Por Salvador Capote*
El primer portaaviones nuclear de la historia, el USS Enterprise, terminó su último viaje al llegar al puerto de origen (4 de noviembre de 2012) en Norfolk, Virginia. Con la inactivación del viejo barco de 95,000 toneladas, después de 51 años cumpliendo misiones depredadoras por todas partes del mundo, incluido el bloqueo naval a Cuba durante la Crisis de Octubre, la flota de portaaviones estadounidense queda reducida a 10 naves, pues el USS Enterprise no será reemplazado hasta el año 2015 y durante este intervalo ocurrirán seguramente cambios sustanciales en la marina de Estados Unidos que correspondan con los conceptos modernos de la guerra en el mar.
En el último debate presidencial Obama-Romney, el exgobernador republicano acusó a Obama de descuidar a la Fuerza Aérea y a la Marina con menos unidades aéreas y navales. “Hoy tenemos menos buques que en la época de los 60”, se quejó mientras prometía un aumento del presupuesto del Pentágono. Obama, despiadadamente le explicó, con tono de preceptor, que si hoy tenemos menos buques es porque “la naturaleza de las fuerzas armadas y nuestra estrategia se han modificado drásticamente”. “Es como si usted me preguntara por qué no tenemos más caballos o bayonetas" –le espetó el presidente- y expuso acto seguido que las fuerzas armadas dependen de una mayor preparación para enfrentar amenazas cibernéticas o desde el espacio.
Básicamente, la ignorancia mostrada por Romney se debe a que el avance de la tecnología militar es tan acelerado y complejo que aún a los especialistas les es difícil mantenerse al día. En los círculos no especializados prevalece la idea de que la potencia más fuerte es la que posee mayor número de aviones y barcos de guerra. Romney se refirió a la época de los 60 y es, justamente a partir de entonces, que las concepciones estratégicas y la naturaleza de las fuerzas armadas, en particular en la marina de guerra, comenzaron a cambiar radicalmente. No es la primera vez en la historia que suceden estos cambios. En realidad, han estado sucediendo escalonadamente a través de los siglos.
En el siglo XIX la cañonera fue sustituida por el acorazado, mejor protegido, más veloz y con mayor volumen de fuego. Las grandes potencias de la época lo utilizaron para imponer o consolidar su dominio colonial. El acorazado tuvo su momento estelar en Jutlandia, la última batalla naval propiamente dicha de la historia, librada el 31 de mayo y el 1 de junio de 1916 en el Mar del Norte, entre fuerzas navales de Alemania y Gran Bretaña. Todavía actualmente, tanto ingleses como alemanes se adjudican la victoria.
La hegemonía del acorazado terminó durante la Segunda Guerra Mundial. La aviación militar se apoderó de los escenarios de guerra. Los cazas y bombarderos podían realizar la misma devastación que los cañones de los barcos, pero desde mayor distancia y con mayor precisión. Gran Bretaña produjo la primera nave capaz de servir como pista de despegue para los aviones de combate: el portaaviones. Al comenzar la guerra en 1939, Estados Unidos, Japón y otras potencias poseían también estos campos de aviación flotantes, que resultaron más temibles con la invención del radar.
En lo adelante, el poderío naval y aéreo se combinarían y tendrían lugar grandes batallas aéreo-navales. Midway fue la primera batalla entre portaaviones, la primera en que las flotas enemigas nunca estuvieron en contacto directo y los ataques se realizaron a través de sus aviones de combate. A partir de Midway, el acorazado pasó a desempeñar un papel secundario de apoyo y el portaaviones asumió el rol de protagonista. El último acorazado, el USS Missouri, fue desactivado en 1992.
Al comenzar el siglo XXI, la fuerza de tarea (“carrier task force”) es decir, uno o más portaaviones con numerosos barcos de apoyo, se había situado en el centro del universo de la guerra. Estados Unidos afianzó su hegemonía con “flotas” situadas estratégicamente en todos los océanos del mundo.
Sin embargo, los gigantescos portaaviones del siglo XXI, como los grandes dinosaurios prehistóricos, están destinados a desaparecer. El precursor de los sepultureros nació a mediados de la década de los 80. Su nombre fue “Raduga KSR-5” (1) misil desarrollado por los soviéticos, capaz de velocidades supersónicas, y dotados de radares activos y pasivos que lo guiaban con precisión hacia el objetivo.
La respuesta de la marina estadounidense fue la creación de un escudo defensivo para la protección de sus portaaviones llamado sistema “Aegis”, nombre del escudo que Atenea recibió de Zeus de acuerdo a la mitología griega. Su creación fue posible gracias al desarrollo de computadoras de alta velocidad que permitían la traducción instantánea de los datos, obtenidos por coberturas totales de sonar y radar, en disparos capaces de destruir los misiles enemigos. Los cruceros del tipo “Ticonderoga” fueron dotados con este sistema que, dicho sea de paso, es extraordinariamente caro, del orden de más de un billón de dólares por barco.
Un defecto importante del sistema “Aegis” era su incapacidad para operar a corta distancia de la costa debido a las interferencias por la topografía, las edificaciones, la radio y las comunicaciones civiles, amén de las creadas por el enemigo. Otro defecto notable es que no podía operar simultáneamente en dos direcciones. Para una protección de 360° la fuerza de tarea necesitaba como mínimo dos barcos dotados de este sistema.
El sistema “Aegis” presenta, además, un “punto de saturación”, o sea, sólo puede defenderse en un momento dado contra un número determinado de misiles. No se sabe cuál es este punto de saturación que, por supuesto, es un secreto militar bien guardado, pero se sabe que existe, y lograr el hundimiento del navío sólo es cuestión de lanzar un número en exceso de misiles.
La marina de Estados Unidos ha continuado desarrollando los sistemas para la defensa de sus fuerzas de tarea y es probable que los perfeccionamientos que ha recibido el Aegis en los últimos años hayan reducido o incluso eliminado estas limitaciones, pero el porvenir pertenece a los misiles de alta velocidad (2) capaces de viajar a decenas de veces la velocidad del sonido (3) y alcanzar el objetivo con precisión matemática.
Los ingleses, en los años 80, fueron pioneros en la construcción de mini portaaviones, más funcionales y de menor costo, que operan generalmente con aviones de despegue y aterrizaje vertical. Sin embargo, la tendencia histórica de las grandes potencias ha sido la de construir barcos cada vez de mayor tamaño. Esto tiene mucho que ver con el hecho de que, tradicionalmente, los altos oficiales de la marina de guerra han pertenecido a las élites del poder. Ser el comandante de un gran y poderoso navío siempre ha satisfecho el ego de los aristócratas. Los Estados Unidos no son ajenos a esta tradición, que explica en parte la resistencia a los cambios necesarios en la estructura de la marina de guerra, de acuerdo a las exigencias de los tiempos modernos.
El número Mach (“Mach number”) caracteriza la velocidad del misil. Un misil Mach 5, por ejemplo, es aquel que viaja a 5 veces la velocidad del sonido, es decir, a 6,150 km/h (3,840 mph); un misil Mach 10, a 10 veces: 12,350 km/h (7,680 mph). Un misil Mach 25 (25 veces la velocidad del sonido) alcanza 30,740 km/h (8,465 mph) y puede abatir un blanco situado a 1,000 km (621.7 millas) de distancia en menos de 2 segundos.
Los misiles tele y auto dirigidos cambiaron el modo de hacer la guerra. Con ellos, la velocidad, la precisión y el alcance son las claves para la victoria. Menos tanques, menos barcos y menos soldados harían falta, pero sí más científicos y técnicos, y más satélites y supercomputadoras.
Los misiles son cada vez más rápidos, de mayor alcance, guiados con mayor precisión y pueden dirigirse al blanco en el momento escogido por el atacante y desde cualquier punto del espacio. Por eso la fuerza de tarea con portaaviones, aunque dotada también de poderosos misiles, es hoy, a fin de cuentas, un sistema a la defensiva, debido principalmente a su ubicación espacio-tiempo definido.
Varios países desarrollan actualmente misiles de diverso tipo, entre ellos China, Rusia e Irán, y se experimenta con nuevos materiales capaces de resistir temperaturas extremadamente altas causadas por la fricción. China tiene ya en servicio el Dong Feng 21D (DF-21D) (4), el primer misil balístico del mundo diseñado especialmente contra barcos, que posee velocidad hipersónica alta (3.5 a 8.5 km/seg) y es capaz de destruir un portaaviones con un solo impacto.
En el futuro, no es el que posea las flotas más poderosas el que dominará los mares, sino el que pueda controlar desde el espacio los barcos enemigos y dirigir hacia ellos sus misiles. El que posea mayor dominio de la ciencia satelital y los misiles más avanzados, será el dueño de los mares.
El Estrecho de Ormuz, vital para el mercado mundial del petróleo, tiene en su menor anchura solamente 39 kilómetros (21 millas náuticas). En esta época de misiles de velocidad hipersónica o hipersónica alta, los barcos de guerra y súper tanqueros que cruzan por el estrecho se han convertido en la fila de paticos de un tiro-al-blanco de feria.
NOTAS:
1) “AS-6 Kingfish” para la OTAN.
2) Los misiles “supersónicos” viajan a velocidades entre 1,470 y 6,150 km/h (Mach 1.2 a Mach 5.0). Los “hipersónicos” a velocidades entre 6,150 y 12,300 km/h (Mach 5.0 a Mach 10.0). Una velocidad superior es “hipersónica alta” (“High hypersonic”): 12,300 a 30,740 km/h (Mach 10.0 a Mach 25.0).
3) La velocidad del sonido es de 340.3 m/seg (1,225 km/h o 761.2 mph).
4) “Dong Feng” significa Viento del Este.
*Bioquímico cubano, actualmente reside en Miami. Trasmite con cierta regularidad por Radio Miami el Programa “La Opinión del Día”, que aparece poco después en laradiomiami.com. Es colaborador de Areítodigital.net; participa, con la Alianza Martiana, en la lucha contra el Bloqueo impuesto a Cuba por Estados Unidos.
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