendo a los críticos, distinguió dos tipos de ambientalistas: los ambientalistas revolucionarios y los ambientalistas coloniales, que les piden a los países del Sur que congelen sus condiciones de vida (colonial), mientras los países del Norte siguen con la "orgía consumista". En muchos casos estas organizaciones son generosamente financiadas desde esos mismos países centrales (EE.UU. y Europa). Aseveró que el gobierno de Bolivia no caerá en la trampa de acabar en pocos años con el extractivismo que lleva 450 años pues hace falta un puente, un periodo de transición para poder satisfacer las necesidades de la gente a medida que se vaya creando la nueva sociedad del conocimiento y de la cultura. Se refirió a la necesidad del salir del extractivismo sin congelar la producción ni regresar a la edad de piedra sino utilizando temporalmente el extractivismo para crear las condiciones que permitan el salto a la economía del conocimiento.
García Linera fustigó a "esa izquierda de cafetín, perfumada y bien remunerada, que se siente incómoda ante el estruendo de la batalla pero que sin embargo denuncia a los gobiernos progresistas por no haber instaurado inmediatamente y por decreto el Buen Vivir". Concluyó que estos "radicales de la palabra y timoratos de espíritu" que han devenido "profetas del fracaso de los gobiernos progresistas" son en los hechos "mediocres fariseos de la ofensiva reaccionaria", puesto que al ser incapaces de movilizar a las masas solo sirven como colaboradores de la restauración neoliberal.
Las dos presentaciones se realizaron ante salas colmadas. En ambos casos, el sostenido entusiasmo del público alcanzaba picos cuando los conferencistas se referían a la necesidad de corregir las tendencias burocráticas y a ampliar la participación del pueblo al igual que cuando fustigaban a los "profetas del fin de ciclo de los gobiernos progresistas".
El debate sigue abierto... Esperamos que de este debate surjan nuevas propuestas transformadoras que engloben las visiones de los trabajadores, de los movimientos sociales -pueblos originarios, defensores del medio ambiente, mujeres- y todos los sectores que persiguen una sociedad más justa y participativa en cada país de la Patria Grande que sigue en la lucha por la soberanía nacional y contra la injerencia imperialista.
Véase la ponencia de Álvaro García Linera, académico y activista, actual vicepresidente de Bolivia: http://www.rebelion.org/admin/editorArea.php?ID=203923
La ponencia de Atilio Boron, académico y activista argentino, será publicada en los próximos días.
Tomado del Blog No nos olvidamos de Honduras
#TPP: Cinco años de silencio y ahora los Medios, después de firmado el acuerdo, "hablan"
8 de Outubro de 2015, 20:45Por Níkolas Stolpkin*, @NStolpkin
El título lo dice todo. De repente nos enteramos de que se ha sellado el "mayor acuerdo comercial de la historia", después de "intensas negociaciones". Cinco años de negociaciones. Cinco años de silencio. Firmado el acuerdo, ahora vienen a abrir la boca.
Los Medios tuvieron cinco años para investigar sobre el TPP, abrir el debate e informar, pero se limitaron a guardar silencio al respecto. ¿Por qué ahora abren la boca? Pero lo peor de todo es que abren la boca para cumplir su función de simples "voceros", luego de haberse "cocinado el pavo".
¿Dónde quedó la función del periodista? Supuestamente están para informar o investigar cuando existen dudas o preguntas por resolver. Ahora resulta que nunca tuvieron interés por el TPP ¿verdad? Ninguna curiosidad. Vaya "periodistas" que tenemos.
Mientras los medios alternativos gritaban, los medios del establishment se hacían los sordos. Pero los violentos son otros; los violentos son los que cierran la calle con barricadas o los que revientan la molotov. ¿Cinco años de silencio con respecto al TPP, el "mayor acuerdo comercial de la historia", acaso no es violencia?
Si en Chile hubo completo silencio en los Medios, sin duda lo hubo en los demás países involucrados tales como México o Perú.
Pero hacemos gárgaras con la "democracia" y nos gusta cuestionar democracias ajenas como Venezuela o Bolivia, pero obviamente a "pedido" de la potencia que ustedes acostumbran a servir: EEUU. Porque que sepamos nuestros países no tienen más intereses que los que tiene EEUU allí.
Pegan el grito, por ejemplo, porque el Parlamento boliviano haya aprobado una reforma constitucional para que el actual presidente de Bolivia, Evo Morales, pueda volver a ser candidato a la presidencia, pero no dicen nada de que ese cambio lo habrá de decidir el pueblo en un referéndum constitucional aprobatorio.
¿Por qué la firma del TPP, que será aprobada por los parlamentos respectivos, no se lleva a última instancia a un referéndum para que nuestros pueblos decidan si se aprueba o no la firma del TPP, de la misma forma que el pueblo Boliviano decidirá si aprueba o no la reforma a un artículo de su constitución política? ¿Por qué nuestros pueblos no pueden tener derecho a participar de una decisión que podrá afectar directamente sus intereses? ¿Esta es la "democracia" que defiendes, una democracia en la que no exista la participación del pueblo, tan solo la participación para elegir parlamentarios o algún presidente?
Vamos, "periodista": ¿Acaso no te gusta poner sobre la mesa aquello del "debate"? Has tenido cinco años para debatir sobre el TPP, en cambio has llevado al debate las luchas de la pequeña burguesía. Que la marihuana, que el aborto, que la eutanasia, que la pastillita, que los homosexuales, que los animalitos, etc. ¿Por qué no llevaste a debate el TPP, algo que habrá de afectar a toda una nación? Pues su silencio ya los ha hecho cómplices.
*Analista político nacional e internacional. Crítico de política y Cultura Contemporánea. Autodidacta. Nacido en Moscú, ha radicado en República Dominicana y Chile
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