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La Polilla Cubana

3 de Abril de 2011, 21:00 , por Desconhecido - | No one following this article yet.
Mi blog es una ventana abierta sobre Cuba y el mundo, desde la verdad y la justicia

Apuntes para una cartografía en torno al debate del término Afrocubano/a.

24 de Julho de 2015, 14:38, por Rosa C. Báez Valdés

Martí, al que muchos llaman "el más universal de todos los cubanos" escribió en 1893 "Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro. Cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro. En los campos de batalla, muriendo por Cuba, han subido juntas por los aires las almas de los blancos y de los negros. En la vida diaria de defensa, de lealtad, de hermandad, de astucia, al lado de cada blanco, hubo siempre un negro". Mucho más que un siglo después, aún es un tema que ocupa el interés de los hombres:

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Apuntes para una cartografía en torno al debate del término Afrocubano/a.

Por Alberto Abreu*

En los últimos tiempos la impugnación del término afrocubano se ha colocado como un lugar común en diferentes intervenciones de intelectuales cubanos. Los intentos por descalificar este término provenientes, casi siempre, del ámbito académico institucional, y los argumentos esgrimidos por sus detractores trascienden la dimensión terminológica, y vehiculan un grupo de cuestiones relativas a la preservación de la identidad nacional, la historia de la nación y la unidad de la Revolución Cubana. Desde luego que tales impugnaciones no resultan nuevas. Me recuerdan la reacción que hacia finales de la década del ochenta produjo en el paisaje intelectual cubano el encuentro de un grupo de jóvenes artistas e intelectuales con los postulados teóricos del post estructuralismo y la post modernidad, y los descalces de aquella generación emergente a ciertos marcos analíticos, paradigmas teóricos, así como al monolitismo de sentido, las percepciones enclaustradas del sujeto y la identidad nacional heredadas de los años setenta, las cuales se tornaban inoperante para analizar estos nuevos gestos culturales. Sobre la manera en que, tiempo después, esa misma academia recicló hasta hacer suyos tales presupuestos, discursos y obras -presentándolos, en muchas ocasiones, como una conquista suya-, es otra historia que no puede hacernos olvidar aquellas tensiones y encarnizados debates que, en el marco de las luchas interpretativas y en el plano de las relaciones saber-poder atravesaron el campo cultural cubano de la segunda mitad de los ochenta y primeros años de la década del noventa. En primer lugar, porque una zona importante de aquellas poéticas emergentes (René Peña, Armando Mariño, Douglas Pérez, Elio Rodríguez, Belkis Ayllón, Pedro Álvarez, el método de actuación trascendente de Tomás González, la cultura hip hop) interpelaban las políticas de representación, hasta entonces vigentes, sustentadas en un sujeto nacional homogéneo, al tiempo que se abrían a provocadoras representaciones del cuerpo racializado negro, deconstruyendo un grupo de mitos arraigados en el imaginario popular. Compulsadas por esa fascinación posmoderna por los bordes, la alteridad, la carnavalización, el neohistoricismo y la disolución de las fronteras entre lo culto y lo popular, estas obras desmontaban ciertos silencios, estrategias de reducción que habían devenido en signo de la centralidad del poder del blanco frente al sujeto negro/a o mulato/a.

Sin embargo, ya entrado el nuevo milenio se produce un desplazamiento de estos análisis y debates, hasta entonces enunciados desde el campo de las presentaciones simbólicas y el discurso sobre el arte y la literatura, al campo de las ciencias sociales, lo que trajo consigo la aparición de nuevas voces, textos o proyectos socio-culturales que, desde disciplinas como la historia, la antropología, la etnografía, jerarquizaron el abordaje de estas problemáticas. A ellos habría que sumarle otras cuestiones relativas a los paradigmas y el status teórico-metodológico de estas disciplinas para encarar esos nuevos desafíos provenientes de los imaginarios y sujetos subalternos, de la memoria contada desde el poder o desde la perspectiva del otro. Lo anterior resulta válido para entender por qué los debates sobre el término afrocubano/a, dentro del campo intelectual cubano de hoy, no sólo remiten -una manera u otra- a ciertos vacíos, momentos de tensión e irresolución simbólica dentro nuestra memoria nacional, sino que también necesariamente competen al status teórico de nuestras ciencias sociales, y sobre todo a las luchas que se libran en el espacio de las relaciones saber-poder.

    Por estas razones, a pesar de que algunos –como suele ser ya un lugar común en este tipo de debates culturales- intenten presentar al término afrocubano/a como peyorativo, erosionador de la identidad nacional, dicho rótulo se coloca como el lugar teórico que describe y donde se dilucidan un grupo de fricciones entre la viejas y las nuevas epistemologías raciales. Lo que intento decir, es que más allá de los afeites políticos, de implante neoliberal, etc., con que intentan ser presentado por algunos de sus detractores, los debates alrededor del vocablo afrocubano/a no son más que otro capítulo de las tantas luchas interpretativas libradas en la historia del campo intelectual cubano, donde lo que está en juego son relaciones de saber o lo que Pierre Bourdieu, en “La fuerza de la representación”, llama: “el monopolio respecto al poder de hacer ver y hacer creer, hacer conocer y hacer reconocer”. Así lo sugieren muchos de estos textos que vienen germinando desde los bordes del saber institucional, y en los que se advierten la impronta deconstructiva de los estudios subalternos y decoloniales, la crítica cultural y el pensamiento afrofeminista frente a la voluntad centrista y unificadora de una academia que en nombre el conocimiento verdadero se afana en domesticar, ordenar, jerarquizar gestos culturales, sujetos e imaginarios que antes proscribió por iletrados, no cultos. El posicionamiento que en este sentido asumen los hablantes en estas discusiones nos ayuda a entender por qué en estas discusiones algunas voces oficialmente resultan más visibles que otras.

A manera de resumen considero, que un análisis de las discusiones sobre el término afrocubano/a en el campo cultural cubano del nuevo milenio, presupone: historiar la evolución e itinerarios que describe este término en su tránsito por el campo intelectual cubano de los siglos XX y XXI, auscultado aquellos momentos en que el mismo ha servido como mecanismo explicativo a nuestros procesos históricos-culturales. Llama la atención como tanto el térmico afrocubano/a como la ideología del mestizaje, de una forma u otra, deben su nacimiento o puesta en circulación a las mismas coyunturas históricas. Basta repasar las páginas de la Revista de Avance para constatar como Alfredo Zamora en su reseña “Eduardo Abela, pintor cubano” (1928), al referirse a la representación del negro en la pintura de este artista habla de: la complejidad del alma afrocubana. De igual forma Fernando Ortiz, quien empleó el término en reiteradas ocasiones, nos habla de: “Los afrocubanos dientemellados” (1929), de “Cuentos afrocubanos” (1929), “De la música afrocubana…” (1934), etc. De igual forma el rótulo identificó a instituciones como la Sociedad de Estudios Afrocubanos, dirigida por Ortiz y la revista Estudios Afrocubanos. Ballagas en su “Mapa de la poesía negra americana”, (1946) se refiere a las habilidades del letrado blanco para captar el “espíritu afro-cubano”. El vocablo también figura en los estudios de Rómulo Lachatañeré. Aunque, según afirma el investigador Tomás Fernández Robaina, el término fue criticado por Nicolás Guillén y Alberto Arredondo,  sin embargo, es precisamente Gustavo Urrutia, amigo cercano de Guillén, quien lo dota de nuevos sentidos y de un horizonte de significado que dialoga con los propuestos posteriormente por Ortiz en su estudio “Por la integración cubana de blancos y negros” (1959). La genealogía que, en este estudio, Ortiz construye de dicho vocablo remonta su empleo, entre nosotros, a 1847.

 Después de estos datos que, de manera sucinta, acabo de ofrecer resulta incongruente y hasta paradójico que quienes, en la actualidad, apelen a la descalificación de este término, sean los mismos que defienden el pensamiento transculturador de Ortiz, la mulatez de Guillén, o los travestismos y canibalismos culturales a los que apeló la corriente poética conocida como poesía negra, mulata, afrocubana o afroantillana. Desde luego, que a nadie se le ocurriría decir que en Fernando Ortiz el empleo del vocablo afrocubano, desde el punto de vista sintáctico, es defectuoso, ni que el mismo es un constructo llegado de la academia norteamericana, o un intento de trasladar metodologías foráneas para explicar nuestros procesos, ni mucho menos calificarlo de implante del neoliberalismo. Como si en la historia de nuestra modernidad periférica fueran nuevos estos ademanes de reciclajes, citas, apropiaciones y contra-apropiaciones que intentan dotar de nuevos sentidos y de un carácter propio ideas, tendencias y conductas culturales generadas en contextos centrales.

Lógico que los contornos semánticos de dicho vocablo no se han mantenido estáticos, sino que han ensanchado a otras inflexiones y recombinaciones. En 1966, en un texto entregado para un número especial de la revista Casa de las Américas (no. 36-36), dedicado a la presencia de África en América, Fernando Ortiz estratégicamente vuelve a reposicionar el término al hablar de una cocina afrocubana, en ese mismo número aparece un ensayo de Julio Le Riverend, quien propone el concepto de Afroamérica, retomado posteriormente (1992) por Nancy Morejón en su ensayo ¿Afroamérica, ¿la invisible?”.

Finalmente pregunto: si en las comunidades intelectuales de América Latina y el Caribe, donde el término es reciente, el mismo ha sido abrazado sin reticencia, ¿por qué en Cuba sigue despertando tantos recelos? ¿Qué razones se enmascaran detrás de los mismos? Lo cierto es que quiérase o no: afrocubano/a no es un simple vocablo, sino del espacio teórico que la tradición del pensamiento antirracista y descolonizador cubano construyó a lo largo del siglo XX. El lugar de enunciación desde el cual se han articulado y re-pensando los vínculos de racialidad negra con la identidad nacional, nuestra historia y cultura.  

*Alberto Abreu Arcia: Narrador, ensayista, curador y crítico cultural.

 Nota: Este trabajo fue publicado el pasado año, pero me animan a su difusión recientes mensajes recibidos desde otros países, que impugnan el término afroamericano por considerarlo sinónimo de desarraigo y esclavitud.

 

Imagen tomada del blog Salir a la manigua

 Recomiendo además la lectura de Ética, ciencia verdadera y liberación en un pensamiento ejemplarmente antirracista, por Roberto Fernández Retamar

 

 



La sociedad de la información falsificada… Y todos los noticieros que no tenemos

24 de Julho de 2015, 0:29, por Rosa C. Báez Valdés

Por Fernando Buen Abad Domínguez, @FBuenAbad*

 

 

No logramos consolidar (por ahora) el conjunto de estrategias indispensables para generar los “noticieros” que necesitamos. En materia de “producción informativa” hemos sido derrotados sistemática y secularmente. Los poderes hegemónicos, desde los púlpitos hasta los “house organ”, hicieron del control sobre la información un ejercicio de su poder semiótico ante el que no hemos sabido ponernos a salvo con anticuerpos y contraataques efectivos e invencibles. ¿Recién te enteras?

 Con su modo de “producción de información” las oligarquías han sabido imponernos todas sus premisas alienantes y han sabido desarrollar laboratorios de guerra informativo-ideológica desde donde nos atacan sistemáticamente con mentiras, confusiones, calumnias y engaños que nos han arrodillado sin clemencia. Bolívar decía “por el engañó nos han derrotado más que por la fuerza”. Y tiene mucha razón, hasta el presente.

 Ellos entendieron, con toda claridad mercantil, que “informar” es un ejercicio de poder que puede camuflarse de muchas maneras y lo convirtieron, también, en gran negocio. Ellos lo usan para someter a los trabajadores y para convertir las conciencias de los pueblos en mercados de chatarra intelectual en el que brilla por su ausencia la verdad y se la suplanta con la “espectacularidad” efímera. Le llaman “noticieros”, “prensa”, “informativos”…. Hay eufemismos a raudales. Para conseguir cierto efecto de credibilidad se fabrican (ellos mismos) un “prestigio” a medida, santificado por los dueños del negocio “informativo” y santificado por una buena lista de esbirros “intelectuales” fabricados, también, a medida. Al menos, un balance general desde la aparición de los primeros boletines de iglesia, los primeros diarios y los primeros noticieros… arroja en el presente, resultados espeluznantes. No se puede esperar mayor cosa de oligarquías que han sido, principalmente, focos de ignorantes contagiosos.

 Aunque tengamos muy en claro lo que debemos hacer, y lo que no debemos hacer, en materia de “producción informativa” emancipadora, la praxis ha sido débil. No es suficiente el rigor teórico ni el debate acalorado, nos son suficientes las bibliografías ni las poses de los eruditos “progres”. Tampoco nos sirven los corrillos de los “críticos” que hablan a espaldas incapaces de resolver los problemas que hay enfrente. El avance de los modos de producción “noticiosa” capaces de derrotar al modelo hegemónico burgués requiere un plan de trabajo político de gran alcance y a partir de condiciones concretas. Producir información de calidad revolucionaria y divulgarla exhaustivamente debe ser parte de la lucha mundial generalizada de la clase trabajadora contra el capitalismo. No hay atenuantes.

 Hemos sabido desde hace mucho tiempo que un “noticiero” útil a la humanidad debe ser fundamentalmente una herramienta organizadora en territorios concretos. Una usina filosófica de la organización para intervenir correctamente en escenarios específicos. Hemos sabido que esos escenarios específicos son los frentes de lucha de la clase trabajadora no sólo en las fábricas o en los campos contra los terratenientes, también en las artes, en las academias, en las oficinas, en la cultura… ahí donde las voces de los trabajadores se organicen para una lucha justa, ahí nace la agenda de los noticieros revolucionarios.

 Pero no es suficiente con encontrar los escenarios, es necesario, además, encontrar los vocabularios, las sintaxis, los tonos y los modos de contar y contagiar el alma organizativa de la historia revolucionaria en su escala y con las tácticas de los trabajadores y no la de los informadores. Eso cambia todo el desafío y lo hace más complejo porque lo hace dinámico, porque lo convierte en revolución cultural también dirigida a despojarnos del modelo “noticioso” inoculado a los pueblos como si se tratara de la única y mejor forma de transmitir información. A muchos les resulta imposible el parricidio de forma y contenido mercantiles en materia de “noticias”. Pero habrá que hacerlo.

 Por ejemplo, TeleSur ha dejado una marca imborrable e invaluable en la batalla enorme de transformar la producción de información en una herramienta revolucionaria de los pueblos para hacer visibles sus luchas haciéndose visibles como protagonistas. Pero no podrá lograr mucho por si sola una televisora que para crecer requiere que crezcan con ella, en simultáneo, muchos otros medios de producción informativa solidarios y concatenados en la lucha contra el modo y los medios capitalistas de información. Se necesita una y dos mil “Prensa Latina”, se necesitan miles de medios alternativos y comunitarios, televisoras, documentalistas, radios, impresos expresando sus tácticas y estrategias en lo concreto pero con una agenda de unidad sistematizada en los objetivos de máxima. O sea, lo que no hicimos.

 Hablamos de una revolución mundial de la producción de información capaz de ser nueva por ser colectiva, democrática y revolucionaria. Capaz de aprender a sumar voces y hacer con ellas un relato poderoso contra las mentiras y, principalmente, afianzar un método de producción en el que sea la multi-polaridad de los puntos de vista la que construya fortalezas en la lucha unificada por la verdad y contra el capitalismo enemigo común de la especie humana.

  La otra parte de nuestra derrota histórica es no contar con las escuelas de formación que necesitamos para la revolución de la información. Nosotros no necesitamos informadores “neutrales”, nosotros necesitamos científicos de la información que fijen postura la lado de los pueblos en la búsqueda inalienable de la verdad y su construcción científica necesariamente social ahí donde se lucha. Necesitamos compromiso estético y ético para una revolución del pensamiento que necesita de la información como la vida necesita del oxigeno. Nada más, y nada menos, de ese calibre el la responsabilidad y el alcance de la tarea. Es tan extraordinaria su importancia que no podemos dejarla en manos del capitalismo, ni un minuto más. Entérate.

*Filósofo, intelectual y escritor de izquierda nacido en México. Militante marxista de numerosos movimientos e instituciones culturales y literarias de Hispanoamérica. Licenciado en Ciencias de la Comunicación, es director de cine y tiene una maestría en Filosofía Política y un doctorado en Filosofía. Ha sido rector y director de varias Instituciones culturales y de enseñanza. http://fbuenabad.blogspot.com/

 

 

 



Cuba-EEUU: Un conflicto muy anterior a la Revolución

23 de Julho de 2015, 23:52, por Rosa C. Báez Valdés

Por Angel Guerra Cabrera, @aguerraguerra *

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Es la hora de las celebraciones muy justificadas por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos y la reapertura de las respectivas embajadas el ya histórico 20 de julio. De la emoción que millones sentimos al contemplar la bandera de la estrella solitaria proyectarse hacia el cielo de Washington de la mano del canciller Bruno Rodríguez y de tres soldados de la patria.

 De no escatimar el reconocimiento al presidente Barack Obama por su valiente ruptura con la rutina agresiva de más de medio siglo y el inicio de un diálogo civilizado con el mayor respeto por la soberanía de Cuba. De proclamar que sin la heroica resistencia del pueblo cubano, el sabio liderazgo de Fidel y Raúl y el reclamo de toda América Latina y el Caribe este desenlace no habría sido posible. De agradecer a los sectores populares, religiosos, intelectuales, políticos y empresariales que tanto han remado contra la corriente en Estados Unidos para llegar hasta aquí. De reconocer a China y Rusia su amistad y solidaridad con Cuba mientras mayor era su poderío y más se consolidaba la multipolaridad; como a todos los gobiernos que han votado en la ONU durante 17 años contra el bloqueo.

 Pero también es la hora de no olvidar el contexto histórico que dio lugar a las desavenencias existentes entre ambos países, algunas insuperables mientras en Cuba ondee la bandera del socialismo, que estoy seguro será por todo el futuro previsible. De tener siempre presente que el conflicto entre Cuba y Estados Unidos no inició con la revolución cubana como afirman mendazmente los medios de comunicación hegemónicos y los ideólogos de la contrarrevolución, aunque indudablemente después de 1959 adquirió una intensidad nunca vista.

 La evidencia histórica apunta fehacientemente a una aspiración al dominio y a la anexión de la isla por parte de la burguesía de las 13 colonias años antes de la revolución norteamericana (1776). Tanto es así que después de la toma de La Habana por los ingleses (1762), quienes más se opusieron ante Londres a su retirada fueron los grandes negociantes de las colonias del norte, cuya prosperidad dependía mucho del tráfico de ron y melaza abundantes en Cuba y por eso aportaron cientos de hombres a las tropas británicas que invadieron la capital cubana. Esta tendencia se vio delineada a principios del siglo XIX y, sobre todo, a partir de la proclamación de la Doctrina Monroe (1823). Desde entonces, Washington llevó a cabo numerosas acciones dirigidas a la anexión de la isla, que tuvieron su expresión más inequívoca en la intervención militar de 1898, seguida de otra ocupación y un sinnúmero de actos injerencistas que no se detuvieron hasta 1959.

 Al darse cuenta que en Cuba había triunfado una verdadera revolución, cuyos líderes, encabezados por Fidel, no estaban dispuestos a renunciar a la independencia y soberanía del país, Estados Unidos rompió relaciones diplomáticas con la isla y se embarcó en lo que merece calificarse sin exageración como una guerra no declarada. ¿De qué otra manera puede llamarse a una campaña de cientos de acciones terroristas que duró hasta años recientes, la derrotada invasión de Bahía de Cochinos, numerosos episodios de guerra biológica, planes desestabilizadores que continúan y, por no abundar, al bloqueo, que sigue en pie aunque el presidente Obama lo haya flexibilizado muy discretamente y pedido al Congreso su levantamiento.

 Sin este recuento muy sintético no es posible entender la raíz del conflicto bilateral y la naturaleza de ambos contendientes, en que Washington, que sigue siendo expansionista e imperialista ha sido el agresor. El pueblo de Cuba, en cambio, ha actuado siempre en defensa de su derecho a la independencia, la soberanía y la autodeterminación frente a las agresiones del vecino. Actuación mucho más consciente y combativa cuando el gobierno revolucionario comenzó a tomar medidas encaminadas a mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos, que necesariamente afectaron intereses de las grandes corporaciones estadunidenses y provocaron una feroz hostilidad de la potencia norteña.

 Ello no se debía solamente a los intereses afectados por las medidas revolucionarias sino también al temor de que el ejemplo fuera seguido por otros países en la región que hasta entonces consideró su patio trasero y en la que nunca permitió, ni acepta hasta hoy, reformas que modifiquen a sus dictados. Ahí tenemos el ejemplo de la hermana Venezuela.

 

*Periodista cubano residente en México y columnista del diario La Jornada

 



Cuba y Estados Unidos: que la justicia nos mantenga amigos

23 de Julho de 2015, 17:57, por Rosa C. Báez Valdés

Por René Vázquez Díaz

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El 20 de mayo de 1902, cuando la República de Cuba nació coja y violentada por Estados Unidos, entre los solemnes discursos pronunciados en La Habana se destacan dos frases de William Jennings Bryan, político populista del Partido demócrata y miembro (junto a Mark Twain) de la entonces llamada Liga Antiimperialista:

“Dios nos hizo vecinos. ¡Que la justicia nos mantenga amigos!”
 
 Pero, como escribió César Vallejo en un poema famoso, esto no fue posible. Hoy ondea en La Habana la bandera de Estados Unidos y por primera vez en la historia de ambos países se abre la posibilidad real de un futuro de buena vecindad. Tanto en mayo de 1902 como en julio de 2015, la clave del fracaso o el éxito de esas relaciones es la palabra justicia.
 
Aunque se oculte cuidadosamente en la poderosa prensa occidental, Cuba obligó a Estados Unidos a sentarse a negociar. Ese diálogo a pie de igualdad, alcanzado a un precio tan alto y doloroso para el pueblo cubano, constituye en sí mismo una victoria inédita en la historia de las Américas. Uno de los objetivos del bloqueo había sido evitar justamente lo que ahora sucede: el diálogo en bases soberanas. En el pasado, cuando Estados Unidos y sus aliados hablaban de “diálogo” con Cuba, lo que querían decir, en plata, era imponer las condiciones de una inevitable capitulación cubana. Y esto no fue posible.
 
Tanto para los compatriotas que no tuvieron fe en la fuerza de su propio pueblo, como para los extranjeros que no creyeron que la diminuta Cuba sería capaz de ganarle el pulso a un país tan agresivo, se trata de una victoria que no parecía alcanzable en el transcurso de sus vidas. Para los enemigos profesionales de la revolución, lo que en efecto está ocurriendo es algo inaudito, casi inconcebible, que los pone en una situación vergonzosa e inestable. ¿Cómo serán financiados a partir de ahora?
 
En el lenguaje elegido por Obama para esconder esta derrota, no se dice que Cuba ha estado (y sigue estando pese a algunas flexibilizaciones) asediada, cercada, perseguida y agredida. Se dice diplomáticamente que Cuba fue “aislada” y que eso “no funcionó”: a una agresión única en nuestra época, por su encarnizamiento y su duración, se le minimiza llamándola “aislamiento”. Pero el problema es que la agresión sí funcionó perfectamente para empobrecer al cubano de a pie y envilecer a los que eligieron convertirse en aliados del agresor. Otro objetivo esencial del bloqueo ha sido impedir que el Estado cubano disponga de dinero para administrar, con éxito, logros como la educación, la salud pública y el cuidado de la niñez. Un objetivo de la prolongada agresión parcialmente logrado fue generar hastío en el espíritu de los bloqueados. Las víctimas de todo asedio terminan por culpabilizar a su propio gobierno de las salvajadas de que son objeto por parte de una potencia extranjera.
 
La insistencia del Presidente Obama en no hablar de historia para “no ser prisioneros del pasado” es comprensible en un líder que, para poder avanzar, tiene que aunar voluntades contrarias dentro y fuera de su gobierno. Pero no creo que eso contribuya al entendimiento mutuo. Una tras otra, todas las maquinaciones norteamericanas para desestabilizar a Cuba y arreciar las vicisitudes de sus habitantes han sido descubiertas, denunciadas y derrotadas. La historia del entrometimiento y los abusos de la embajada de Estados Unidos en La Habana debería ser una asignatura obligatoria para los nuevos diplomáticos.
 
Hasta el momento, cualquier personaje insignificante de la República Checa, España o Suecia, por sólo poner tres ejemplos, se miraban al espejo como héroes de una cruzada contra la revolución cubana. Diplomáticos o no, llegaban a la isla en plan de agentes hinchados, sabedores de cómo resolver los problemas de los guajiros de Mayarí o de los cuentapropistas del Cerro. Todavía el sueco Jonas Modig sigue dormido y sin recordar cómo su compinche Carromero, cancerbero del deplorable PP español, cometió un delito de imprudencia temeraria que mató a dos ciudadanos cubanos. El caso de Allan Gross es triste y elocuente. ¿Se repetirá el espectáculo de un James Cason dirigiendo a sus asalariados cubanos como un ridículo cowboy?
 
Estados Unidos debe ser sumamente cauteloso y no abrir heridas que están muy lejos de cicatrizar. Cuando elija su forma de actuar, la renovada estación de la CIA en La Habana debería tener pie de plomo. El Departamento de Estado ha anunciado que desde la nueva embajada podrá promover mejor “sus intereses y sus valores”. Los pueblos de Cuba y Estados Unidos anhelan cambios que conduzcan a la paz y al bienestar. En Cuba hay muchas cosas que deben cambiarse y los cubanos las están cambiando a su manera y a su propio ritmo, en ejercicio de su soberanía.
 
El “compromiso” del Departamento de Estado con el pueblo cubano no puede basarse en instituciones ofensivas como Radio Martí ni en las rebatiñas de dólares de la USAID,  porque todo eso recuerda demasiado a la doctrina de Robert Torricelli, “to wreak havoc on that island.”  En Cuba no es fácil olvidar esa tendencia contraria al derecho internacional y a la decencia, ya que la Ley Helms Burton, vigente aún en su desalmada totalidad, se basa en el espíritu y la obra de Mr Torricelli: devastar esa isla.
 
Entonces, ¿cuáles son los valores del Departamento de Estado representados por el bloqueo y la Ley de Ajuste? ¿Qué valores defiende Estados Unidos en el atolladero jurídico y humanitario de Guantánamo? Llegó la hora de los cambios. Todo diplomático estadounidense debe saber que la presencia de su gobierno en Cuba tiene una rancia historia con hedor a guajiros desamparados en las guardarrayas, explosiones mercenarias, cubanos de alquiler mendigando en sus jardines y privaciones de todo tipo en lo profundo del pueblo.
 
No obstante, tratemos de no hablar de historia. Olvidar lo malo, dice Martín Fierro, también es tener memoria. Y lo que todos anhelamos a partir de este 20 de julio no es más intervencionismo ni agresiones que provoquen nuevas luchas de consecuencias imprevisibles, sino más comercio, más cultura y entendimiento; más felicidad y bienestar, de modo que se cumpla la invocación de William Jennings Bryan y la justicia, al fin, nos mantenga amigos para siempre.
 
Danny Glover saluda a Ricardo Alarcón

 
Nuestra delegación en nuestra embajada

 

 
Traté de conseguir uno, pero enseguida se agotaron

 

 
El momento

 
 
 
 
Tomado de Segunda Cita
 
Silvio: "René Vázquez Díaz es un narrador y poeta cubano radicado en Suecia. No es la primera vez que su nombre es mencionado en Segunda cita. Hace algún tiempo recomendé La era imaginaria y La isla del cundeamor, novelas que forman parte de una saga apasionante".

 



20 de Julio: Reencuentro de dos banderas

21 de Julho de 2015, 17:24, por Rosa C. Báez Valdés

Por Jorge Bolaños*

  BlogEl 20 de julio quedaran formalmente restablecidas las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU. Ese día, el pabellón cubano será izado en la sede de la embajada de Cuba en Washington por nuestro ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Padilla, mientras que su homólogo, John Kerry, en su momento hará lo propio en la sede de la embajada de EE.UU. en La Habana.

 La ceremonia, no por formal y simbólica, resulta menos relevante.

 Se abre así un nuevo y muy importante capítulo del conflicto histórico entre Cuba y EE.UU., el conflicto más largo (150 años), que registra la historia de las relaciones cubano-estadounidenses, cuyo nivel de antagonismo rebaso su cuota máxima con el triunfo de la Revolución el 1º de enero de 1959, comandada por su líder Fidel Castro Ruz, la cual devolvió a los cubanos su patria con todos sus atributos de independencia, soberanía y autodeterminación, conculcados durante la república plattista; esa en la que el embajador estadounidense de turno, el ex Tte. Coronel Earl T. Smith -quien fungió como embajador entre 1957-1959- presumía ser la segunda, y en ocasiones, la primera figura más influyente del país.

 Los presidentes de EE.UU. a menudo suelen escogen temas de política exterior para intentar compensar el desgate político interno.

 Clinton lo hizo en 1995 al establecer relaciones con Vietnam; Obama hizo lo mismo con Cuba en el momento en que el tema de la recomposición de las relaciones con la Isla alcanza, como nunca antes, un alto nivel de apoyo en amplios e importantes segmentos que conforman el establishment estadounidense, acompañado de notorios signos de cambio en los medios de comunicación y un creciente interés por el tema Cuba de parte de la opinión pública no apreciado en el pasado.

 El último de los sondeos realizado en los 50 estados de la Unión entre el 25 de mayo y el 17 de junio por el “Chicago Council Survey” refleja que 2 de cada 3 estadounidenses apoyan la” terminación del embargo”. El rechazo se registra tanto en los encuestados que se definen demócratas como los auto declarados republicanos. Los cifras son: Republicanos 59%, independientes 63%, demócratas 70%, y el 62% opino que el cambio de política beneficiaria al sector de negocios en los EE.UU.

 La muestra no deja lugar a dudas de la aproximación positiva que manifiesta la población estadounidense en contra del bloqueo a Cuba, que es uno de los impedimentos esenciales que gravitan pesadamente en el camino hacia una eventual normalización de las relaciones.

 Lo anterior inclina a pensar que Obama cuenta con suficiente endoso político para proseguir valiéndose de sus capacidades ejecutivas y ampliar las flexibilizaciones puestas en vigor a partir del 17 de Diciembre, para dejar de estampar su firma anual en la ley de comercio con el enemigo y, al mismo tiempo, si hay voluntad y empeño, presionar al poder legislativo para reformar o anular el conjunto de sanciones que obstaculizan la normalización de las relaciones y que es auspiciado y custodiado por la contrarrevolución y asociados de la extrema derecha, incluyendo a un grupo de legisladores demócratas de ultraderecha, conocido como los perros azules, que por razones de cálculo político o revanchismo no toman en cuenta los esfuerzos de la administración por demostrar que la esencia de la estrategia imperial hacia Cuba se mantiene.

 Los oponentes se valen de la mayoría republicana, de sus facultades, conspiraciones y cabildeo de pasillos, comités, para intentan frustrar y, eventualmente, revertir el proceso en curso en el caso de triunfar en las presidenciales del 2016.

 Una cosa es hablar con lenguaje de campana y otra con sentido de realidad, de todas maneras no se puede dejar de anotar que hasta el momento la mayoría de los aspirantes presidenciales republicanos espontáneamente o respondiendo a la prensa critican el restablecimiento de las relaciones, empezando por Jeb Bush aunque también se observan divisiones y excepciones como la del aspirante Rand Paul, (Senador republicano por Kentucky) quien se manifestó públicamente por el fin del bloqueo y la no injerencia de EE.UU en los asuntos internos de Cuba. Se trata de un senador de buen predicamento en los estados del sur.

 Las divisiones también afloran en las filas legislativas republicanas que de manera callada o pública respaldan el restablecimiento de relaciones y tienden a presentar proyectos de leyes que atentan contra el sistema de sanciones que conforman el bloqueo. En este sentido cabe destacar el proyecto bipartidista para liberar las restricciones de viajes a la Isla liderado por el senador republicano Jeff Flake y que hasta el momento cuenta con el patrocinio de 30 senadores.

 No les importan los acumulados fracasos de su política anticubana ni el sentido antiestadounidense que significa seguir, seguir y seguir aplicando una política obsoleta y fracasada, de creciente impopularidad nacional, que lesiona los propios intereses de influyentes factores del establishment y que, como ninguna otra, ha aislado a EE.UU., en lo que se refiere a Cuba, del hemisferio y del resto del mundo.

 Cientos de ejemplos podían citarse en este sentido me referiré al más universal de todos: En la historia de la agenda de la Asamblea General de las Naciones Unidas nunca un país ha quedado tan aislado de la comunidad internacional como Estados Unidos en el tema del bloqueo lo cual se ha demostrado durante 17 años consecutivos y se continuara demostrando.

 Una vez restablecidas las relaciones y el permanente diálogo que estas suponen, podremos entonces intentar avanzar en el largo y complejo proceso que conduzca a unas relaciones bilaterales que, en mi opinión, pudiéramos calificar de cuasi normales, en las que ambos países puedan comerciar e invertir, los estadounidenses puedan viajar a Cuba sin restricciones, como lo hacen los cubanos a EE.UU. y otros asuntos que para Cuba resultan de suma importancia como son: la retirada de la Base Naval y la devolución del territorio ilegalmente ocupado por la misma en Guantánamo, las indemnizaciones por los daños materiales y morales causados a varios millones de ciudadanos cubanos así como el cese de las transmisiones subversivas de las estaciones de radio y Tv situadas en territorio estadounidense y otras tantas cosas absurdas que forman parte de la política exterior estadounidense y resultan inaceptable para cualquier país que se considere soberano, particularmente Cuba.

 En 1963, un periodista le preguntó al canciller estadounidense Dean Rusk por qué EE.UU comerciaba con la URSS y no lo hacía con Cuba; Rusk respondió ” … porque la URSS es un gobierno permanente y la Cuba de Castro es un asunto temporal”. La respuesta reflejaba la seguridad de EE.UU. de que sus planes de destruir la Revolución, incluyendo decenas de intentos fallidos de asesinatos a Fidel, Raúl y demás líderes revolucionarios, derrocarían al gobierno revolucionario, según lo habían hecho en Guatemala, y lo harían posteriormente en República Dominicana y Chile.

 Se equivocaron, subestimaron la capacidad de resistencia y de lucha de nuestro pueblo y se estuvieron equivocando por más de medio siglo, según reconoció el Presidente Obama.

 El restablecimiento constituye un reconocimiento del error cometido y también un reconocimiento al Estado Revolucionario Cubano y a su gobierno presidido por el Presidente Raúl Castro Ruz, pero, y a veces después del pero suele venir la verdad, no podemos olvidar que según declaraciones oficiales del propio presidente y autoridades del gobierno estadounidense lo que cambia con relación a Cuba es la táctica pero la estrategia continua.

 Por ese camino les aseguro que seguirán equivocándose.

 

*Diplomático cubano y Profesor Auxiliar del Instituto de Relaciones Internacionales. Fue Jefe de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington.

 

Fuente: Cubadebate

 



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