Catalunha independente? De quem? E o Curdistão?
29 de Setembro de 2017, 15:58 - sem comentários aindaVejo nas redes digitais e nas publicações brasileiras de esquerda e de direita uma certa preocupação em relação ao plebiscito que deve ocorrer na Catalunha no próximo dia 01 de outubro para decidir sobre a Independência daquele país. Já o plebiscito sobre a Independência do Curdistão não mereceu a mesma preocupação.
Por que será?
Por que na Catalunha fica a charmosa e multicultural Barcelona?
Por que o Curdistão é um pobre país que tem seu território esquartejado entre Síria, Turquia, Irã e Iraque?
Por que a Catalunha é Europa?
Por que o Curdistão fica no inóspito Oriente Médio?
Certamente haverá motivos mil para que os colonizados e viralatas de todas as matizes estejam preocupados mais com o país europeu que com o árabe. Afinal, Europa é mais charmosa e desenvolvida, ainda que velha e carcomida.
Mas, não é isso o que importa realmente.
Primeiro, é preciso deixar bem claro que os povos, todos os povos, tem direito a autodeterminação, definir o seu destino. Então, se o Catalão tem esse direito e é festejado, é preciso que se defenda e festeje também o direito de outros povos como, por exemplo, bascos, galegos e irlandeses, entre outros, na Europa, dos curdos no Oriente Médio, dos mapuches no Chile, etc.
Segundo que num mundo financeiramente globalizado e dominado pelo capital financeiro especulativo, para ser efetivamente independente um país precisa estar livre do jugo do capital financeiro.
E como nos informa o comunicado da Xarxa Socialisme XXI em ANTE EL 1 DE OCTUBRE ¿QUÉ HACER ANTES Y DESPUES?,1 os independentistas catalães que ocupam o governo regional atualmente não só NÃO QUEREM ROMPER com a UE como manterão o pagamento das dívidas contraídas junto aos bancos da comunidade europeia, além de terem votado a favor da contra reforma laboral espanhola e manter localmente a feroz política de austeridade neoliberal que reduz drasticamente os investimentos em saúde, segurança e educação que os próprios neoliberais dizem ser as funções básicas do Estado Mínimo que o deus mercado tanto anuncia como tábua de salvação dos povos...
Desta forma, não vejo porque a excitação de parte da esquerda brasileira com o referendo catalão. Nem mesmo entendo por que se perder tempo com este debate, já que o independentismo catalão é mais uma disputa entre as elites conservadoras que uma luta popular. A grosso modo seria um "Sul é o meu país" a espanhola.
E para não perder mais tempo com o tema: é mais importante apoiar o desenvolvimento de forças transformadoras e alternativas para desalojar as forças conservadoras e falsamente soberanistas do governo da Catalunha, acabar com as políticas neoliberais e se libertar do capital financeiro que sufoca a classe trabalhadora e a desaloja de seus empregos, suas casas e suas escolas.
1 Version en catalan: http://blogoosfero.cc/tie-iberico/tie-iberico/davant-el-1-d-octubre-que-fer-abans-i-despres
Intervenção militar: assunto superado!
27 de Setembro de 2017, 9:11 - sem comentários aindaLaerte, como sempre, inspirado resume o que disse o milico em chefe.
La militarización de la política en Estados Unidos
27 de Setembro de 2017, 7:52
Por James Petras
Los militares juegan un papel cada vez mayor a la hora de definir la agenda de política exterior y, por extensión, de política interior en Estados Unidos. El ascenso de “los generales” a puestos estratégicos del régimen de Trump es evidente y ello refuerza la autonomía del ejército en la determinación de la agenda de política estratégica.
En este artículo analizaremos las ventajas que aportan los planes bélicos a la élite militar y las razones por las cuales “los generales” han conseguido imponer su punto de vista sobre la realidad internacional.
Examinaremos la influencia del estamento militar sobre el gabinete civil de Trump, consecuencia de la degradación implacable de la presidencia que lleva a cabo la oposición política.
El preludio a la militarización: la estrategia de múltiples guerras de Obama y sus consecuencias
El papel fundamental que desempeña el ejército en la elaboración de la política exterior de EE.UU. tiene su origen en las decisiones estratégicas tomadas durante la presidencia de Obama-Clinton. En ese periodo se implementaron una serie de políticas que influyeron enormemente en el advenimiento de un poder político-militar sin precedentes.
1- El enorme incremento de las tropas destinadas a Afganistán y sus subsecuentes fracasos y retirada debilitaron el régimen Obama-Clinton y aumentaron la animosidad entre los militares y la Administración Obama. A consecuencia de sus fracasos, Obama rebajo la reputación las fuerzas armadas y debilitó su autoridad como presidente.
2- Los bombardeos masivos y destrucción de Libia, el derrocamiento del régimen de Gadafi y la incapacidad de la administración Obama-Clinton para imponer un gobierno títere, pusieron de manifiesto las limitaciones del poder aéreo estadounidense y la ineficacia de su intervención político-militar. El presidente equivocó fatalmente su política exterior en el Norte de África y demostró su ineptitud militar.
3- La invasión de Siria por parte de mercenarios y terroristas financiados por Estados Unidos le vinculó a un aliado poco de fiar en una guerra en la que tenía todas las de perder. Ello provocó una reducción del presupuesto militar y persuadió a los generales de que el control de las guerras extranjeras y la política exterior era la única manera de salvaguardar sus posiciones.
4- La intervención militar de Estados Unidos en Irak tuvo una importancia secundaria en la derrota del Estado Islámico; los principales actores y beneficiarios fueron Irán y las milicias chiíes iraquíes aliadas.
5- La Administración Obama-Clinton organizó el golpe de Estado en Ucrania y facilitó la toma del poder a una junta militar corrupta e incompetente. Esto provocó la secesión de Crimea (que se unió a Rusia) y de Ucrania Oriental (aliada a Rusia). Los generales fueron marginados y descubrieron que se habían aliado con los cleptócratas ucranianos e incrementado peligrosamente la tensión política con Rusia. EE.UU. dictó sanciones económicas contra Moscú intentando desviar la atención de sus ignominiosos fracasos político-militares.
Trump se encontró con un legado de la administración Obama-Clinton levantado sobre tres patas: un orden internacional basado en las agresiones militares y la confrontación con Rusia; un “pivote hacia Asia” basado en el cerco militar y el aislamiento económico de China logrado mediante amenazas de guerra y sanciones económicas contra Corea del Norte; y el uso del ejército como guardia pretoriana de los tratados de libre comercio en Asia, que excluyen a China.
El legado de Obama consiste en un orden internacional de capital globalizado y múltiples guerras y su continuidad dependía inicialmente de la elección de Hillary Clinton como presidenta.
Por su parte, Donald Trump prometió en la campaña presidencial desmantelar o revisar drásticamente la Doctrina Obama que basaba el orden internacional en el mantenimiento de múltiples guerras, una visión “neocolonialista” de la nación y el libre comercio. El furioso presidente saliente comunicó al recién llegado que si procedía a cumplir sus promesas electorales de un nacionalismo económico se encontraría con la hostilidad conjunta de todo el aparato del Estado, Wall Street y los medios de comunicación de masas, con lo que socavaría el orden global centrado en torno a Estados Unidos.
La apuesta de Trump era cambiar las sanciones económicas y la confrontación militar de Obama por la reconciliación económica con Rusia, pero se encontró con el avispero de acusaciones sobre la supuesta conspiración electoral con Rusia, que insinuaban que había cometido traición, y con los juicios ejemplares a sus aliados más próximos y a miembros de su propia familia.
La fabricación mediática del complot Trump-Rusia fue solo el primer paso de una guerra total contra el nuevo presidente que consiguió debilitar su agenda económica nacionalista y su intención de cambiar el orden global de Obama.
Trump bajo el orden internacional de Obama
Tras solo ocho meses en el poder, el presidente Trump sucumbió impotente a los despidos, dimisiones y humillación de todos y cada uno de sus nombramientos civiles, especialmente aquellos empeñados en revertir el “orden internacional” de Obama.
Trump fue elegido para reemplazar las guerras, sanciones e intervenciones militares por acuerdos económicos que beneficiaran a las clases trabajadora y media de Estados Unidos. Eso implicaba acabar con los prolongados y dispendiosos compromisos de las fuerzas armadas en la “construcción de naciones” (ocupación), en Irak, Afganistán, Siria, Libia y otras zonas sin fin de guerra planeadas por Obama.
Se suponía que las prioridades militares de Trump eran el refuerzo de las fronteras nacionales y de los mercados extranjeros. Comenzó solicitando a sus socios de la OTAN que asumieran sus propias responsabilidades en defensa y pagaran por ellas. A los partidarios del orden global de Obama de ambos partidos les horrorizaba que Estados Unidos pudiera perder el control absoluto de la OTAN; inmediatamente se unieron y se movilizaron para despojar a Trump de sus aliados económicos nacionalistas y desmontar sus programas.
Trump se dio por vencido enseguida y se adaptó al orden internacional de Obama, con una única salvedad: él mismo seleccionaría el gabinete que pusiera en marcha el viejo/nuevo orden internacional.
Maniatado, Trump eligió una cohorte de generales encabezada por el general James Mattis (conocido como “Perro Loco”) como ministro de Defensa. Los generales se hicieron cargo de la presidencia. Trump abdicó de sus responsabilidades.
General Mattis: la militarización de Estados Unidos
El general Mattis asumió el legado de Obama y le añadió su propio matiz incluyendo la “guerra psicológica” incorporada a las declaraciones exaltadas de Trump en Twitter.
La “doctrina Mattis” combina amenazas graves con provocaciones agresivas, lo que sitúa a Estados Unidos (y al resto del mundo) al borde de una guerra nuclear. El general ha adoptado los objetivos y los campos de operaciones definidos por la anterior Administración dispuesto a reforzar el orden imperialista internacional existente.
Las políticas de la junta se han basado en las provocaciones y amenazas contra Rusia y el aumento de las sanciones económicas. Mattis echó más gasolina al fuego de la retórica antirusa, ya bastante candente, de los medios de comunicación de masas. El general fomentó una estrategia de “matonismo diplomático” de baja intensidad, incluyendo una invasión de las oficinas diplomáticas rusas que no tenía precedente y la expulsión inmediata de diplomáticos y personal consular.
Estas amenazas militares y estos actos de intimidación diplomática dan a entender que la Administración de los generales del títere Trump está dispuesta a destrozar las relaciones diplomáticas con una gran potencia nuclear mundial y, por ende, a llevar al mundo a una confrontación nuclear directa.
Lo que Mattis pretende con estas disparatadas agresiones es nada menos que obligar al gobierno ruso a capitular ante los antiguos objetivos militares de Estados Unidos: la partición de Siria (que se inició con Obama), la imposición de sanciones severas a Corea del Norte (que se inició con Clinton) y el desarme de Irán (principal objetivo de Tel Aviv) conducente a su desmembración.
La junta de Mattis que ocupa la Casa Blanca endureció las amenazas a una Corea del Norte, que, en palabras de Putin, “antes estaría dispuesta a alimentarse de hierba que al desarme”. Los megáfonos de los medios de comunicación y del ejército pintan a los norcoreanos, víctimas de las sanciones estadounidenses, como una amenaza “existencial” al continente norteamericano.
Las sanciones se han endurecido. Hay presiones para desplegar armamento nuclear en Corea del Sur. Se planean y se ejecutan maniobras militares masivas por tierra, mar y aire en torno a Corea del Norte. Mattis retorció el brazo a los chinos (principalmente a los burócratas empresarios relacionados con las compras) y se aseguró de que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara un aumento de las sanciones. Y Rusia se unió al coro anti Pyongyang ¡a pesar de que Putin advirtió de la ineficacia de las sanciones! (¡Como si el general Perro Loco fuera a tomar en serio el consejo de Putin, especialmente una vez que Rusia votó a su favor!).
Mattis también ha incrementado la militarización del Golfo Pérsico, continuando la política de sanciones parciales y provocaciones belicosas contra Irán.
Cuando trabajaba para Obama, Mattis aumentó los cargamentos de armas estadounidenses destinados a los terroristas sirios y los títeres ucranianos, para estar seguro de que Estados Unidos pudiera echar por tierra cualquier “acuerdo negociado”.
Evaluación de la militarización
Se supone que al recurrir a “sus generales” Trump contrarresta cualquier ataque sobre política exterior que pueda recibir por parte de su propio partido o de congresistas demócratas. El nombramiento de Mattis “Perro Loco”, conocido rusófobo y belicista, ha servido para pacificar hasta cierto punto su oposición en el Congreso y debilitar cualquier “hallazgo” de conspiración electoral entre Trump y Moscú expuesto por el investigador especial Robert Mueller. Trump mantiene su papel como presidente nominal adaptándose a lo que Obama le advirtió que era el “orden internacional”, ahora dirigido por una junta militar no elegida ¡compuesta por remanentes del gobierno Obama!
Los generales proporcionan una apariencia de legitimidad al régimen de Trump (especialmente para los demócratas belicistas y los medios de comunicación). Sin embargo, el traspaso de los poderes presidenciales a Mattis “Perro Loco” y sus secuaces tendrá un alto precio.
Aunque la junta militar pueda proteger el flanco de política exterior de Trump, no sirve para reducir los ataques a sus proyectos internos. Por si fuera poco, el compromiso sobre presupuesto que Trump propuso a los demócratas ha enfurecido a los líderes de su propio partido.
En resumen, la militarización de la Casa Blanca producto del debilitamiento de la posición de Trump beneficia a la junta militar y aumenta el poder de esta. De momento, el programa de Mattis “Perro Loco” ha tenido resultados diversos: las amenazas de lanzar una guerra preventiva (posiblemente nuclear) contra Corea del Norte ha reforzado la determinación de Pyongyang de desarrollar y perfeccionar su capacidad de misiles balísticos de medio y largo alcance y sus armas nucleares. Las políticas suicidas no han conseguido intimidar a Corea del Norte. Mattis no ha podido imponer la doctrina Clinton-Bush-Obama dirigida a despojar a los países (como Libia e Irak) de sus armas defensivas avanzadas como preludio de una invasión estadounidense de “cambio de régimen”.
Cualquier ataque de EE.UU. a Corea del Norte provocaría represalias masivas que se cobrarían decenas de miles de vidas de militares estadounidenses y causarían la muerte y lesiones a millones de civiles en Corea del Sur y Japón.
Lo más que ha conseguido “Perro Loco” ha sido intimidar a las autoridades chinas y rusas (y a sus multimillonarios colegas de negocios de exportación) para que aumenten las sanciones económicas contra Corea del Norte. Mattis y sus aliados en la ONU y la Casa Blanca (la chiflada Nikki Haley [1] y el miniaturizado presidente Trump) pueden llamar a la guerra, pero no pueden aplicar la llamada “opción militar” sin amenazar a las fuerzas armadas estadounidenses desplegadas a lo largo de la región de Asia-Pacífico.
El asalto de Mattis “Perro Loco” a la embajada rusa no debilitó sustancialmente a Rusia, pero ha desvelado la inutilidad de la diplomacia conciliatoria de Moscú hacia sus supuestos “socios” del régimen de Trump.
El resultado final puede conducir a una ruptura formal de las relaciones diplomáticas, que incrementaría el riesgo de una confrontación militar y un holocausto nuclear global.
La junta militar está presionando a China para que actúe contra Corea del Norte con el objetivo de aislar el régimen de Pyongyang y reforzar el cerco militar estadounidense a Pekín. “Perro Loco” ha obtenido un éxito parcial al volver a China contra Corea del Norte al tiempo que garantizaba sus instalaciones avanzadas de misiles THADD en Corea del Sur, que apuntarán directamente a Pekín. Estos son los triunfos a corto plazo de Mattis frente a los excesivamente dóciles burócratas chinos. Pero si “Perro Loco” intensifica las amenazas militares directas contra China, Pekín puede tomar represalias deshaciéndose de miles de millones de bonos del Tesoro estadounidense, cortando relaciones diplomáticas, sembrando el caos en la economía de EE.UU. y enfrentando a Wall Street con el Pentágono
El aumento de tropas llevado a cabo por Mattis en Afganistán y en Oriente Próximo no servirá para intimidar a Irán ni conducirá a ningún triunfo militar. Por el contrario, implicas grandes gastos y pocas ganancias, tal y como descubrió Obama tras casi una década de derrotas, fiascos y pérdidas multimillonarias.
Conclusión
La militarización de la política exterior de Estados Unidos, el establecimiento de una junta militar en el seno de la Administración Trump y el recurso a la política arriesgada de la amenaza nuclear no ha cambiado el equilibrio de poder global.
En el ámbito interno, la presidencia nominal de Trump depende de militaristas como el general Mattis. Mattis ha intensificado el control sobre los aliados de la OTAN, atrayendo incluso a alguna oveja descarriada como Suecia, para que se unan a Estados Unidos en una cruzada militar contra Rusia. Ha aprovechado la pasión que sienten los medios de comunicación por los titulares belicosos y su adulación a los generales de cuatro estrellas.
Pero, a pesar de todo eso, Corea del Norte permanece impávida porque puede tomar represalias. Rusia posee miles de armas nucleares y sigue siendo el contrapoder en un planeta dominado por Estados Unidos.
China es dueña del Tesoro de Estados Unidos y no se deja impresionar, a pesar de la presencia de una armada estadounidense cada vez más dispuesta al choque a lo largo de todo el mar meridional de China.
“Perro Loco” se entusiasma con la atención mediática, encarnada en periodistas bien vestidos y con una escrupulosa manicura que no pierden detalle de todos y cada uno de sus discursos sanguinarios. Los contratistas de la guerra le rodean como un enjambre de moscas en torno a la carroña. Este general de cuatro estrellas ha alcanzado un estatus presidencial sin haber ganado ningunas elecciones (falsas o no). No hay duda de que cuando deje el cargo se convertirá en el más deseado miembro de consejo de administración o asesor especialista de los grandes contratistas militares estadounidenses de la historia de EE.UU. Recibirá lucrativos honorarios por charlas estimulantes de media hora y consolidará las sustanciosas prebendas del nepotismo para las tres siguientes generaciones de su familia. Podría incluso presentarse para senador o incluso presidente por cualquiera de los dos partidos.
La militarización de la política exterior de Estados Unidos nos ofrece importantes lecciones:
La primera de todas es que la escalada de las amenazas de guerra no triunfa si el objetivo es desarmar a adversarios que poseen capacidad para contraatacar. La intimidación mediante sanciones puede imponer penurias económicas importantes a los regímenes dependientes de la exportación de petróleo, pero no a las economías endurecidas, autosuficientes o muy diversificadas.
Las maniobras bélicas multilaterales de baja intensidad refuerzan las alianzas encabezadas por EE.UU., pero al mismo tiempo convencen a sus adversarios de que deben aumentar su preparación militar. Las guerras de intensidad media contra adversarios no nucleares pueden servir para tomar ciudades importantes, como en Irak, pero el ocupante se enfrenta a costosas y prolongadas guerras de erosión que pueden socavar la moral del ejército, provocar malestar en el ámbito nacional y elevar el déficit presupuestario. Y generan millones de refugiados.
Las políticas militares arriesgadas pueden traer cuantiosas pérdidas en vidas, aliados y territorio y montones de cenizas radioactivas… ¡una victoria pírrica!
En resumen:
Las amenazas y la intimidación solo funcionan contra adversarios conciliadores. La matonería verbal poco diplomática puede hacer que surjan el espíritu pendenciero y algunos aliados, pero tiene pocas posibilidades de convencer a los adversarios de que se rindan. La política estadounidense de militarización mundial excede a sus propias fuerzas armadas y no ha logrado ninguna victoria militar permanente.
¿Hay alguna voz dentro de los militares estadounidenses de ideas claras, esos que no se deslumbran por el brillo de sus estrellas o de sus estúpidos admiradores de los medios de comunicación, dispuesta a defender la reconciliación global y más respeto mutuo entre las naciones? El Congreso de Estados Unidos y los medios de comunicación corruptos han demostrado su incapacidad para evaluar los desastres del pasado, así que mucho menos podrán forjar una respuesta eficaz a las nuevas realidades globales.
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
Quem Flávio Dino pensa que é para criticar a sentença de Sérgio Moro?
20 de Setembro de 2017, 13:35 - sem comentários aindaResposta de Moniz Bandeira a Valter Pomar
20 de Setembro de 2017, 13:08 - sem comentários aindaArtigo sugerido por Midiacrucis
Resposta a Valter Pomar (Sobre a "ilusão" de Luiz Alberto Moniz Bandeira acerca de uma "intervenção militar")
Meu querido Valter,
insisto, em nada tenho ilusão. Sei que tudo pode acontecer, se houver uma intervenção militar. Mas o fato é que, se Dilma Rousseff foi deposta por um golpe de Estado, e de fato foi, não mais existe Estado de Direito nem democracia no Brasil. Acabou a Constituição.
O governo, que só conta com a simpatia de cerca de 3% da população, realiza reformas para as quais não teve mandato.
O Congresso, corrompido e desmoralizado, assumiu poderes constituintes para os quais não foi eleito.
Nada do que ocorreu e está a ocorrer é constitucional. Nada tem legitimidade.
E o golpe de Estado foi dado exatamente para a execução de tais reformas: trabalhista, previdenciária, terceirização, redução do Estado, com a venda das empresas públicas, impedir os gastos públicos por 20 anos etc.
E as forças econômicas, nacionais e estrangeiras, que estão por trás do presidente de fato Michel Temer e do seu sinistro ministro da Fazenda, o banqueiro Henrique Meirelles, farão tudo para que não haja retrocesso na execução do seu projeto, modelado pelo Consenso de Washington.
Falar em Constituição, agora, é que é uma grande ilusão.
As liberdades são relativas, como durante o regime militar, porém nem imprensa alternativa existe mais como naquele tempo. Toda a mídia repete o mesmo e o alvo é o ex-presidente Lula, com judiciário a condená-lo, sem provas, apenas para efeito de repercussão na imprensa e para desmoralizá-lo. Quanto mais ele cresce nas pesquisas mais me parece que as poderosas forças econômicas nacionais e estrangeiras, que sustentaram o golpe do impeachment da presidente Dilma Rousseff, tentarão tirá-lo de qualquer forma das eleições.
Tenho até dúvidas de que as eleições ocorrerão. Temer e demais cúmplices sabem que, ao descer a rampa do Planalto, sem imunidade, podem ser presos e enviado para a Papuda. A insatisfação no meio militar é enorme, conforme exprimiu o Antônio Olímpio Mourão. E teve toda razão o deputado Aldo Rebelo, do PC do B, quando recomendou o diálogo com os militares.
O proto-nazifascista Jair Bolsonaro não é representativo das Forças Armadas. É minoria.
A intervenção militar pode ocorrer. Como se desdobrará é difícil imaginar. O ideal seria que fosse como a do general Henrique Teixeira Lott em 1955. Mas não creio, em face do Congresso que aí está.
O importante é impedir que o patrimônio nacional – Eletrobrás, Eletronuclear, Petrobrás e pré-sal, bancos estatais – seja dilapidado, entregue aos gringos: é evitar que o desenvolvimento do Brasil, com a inclusão, não seja interrompido; é impedir a entrega aos gringos de uma parte da Amazônia maior que a Dinamarca.
Claro que não defendo regime de exceção, mas regime de exceção é o que já existe no Brasil, com um verniz de legalidade. O que ocorreu no Brasil, com a derrubada da presidenta Dilma, foi golpe de Estado, como, na Ucrânia, com a destituição do presidente Wiktor Yanukovytch, na madrugada de 21 para 22 de fevereiro de 2014, por uma decisão de um Congresso comprado.
A Constituição deixou de existir. Ilusão é pensar que, após realizar as reformas pretendidas pelo capital financeiro e o empresariado nacional, as forças que se apossaram do poder vão deixá-lo, sem ser por um golpe de força. E, infelizmente, as forças populares já demonstraram a sua impotência. A nada reagiram.
Não desejaria que ocorresse intervenção. Todos sabem como começa, mas não quando termina. Porém, não estou a ver outra perspectiva no Brasil. É necessário impedir o desmonte do Estado nacional. E há-de chegar um momento em que o impasse político, com o agravamento da situação econômica e social, terá de ser pela força.
Com afetuoso abraço, Moniz